Memoria histórica
En reivindicación de una sepultura laica: Juan Antonio Codes (II)

Segunda parte del caso de Juan Antonio Codes, un republicano enterrado bajo un signo contrario a sus ideas. En reivindicación de una sepultura laica.
El Motin por muchos que ellos tiren
Por mucho que ellos tiren... El Motín.

Historiador y coordinador-director de los Campos de trabajo de memoria histórica de la ARHMEX.


22 jun 2023 07:00

El primer entierro civil en Montijo fue el de Ana Mesa Caballero, en julio de 1897, mujer librepensadora y republicana, madre del también librepensador y masón, Bernabé Rodríguez Mesa. En un artículo de Juan Antonio Codes dedicado a su compañero Bernabé, refiriéndose a la muerte de su madre, escribe “prevenirse de antemano contra la intransigencia feroz y mezquino criterio de secta, realizado por el clero en muchas ocasiones, arrebatando a las familias los cadáveres de los que se morían fuera del gremio de la Iglesias, quiso realizar un acto público que le sirviese de escudo, abjurando del catolicismo y haciendo protesta de simpatía a los modernos ideales”.

Explica Codes que Ana Mesa, en cuanto se enteró de qué trataba el acto de entierro civil, mostró deseos de adherirse a lo solicitado por su hijo, “con tal empeño, que así consta en sesión celebrada por este Municipio en agosto de 1894; esto unido a declaraciones terminantes y espontáneas que hizo la finada antes de abandonar la mansión de los vivos, ha dado lugar a que se celebre en Montijo el primer sepelio, prescindiendo de las ceremonias religiosas”[1].

De esta forma se desarrolló el acto: a las diez de la mañana sacaron el cadáver de la casa mortuoria, contigua a la Plaza; ésta y las calles del tránsito estaban llenas de personas de todas las ideas y pertenecientes a todas las clases sociales, que se asociaron a la comitiva fúnebre, “en todos los semblantes se retrataba la impresión grande que producía el nuevo y trascendental acto que se llevaba a cabo; parecía que una fuerza invisible y misteriosa unía todos los corazones en un mismo y hermoso sentimiento, el del respeto mutuo y la mutua transigencia”.

De vez en cuando se paraba la marcha por ser muchos los amigos de la familia que deseaban cumplir con el deber de coger el ataúd; la manifestación de duelo fue calificada como “grandiosa, pacífica, imponente, ordenado y numerosa” aunque al llegar al cementerio, la zona reservada para los actos civiles era calificado como, “cuchitril miserable que sirve de cementerio laico (y gracias que tenemos eso), tan miserable y vergonzoso como el que sirve de reposo eterno a los católicos. De uno y otro he protestado con toda energía, y protestaré mientras no desaparezca tamaña afrenta para Montijo (…)”[2].

El ideario de republicano, progresista y masón

Encontramos la figura de Juan Antonio vinculada a los partidos republicanos, como, por ejemplo, su participación en el Comité de Coalición Republicana[3] que estaba formado por D. Alonso Barragán, como presidente, D. José Antonio García, vicepresidente, D. Bernabé Rodríguez, vicepresidente 2º, y los vocales: D. José Carretero, D. Juan Abadito. D. Aurelio Codes, D. Miguel Amores, D. Juan Hidalgo, D. Rafael Godoy, D, José Sánchez Bravo y D. Antonio Rodríguez Ramas, siendo secretarios: D. Casimiro Codes y D. Ángel Marín Antón y como delegado en el provincial: D. Juan Antonio Codes.

En mayo de 1895, en compañía del maestro Francisco Rodríguez y de su hermano Eustaquio Codes y otros, protagonizan una reunión en Montijo en la que deciden reavivar el Partido Republicano[4], reunión presidida por un retrato del pedagogo Joaquín Sama, profesor de la Institución Libre de Enseñanza, que acababa de fallecer.

Juan Antonio Codes fue impulsor de la asociación “La Defensa”, que el incipiente movimiento obrero estaba poniendo en marcha y con la que los viejos republicanos sentían cercanía y simpatía. Son frecuentes sus charlas y apoyo a esta entidad

En 1896 ingresa en la logia masónica de Mérida “Emérita Augusta”[5], y al año siguiente contribuye a crear el triángulo montijano “Lealtad masónica”, donde alcanza el Grado 3º de Maestro. Su nombre simbólico en estas logias sería el de Pericles, “el primer ciudadano de Atenas”. No en vano le puso a su hija Lealtad el mismo nombre del triángulo montijano al que perteneció, y en la lápida de su hijo Virgilio, que estaba en el cementerio civil nuevo, ya después de 1914, figuraba el signo masónico de la escuadra y el compás. A día de hoy esta lápida está desaparecida, si bien por información de un familiar y por la documentación que aparece en el consejo de guerra contra él, creemos que se encuentra dentro del actual nicho de Juan Antonio Codes.

Movimiento obrero
El kiosco de los parias de la tierra: Lecturas de izquierdas en un pueblo extremeño de 1936
El kiosco nos envía un mensaje a través del tiempo: el del afán de cultura y emancipación de una clase social, el acervo cultural como nexo de unión de la formación del individuo y del grupo.

La visión sobre la sociedad montijana del momento es muy crítica por parte de Codes, anclada en el pasado, sin pulso ni inquietudes por avanzar, con unas instituciones locales inoperantes. Sobre los componentes del Ayuntamiento y el tipo de personas que lo formaban señalaba en 1902 que “El nuevo Ayuntamiento constituido hoy lo componen diez pachequistas[6] y cuatro albarrañistas. No especifica el color político porque carecen de él y porque les es desconocido: aquí nunca se ha luchado por ideas ni los principios, siempre se ha hecho por el personalismo y la peseta”[7]

Juan Antonio Codes fue impulsor de la asociación “La Defensa”, que el incipiente movimiento obrero estaba poniendo en marcha y con la que los viejos republicanos sentían cercanía y simpatía. Son frecuentes sus charlas y apoyo a esta entidad, así como la plasmación más tarde de una coalición republicano socialista para las elecciones de concejales para el ayuntamiento de Montijo. En su implicación con el movimiento obrero, hay crónicas en la prensa regional sobre el Primero de Mayo, tanto de Codes como de su compañero Bernabé Rodríguez Mesa[8], en las que hablan de la primera celebración en Montijo, en el año 1902, en la que participaron en la manifestación 1.000 personas de los 1.200 socios que tenía la sociedad obrera La Defensa. Llama la atención que se destaque el hecho que ninguno de los obreros fuera embriagado[9] y hacía constar que esto era también gracias al trabajo de la asociación: “Esto prueba que no solamente se benefician los intereses materiales del proletariado con estas asociaciones, sino que también se moralizan y corrigen en sus vicios y costumbres”. 

La manifestación se organizó de la forma siguiente: Formando dos filas de a dos[10] iban los mil manifestantes. En medio de estas dos filas y a la cabecera ondeaba una bandera blanca. A la mitad del séquito se ostentaba otra bandera gualda con la inscripción siguiente:

“¡Paz Universal! 8 horas de trabajo. 8 horas de instrucción y recreo. 8 horas de descanso. ¡Loor a los mártires del trabajo!”.

Reglamento Sociedad La defensa
Reglamento Sociedad La defensa, 1903, fundada por Juan Antonio Codes.

Cerraba la marcha la banda de música. La manifestación recorrió varias calles y luego se desplazó hasta las eras comunales, donde se formó un gran círculo con todos los asistentes, para luego volver a la localidad.

Dentro de su compromiso social por transformar la sociedad, la participación de Codes en la vida política institucional de Montijo consta desde el año 1891, con el cargo de concejal. Entre sus intervenciones municipales destaca el empeño en la edificación de un cementerio nuevo, alejado de la población. Como miembro de la Comisión de Instrucción Pública y de Sanidad[11] de 1894, reclama la construcción de un nuevo cementerio en las afueras de Montijo, que incluya uno civil, pues el actual, que se encuentra muy cercano a la población, en lo que en nuestros días es el Parque Municipal, “no da abasto para más entierros y es un foco de infección”. Su empeño le lleva a denunciar la situación en una carta al director publicada en La Región Extremeña, en la que dice:

“Aquí no existe cementerio civil, ni se ha hecho en el católico el apartado o la ampliación para los que mueran fuera de la comunión católica, como está mandado repetidas veces, y algunas con carácter apremiante. De modo que el día que muera un maldito hereje de los poquitos que por desgracia en ésta estamos, que lo echen a los perros. No hay más que un cementerio, propiedad de la santísima madre la Iglesia, y con decir que es de la Iglesia está dicho todo; más que lugar conveniente y decoroso para que reposen los sagrados restos de nuestros progenitores y semejantes, es un basurero o pocilga, de todo junto, impropio e inservible al alto fin que se destina”[12].

“Aquí no existe cementerio civil, ni se ha hecho en el católico el apartado o la ampliación para los que mueran fuera de la comunión católica, como está mandado repetidas veces, y algunas con carácter apremiante”

Un día después de publicada esta carta, la noche del 15 de julio, ardió el osario de este cementerio, junto con algunos cadáveres que estaban sin enterrar, por no disponer de sitio. Según informó La Región Extremeña, “el olor que se extendió por toda la localidad fue tan nauseabundo, que muchas personas se vieron acometidas de vómitos”[13]. En la misma noticia se informaba de que un vecino de Montijo, probablemente Codes, había presentado un escrito al Gobernador Civil, secundado por numerosas firmas de paisanos, para que tomara cartas en el asunto, pues desde abril habían muerto más de 200 niños en la localidad, posiblemente debido a infecciones emanadas del cementerio, sin que el Ayuntamiento hubiera hecho nada por paliar el problema, salvo añadir una pequeña cantidad de terreno al campo santo para enterramientos, justo en la parte más cercana a las calles del pueblo, lo cual empeoraba la situación. Codes recordó al Ayuntamiento en varias ocasiones, en los plenos, que a principios de 1892 se había destinado en los presupuestos municipales una cantidad para edificar el nuevo cementerio, y acusó en diversas ocasiones a la Iglesia[14] de escurrir el bulto frente al asunto, cuando el actual cementerio era de su propiedad[15].

Sin embargo, hasta 1914 no se edificaría el nuevo cementerio de Montijo, en las afueras de la población, en su localización actual.

Aunque la actitud de Codes pueda parecer de un anticlericalismo radical, le movía más su convicción laicista. Tanto es así que no se niega como concejal a que la corporación municipal participe en actos de festividades religiosas cuando ésta es invitada por la Iglesia, como se desprende de algunas actas de pleno[16].

Como vemos, el laicismo de Codes, fundamentado en la separación entre lo civil y lo religioso, cunde pronto ejemplo en el pueblo de Montijo, fundamentado en actos como la inscripción en el registro civil de Justicia Salomé del Cubo o el entierro laico de Ana Mesa, madre de su inseparable amigo Bernabé Rodríguez.

La prensa como herramienta de difusión del pensamiento

Ya antes, en enero de 1895 ambos amigos habían fundado La Cotorra, “para defender lo bueno en todas sus múltiples variaciones”, la que hasta ahora es la primera revista impresa de la historia de Montijo. Aunque dura solo un año, esta publicación imprime un carácter laico a la cultura montijana, con la colaboración en sus páginas de muchos republicanos, la mayoría de las veces bajo seudónimo. Codes dejaría también huella en otras publicaciones de carácter laico de Montijo, que seguirían a La Cotorra, como Gente Nueva (1920), Labor, Moysa (1934) o El Avance (1933), de la que fue director.

Cabecera La Cotorra
Cabecera La Cotorra, 1895, fundada por Juan Antonio Codes.

Del mismo modo, la colaboración de Juan Antonio Codes en la prensa regional es profusa entre los últimos años del XIX y principios del XX, a veces firmando con su propio nombre y otras bajo el seudónimo de Pericles, su nombre simbólico masón. En tales colaboraciones, en periódicos republicanos, aboga por una instrucción adecuada de los niños y niñas de Montijo, reclamando unas escuelas dignas y unos maestros y maestras laicos y laicas, como lo expresado en La Región Extremeña del 19 de mayo de 1913, donde critica la dejadez que hay en este sentido en el pueblo, al que le corresponden, por volumen del vecindario, siete escuelas titulares y solo hay dos, una para cada sexo, en las que algunos niños y niñas tienen que sentarse en el suelo por no haber suficiente sitio. “Es una verdadera desgracia que sean los incultos los que rigen los designios de Montijo”, dice, y compara la situación con la de Puebla de la Calzada, la villa aledaña, donde “las clases directoras no han tenido dinero para terminar la ermita de su querida patrona y sí lo tuvieron para levantar un templo a la primera enseñanza, donde los niños reciben el pan de la ciencia”. Recuerda que, “lo que más preocupa a los grandes estadistas es la despensa y la escuela, como pedía Costa, el gran estadista”, en clara alusión al Regeneracionismo de Joaquín Costa y su esencial obra.

Hombre especialmente culto, cuyo placer por la cultura y los libros debió de compartir con su esposa, Fernanda Codes Ramas, disponía de una abultada biblioteca que, además, implanta también en el Círculo Recreativo Republicano, que ayuda a fundar en 1934

Hombre especialmente culto, cuyo placer por la cultura y los libros debió de compartir con su esposa, Fernanda Codes Ramas, disponía de una abultada biblioteca que, además, implanta también en el Círculo Recreativo Republicano, que ayuda a fundar en 1934, en una casa que pertenecía a su hermano Eustaquio Codes, junto al edificio del consistorio municipal, en la plaza del pueblo, biblioteca abierta no solo a los socios del mismo, sino a quien desease hacer uso de los mismos, para la propia instrucción o deleite.

Con la llegada de los golpistas a Montijo, en agosto de 1936, Juan Antonio Codes no sólo sería condenado por sus actos en beneficio de sus vecinos y vecinas. También lo fue por sus lecturas, por su biblioteca, tal y como se desprende la sentencia de su consejo de guerra, donde se dice que se le intervino “la biblioteca en la que existía gran cantidad de volúmenes, antirreligiosos, pornográficos, marxistas, masónicos, disolventes y revolucionarios”.

Detención de un sujeto por Masón, Marxista revolucionario y desafecto al glorioso Movimiento Nacional

Autores como Paul Preston han señalado que el odio de Franco contra la masonería fue, precisamente, por no permitirle ingresar en la misma. Al poco de iniciarse el golpe de Estado contra la II República, en la zona controlada por los rebeldes, comenzaron a dictarse normas y leyes en contra de la masonería, las organizaciones obreras y republicanas que eran declaradas contrarias a la ley y consideradas como rebeldes. Terminada la guerra, el 1 de marzo de 1940, Franco firmó la “Ley para la represión de la masonería y el comunismo” y demás “sociedades secretas”, que fue el origen del “Tribunal Especial de Represión de la Masonería y el Comunismo”, una de cuyas funciones fue la requisa de los archivos, bibliotecas y editoriales contrarias al régimen. Se puso en marcha todo un proceso de justificación en base a teorías conspirativas increíbles, como el “contubernio judeo-masónico-marxista”, en las que se acusaba de todos los males del país a estas organizaciones que habían sido legales durante la II República y que pasaron a ser perseguidas y aniquiladas durante la dictadura con una terrible represión sobre estas personas consideradas desafectas al régimen.

En los procedimientos judiciales franquistas contra los acusados de defender la República, “la justicia al revés” como fue definida, podemos obtener algunos datos interesantes de estos procesos en los que se ofrece la particular visión de los vencedores y su ideología falangista, a veces también denominada como “nacionalcatolicismo”. Esta era una de las señas de identidad ideológica del franquismo, por la unión de los valores de la Iglesia tradicionalista y el Estado franquista.

Lámina encontrada en la biblioteca de Codes
Lámina encontrada en la biblioteca de Codes, El Motín, 1-1-1923.

La falta de rigor y de pruebas era lo habitual en las acusaciones contra estas personas, como en el caso de Juan Antonio Codes, que representaba todo los contrario a un régimen dictatorial, que consideró la guerra como una “cruzada” para exterminar cualquier tipo de oposición a sus valores católicos. Todo este tipo de procedimientos no dejaba de ser una pieza más en el engranaje represivo puesto en marcha por los insurgentes para ir modelando el nuevo Estado de la dictadura franquista.

La maquinaria represiva franquista

Como ya hemos comentado, el 10 de enero de 1938 fue detenido en Montijo Juan Antonio Codes. Inmediatamente quedó incomunicado y a disposición de las autoridades golpistas. En el informe incluido en el consejo de guerra se explicaba que “es sujeto de antecedentes dudosos, por haber sido excomulgado de la Iglesia por orden del Obispado en el año 1890, estar casado civilmente, no haberse bautizado sus hijos hasta que no han llegado a ser mayores de edad y haber estado en la cárcel por malversación a la Hacienda”. Fue practicado un registro en el domicilio que dio por resultado encontrar fotografías, cuadros antirreligiosos, libros pornográficos, libros políticos, revolucionarios, prensa, propaganda, escritos, correspondencia y demás documentos que se detallan en la relación que se adjunta[17], por lo que puede apreciarse que este individuo es Masón, Marxista, revolucionario y, por tanto, desafecto al glorioso Movimiento Nacional”.

El cura de la parroquia de San Pedro Apostol de Montijo, D. Juan Pérez Amaya, certificaba que “D. Juan Antonio Codes Rodríguez siempre ha sido de costumbres inmorales, revolucionario y antirreligioso, opuesto al Movimiento Nacional”

En base a todo ello el Asesor jurídico militar de los golpistas, perteneciente al Gobierno Militar de Badajoz, calificaba los hechos como constitutivos de un delito de “Auxilio a la rebelión”[18] y pedía que se instruyera el proceso para esclarecer las “responsabilidades de carácter criminal” a través de juicio sumarísimo de urgencia[19] en consejo de guerra. Además, solicitaba que se le impusiera una multa de 10.000 pesetas, así como que se enviara todo el material incautado en casa de Juan Antonio Codes al Gobierno Militar de Badajoz.

El caso se adjudicó al juez militar Luis Torres-Cabrera, en Almendralejo (Badajoz), quien en una providencia del 28 de enero de 1938 solicitaba informes sobre Juan Antonio Codes al Comandante del Puesto de la Guardia Civil de Montijo, al Alcalde, al Jefe de Falange, al cura Párroco y al juez municipal, así como que se tomara declaración a “tres personas de solvencia moral y de orden”, es decir, de derechas o afines a los golpistas para averiguar sobre las actividades políticas antes y después del “Glorioso Movimiento Nacional”.

Procesión del Corpus en Montijo
Procesión del Corpus en Montijo, 1937, a su paso por el Círculo republicano, fundado por Codes.

En la misma providencia se pedía que Juan Antonio Codes fuera trasladado desde la cárcel de Montijo a la Prisión Colonia habilitada de Almendralejo, en la que ingresó el 1 de febrero de 1938.

Un proceso judicial sin garantías para el acusado

El cura de la parroquia de San Pedro Apostol de Montijo, D. Juan Pérez Amaya, certificaba que “D. Juan Antonio Codes Rodríguez siempre ha sido de costumbres inmorales, revolucionario y antirreligioso, opuesto al Movimiento Nacional”, a lo que añadía que “si no intervino en el (movimiento) marxista fue porque aún para éstos era indeseable; negándoles la intervención cuando se la pedían, pues hasta tal punto había llegado su degradación; perteneció a la masonería, aunque hoy se encuentra entre los que la secta llama durmientes”.

Por su parte, en el informe emitido por Falange se hace constar que antes del “Glorioso Movimiento Nacional”, era de izquierdas, fue uno de los fundadores de la Casa del Pueblo, “durante el dominio marxista, aunque no fue visto con armas, pero sí excitaba a las masas; hay fundamentos para creer que pertenecía a la masonería, tiene enterrado a un hijo en el cementerio civil de Montijo en cuya lápida tiene los signos masónicos; ha sido excomulgado por la Santa Iglesia Católica, contrajo matrimonio civil en el año de 1891, es antimilitarista y en uno de los años de la República, estando los socialistas en el Ayuntamiento, elevó un escrito solicitando la disolución del convento de las monjas; su conducta moral, detestable”.

El alcalde de Montijo, puesto por los rebeldes, Francisco Rodríguez, repetía los mismos argumentos, señalando que “este señor es de espíritu revolucionario y si bien por su avanzada edad no se le vio con armas si era propagandista de ideas revolucionarias”

Por su parte, el alcalde de Montijo, puesto por los rebeldes, Francisco Rodríguez, repetía los mismos argumentos, señalando que “Este señor es de espíritu revolucionario y si bien por su avanzada edad no se le vio con armas si era propagandista de ideas revolucionarias”.

Las tres personas “de solvencia moral y de orden” citadas para declarar sobre Codes fueron el médico, Manuel Zúñiga López, Alfonso Barco y Barco y Julio García Pérez, este último, de la Sociedad de Labradores, que había estado preso por los republicanos. Estos, en su declaración, no cargan las tintas con una persona que seguramente, por su posición social, había tenido trato con ellos, aunque sí destacan las ideas izquierdistas y la pertenencia a la masonería de su vecino, Juan Antonio Codes. Por su parte, el juez municipal, Pedro Movilla, dice que no conoce mucho pues tuvo que ausentarse, aunque Juan Antonio Codes era “de ideas protestantes a la Religión Católica, Apostólica y Romana”. Como testigos de la defensa se pidió declaración a Francisco González-Piñero Rodríguez y Pedro Gragera Quintana, propietario y abogado, quienes vienen a decir que era persona de izquierda, pero que, por su edad, era inofensivo.

Por su parte, existe un escrito de descargo, del 14 de marzo de 1938, del propio Juan Antonio Codes dirigido al juez militar, en el que intentaba rebatir o rebajar las acusaciones de las que era objeto. Hay que tener en cuenta el contexto en el que se desarrollaba el proceso, la dureza de la justicia militar y los miles de muertos de la represión franquista (más de un centenar en Montijo, frente a cero de la represión republicana), y viendo cómo sus compañeros de la prisión en Almendralejo eran condenados a muerte y fusilados por acusaciones sin base ninguna. Juan Antonio Codes, sabedor de su significación política de izquierdas y trayectoria vital, debía de sentir a ciencia cierta la cercanía de la pena de muerte.

“En cuanto a sus ideas se ha manifestado completamente marxista, hasta el punto de llegar a propagarla entre los demás reclusos, en vista de lo cual, me vi precisado a separarlo de los restantes detenidos para evitar la contaminación o efectos que en su caso pudiera producir esa propaganda”

Así, en el escrito del 14 de marzo trata de justificar las acusaciones de las que era objeto. Con el tema de la masonería señala que había sido un tema de juventud, de hacía 45 años. Con respecto a la acusación de su matrimonio civil, dice que se debió a que había impedimento por la Iglesia para un matrimonio religioso por ser familia él y su mujer, aunque, con cierta sorna, añade que este impedimento no se le puso al rey Alfonso XII. Con respecto al no bautizo católico de sus hijos, dice que se debió al hecho mismo del matrimonio, aunque nunca impidió a sus hijos que se bautizaran, de forma que nunca se opuso a que tuvieran signos religiosos en sus habitaciones y “como hombre instruido y educado fui siempre en extremo tolerante, concurrían con sus amiguitas del colegio a las iglesias y procesiones”.

Con respecto a la extensa colección de libros de todas las ideologías encontrados en su biblioteca, afirma que “de nada soy autor y el hombre no debe responder más que de sus actos”, que la mayoría de libros llevaban allí más de cincuenta años y que él los compró libremente: “Opino que cuando los vendían en librerías, estarían autorizados y que nunca fuera delito comprar lo que era lícito vender”. También, con respecto a la ideología del nuevo régimen, totalmente opuesta a las ideas avanzadas del acusado, con un cierto “retintín”, añadía sobre la formación cultural de los golpistas: “Aseguro que el glorioso caudillo de la España grande que nace, ha de desear que todos sus súbditos sean instruidos, cultos, sabios y aún, eruditos. Así no podrán los farsantes engañar a los ignorantes. Sí, sí, es de absoluta necesidad conocer todos los ideales filosóficos, religiosos, políticos, sociales, económicos…, pues en todos hay personas cultísimas que los defiende como buenos, honradamente; porque… ¿cómo vamos a defender un ideal que creemos justo y santo si no se conoce? Y ¿cómo vamos a rebatir y atacar otro que creemos funesto y perjudicial si lo ignoramos. En todas las Bibliotecas de todos los países civilizados existen obras literarias de toda clase que admiten y aprueban todos los eximios Menéndez Pelayo de toda la tierra”.

Termina su escrito diciendo que lleva setenta días en prisión y que no representa un peligro para el nuevo régimen, por su edad, y que ya ha sido castigado con la multa de las 10.000 pesetas y su familia duramente castigada, por lo que pide ser liberado y está dispuesto a trabajar gratis para el municipio.

Testimonio inculpatorio del cura Juan Pérez Amaya
Testimonio inculpatorio del cura Juan Pérez Amaya.

En otro documento, en su declaración ante el juez, Juan Antonio Codes, de 76 años, con domicilio en la Plaza Piñeros 13 (luego cambiado el nombre por la de “Queipo de Llanos”), de 1,560 de estatura, rubio, ojos castaños, canoso, nariz regular, boca regular, afirmó que no había estado afiliado a ningún partido político de izquierdas y que fue uno de los fundadores de la Casa del pueblo en 1901.

Condenado de antemano

A pesar del escrito de descargo y su declaración, en el documento de Auto resumen de la acusación, con fecha 16 de marzo de 1938, en el “resultando” se hace constar que Juan Antonio Codes es calificado de antecedentes “dudosos” por haber sido excomulgado, estar casado civilmente, no haber bautizado a sus hijos hasta que fueron mayores de edad, pertenecer a la masonería, que fue de los fundadores de la Casa del Pueblo en 1901, que dirigió un escrito al ayuntamiento de Montijo en 1931, pidiendo no que fueran expulsadas las monjas, y sí que fuera cedido al pueblo el convento y que en el registro en su casa los libros prohibidos se debía a que desconocía el Bando[20] de guerra que prohibía los mismos, que era de ideas republicanas. Así mismo se hacía constar que durante su tiempo de prisión en Almendralejo había seguido predicando sus ideas entre los presos. En consecuencia, se concluye que su actividad está penada dentro de los preceptos que recogía el Código de Justicia Militar, por lo que era procesado. Por todo ello y por ser incorregible y no renegar, es por lo que el juez militar de Almendralejo, Luis Torres Cabrera, solicita su traslado a la prisión en Badajoz y el traslado del expediente para ser allí juzgado.

En un escrito firmado por el encargado de la prisión de Almendralejo, Miguel González, el 23 de febrero de 1938, dice que “en cuanto a sus ideas se ha manifestado completamente marxista, hasta el punto de llegar a propagarla entre los demás reclusos, en vista de lo cual, me vi precisado a separarlo de los restantes detenidos para evitar la contaminación o efectos que en su caso pudiera producir esa propaganda”.

Celebración de la farsa del Consejo de guerra y aplicación de la “justicia militar”

El Consejo de guerra contra Juan Antonio Codes Rodríguez se celebró en Badajoz el 21 de marzo de 1938, acusado de “Excitación a la rebelión”, actuando como presidente el teniente coronel de artillería, Juan Membrillera Beltrán y con la asistencia de los capitanes Máximo Trigueros Calcerrada, Agapito Rodríguez Corva y Francisco Moreno Núñez, como ponente el capitán Antonio Lena López, como fiscal, el teniente Manuel Jiménez Cierva y como defensor, el alférez, Ángel Suárez Barcena Llera. El fiscal narra los hechos y dice que el acusado no se haya arrepentido de sus ideas marxistas, pide 12 años de prisión, mientras el defensor pide 6 años. Finalmente, en el Fallo, fue condenado a 12 años de prisión por “Auxilio a la rebelión” y con el agravante de “responsabilidad criminal”.

Posteriormente se hace constar en un documento enviado al Juez Instructor Permanente, Enrique López Llinás, que los libros y documentación incautada a Juan Antonio Codes se envían a esa dirección y que “los que faltan han sido entregados al Excmo. Sr General Gobernador Militar de la Plaza, de orden de la superioridad, y por ser de carácter masónico”. Por una Providencia del 24 de mayo de 1938 se da la orden para la quema de los libros y folletos, a excepción de los libros masones que habían sido enviados al Gobernador Militar, acto que se lleva a cabo en el patio del cuartel militar por el secretario, auxiliado por el ordenanza de este juzgado, José Sánchez Caballero, firmando y sellando la certificación del cumplimiento de dicha orden.

Informe Falange Consejo de guerra
Informe Falange, Consejo de guerra.

Aun no conforme con la condena tan dura, con fecha 27 de mayo de 1938 se remite la misma a la Comisión Provincial de Incautación de Bienes para la aplicación de la Ley de responsabilidades políticas.

El contexto del fanatismo reaccionario contra los libros

El 1 de agosto de 1936 el periódico Arriba España, en su primer número, incitaba a la destrucción de libros: “Camarada, tienes obligación de perseguir al judaísmo, a la masonería, al marxismo y al separatismo. Destruye y quema sus periódicos, sus libros, sus revistas, sus propagandas”. El nacionalcatolicismo recuperaba los “autos de fe”, que como es conocido, se trataba de un acto público organizado por la Inquisición en el que los condenados por el tribunal abjuraban de sus pecados y mostraban su arrepentimiento, para que sirviera de lección a todos los fieles que se habían congregado en la plaza. Las proclamas de Millán-Astray contra los intelectuales, ejemplarizadas en el conocido caso de Unamuno y su oscuro fin, era una prueba del odio al pensamiento crítico que caracterizaba al fascismo español, siguiendo el modelo del nazismo alemán y del fascismo italiano.

Fotografía Juan Antonio Codes Rodríguez
Fotografía de Juan Antonio Codes Rodríguez.

No podemos olvidar que estas dos dictaduras fueron el soporte fundamental para la victoria de Franco en la guerra civil. Una destrucción deliberada del conocimiento a base de acabar con librerías, bibliotecas y a quienes defendían un espíritu crítico[21].

La extraña muerte de Juan Antonio Codes y su reparación moral

En un documento fechado en la prisión provincial de Badajoz, de fecha 27 de febrero de 1943, se hace constar que Juan Antonio Codes Rodríguez falleció en la enfermería del centro penitenciario. Por su parte, Rafael Goyeneche y Maz, letrado, Juez municipal en funciones de Badajoz, certificaba que en el folio 245, número 429 del libro 164, de la sección tercera de este registro civil, aparecía el acta de defunción de Juan Antonio Codes Rodríguez, nacido en Montijo, de 77 años, que “falleció en Badajoz el día 21 de mayo de 1939”. Algunas fuentes citan que la muerte se produjo por bronconeumonía, como se recogía en el documento oficial del registro civil. Otras versiones señalaban que se había “caído” por unas escaleras en prisión…

Lo que está claro es que murió en la cárcel y que su cuerpo, por el motivo que fuera, no fue a parar al cementerio de San Juan en Badajoz, donde acababan los fusilados republicanos o los muertos por enfermedad.

En un documento fechado en la prisión provincial de Badajoz, de fecha 27 de febrero de 1943, se hace constar que Juan Antonio Codes Rodríguez falleció en la enfermería del centro penitenciario

Quizás gracias a la gestión de algún familiar, lograron que su cadáver se llevara a Montijo, tal vez con la promesa de darle sepultura de modo acorde a las ideas del nuevo régimen. No hemos encontrado ninguna constancia documental de que Juan Antonio Codes Rodríguez renunciara a sus ideas. Tampoco mostró arrepentimiento, pues su última carta de descargo lo fue para justificar sus acciones, mediante un discurso rocambolesco ante la cercanía de una más que posible ejecución que no fue creíble ni por los mismos que le juzgaron.  Más bien, al contrario, en aquella carta última reconoce haber sido todo lo que fue y haber hecho todo lo que hizo, con un especial cariño a la biblioteca, tan culta, que siempre fue su tesoro.

Hoy día, quien desee visitarle, debe entrar en el cementerio de Montijo y seguir la pared de la derecha, que lleva al cementerio antiguo. A ras de suelo encontrará el nicho 256, con una lápida donde figura la inscripción:

“D. Juan Antonio Codes Rodríguez
Fcio. el 21 de mayo de 1938, a los 77 años.
Sus hijos y nietos no le olvidan”.

En el mismo nicho consta, según el registro municipal, que están los restos de su hijo Fernando-Sócrates Codes Codes, fallecido en 1974. Intuimos que también están los restos de su hijo Virgilio, junto a la lápida con signos masónicos.

Sobre su nombre, en la lápida, hay una cruz y las letras D.E.P.A, siglas del acrónimo católico “Descanse En Paz, Amén”. Tales símbolos, impuestos por la fuerza por quienes buscaban significar con ellos la vuelta al redil de la oveja descarriada

Sobre su nombre, en la lápida, hay una cruz y las letras D.E.P.A, siglas del acrónimo católico “Descanse En Paz, Amén”. Tales símbolos, impuestos por la fuerza por quienes buscaban significar con ellos la vuelta al redil de la oveja descarriada, suponen un agravio a la memoria de alguien como Juan Antonio Codes Rodríguez, vecino ejemplar de Montijo, librepensador, republicano y masón, defensor de los humildes y adalid de la Justicia. En el buen sentido de la palabra, un hombre bueno.

Como él, las víctimas del franquismo merecen una restitución moral y descansar acorde a las ideas por las que lucharon o fueron condenados. En la labor de asociaciones memorialistas como la ARMHEX (Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica de Extremadura) está no solo tratar de restituir la dignidad de las víctimas mediante la localización de fosas y entierros dignos, sino dignificar la memoria y rescatar los deseos de quienes murieron de forma tan injusta, enterrados bajo el olvido y los signos contrarios a sus ideas.  Ya es hora de que se les restituyan las voluntades de toda una vida. Verdad, Justicia y Reparación.

Bibliografía

[1] En el Acta Municipal del Ayuntamiento de Montijo referente a la sesión del 19/08/1894, Folio 74,

consta una instancia que dirigen al consistorio Ana Mesa y su hijo, Bernabé Rodríguez, “para poner en conocimiento del cuerpo municipal a fin de que conste un pronunciamiento público que renuncian en absoluto a la Religión Católica Apostólica Romana y que son de ideas librepensadoras. El Ayuntamiento se dio por enterado a la presentada instancia”.

[2] Juan Antonio Codes, Montijo 9 de julio de 1897. Carta de Montijo. La Región Extremeña, diario republicano, Año XXXIV Número 3511, 11 de julio de 1897

[3] Crónica de Badajoz, periódico de intereses morales y materiales, de literatura, artes modas y anuncios, Año XXVII Número 2054, 8 de febrero de 1890

[4]La Región Extremeña, diario republicano, Año XXXII Número 2935 - 1895 mayo 12,

[5]  La información sobre la masonería en Mérida en el siglo XIX parece que comienza a tener fuerza a partir de 1860. En sus inicios tuvieron que ver la presencia en la ciudad de franceses e ingleses ligados a la industria del corcho. Algunos de ellos eran masones, y a partir de ahí, se fueron sumando nuevos adeptos y conformando logias.

[6] Grupos locales que respondían los intereses de las oligarquías, tomando el nombre, muchas veces, de sus dirigentes y ajenos totalmente a las clases populares y sus problemas

[7] Artículo firmado por “Pericles”, (Juan Antonio Codes), La Región Extremeña, diario republicano, Año XXXIX Número 4190, 3 de enero de 1902

[8] La Región Extremeña, diario republicano, Año XXXIX Número 4296, 4 de mayo de 1902

[9] Era muy frecuente que los obreros al terminar la faena cobraran el jornal y muchos se lo gastaran en la taberna. La transformación social pasaba también por la transformación personal y el abandono de los elementos como el alcohol, que eran elementos que embrutecen a las personas, que suponía un despilfarro del dinero y que alejaba a la clase trabajadora de la lucha al ahogar sus penas en alcohol. Especialmente beligerantes en estos temas fueron las organizaciones anarquistas.

[10] Ley del derecho de reunión pacífica de 15 de junio de 1880 (Gaceta de Madrid, núm. 168, de 16 de junio de 1880) era muy restrictiva, regulaba todas las que fueran mayores de 20 personas y las autoridades podían suspender en cualquier momento, por lo que no se solía gritar o exhibir lemas contras las autoridades. (Quedaban excluidas de estas limitaciones las manifestaciones religiosas)

[11] Pleno de 7 de enero de 1894, Libro de Actas del Ayuntamiento de Montijo de 1894, folio 6.

[12] La Región Extremeña, 14-07-1894, p. 1.

[13] La Región Extremeña, 19-07-1894, p. 1.

[14] En consonancia con otros gobiernos democráticos europeos, la Constitución de 1931 de la II República española defendía la separación de la Iglesia y el Estado. Por otro lado, se procedió a la secularización de los cementerios, terminando con la diferenciación de cementerio “católico” y el “civil”, para evitar la discriminación por clase social, ideas religiosas o motivos de la muerte. Hasta aquel momento, los cementerios eran de la Iglesia, y cobraban por su uso, teniendo establecido, además, diferentes zonas para los no católicos, ateos, no bautizados o que se habían suicidado. Estos eran enterrados en zonas marginales, peor cuidadas y separadas, por lo que los ayuntamientos republicanos procedieron a derribar el muro que separaba ambas zonas. Para ello, además, convocó un acto público para asistir a un evento tan simbólico, como señal de avanzar en la igualdad, sin diferencias, también en cuestiones relativas a la muerte. El franquismo supuso de nuevo la vuelta atrás.

[15] Pleno de 15 de julio de 1894, Libro de Actas del Ayuntamiento de Montijo de 1894, folio 62.

[16] Pleno de 12 de junio de 1892, Libro de Actas del Ayuntamiento de Montijo de 1892, folio 72.

[17] Entre algunos de los documentos encontrados están los siguientes. CUADROS: una fotografía de la República, hecha en la litografía Justiniano de Madrid, tamaño 60X40.Dos fotografías de D. Nicolás Salmerón, tamaño 65 X 50. Una fotografía del periódico “El Motín”, agasajo por la suscripción a José Nakens, fecha 1 de enero de 1923. Tamaño 65 X 40. Una fotografía del mismo periódico de Rafael de Labra, tamaño 55 X 40. Otra del mismo periódico a de José Muro del mismo tamaño. Otra de Gumersindo Azcárate, lo mismo. Otra de Sixto Cámara, lo mismo. Otra de Emilio Castelar, lo mismo. Otra de Rafael del Riego, lo mismo. Otra de Manuel Pedregal, lo mismo. CUADRO ANTIRRELIGIOSO. Una fotografía del mismo periódico y tamaño cuyo título dice: “Guiordano Bruno. Lo quemó la Iglesia en el 1.600 y lo glorifica la ciencia y la libertad en 1885.  Otra del mismo periódico titulado: “Que viene un Cura. ¡Sálvese el que pueda!”. Otra del mismo diario titulada, según los dos cuadros en que aparece dividida: 1º cuadro: los que rezan por Oficio, 2º cuadro, los que roban y asesinan por devoción. OTROS CUADROS. Uno del mismo periódico “El Motín”, (…) LIBROS PORNOGRÁFICOS. Un portafolio del Desnudo que contiene 14 láminas en desnudo. Treinta y nueve libros pornográficos. LIBROS ANTIRRELIGIOSOS. Los que son de los Curas, por Juan Meslier. Artículos Religiosos y Morales por los Dominicales del libre pensamiento. El Solchantre de mi pueblo por Ginés Alverola (…).

[18] Las sentencias de los consejos de guerra, todas muy duras, se establecían en torno a tres delitos: “Adhesión a la rebelión”, las más graves, que conllevaba “pena de muerte” o cárcel entre 30 y 20 años y 1 día de reclusión mayor; el “Auxilio a la rebelión”, que conllevaba penas de entre 20 años y 1 día de reclusión menor y el mínimo de 1 año de prisión menor y en el caso de la tercera modalidad, de acusación por “Excitación a la rebelión”, las penas iban desde los 12 años de prisión mayor y hasta 6 meses de cárcel

[19] El Consejo de guerra sumarísimo de urgencia permitía acortar plazos y garantías para resolver de forma rápida la comisión de un delito grave tipificado en el Código de Justicia Militar y que no podía esperar a la justicia militar ordinaria. En este caso, se estimó que podía ir por la vía ordinaria, más lenta, pero, supuestamente, con más garantías por alargar los plazos, pero también conllevaba seguir en prisión.

 

[20] Un elemento fundamental de la declaración del “Estado de Guerra” era la publicación del correspondiente “Bando de Guerra”, que anulaba todos los derechos y libertades y las sustituía por unas pocas reglas de conducta básica. Además, quedaban destituidas todas las autoridades locales, siendo sustituidas por otras afines, se imponía la entrega inmediata de todas las armas que tuvieran los civiles, la prohibición de reunirse bajo pena de hacer fuego sobre el grupo, la obligación de acudir al trabajo y severas penas a los huelguistas, el toque de queda y el castigo inmediato de cualquier acto que se pudiera considerar contrario a las directrices de los golpistas.

[21] Para saber más sobre la quema de libros en Extremadura durante y después de la Guerra Civil, ver “El bibliocausto extremeño”, en Álvarez Rodríguez, Chema, Extremadura anarquista, Jarramplas, Mérida 2022.

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