We can't find the internet
Attempting to reconnect
Something went wrong!
Hang in there while we get back on track
Memoria histórica
Buenos y sabios: el paso por Extremadura de Odón y Sadí de Buen

La anécdota la relata una de las pasajeras del Synnaia en su segundo viaje hacia Méjico, en mayo de 1942. Una buena mañana, Odón de Buen (Zuera, 1863-Ciudad de México, 1945), que a la sazón contaba 78 años, ilustre compañero de viaje, reunió en la cubierta del barco a parte del pasaje. Después, en un gesto tan simbólico como reparador, arrojó por la borda al mar la Legión de Honor que el Gobierno de Francia le había concedido en 1919, por su labor científica. Expresaba así su denuncia a la mala acogida y peor trato que el Gobierno francés había deparado a la población refugiada de España que huyó del fascismo apenas tres años antes, apriscándolos en los lamentables campos de concentración.
Sanidad pública
La II República y la universalización de la sanidad
La Constitución Española de 1931 marcó un hito en el constitucionalismo español al ser la primera en reconocer y garantizar derechos sociales como el de asistencia a los enfermos y ancianos, protección a la maternidad y a la infancia, o la garantía a los trabajadores y trabajadoras de una “existencia digna” mediante protección en casos de enfermedad, accidente, paro forzoso, vejez, invalidez y muerte.
Odón de Buen y del Cos, fundador del Instituto Español de Oceanografía (1914) y de tantos otros laboratorios marinos, uno de los grandes científicos españoles, embarcó en abril de 1942 en el Synnaia, en Casablanca, a donde había llegado procedente de Marsella, vía Orán, huyendo de su último refugio en Banyuls-sur-Mer, en la Côte Vermeille francesa. El Synnaia era aquel barco que inició su valiente singladura humanitaria en octubre de 1936, con el traslado en apenas 48 horas de los refugiados desde la Lisboa fascista de Salazar a la Tarragona libre de la República, un viaje en el que iban muchos de los extremeños huidos de la masacre de Badajoz, a quienes en un gesto para calmar la opinión internacional, como nos recuerda Espinosa Maestre en La columna de la muerte, el Gobierno portugués amigo de Franco dio la opción de huir, decidiendo si querían regresar a España por Tarragona, todavía leal al Gobierno constitucional, o por Elvas, en dirección Badajoz, en manos de los sublevados.
Tres años después, cuando embarcó en el Synnaia, Odón de Buen llevaba en su corazón dos grandes heridas. Una era la pérdida de su esposa, Rafaela Lozano Rey, quien le había acompañado durante más de 50 años. Otra, el asesinato de su hijo Sadí, en Córdoba, frente al paredón de un cementerio, maniatado junto a un gitano cuyo nombre jamás sabremos. Le acompañaban en el Synnaia algunos familiares, entre ellos Berta López de Heredia, viuda de Sadí.
Sadí, el Lorca de la ciencia
Es lamentable ―muy lamentable― que científicos de la talla de Odón de Buen, y no digamos ya otros como Santiago Ramón y Cajal, de quien fue contemporáneo y contertulio de sus Charlas de café, sean tan desconocidos por la ciudadanía española en general y por la educativa en particular. Sus nombres, como tantos, apenas le suena al alumnado no digamos solo de ESO y bachillerato, sino incluso al universitario. Si acaso, únicamente se les relaciona con el callejero de algunas ciudades, olvidadas sus hazañas científicas y culturales en un país donde ni tan siquiera existe un museo nacional sobre el único español, Ramón y Cajal, que dispone de un Premio Nóbel en materia de ciencia (1906), dado que el concedido a Severo Ochoa (1959) lo fue en calidad de ciudadano estadounidense, tras haber renunciado a la nacionalidad española, a causa de la dictadura franquista.
Sadí de Buen, quien ya había fundado 32 dispensarios antipalúdicos [...] hizo importar en 1921 desde Estados Unidos un lote de 200 ejemplares de gambusia, un pequeño pez que se alimenta de las larvas de los mosquitos que originan el paludismo
Sobre la vida de Sadí y su afán humanitario por erradicar el paludismo, una enfermedad que hoy día sigue causando al año más de medio millón de muertes en el planeta, según la OMS, nos llega la reciente publicación de un librito que ha de ser juzgado no por la brevedad de sus páginas, sino por la enjundiosa sustancia de su contenido. Sadí de Buen, el Lorca de la ciencia, escrito al alimón por Manuel García González y Pepa Corbacho Jiménez, con prólogo de José María Lama, publicado por Brócoli Ediciones en abril de 2025, es un libro que debería estar en las bibliotecas de todos los institutos de educación extremeños, al alcance de la mano, ya del profesorado ya del alumnado, o de quien quiera conocer cuál y cómo fue aquella apasionante aventura emprendida por el médico y científico Sadí de Buen Lozano, hijo de Odón de Buen, para acabar con el paludismo en tierras de Extremadura y españolas en general.

Tras sumergir a toda su familia en un proyecto pionero, Sadí de Buen, quien ya había fundado 32 dispensarios antipalúdicos, por encargo del Instituto de Higiene Alfonso XIII, hizo importar en 1921 desde Estados Unidos un lote de 200 ejemplares de gambusia, un pequeño pez que se alimenta de las larvas de los mosquitos que originan el paludismo.
Por mediación de la Cruz Roja los peces llegaron al puerto de Cádiz, desde donde se consignaron al Instituto de Oceanografía en Madrid. Solo sobrevivieron 40 ejemplares, que fueron trasladados a un acuario de agua dulce, donde pasaron un tiempo hasta aclimatarse. Después, Sadí y su equipo seleccionaron 12 ejemplares, que vertieron en la Fuente del Roble, una pequeña charca de Talayuela, provincia de Cáceres, donde comenzaron su labor devoradora y reproductora. Cuando llegaron las lluvias, los estanques se desbordaron y las aguas alcanzaron el río Tajo, desde donde las gambusias llegaron a Portugal. En poco tiempo se vio el éxito del proyecto y desde la provincia de Cáceres, la Dirección General de Sanidad Española envió gambusias a las de Madrid, Huelva, Ciudad Real, Córdoba, Valencia, Barcelona, Salamanca, Cádiz, Badajoz y Sevilla. También se enviaron a Italia, Francia, Alemania, Rusia y Yugoslavia. Para su transporte se fabricaron las tradicionales gambuseras, una vasija hecha en los talleres de Salvarierra de los Barros que todavía se puede admirar, junto a toda esta historia, en el Centro de Interpretación del Paludismo de Losar de la Vera.
En unos años se redujo la morbilidad y mortalidad por casos de paludismo, tanto en Extremadura como en España. Sin embargo, con la muerte de Sadí, a manos de los golpistas, el paludismo volvió hacer estragos. Como afirma José María Lama en el prólogo, con el asesinato de Sadí de Buen y el desmantelamiento del programa antipalúdico en España el paludismo volvió a convertirse en una de las primeras causas de muerte del país, con más de dos mil muertos en 1937.
Odón de Buen, científico, librepensador y republicano
La lectura de este magnífico libro, que se devora en apenas un par de horas, invita a conocer la vida de Odón de Buen y de su familia, contada por este último en unas memorias (Mis memorias) que comenzó a redactar en su exilio en Banyuls-sur-Mer, en agosto de 1940, publicadas por primera vez por la Institución “Fernando el Católico” (C.S.I.C.), Diputación de Zaragoza, en 2008, transcritas del manuscrito original por María del Carmen de Buen López de Heredia.
Odón de Buen no solo es reconocido por su labor científica, sino también por su contribución a diversos proyectos relacionados con el librepensamiento, el laicismo y la república como forma de gobierno
Odón de Buen no solo es reconocido por su labor científica, sino también por su contribución a diversos proyectos relacionados con el librepensamiento, el laicismo y la república como forma de gobierno. Ramón y Cajal, con quien compartió años de docencia en la Universidad Central de Madrid, dijo de él que era un “naturalista de mucho mérito, republicano exaltado y librepensador militante”. No en vano, la introducción y defensa de las tesis darwinistas, le costaron la expulsión de su cátedra en la Universidad de Barcelona, en 1895, una expulsión orquestada y animada por la Iglesia del momento. Reclutado por Ferrer y Guardia a partir de 1901, publicó en el seno de la Escuela Moderna, germen de las escuelas racionalistas, diversos libros de texto de carácter científico, orientados a la población escolar. Su serie continuada Las Ciencias Naturales en la Escuela Moderna, con volúmenes dedicados a la evolución, zoología, mineralogía, etc., incluyen numerosas descripciones y experimentos aún vigentes en el ámbito educativo. Uno de estos libros, el de Geografía Física, el primero de esta materia publicado en España, se abre con un prólogo de Élisée Reclus, el autor de El hombre y la Tierra, cuyos volúmenes revisó para la publicación española a cargo de la Casa Maucci, en una edición pletórica de grabados y mapas, traducida por Anselmo Lorenzo, el “abuelo” del anarquismo español.
Su activismo republicano federal quedó patente en todo momento, no solo en el hecho de contraer matrimonio con Rafaela Lozano, hija de Fernando Lozano Montes, fundador y director de Las Dominicales del Libre Pensamiento, donde Odón colaboró numerosas veces, muchas de ellas con el seudónimo de Polemófilo. Siguiendo la convicción laicista del matrimonio les pusieron a sus hijos nombres como Demófilo (que era el seudónimo de su suegro en Las Dominicales), Fernando, Rafael, Sadí, Eliseo y Víctor, a quien a veces llamaba Víctor Hugo. Todos ellos, nacidos entre 1890 y 1902, obtuvieron el doctorado y cinco fueron catedráticos, dedicándose a la abogacía, la investigación científica y la medicina. Como curiosidad, tres de ellos se casaron con tres hermanas, las López Heredia, y cinco se casaron por lo civil. Solo Víctor, que por diversas circunstancias no siguió a su familia al exilio, se quedó en España durante el franquismo, casándose en segundas nupcias por la Iglesia. Acabó siendo decano de la Universidad Politécnica de Barcelona.
Odón de Buen en Extremadura
Muy cercano al republicanismo federal, a principios del siglo XX Odón de Buen fue concejal en el Ayuntamiento de Barcelona y senador por su provincia. El 1905 presentó su candidatura para diputado a Cortes por el distrito extremeño de Mérida-Alburquerque, de la mano de dos célebres republicanos pacenses: Rubén Landa Coronado y Narciso Vázquez Lemus, implicados en el levantamiento zorrillista de 1883 en Badajoz. Esta candidatura fue avalada por la Junta republicana y de sociedades obreras del distrito de Mérida, en la noche del 25 de agosto de 1905, por ser “ilustre catedrático de la Universidad de Barcelona, un gran prestigio de la ciencia, notabilísimo orador y uno de los propagandistas y organizadores más notable de las clases obreras y del Partido Republicano de Cataluña” (La Región Extremeña, 26-08-1905, página 2).
Apenas unos días después de esta elección, el 31 de agosto de 1905, Odón de Buen llegaba a la estación de ferrocarril de Badajoz para iniciar una campaña, “lleno de fe y entusiasmo”, contra el caciquismo de un duro rival, Antonio Pacheco, cacique y monárquico del partido liberal.
El 31 de agosto de 1905, Odón de Buen llegaba a la estación de ferrocarril de Badajoz para iniciar una campaña, “lleno de fe y entusiasmo”, contra el caciquismo de un duro rival, Antonio Pacheco, cacique y monárquico del partido liberal
Durante una semana recorrió parte de la provincia y del distrito que defendía. Merece la pena leer lo que con motivo de aquella ocasión dejó escrito en sus memorias:
“¡Qué diferente pueblo y qué distinta lucha a los de Cataluña! Falta de comunicaciones aquella zona de la ruda y fuerte región extremeña, tuve que usar toda forma de medios de locomoción y caminar a veces horas tras horas, a través de campos yermos, de montes de encinas corpulentas, de aglomeraciones graníticas desnudas. No olvidé mis aficiones de naturalista y aproveché el viaje para recoger plantas interesantes, cristales de aquellas rocas arcaicas. Me interesaron y me instruyeron las ruinas de los monumentos romanos de Mérida, resto de un pasado de gran esplendor; hallé por todo republicanos entusiastas”.
Dio mítines, muy concurridos, en el teatro López de Ayala de Badajoz, en Mérida, Olivenza, Alconchel, Villanueva del Fresno, Oliva de Jerez, Jerez de los Caballeros, Puebla de la Calzada y Montijo. En este último pueblo tuvo que darlo en el campo, por no encontrar local los republicanos, y según la crónica (tan entusiasta como favorable) del republicano montijano Bernabé Mesa, acudieron a verle y escucharle más de cinco mil personas. En Puebla de la Calzada la dio en el centro obrero, glosada por otro republicano montijano muy reconocido, Juan José Codes, que solía firmar su intervenciones en prensa como Pericles, nombre de la logia masónica a la que pertenecía (La Región Extremeña, 6-09-1905, p. 2).

En todos sus mítines Odón habló sobre la necesidad de fomentar la educación y la cultura entre las clases obreras, como fórmula para superar el régimen de semiesclavitud y atraso que sufrían estas clases. Arremetió contra el caciquismo presente en Extremadura, auspiciado por los Pacheco. “Ya apasionaba los ánimos el pleito de los predios de Alburquerque una de tantas usurpaciones caciquiles”, dice en sus Memorias, “me aproximé a Portugal; llegué a los últimos rincones del distrito para predicar la buena nueva, y me escucharon y me aplaudieron y me llenaron de obsequios. Pero ¿qué atrevimiento el de combatir a los Pacheco, señores políticos del distrito? Pacheco, mi contrincante, era gran cazador, amigo del rey y militaba en el partido liberal. ¿Qué más daba? El caciquismo entonces tenía dos caras, una hacia Cánovas del Castillo, otra hacia Sagasta, y servía al que mandaba”.
Las tretas caciquiles empleadas por los pachequistas hicieron imposible que Odón de Buen pudiera obtener el acta de diputado a Cortes por el distrito de Mérida. Siempre guardó un grato recuerdo de Extremadura, donde sus hijos Sadí y Eliseo recabarían tantos éxitos en la lucha contra el paludismo. La aventura de Odón como diputado extremeño acabó con las siguientes palabras:
“¡Qué gran pueblo el nuestro si se le diera la cultura necesaria y la educación conveniente! ¡En el campo, pastores encontré que tenían el aspecto de emperadores romanos!”.
Prisión, liberación y búsqueda de Sadí
El golpe de Estado de julio de 1936 les pilló a él y a Rafaela en Palma de Mallorca, a donde habían acudido por cuestiones científicas. En la mañana del 18 de julio, mientras desayunaban en el Hotel Royal, donde hoy día está el edificio CaixaForum Palma, frente a la maravillosa bahía, supieron de la sublevación y también que la guarnición de Palma se había unido a los golpistas.
En pocos días fue detenido y llevado a la prisión provincial de Palma, parte del antiguo convento de los Capuchinos, donde pasó casi un año, en compañía de otros reconocidos compañeros de ciencia. Conscientes los rebeldes de su importancia como hombre público, se intentó primero un canje de Odón y Rafaela por el obispo de Menorca y después por un hijo y un ayudante del general Godet, presos en el castillo de Montjuich en Barcelona. Ambos fracasaron.
La liberación vino de un canje realizado en la costa valenciana a cambio de la nuera, la hermana y la hija del dictador Miguel Primo de Rivera, a quien había tratado en tiempo Odón de Buen. Así obtuvo su libertad Pilar Primo de Rivera, la que después sería la fundadora y máxima dirigente de la falangista Sección Femenina.
Ya libres, en zona leal a la República, Odón y Rafaela trataron de averiguar el paradero de sus hijos y demás familiares. No sabían que Eliseo había estado preso, durante un año, en la prisión provincial de Cáceres, y que al salir fue estigmatizado, junto a sus mujer e hijos, viéndose obligado a vivir primero en Hoyos y después en Casas del Castañar (Cáceres), donde obtuvo una plaza destinada al dispensario médico. Allí fueron vigilados por sus propios compañeros de trabajo. Después, ya durante el franquismo, vivieron en el embalse de El Pintado, en Cazalla de la Sierra, Sevilla, donde residieron hasta 1951, año en el que, gracias a una carta de Lázaro Cárdenas, pudo exiliarse a México y reunirse con el resto de la familia.
Sadí, quien se encontraba en Córdoba [...] fue detenido, el 23 de julio, por el comandante de la Guardia Civil Luis Zurdo Martín, tristemente célebre [...] por ordenar más de cien fusilamientos en la ciudad
Muy distinta fue la historia de Sadí, quien se encontraba en Córdoba ocasionalmente como inspector general de instituciones sanitarias. Allí fue detenido, el 23 de julio, por el comandante de la Guardia Civil Luis Zurdo Martín, tristemente célebre como se dice en el libro de Manuel García y Pepa Corbacho, por ordenar más de cien fusilamientos en la ciudad de Córdoba, muchos de ellos de los intelectuales que participaban en las tertulias de la ciudad andaluza.
Odón y Rafaela, junto a algunos de sus hijos y muchos de sus nietos, se trasladaron a Barcelona. Allí sufrieron los terribles bombardeos de marzo de 1938. Enterados de que en París podía estar quien supiera del paradero de Sadí, Odón y Rafaela acudieron esperanzados, si bien el informante había confundido a Sadí con Eliseo, que estaba en la prisión de Cáceres.
Entonces Odón se puso en contacto con la Fundación Rockefeller, que en su día había apoyado y subvencionado los trabajos de Sadí contra el paludismo. Esta fundación movió sus hilos y encargó a uno de sus agentes en Portugal averiguar el paradero de Sadí. Finalmente, la Fundación Rockefeller comunicó a Odón y a Rafaela que Sadí había sido fusilado en Córdoba, al mismo tiempo que les transmitía una expresiva manifestación de pésame.
A través de diversos contactos, entre ellos el embajador en París Ángel Ossorio y Gallardo, que había sido antiguo alumno suyo, Odón consiguió colocar a muchos de sus nietos en colegios y colonias francesas.
Hacia el exilio
Residentes en Viladrau, el jueves 26 de enero de 1939 Odón y Rafaela escucharon por la radio que las tropas fascistas estaban entrando en Barcelona. Puestos en marcha hacia el exilio, describe en sus memorias lo que tantos y tantas han narrado de aquellos terribles días de finales de enero y febrero, las carreteras atestadas, el frío, la lluvia, los vehículos abandonados, las maletas tiradas en los caminos, la mala acogida del Gobierno francés y la solidaridad de algunos vecinos franceses, el horror de los campos en las playas, frente al mar del exilio.
Odón de Buen murió en 1945. Aunque rodeado de casi toda su familia, vivió sus últimos años con el dolor por la muerte de su querido Sadí y de Rafaela, que había fallecido cuatro años antes, mientras aún vivían en Banyuls-sur-Mer. Salvo su hijo Víctor, toda la familia logró reunirse, antes o después, en México. Allí fueron acogidos con los brazos abiertos.
Odón de Buen murió en 1945. Aunque rodeado de casi toda su familia, vivió sus últimos años con el dolor por la muerte de su querido Sadí y de Rafaela, que había fallecido cuatro años antes
Existe una abundante documentación sobre su vida en este país que fue la esperanza de tantos y tantas españolas, recogida por la JARE, la Junta de Auxilio a los Republicanos Españoles, organismo creado por la Diputación Permanente de las Cortes Republicanas en el exilio. El trato en el nuevo país de acogida fue muy diferente al que les dispensara el Gobierno francés a quienes huían del franquismo, cuya actitud motivó el gesto de Odón de Buen cuando, camino del destierro, arrojó desde la borda del Synnaia al mar la mayor consideración gala.
En su testamento, al cumplir los ochenta años, Odón de Buen dejó escrito lo siguiente:
“Persisto en mis ideas librepensadoras de siempre. Desde muy joven he vivido fuera de toda comunión religiosa y en un feliz hogar librepensador os habéis educado. Enterradme civilmente. Si a última hora la pérdida de la razón o cualquier acto de fuerza me arrancara declaraciones contrarias, no las respetéis; no representará mi voluntad consciente y libre”.
Pidió ser enterrado junto a su compañera, Rafaela Lozano. Hoy, después de diversos avatares, sus restos descansan en un mausoleo en el cementerio de Zuera, provincia de Zaragoza, su localidad de nacimiento. Al final de su testamento, encomendó a sus hijos:
“Guardad siempre el recuerdo de vuestro mártir hermano Sadí. Era bueno y sabio”.
En su memoria, para que el recuerdo de estos científicos y sus buenos oficios no sean pasto del olvido, merece la pena tener en las bibliotecas escolares y públicas libros como el de Sadí, El Lorca de la ciencia, en la esperanza de que tales lecturas se reproduzcan vivaz y pródigamente entre sus plúteos, para acabar, de una vez por todas, con la terrible ignorancia y necedad que nos aflige en estos tiempos del nuevo fascismo.