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México
Más allá del reconocimiento legal: la lucha del pueblo afromexicano por su representación
En México, la comunidad afromexicana y afrodescendiente ha luchado durante décadas por el reconocimiento de su identidad y derechos. A pesar de su profunda contribución a la historia y cultura del país, esta comunidad ha enfrentado una larga historia de invisibilización y marginación perpetuada desde las instituciones, las cuales hasta hace menos de un lustro ni siquiera reconocían la existencia de una identidad que representa al menos al 2% de la población del país.
“Para las instituciones, para el gobierno, en los libros de texto, nuestra historia, nuestra cultura y nuestra identidad estaba borrada”, cuenta Sergio Peñaloza, catedrático y una de las figuras clave en la organización y lucha del pueblo afromexicano y afrodescendiente. Hasta el año 2020, no existía un conteo oficial, pues la identificación como persona afromexicana o afrodescendiente no estaba incluida en el cuestionario del censo poblacional. El acercamiento al Instituto Nacional de Estadística y Geografía para conseguir ser reflejados en el censo comenzó en el año 1999 pero la respuesta obtenida fue tajante: “Ustedes no son una etnia, no tienen un territorio, no tienen una lengua y por lo tanto son mexicanos y ya son contados en el censo como mexicanos”, recuerda Peñaloza.
En 2015, tras muchos años de negociación el pueblo afromexicano logró la inclusión de una pregunta sobre identidad en la que sí pudieran reconocerse, la cual reflejó en 2020 la existencia de al menos un 2,5 millones de personas afromexicanas y afrodescendientes viviendo en el país. “No somos solo los que estamos en el censo”, destaca el profesor Peñaloza: “Hay que reconocer el lastre de la discriminación y la invisibilización a la que nos hemos enfrentado y nos seguimos enfrentando que hace que muchas personas no se estén autorreconociendo aún cuando tienen sangre afrodescendiente aunque sea solo al 50%”.
“¿Cómo puedes reconocerte como parte de un colectivo cuya historia ni siquiera aparece en los libros de texto?”
Las propias instituciones han ejercido de verdugos perpetuando durante décadas la discriminación e invisibilización de la identidad afro. “¿Cómo puedes reconocerte como parte de un colectivo cuya historia ni siquiera aparece en los libros de texto?”, plantea Peñaloza quien considera el rescate y reconocimiento de la historia del pueblo afro un paso fundamental para la garantía y promoción de sus derechos, objetivo por el cual lleva trabajando desde mediados de la década de los 90, primero desde la organización civil y, desde 2021, ejerciendo como único diputado federal afromexicano en el Congreso de la Unión.
La trayectoria de Peñaloza está íntimamente ligada al proceso de organización del pueblo afrodescediente en México, al igual que el padre Glyn Jemmott, un sacerdote católico originario de Trinidad y Tobago que llegó a México como misionero en la década de los 80. Jemmot se instaló en Pinotepa Nacional, en la costa Chica de Oaxaca, donde empleó su altavoz pastoral para invitar a la comunidad a la reflexión sobre su identidad y derechos como personas afromexicanas. “Cuando el padre Glyn llega a la comunidad, un sacerdote negro y alto que empieza a investigar a los ciudadanos y a hacerles preguntas sobre sus orígenes, nadie la daba la razón, nadie le decía sobre sus orígenes”, relata Yuyé Hernández, artista plástica que comenzó a reconocerse como afromexicana gracias a la influencia de este misionero. “Éramos pequeños pintores en ese momento y el nos preguntó si sabíamos de dónde veníamos y claro pues dijimos que de mamá y papá, pero no teníamos ni idea de nuestra raíz, de dónde venían nuestros rasgos que no eran iguales a los de los mixtecos”, cuenta recordando que no fue hasta ese momento que empezó a encontrar el sentido a los adjetivos con los que se habían referido siempre a ella: “Que si negrita, que si chinita...”
“Nosotros llevábamos algo de tiempo trabajando por la defensa de nuestros derechos en Guerrero y el padre Jemmott nos convocó a un Encuentro de Pueblos Negros”, recuerda Peñaloza, quien acudió a la cita en la comunidad de El Ciruelo, en el Estado de Oaxaca: “Nos motivó mucho y nos convocó a organizarnos”. Tanto es así que en ese mismo año 1997 ambos colaboraron para la fundación de México Negro A.C., la primera organización en aunar a activistas de la Costa Chica de Oaxaca y Guerrero para la defensa de la identidad y derechos del pueblo afromexicano. “Ha sido un proceso, cuando iniciamos estábamos como más en la superficie, pensábamos primeramente en la parte cultural”, cuenta Peñaloza sobre los primeros años en los que promovieron la creación de otros espacios de encuentro y visibilización de la cultura afro como el Centro Cultural “El Cimarrón”, del que forma parte Yuyé Hernández. “El movimiento empieza por el reconocimiento de las comunidades afro, no existían ni las palabras para referirse a nosotros y como artistas comenzamos a reflejar nuestras propias formas de vida: nuestras danzas, los instrumentos musicales, los trajes, los platillos...”, explica.
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En el año 2019 y tras décadas de trabajo incansable de activistas y organizaciones de la sociedad civil afromexicana, se consiguió aprobar una reforma Constitucional para la inclusión del reconocimiento legal del pueblo afromexicano y afrodescendiente en México. La consecución de este reconocimiento legal representa un respaldo oficial a los derechos del pueblo afro, así como un primer paso para la devolución de su identidad y dignidad. Sin embargo, resulta llamativo lo reciente que es este logro. Ya en 1992 se realizó una modificación constitucional, concretamente en el Artículo IV para establecer que la nación mexicana tenía una composición pluricultural, pero esta solo se refería a los pueblos indígenas, dejando fuera a afromexicanos y afrodescendientes.
Ocultar una historia de explotación y esclavitud
Mientras que los pueblos indígenas son descendientes de las civilizaciones originarias que habitaban el territorio antes de la conquista, los afromexicanos son descendientes de africanos llevados como esclavos durante la colonización, lo cual para el profesor Peñaloza resulta crucial para entender el porqué de su marginación histórica. “Nosotros lo que sufrimos fue una invisibilización con la que pretendían ocultar la explotación y la esclavitud”, explica.
Se borraron o al menos se difuminaron todas las contribuciones culturales, económicas, sociales y hasta su participación en momentos históricos clave como por ejemplo durante Revolución e Independencia del país. “Hubo personajes muy importantes que estuvieron defendiendo al país y que eran afros ”, asegura Bernal aludiendo a figuras como la de Vicente Guerrero o la de José María Morelos y Pavón que hasta hace muy poco no han sido recuperadas en el relato histórico.
Un reconocimiento necesario pero insuficiente
“Fue el resultado de mucho tiempo de lucha, reflexión y análisis de nuestras problemáticas lo que nos permitió llevar nuestras demandas a las dependencias gubernamentales”, cuenta Peñaloza, quien en aquel momento ejercía de presidente de México Negro A.C..
Deyma Bernal, activista por los derechos de los pueblos afros de madre mixteca y padre afromexicano natural de la comunidad de San José del Progreso en la Costa Chica oaxaqueña, asegura que el sistema siempre les había “ obligado a negar nuestra identidad” y pone como ejemplo que para acceder a una beca universitaria ella tuvo que identificarse como mixteca para poder acceder a la ayuda. “Ahora mi hermana gracias a este reconocimiento ha podido acceder a una beca identificándose como afromexicana”, explica consciente de que este avance está muy lejos de ser suficiente y de que aún queda mucho trabajo para conseguir dejar atrás décadas de negación y marginación. Como uno de los grandes resultados obtenidos, destaca la creación del Centro Coordinador del Pueblo Afromexicano (CCPA), que ofrece a líderes y activistas comunitarios una plataforma al interior de las instituciones desde la que velar para que el reconocimiento legal se traduzca en acciones concretas.
“Es un centro que depende del Instituto Nacional de Pueblos Indígenas”, cuenta Bernal señalando la gran contradicción que esto supone. “El nombre lo dice, es una institución gubernamental a nivel nacional de los pueblos indígenas, no del pueblo afromexicano. No tiene sentido que estemos ahí”, asegura apuntando a un paradigma de integración que ha sido recurrente en diferentes espacios oficiales desde la reforma constitucional de 2019.
Sergio Peñaloza cuenta que la primera iniciativa que presentó al asumir el cargo de Diputado federal por MORENA fue la creación de la Comisión de Atención a los Pueblos Afromexicanos. “El argumento que dieron fue que no había suficiente presupuesto”, cuenta escéptico y continúa: “Siento que se ha simulado, que realmente no hay desde la dirigencia del partido un compromiso tan real con el pueblo afromexicano” y considera que haberlos integrado en la preexistente Comisión de Pueblos Indígenas es una prueba de la falta de voluntad en sus demandas específicas como pueblo. “Aunque estamos integrados, la realidad es que ni siquiera la misma presidenta de la comisión, que es indígena, menciona la palabra afromexicano en sus intervenciones”, lamenta.
La Costa Chica oaxaqueña y Guerrero son las zonas con mayor concentración de población afromexicana, comparten estos territorios con diversos pueblos indígenas
Una voz y espacio propios
Aunque sus reivindicaciones tienen similitudes, indígenas y afros enfrentan luchas distintas y, una vez logrado el reconocimiento legal, ser tratados como un colectivo con necesidades y demandas diferentes a las de los pueblos originarios se ha convertido en una prioridad para ellos. La inclusión en los organismos de los pueblos originarios es, de acuerdo con el profesor Peñaloza, “un logro, pero no lo ideal”, pues sitúa sus reivindicaciones en un segundo plano perpetuando dinámicas sociales jerárquicas.
La Costa Chica oaxaqueña y Guerrero son las zonas con mayor concentración de población afromexicana, comparten estos territorios con diversos pueblos indígenas. Su convivencia, aunque pacífica, evidencia que el racismo y la discriminación funcionan de forma vertical. “Siempre ha habido esa pelea. Los indígenas ganaron su reconocimiento y eso como que situa por encima de nosotros.”, asegura Yuyé Hernández. “Como que todavía no ven la realidad que es que son dos etnias discriminadas”. Deyma Bernal, de madre mixteca y padre afromexicano, lo vivió en primera persona: “Si hubo mucha discriminación hacia mi por parte de la familia de mi mamá y aún lo hablo con mi abuela”, relata, “que ella me bañaba con un jabón de costilla para que me pusiese más güerita”.
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“Claro que queremos nuestros espacios meramente afromexicanos, porque no somos un pueblo originario y todo, incluso nuestra historia, es muy diferente”, explica Deyma Bernal, segura de que solo así será posible “que se reconozcan todos nuestros aportes y los de nuestros ancestros” y consciente de que cada vez las personas afromexicanas están “más posicionadas en diversos espacios”.
“Ahora estamos presentes, y cada vez un poco más,” asegura también Peñaloza, quien a finales de año dejará su cargo de diputado, el cual ejerció siendo la única persona afromexicana en el hemiciclo. En esta nueva legislatura, seguirá habiendo únicamente una diputada afromexicana, Julia Araceli Olguín Senra. “Es muy poco, una persona para representar a más de 2 millones y medio de afromexicanos y afrodescendientes,” asegura Peñaloza, “pero es necesario estar y poco a poco seguir avanzando en el proceso de reconocimiento.”