Movimientos sociales
La Asociación 25 de Marzo y la continuidad de un hilo rojo en Extremadura

En esta suerte de crisis de las clases subalternas en la que, con matices, parece que estamos instalados, la construcción de una especie de historia en lucha puede jugar un papel muy interesante en pos de su superación. A ello pueden contribuir historiadores profesionales, pero también jornaleros, pensionistas, camareros, estudiantes… y colectivos organizados como es, en este caso, la Asociación 25 de marzo.

Miembro de la Asociación 25 de Marzo.
3 jul 2019 09:41

“Nuestras clases dominantes han procurado siempre que los trabajadores no tengan historia, no tengan doctrina, no tengan héroes y mártires. Cada lucha debe empezar de nuevo, separada de las luchas anteriores: la experiencia colectiva se pierde, las lecciones se olvidan. La historia parece así como propiedad privada cuyos dueños son los dueños de todas las otras cosas.” Rodolfo Walsh.

“El sujeto del conocimiento histórico es, por supuesto, la clase oprimida que lucha.” Walter Benjamín.

Las clases dominantes pretenden borrar de la memoria de los oprimidos todas sus experiencias de lucha, sus tradiciones ideológicas y organizativas, sus referencias e hitos, el hilo rojo que, en definitiva, prolonga hasta hoy el anhelo de la emancipación. De esta manera se nos priva de herramientas fundamentales para defendernos del capital y aproximarnos a su superación, como el orgullo por una trayectoria de lucha que, aunque compleja, ha aspirado y nos ha acercado a una sociedad de libres e iguales o el permanente recuerdo de que, por encima de todos los cambios que debamos realizar, hemos de mantener el principio innegociable de pensar, creer y luchar por una alternativa radicalmente antagónica al capitalismo.

Si se carece de una historia de los trabajadores y de los de abajo que, sin renunciar al rigor, tome partido hasta mancharse, el resultado no es otro que la construcción de unos relatos sobre el pasado en los que no caben los procesos y acontecimientos ligados a los movimientos populares, negadora de la conflictividad de clase –y de cualquier tipo- en pro de una supuesta objetividad y de unos elementos de identidad transversales y comunes, que, en el mejor de los casos, ocultarán las raíces históricas de nuestros actuales problemas a partir de una mirada superficial sobre el pasado, cuando no supondrán con frecuencia una selección parcial de este a partir de la exaltación de las élites, procesos y acontecimientos que hoy pueden ser releídos para legitimar el actual sistema dominante.

Contigo empezó todo
El día que Extremadura cambió su historia

El 25 de marzo de 1936, 80.000 campesinos de Extremadura se hicieron con 250.000 hectáreas sin derramar una sola gota de sangre.

Por ello, la historia que quiere poner el foco sobre los levantamientos campesinos, las luchas obreras o las experiencias revolucionarias, y no lo hace desde una apriorística condena de las mismas, sino con una voluntad de aproximación a la verdad sobre el pasado que sirva a las actuales necesidades de transformación, padece la permanente sospecha de cometer el pecado del subjetivismo y tiene que pelear con frecuencia con las trabas de la academia y de los poderes oficiales. Esto contrasta con la permisiva mediocridad que se permite a los historiadores orgánicos del régimen, cuyos trabajos basculan entre el acopio de datos positivos desconectados de nuestra realidad actual y el más deliberado reforzamiento de los discursos dominantes aun a costa de mínimas cotas de rigor. Frente al énfasis en la objetividad que tiende a encubrir una legitimación del sistema presentada como natural e indiscutible, debemos reivindicar que el rigor histórico no tiene que implicar una suerte de equidistancia. Como apuntara E.P Thompson, el objetivo de aproximarnos a la verdad no implica que en una obra historiográfica no “podamos dar nuestro voto a Winstanley y a Swiff, y votar contra Walpole y Sir Edwin”; a los jornaleros que protagonizaron la Reforma Agraria o a quienes la ahogaron en sangre.

En pocos procesos se aprecia mejor la importancia que tiene la historia como campo en disputa que en la transición española y su pretensión explícita de cerrar las heridas priorizando el olvido sobre la justicia

En pocos procesos se aprecia mejor la importancia que tiene la historia como campo en disputa que en la transición española y su pretensión explícita de cerrar las heridas priorizando el olvido sobre la justicia. Así se intentaron imponer a las organizaciones obreras los símbolos del enemigo, los crímenes franquistas fueron sepultados bajo tierra, y la nueva y discutible “democracia” intentó presentarse como un producto situado al margen del tiempo, desconectado a la vez de las luchas que impusieron determinadas conquistas, de sus propios orígenes en las entrañas del fascismo y de la anterior experiencia democrática parcialmente condenada por la inestabilidad que implicaron las batallas colectivas emancipatorias que, según ciertas perspectivas bien publicitadas, prácticamente habrían forzado el golpe del 18 de julio. A las especificidades de la transición española, se superpondrá un contexto más global de reestructuración del capitalismo en el que la imposición de amplios procesos de reconversión industrial, desregularización de la economía y recortes en derechos sociales, viene acompañado de una amplia ofensiva ideológica que encuentra una contestación débil favorecida por un contexto de pérdida de algunos de los focos de concentración de obreros más importantes, crisis de las estructuras sindicales y caída de ciertos “referentes” políticos, todo lo cual afectará seriamente a la continuidad del hilo rojo al que nos referíamos al comienzo del artículo.

En el caso de Extremadura, podemos decir que la visión dominante sobre el pasado ha priorizado lo que Víctor Chamorro definiera como la Extremadura Imperial ligada al mito de la reconquista, las hazañas de nuestros conquistadores, el monasterio de Guadalupe… Basta echar un vistazo a nuestro callejero, observar las estatuas que pueblan nuestras ciudades o fijarnos en la propia fecha oficial que sirve como día de la Comunidad, para apreciar esta realidad que permite que muchos jóvenes de la región desconozcan qué es un yuntero o a la par que reconocen como “extremeños” a Hernán Cortés y Francisco Pizarro. Cabe decir, que tal concepción hegemónica sobre la historia de Extremadura viene acompañada de la labor del gobierno PSOE, que pretende enterrar bajo el manto de una supuesta modernización aséptica y nada conflictiva la rica tradición de lucha representada en los motínes y levantamientos agrarios, la Germinal Obrera, las huelgas mineras de Aldea Moret, la huelga campesina del 34, las movilizaciones del Primero de Mayo, las luchas obreras en la transición o el largo conflicto de los yeseros pacenses en 1988.

Cierto es que tanto en España como en Extremadura, las décadas recientes han propiciado algunos avances en positivo tanto en la historiografía académica como en un ámbito más popular. Este es el caso de la labor que se viene realizando en cuanto a la recopilación de información sobre la represión franquista, la loable excavación de fosas comunes para dotar de una digna sepultura a millares de republicanos fusilados o, incluso, algunas obras historiográficas recientes que se acercan a períodos como el de la II República desde perspectivas que informan del papel jugado por las clases populares y sus organizaciones. Con todo, sigue siendo una tarea pendiente el articular una memoria realmente significada con los de abajo y crítica con nuestro presente, que se popularice entre el pueblo extremeño para servir como uno de los carburantes que animen a sus luchas y reivindicaciones. Uno de los intentos más interesantes por cubrir este vacío se encuentra en la Asociación de 25 de marzo, cuyo nombre reivindica precisamente uno de los hitos que el poder quiere excluir de los relatos sobre la historia de Extremadura, como fue la ocupación pacífica de miles de fincas en la provincia de Badajoz en la fecha citada de 1936, propiciadora de una extraordinaria aceleración de la Reforma Agraria por abajo que se encuentra entre los principales procesos de redistribución de tierras y liquidación del latifundismo de la historia.

La propia jornada del día 25 se plantea, así, como una puesta en común de las luchas que se suceden en nuestra región

La Asociación del 25 de Marzo no está cayendo, a nuestro juicio, en una sencilla (e ineficaz) reivindicación folklórica del pasado, agarrada en exclusiva a unos símbolos e incapaz de apreciar todo lo que ha cambiado desde los días de 1936. Tampoco en una reivindicación superficial de aquella lucha campesina, puramente memorialista, que la reduzca a algo que mereció la pena y que por tanto vamos a elogiar, pero que se encuentra desconectada de las circunstancias presentes. Más bien puede apreciarse en la actividad de esta asociación una capacidad para ser radicalmente contemporánea a la par que se recupera y analiza críticamente lo mejor de nuestra historia. Moviéndose en ese constante pasado-presente, enlaza la rebeldía de aquellos jornaleros y yunteros que demostraron que sí se puede con la actual batalla por la aplicación del salario mínimo o la recuperación de la olvidada y necesaria reivindicación de la Reforma Agraria. La propia jornada del día 25 se plantea, así, como una puesta en común de las luchas que se suceden en nuestra región, que de esta manera se encuentran con experiencias pretéritas que refuerzan su identidad y les sirven como bagaje acumulado. Y es a partir de esta voluntad de servir a la continuidad del hilo rojo, como esta Asociación se dirige a otros procesos históricos que explican los problemas, objetivos, avances o derrotas de nuestras clases populares.

Migración
Un Congreso Mundial sobre la emigración extremeña en el que no cabe la emigración extremeña

Además del dineral gastado en el desarrollo de este congreso, pomposamente denominado mundial, el programa del mismo se ha convertido en algo totalmente alejado de la mayoría de la población que se ha visto obligada a emigrar.

Así, si en verano de 2018 se organiza un congreso para analizar la emigración forzosa que vació nuestra tierra en los 60-70, este incluye también la voz de la Marea Granate que denuncia la marcha de miles de jóvenes hoy, para meses después, en diciembre, enmendarle la plana a la Junta de Extremadura y su bochornoso Congreso de apología de la emigración exigiendo un futuro en nuestra tierra. Y al mismo tiempo que se participa en las movilizaciones antifascistas en homenaje a los fusilados en la plaza de toros de Badajoz, se expresa la solidaridad con los vecinos de Guadiana que pelean contra los caciques fascistas que todavía hoy enaltecen a la figura del dictador.

Una de las consecuencias más interesante de este enfoque sobre la memoria, es que puede conseguir vincular el espíritu natural de rebeldía ante las injusticias, con la generación y difusión de conocimientos fundados sobre dónde descansan los orígenes de nuestra opresión, qué vías se exploraron para su resolución o qué métodos de organización y lucha se aplicaron para luchar contra esta. De esta manera podemos asimilar todo aquello que nos siga siendo útil de una amplia acumulación de experiencias, afrontando nuestra actividad militante enraizados a la realidad de nuestra tierra y sus raíces históricas. En esta suerte de crisis de las clases subalternas en la que, con matices, parece que estamos instalados, la construcción de una especie de historia en lucha puede jugar un papel muy interesante en pos de su superación. A ello pueden contribuir historiadores profesionales, pero también jornaleros, pensionistas, camareros, estudiantes… y colectivos organizados como es, en este caso, la Asociación 25 de marzo.

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Enorme el trabajo que está realizando la asociación 25 de marzo, enhorabuena!

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