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Migración
Ángeles Osorio: “Tenía la sensación de que había una jaula, en la que nos sentimos como dueños del territorio por haber nacido en él”
Ángeles Osorio es de Sevilla, tiene 22 años, es abogada, cofundadora del movimiento de jóvenes por los derechos de las personas migrantes Boza Sur y ha estado dos veces como voluntaria en la frontera Sur en Ceuta con la asociación Elín. Actualmente reside en Granada, donde es parte del equipo coordinador de los actos conmemorativos por el séptimo aniversario de la tragedia del Tarajal.
¿Como empieza tu interés por los derechos de las personas migrantes y tu vínculo con Ceuta?
A mí lo que me llevó a entrar en el mundo del voluntariado es que sentía que los jóvenes somos un pilar muy importante y hay muchos implicados; que le debía algo al mundo y que la forma mas leal de hacerlo era a través del activismo y los Derechos Humanos. Yo llevaba años con algunas inquietudes que me llevaron a participar en organizaciones sociales vinculadas a temáticas de género, medio ambiente o migraciones. Es algo que mi madre siempre me había inculcado y decidí estudiar Derecho porque me di cuenta de que puede ser un arma muy importante para cambiar cosas.
Hace unos años fui a una manifestación en Sevilla por la apertura de la frontera y conocí a un chico migrante de Camerún, con quien entablé una amistad y empecé a participar más activamente. A partir de ahí, me di cuenta de que tenia que lanzarme, aunque fuera sola, y decidí irme en 2019 a Ceuta de voluntaria con la organización Elín.
El Tarajal
A siete años de la masacre Homenaje a las víctimas del Tarajal en más de 30 ciudades
¿Cómo fue esa experiencia?
Fui sola, y cuando me monté en el ferry iba un poco nerviosa y asustada. Allí me recogieron desde la asociación Elín, que trabaja con personas migrantes en Ceuta, tanto con quienes están el CETI, como quienes están en la calle. Es como un lugar de paso, que trata de hacer la entrada a la Península un poco menos violenta.
Los voluntarios y voluntarias teníamos una rutina de trabajo durante todo el día: acompañamiento, clases de español, salidas a la playa, formaciones para el voluntariado y para las personas migrantes...
Yo siempre diré que esa experiencia me cambio la vida, porque cuando llegas y les pones cara e historia a todo lo que te cuentan y te das cuenta de que llevas toda la vida pensando en números; es un shock muy fuerte. Yo tenía la sensación de que había una jaula, en la que nos sentimos como dueños del territorio por haber nacido en él y el resto de las personas no tienen derechos. Aprendí muchísimo, porque nos falta mucha humanidad a este lado del mundo.
¿Es allí donde nace Boza Sur?
Sí. Boza Sur nace en 2018, con un grupo de personas que hacen este mismo voluntariado. Empezaron a organizarse para crear un grupo de jóvenes migrantes y españoles y servir de altavoz ante lo que ocurre en esta Frontera Sur; especialmente, después de que en ese año saltaran masivamente la vaya centenares de personas. En marzo de 2020 resurgimos con fuerza, somos aún un grupo pequeño y lo que nos une es haber estado en Ceuta, por eso trabajamos desde diferentes puntos de España.
Algo que sentí fue vergüenza de pertenecer a esta parte del mundo que hace que las personas migrantes pasen esta situación
De lo que viviste como voluntaria, ¿hay algo que te marcara especialmente?
Fueron muchos momentos muy intensos en poco tiempo, pero recuerdo especialmente a una chica que decía que la había atormentado tanto el viaje que se pasaba todas las noches llorando y gritando y que, de los gritos y los llantos que escuchaba, no podía dormir. En mi experiencia, la verdad que algo que sentí fue vergüenza de pertenecer a esta parte del mundo que hace que las personas migrantes pasen esta situación.
¿Cómo viviste y sentiste la violencia en la frontera?
La violencia con las personas migrantes existe desde todas las instituciones de nuestro país. Con respecto a la valla, ese lugar es tremendo. Hay un día en que los voluntarios cruzamos a Marruecos y era increíble como por el lugar donde nacemos haya unas diferencias tan marcadas. Ves zapatos enganchados, trozos de ropa y todo el rato te preguntas: ¿qué diferencia hay entre él y yo para que a mí me hayan dado la legitimidad en mi vida para ser una persona y a ellos no?
Me adhiero a lo que se dice de que tenemos políticas de muerte en las que matamos y dejamos morir. Lo que tenemos que hacer es luchar por cambiarlas.
¿Cuál ha sido tu vínculo con los actos de conmemoración de la tragedia en Tarajal y la Marcha por la Dignidad?
Tristemente, creo que lo que ocurrió en Tarajal es un caso bastante desconocido en general. De hecho, yo soy realmente consciente de lo que ocurrió cuando voy a Ceuta por primera vez. Este es el primer año que participo activamente en los actos. En el voluntariado, nos llevaron a la frontera del Tarajal con una persona que entró desde allí y nos enseñan y cuentan todo lo que ocurrió, y es sumamente impactante.
Fue algo inconcebible. Les arrebataron la vida a personas que lo único que buscaban era un futuro mejor. Partiendo de esa base, todo chirría. Y lo peor es que siete años después haya esta impunidad. Los hemos hecho culpables de sus propias muertes, y es muy frustrante que ni siquiera ahora quienes gobiernan hayan al menos llamado a las familias para pedir disculpas. Hay suficientes relatos y documentación para saber que aquello se podía haber evitado, y que se actuó con mucha violencia, tanto con las personas que murieron como con las deportaciones ilegales.