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Migración
México, la última frontera
Amanece en la Ciudad de México. El murmullo del tráfico despierta a la metrópoli, y el bullicio de los coches se mezcla con el primer resplandor del día. En el Parque de la Soledad, Angélica Paulina se despereza en uno de los campamentos de migrantes más grandes del país. Esta joven venezolana, embarazada y apenas mayor de edad, emprendió un largo viaje hacia Estados Unidos con la esperanza de reunirse con su madre. Ignoraba los peligros y adversidades que enfrentaría cruzando México, un país convertido en una frontera interminable para los migrantes.
“Mi mamá está en EE UU y me pidió que fuera para estar juntas. Crucé una vez y llegué hasta Texas, pero me deportaron. Ahora estoy en CDMX, aunque deseo que mi bebé nazca en EE UU. Lo más difícil fue el camino desde Tapachula: caminamos nueve días seguidos, sin comida durante cinco de ellos”, cuenta Angélica, sentada en un rincón del campamento.
México
Fronteras Tapachula, capital de la desolación
Como ella, la mayoría de los migrantes cruzan el río Suchiate, en la frontera con Guatemala, controlada por grupos armados que extorsionan a quienes intentan pasar. En balsas improvisadas, miles de personas cruzan a diario mientras las autoridades miran hacia otro lado. Tapachula, un importante “hub” migratorio en Latinoamérica, alberga hasta 40.000 migrantes según la época del año. Viven hacinados en estaciones de autobuses, apartamentos precarios o albergues temporales mientras esperan avanzar hacia el norte.
Caminan hasta 20 kilómetros al día durante semanas, soportando calor, humedad y lluvias. La escasez de agua y comida pone en riesgo su salud y resistencia física
“En la frontera sur, la presencia de migrantes está aumentando, entre otras razones, debido a la política del gobierno mexicano de devolver a los migrantes sin documentación desde el norte del país hacia el sur", dice Henry Rodríguez, jefe de misión de Médicos Sin Fronteras.
Para evitar ser detenidos o enfrentarse a los cárteles que controlan las rutas migratorias, los migrantes suelen organizarse en caravanas de miles de personas. Caminan hasta 20 kilómetros al día durante semanas, soportando calor, humedad y lluvias. La escasez de agua y comida pone en riesgo su salud y resistencia física.
La caravana migrante “Rey de Reyes” partió desde Tapachula rumbo a Veracruz, con destino final en EE UU. A mitad del camino, en La Venta, Oaxaca, unos mil migrantes descansan en instalaciones deportivas mientras se preparan para continuar su viaje. Hasta ahora, han recorrido aproximadamente 360 kilómetros desde el sur, caminando durante más de dos semanas.
“Llevamos días caminando con mujeres embarazadas y niños que ya no tienen fuerzas. México es enorme y cruzarlo lleva mucho tiempo. A la presidenta Claudia Sheinbaum le diría que aquí hay mujeres como usted, luchando por sus familias”, dice Melvin, un joven migrante ecuatoriano.
Desde su pequeña cocina, Las Patronas empaquetan bolsas con arroz, frijoles, tortillas y agua. Su labor depende de donaciones y recursos limitados para seguir adelante
En unas semanas, tras recorrer 320 kilómetros más, este grupo llegará a Tierra Blanca, Veracruz, punto clave donde muchos migrantes suben a La Bestia, el peligroso tren hacia la frontera con EE UU.
A tan solo cien kilómetros de allí, Bernarda salta de la cama al escuchar el ferrocarril acercarse. Sabe que de su esfuerzo, junto al de su hermana Norma y los voluntarios que forman parte del proyecto conocido como Las Patronas, depende que decenas, e incluso centenares de migrantes reciban comida y agua para continuar su viaje.
Hemeroteca Diagonal
Las Patronas, semillas de lucha y esperanza
Las Patronas dan refugio y alimentos a los inmigrantes en su pequeño comedor, ubicado a unos metros de las vías por donde pasa ‘La Bestia’, el tren que recorre México rumbo a Estados Unidos. Comenzaron esta labor hace años, cuando veían pasar el tren con cientos de personas encima. Dispuestas a ser solidarias con ellos, se enfrentan también a ese engranaje que cada vez pone más obstáculos a la solidaridad.
Desde 1995, este grupo de mujeres de Amatlán de los Reyes, Veracruz, ha sido un símbolo de esperanza para los migrantes que cruzan México en La Bestia. Su labor comenzó arrojando comida y agua a los trenes, un acto de solidaridad que se convirtió en una misión humanitaria organizada. Hoy, Las Patronas son un colectivo de voluntarias que preparan y distribuyen comida a los migrantes en los trenes. Desde su pequeña cocina, empaquetan bolsas con arroz, frijoles, tortillas y agua. Su labor depende de donaciones y recursos limitados para seguir adelante.
“El tren, conocido como La Bestia, es muy peligroso, pero los migrantes arriesgan su vida porque no tienen otra opción,” dice Bernarda, una de las fundadoras de Las Patronas. “La migración no va a parar. Siempre encontrarán una forma de llegar a EE UU porque están desesperados, sin dinero ni trabajo. Ojalá los presidentes pensaran en darles empleo, así no tendrían que arriesgar su vida.”
Recientemente, fueron testigos de una de las caras más amargas de la migración: Alberto Ramón, un joven venezolano de 21 años, cayó a las vías del tren y fue arrollado. Bernarda, con lágrimas en los ojos, recuerda ese día como un momento imborrable.
En Celaya, Guanajuato, a unas siete horas en coche de Amatlán de los Reyes, el albergue ABBA, fundado por el Pastor Ignacio, afronta de manera directa las consecuencias de los riesgos asociados con subirse a La Bestia. Recientemente catalogada como la ciudad más violenta del mundo, con una tasa de 109.39 homicidios por cada 100.000 habitantes, parece un lugar improbable para encontrar esperanza. A pesar de las amenazas y la violencia de los cárteles, el refugio ABBA se ha convertido en un espacio vital para migrantes heridos tras caer de La Bestia. Muchos enfrentan amputaciones y el impacto emocional de sus experiencias, mientras toman una decisión crucial: continuar su viaje hacia EE UU, quedarse en México o regresar a sus países.
México
Fronteras Tijuana concentra los estragos del cerrojazo de Trump
Nany, una venezolana de 34 años, se recupera en el albergue tras perder una pierna bajo el tren. “Cuando caí, vi mi cara debajo del tren. Saqué una pierna, pero la otra quedó atrapada. Si hubiera sabido que esto podía pasar, no habría puesto en riesgo mi vida ni la de mi hijo. Aunque perdí una pierna, mi vida cambió para mejor, me sigo sintiendo una mujer completa”, cuenta Nany, sentada en la cama de su dormitorio en el albergue, junto a su hijo.
Celaya es un punto crítico en el peligroso trayecto hacia la frontera. Aquí, los migrantes deciden qué ruta tomar para continuar su viaje. Enfrentarán controles migratorios y extorsiones de los cárteles, pero siguen adelante, impulsados por la esperanza de un futuro mejor.
A pesar de las tragedias que marcan este camino, la esperanza sigue viva, sostenida por la solidaridad de personas como Las Patronas y organizaciones como el albergue ABBA. Aunque los peligros son numerosos y las decisiones son cruciales, la determinación de aquellos que buscan un futuro mejor permanece intacta. En medio del dolor, la angustia y la incertidumbre, la resistencia humana sigue siendo fuerte, demostrando que, incluso en las circunstancias más oscuras, la lucha por un futuro digno nunca se abandona.
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