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Euskal Herria
Iñaki Egaña: “Fanon fue una lectura obligatoria para los nuevos militantes de ETA"
Iñaki Egaña es escritor e historiador, uno de los mayores expertos de la evolución de las izquierdas en Euskal Herria. Es autor de varias obras de referencia sobre la historia de ETA y de la izquierda abertzale como Los crímenes de Franco en Euskal Herria, 1936-1940 (Txalaparta, 2009) o Breve historia de ETA (Txalaparta, 2018). Fue editor y colaborador de la Enciclopedia de historia de ETA Euskal Herria y La Libertad, en 10 volumenes, publicado por la editorial Txalaparta.
Javier García Fernández: Muchas gracias, Iñaki Egaña, por esta entrevista y por este diálogo para el proyecto Memorias del Antiimperialismo sobre la influencia de las luchas de liberación del tercer mundo en la formación ideológica y teórica de la izquierda vasca. La primera pregunta que te quiero hacer es, ¿cuál es, desde tu punto de vista, la importancia que tienen los movimientos de liberación nacional del tercer mundo en la formación ideológica de ETA en los años sesenta y setenta?
Iñaki Egaña: Lo que es evidente es que después de la II Guerra Mundial hay una implosión de movimientos anticoloniales que se reparte por todo el mundo. Una vez derrotado el nazismo, la lucha anticolonial fue la vanguardia de las luchas revolucionarias a nivel mundial.
Los primeros militantes de ETA fueron jóvenes de una generación que no conocieron la Guerra Civil ni la Segunda Guerra Mundial, y que crecieron ya en los sesenta bajo la influencia de esas luchas. Su importancia, al menos en los sesenta, va a ser capital. Por ejemplo, ETA se declara desde su manifiesto, en el año 1962, como movimiento vasco de liberación nacional, sintiéndose parte de todas estas luchas de liberación en el tercer mundo, fundamentalmente en África y en Asia. Y en esa línea van a recoger aquellas experiencias que habían salido triunfantes, como Vietnam y, particularmente, Argelia, ya que allí hubo refugiados vascos y además era el Estado francés el que había colonizado Argelia durante un siglo y medio, el mismo Estado francés que tenía ocupada parte de Euskal Herria.
Tuvieron también una importancia capital otros movimientos culturales de recuperación de las lenguas, como el suomi en Finlandia o el hebreo en Israel, sobre todo en el sector cultural. También habría que citar los movimientos de liberación tunecino y kurdo. La lucha del Kurdistán, que está ocupado por cuatro estados, tuvo su importancia también.
Esto provocó un cierto debate, sino en la base, sí en la dirección de ETA, puesto que ETA ya se había definido desde los años sesenta en cuatro frentes: el político, cultural, económico y militar, al igual que lo habían hecho en Argelia o Vietnam, tal y como había definido Truong Chinh. En esa línea, hay que situar la obra Vasconia, de Federico Kutwrig, publicada a principio de los sesenta, que iba a ser la biblia de la ETA. Kutwrig había sido un académico de la lengua vasca que habría tenido que salir de Euskadi y exiliarse en Biarritz por dar un discurso crítico ante la Academia Vasca de la Lengua. En el año 1962 entra en contacto con ETA a través de la publicación de Vasconia. Este libro pasa a ser una de las lecturas de cabecera de la organización. Incluso a los nuevos militantes que entraban en ETA, como tareas de formación previa, se les obligaba a leer Vascoia de Kutwrig y Los condenados de la Tierra de Fanon. Este había sido un teórico de la guerra de liberación de Argelia y uno de los grandes teóricos anti-coloniales para los pueblos de África. Los condenados de la tierra era un libro que no estaba traducido al castellano y que los militantes de ETA leían en francés. El libro fue traducido al castellano por la Editorial ERA de México,la única que había traducido la obra al castellano en 1962. Tanto Vasconia como Los condenamos de la tierra eran dos libros fundamentalmente anti-colonialistas, que explicaban el tipo de opresión económica y política, no tanto cultural, que sufren las colonias que están en procesos de liberación contra las metrópolis.
Javier García Fernández: ¿Hasta qué punto este debate interviene en la trayectoria política de la organización?
Iñaki Egaña: Esto va a marcar la pauta de la trayectoria política de ETA con dos escisiones importantes. La primera de ellas ETA Berri, que más tarde sería el Movimiento Comunista, que fue una escisión maoísta que seguía las tesis de Mao sobre la liberación nacional y sobre la lucha armada. A finales de los años sesenta tiene lugar otra escisión que será la de ETA VI Asamblea, que reúne a los seguidores de la tesis de la revolución permanente, influenciados por el troskismo y por los acontecimientos de mayo del 68. Hay que señalar que en los sesenta se produce un desencuentro entre la Unión Soviética y los movimientos de liberación del tercer mundo. La URSS defendía la tesis del socialismo en un solo país frente las tesis de dirigentes como el Che Guevara que hablaba del efecto dominó y de propagar el socialismo. ETA nunca estuvo cerca de las tesis de la Unión Soviética y siempre trató de situarse en esa tendencia de países no alineados.
Javier García Fernández: Y con relación al debate sobre si Euskadi es o no una colonia, ¿cómo fue esa discusión al interior de la organización?
Iñaki Egaña: Bueno, la cuestión anti-colonial tiene varios impactos en la primera ETA. En primer lugar, la consideración de movimiento vasco de liberación nacional, ya desde la I Asamblea de 1962, era una manera de situarse junto a las luchas anti-coloniales. En segundo lugar, el propio Julen Madariaga y José Antonio Zlabide recogen la teoría anti-colonial, pero en su sentido insurreccional, más cercana al foquismo y a la teoría del uno, dos, tres Vietnams. Incluso una cierta tendencia de lucha guerrillera que buscaba contagiar y propagar una insurrección en Euskadi. Esta tesis fue defendida por Xabier Zumalde, “El Cabra”, quien fue nombrado el primer responsable militar de ETA en 1965 antes de que la organización se decantara por la actividad armada.
Además, en esos años se produce un debate en el que no se profundiza demasiado y que yo creo que hoy se daría de otra manera. Este debate se centró casi exclusivamente en tesis economicistas y no tanto en cuestiones culturales. Los defensores de que Euskadi era una colonia eran los del sector más culturalista. Estos habían marcado la línea política en los años sesenta, pero en este debate quedan en minoría frente a la corriente marxista que hace un análisis más economicista. Estos últimos argumentaban que había una oligarquía vasca muy potente en el sector bancario y energético, por tanto no se podría comparar la situación de Euskadi con las colonias independizadas como Argelia, Túnez u otras más lejanas que se habían independizado del colonialismo británico. Así, las tesis de que Euskadi era una colonia se quedaron marginadas. Y esto tuvo implicaciones políticas en los siguientes años de la organización, ya que se produjo una campaña muy fuerte contra la oligarquía vasca. No tanto por su colaboración con la dictadura, sino porque ETA priorizó el eje de clase y de luchas contra su propia burguesía. Comienzan los secuestros de empresarios, interceden en los conflictos del mundo laboral, comienzan a cobrar el impuesto revolucionario… Esta tendencia obrerista y marxista fue la que sustituyó a la corriente anti-colonialista. Ya hacia comienzos de los años setenta, las tesis anti-coloniales estaban totalmente descartadas, pero en cierto modo se retoman más tarde por el tema de las naciones sin Estado. ETA comienza a girar sus relaciones cada vez más con otros movimientos políticos de naciones sin Estado como Irlanda, los corsos, los kurdos, o los bretones. En el caso de Galicia y Catalunya, ETA va a tener relación orgánica con la UPG y con el PSAN-Provisional.
Javier García Fernández: Este año de 2024 son los cincuenta años de la firma de la Carta de Brest, ¿cuál crees que ha sido el legado de los movimientos de liberación nacional al interior del continente en la transformación de Europa?
Iñaki Egaña: Desde mi punto de vista son movimientos que tuvieron su importancia en el contexto de la Guerra Fría. La mayoría de ellos no se situaba ni en el bloque occidental ni en la órbita soviética y se veían más identificados con los países no alineados, o en una tercera vía. El problema de los países no alineados es que son fundamentalmente países independientes, no movimientos, ni naciones sin Estado. Estos movimientos de naciones sin Estado están influenciados por el contexto. En 1967 se firma la Carta de Argel que reunía a los países socialistas árabes y afirmaba una posición anti-imperialista en el norte de África. Todos estos movimientos comienzan en Francia a raíz de la Guerra de Argelina; en Córcega, Occitania y Bretaña, por contagio en Bélgica, con los flamencos, y en el Estado español en Catalunya y el País Vasco. Creo que fue una coyuntura muy concreta, resultado del choque de los dos bloques que tenían Europa central y occidental como frontera. Tras la caída de la Unión Soviética todo esto se intentó retomar con lo que fue la CONSEU (Conferencia de Naciones Sin Estado de Europa), que en 1993 redactaría la Declaración Universal de los Derechos Colectivos de los Pueblos, que ya recogía las naciones que emergían tras el colapso de la Unión Soviética en Europa central y oriental. Pero en el área occidental, en el área de la OTAN por entendernos, no hubo ningún Estado nuevo.