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Salud mental
“Es peor la ansiedad que los dolores”
Grandes olvidados
Ángela lleva cuatro años yendo al psicólogo y a Miguel le diagnosticaron trastorno bipolar hace once. Las suyas podrían ser una de tantas historias de personas con problemas de salud mental hoy en día: salvo que ella tiene 79 años, él 82 y viven en Navaconcejo, un pueblo de dos mil habitantes de Cáceres.
Uno de cada diez mayores de 75 años declara padecer un cuadro depresivo según el Informe Nacional de Salud. A pesar del envejecimiento de las zonas rurales –un 24,8 % es mayor de 65-, son frecuentes las dificultades para acceder a servicios de atención psicológica o psiquiátrica en estas áreas, donde a menudo los recursos disponibles no son suficientes. De los 223 municipios que hay en Cáceres, solo cuatro no se consideran rurales por superar los diez mil habitantes. Son los que concentran las principales instalaciones sanitarias: uno de ellos es Plasencia, a media hora de Navaconcejo.
A escasos kilómetros de la ciudad nace el valle del Jerte, formado por once pueblos mancomunados unidos por el cultivo intensivo de la cereza. Es donde siempre han vivido Ángela y Miguel: sus vidas de vecinos, paralelas aunque parecidas, tienen en común muchos aspectos que se traducen en la calidad de la salud mental de una persona.
El último Plan Integral de Salud Mental de Extremadura identifica tres determinantes sociales que influyen en el bienestar psíquico: la educación y vida laboral, la economía y las relaciones sociales. Y es que el contexto es importante, ya que la inestabilidad económica puede generar incertidumbre y limitar las opciones de ayuda, la educación puede ser una herramienta en la toma de decisiones y las relaciones sociales pueden ser sostén de aquellos en riesgo de mala salud mental.
Ángela y Miguel
Las infancias de Ángela y Miguel fueron alejadas de las aulas. A Ángela, vivir en la montaña le impidió ir al colegio por la distancia que había hasta el pueblo, a lo que se sumaba la necesidad de ayudar a su familia: «Si me hubieran llevado a la escuela en vez de tenerme en el campo… Y mira que yo nací allí y lo quiero mucho».
Aunque Miguel sí que vivía en Navaconcejo, tampoco pudo ir a la escuela, porque empezó a servir con diez años en una casa en la que pasaría veintiséis. Actualmente, Extremadura es la comunidad con más personas con un nivel de estudios básico o inferior, puesto que ocupa desde que hay datos.
El Informe Anual del Sistema Nacional de Salud recoge que aquellos con un nivel educativo básico o inferior son 2,5 veces más susceptibles de sufrir un cuadro depresivo. Como sostiene el informe, la educación puede ayudar a elegir hábitos más saludables, pero también es una herramienta para afrontar la vida.
No fue hasta que se casó con Lorenzo, con veintiún años, cuando Ángela pudo tomar clases de lectura y escritura. «Nosotros nos defendemos, pero muy mal», dice Inés, la mujer de Miguel, al recordar cómo no pudieron saber cuánto les costaría la casa hasta que estuvo hecha.
“El campo necesita ayuda”
Como la vasta mayoría de vallejerteños, ambos matrimonios se han dedicado al campo y la cereza. Un oficio muy duro, sostienen, pero que les ha permitido progresar y mantener a sus respectivas familias: Ángela y Lorenzo pudieron dar estudios a sus tres hijos, que emigraron, y Miguel e Inés consiguieron comprar una quincena de fincas.
Como la vasta mayoría de vallejerteños, ambos matrimonios se han dedicado al campo y la cereza. Un oficio muy duro, sostienen, pero que les ha permitido progresar y mantener a sus respectivas familias
En el valle del Jerte no es difícil vivir de la agricultura, aunque no sin mucho trabajo. «El campo necesita ayuda: el consumidor paga muy cara la fruta, pero el agricultor la cobra peor», asevera Ángela. Un reciente informe de la EAPN sitúa a Extremadura como la segunda autonomía con mayor nivel de pobreza de España junto con Andalucía -ambas con un 38,7 %, a lo que se le suma la renta media por persona más baja del país, en 9.500 €. La seguridad económica no solo da estabilidad, sino que puede ser crucial a la hora de afrontar problemas de salud mental por el elevado coste de los tratamientos privados, a menudo más rápidos que los públicos.
Sentirse acompañado
Tener redes de apoyo es imprescindible para sobrellevar los problemas de salud mental: un 73,2 % de la población extremeña afirma que podría contar con más de cinco personas en caso de necesidad, la cifra más alta de España recogida en la Encuesta Europea de Salud 2020. Es frecuente en el valle del Jerte que los vecinos de cada pueblo se conozcan y se presten ayuda; hay lazos muy sólidos porque algunas relaciones se forjan durante décadas.
Salud mental
Rompernos, cuidarnos, aprender
Ángela dice sentirse muy a gusto viviendo en el pueblo: allí tiene familia, amigos y a su marido, Lorenzo, aunque echa de menos a sus hijos, que viven fuera y para ella son un apoyo muy importante. Miguel e Inés, en cambio, comparten edificio con uno de ellos, y su otro hijo vive en la misma calle.
En las etapas que Miguel se ha sentido peor ha sido muy importante tener a la familia tan cerca: «Nosotros somos vecinos igual que toda la gente, pero luego los problemas son para cada uno: para mis hijos, para mí y para él», dice Inés, su mujer.
Toma de conciencia
Se podría decir que el diagnóstico de una enfermedad tiene dos partes: una más práctica, que lleva a su tratamiento, y seguimiento y otra intangible, que es conceptualizar lo que sucede. Para Miguel, poder dar nombre a su malestar necesitó de dos hospitalizaciones previas, hasta que el segundo médico que los asistió comunicó a la familia que padecía un trastorno bipolar: una enfermedad crónica que afecta al estado del ánimo y alterna episodios depresivos y de exaltación del humor.
Fue una etapa que Miguel prefiere no recordar, por lo que es Inés quien lo cuenta: «Hacía cosas que nunca había hecho; hablaba de cosas que nunca había hablado». De ese modo, su familia en seguida supo que tenían que ponerse en manos de los médicos.
Durante mucho tiempo Ángela pensó que su malestar se debía a otras molestias: en la tercera edad es frecuente que ansiedad o depresión se somaticen en otras dolencias, por eso es importante su identificación para poder tratarlas, dicen desde la Unidad de Psiquiatría del Hospital Virgen del Puerto (Plasencia). Para Ángela fueron vértigos y problemas digestivos, a los que siguieron una larga lista de pruebas médicas para descartar enfermedades. Sin embargo, el síntoma que siempre permanecía era el malestar anímico.
Tras su diagnóstico, ya sabe qué lo causa y cómo describirlo: «Es peor la ansiedad que los dolores. Porque para el dolor te puedes tomar un calmante, o vas al médico y sabes qué te pasa, pero con la ansiedad… no saben ni los médicos ni el enfermo».
Un psicólogo para 11.834 extremeños
Hace ya una década Miguel pasó por dos ingresos en Plasencia para tratarse: el primero en la Unidad de Psiquiatría del hospital, y el segundo, de mes y medio, en el Centro Sociosanitario. Hoy día, Miguel asegura que se siente mucho mejor gracias a la medicación, pero lamenta que es demasiado fuerte. Desde que está en tratamiento lleva una vida estable y va periódicamente a revisiones con el psiquiatra. Sin embargo, con el comienzo de la pandemia no lo han vuelto a citar, y actualmente está en espera. La propia Unidad de Psiquiatría del hospital valora positivamente la dotación de recursos de salud mental que tiene la ciudad, aunque matizan que la falta de personal provoca grandes retrasos.
Campo de cuidados
Salud Mental Rotos en nuestra Red de Salud Mental
Ángela lleva desde 2018 con un psicólogo privado de Plasencia al que llama por teléfono cuando lo necesita. Citarse con un psicólogo de la sanidad pública no era una opción, pues la espera se extiende de uno a dos meses en Plasencia. Actualmente está superando un episodio ansioso-depresivo de varios meses: «En una ocasión quise arrancar las macetas y tirarlas, porque yo ya no las iba a poder cuidar de lo mal que me encontraba», recuerda de los peores momentos. Gracias a la ayuda del médico y del psicólogo está empezando a sentirse mejor: «Con el tratamiento me siento más valorada; siento que soy alguien».
“Nada como estar en casa”
La entereza con la que Inés asiste a Miguel parece inquebrantable: «Qué le voy a hacer, tengo que criarla [la fuerza]. Él no me puede ver a mí para abajo, que se baja el doble porque depende de mí», explica. A Inés le gustaría volver a la finca donde creció, en lo alto de la sierra, pero no se plantea ir por no dejar solo a Miguel, que con la artrosis de sus manos necesita ayuda para muchas tareas cotidianas. Además, tras los dos ingresos, Miguel prefiere la ayuda de su familia: «Nada como estar en casa», dice.
Campo de cuidados
Postales del territorio Salud mental en nuestro medio rural
Al preguntar a Lorenzo qué ha aprendido de esta experiencia, bromea y dice que a llevar la casa. Pero el papel del cuidador va mucho más allá de la ejecución de tareas cotidianas, pues pasa a ser el principal soporte emocional del enfermo. En este sentido, Lorenzo confiesa que ha sido duro sobrellevar el último episodio ansioso-depresivo de su mujer: «Un día estábamos ahí, en el pasillo, los dos abrazados llorando porque él no sabía ya qué hacerme y yo no sabía qué hacer…», recuerda Ángela. Sin la ayuda y compañía de Lorenzo, asegura que esta etapa habría sido mucho más difícil: «Para mí ha sido la mejor medicina. Él no lo ha entendido siquiera».
Salvar las distancias
Grandes condicionantes del ánimo como la soledad, la enfermedad y la muerte están muy presentes en la tercera edad. Por ello, en esta etapa es imprescindible contar con un contexto seguro a nivel económico, social y formativo que permita hacer frente a las incertidumbres inherentes a la vejez. Una dificultad añadida en el caso de las zonas rurales es el acceso a los servicios que solo se encuentran en las ciudades, observa la doctora en Psicología Pilar Monreal. En sus intervenciones para mayores en zonas rurales, a menudo se ha encontrado con que estos dependían de un voluntario para poder recurrir a prestaciones básicas.
Grandes condicionantes del ánimo como la soledad, la enfermedad y la muerte están muy presentes en la tercera edad. Por ello, en esta etapa es imprescindible contar con un contexto seguro a nivel económico, social y formativo que permita hacer frente a las incertidumbres inherentes a la vejez
Las trabajadoras sociales del valle del Jerte lo confirman: «Cuando detectamos un problema de salud mental, el mayor inconveniente que hay es la falta de recursos de proximidad». Un añadido es la larga lista de espera para citarse con el psicólogo de la sanidad pública, por lo que la mancomunidad y las trabajadoras sociales a menudo elaboran programas de refuerzo: un ejemplo es el grupo de autoayuda, que comenzó en octubre. Mediante un seguimiento conjunto de la farmacéutica, la enfermera y la trabajadora social del pueblo, se pretende reducir la toma de ansiolíticos y antidepresivos en vecinos de distintas edades de Navaconcejo.
Escuchar e integrar
Actuar a tiempo es importante para que los problemas anímicos no se confundan con demencias, advierten las trabajadoras sociales. Algunas estrategias que se han ideado para paliar las carencias del sistema son las iniciativas públicas, el asociacionismo, mancomunar servicios o un equipo de salud mental itinerante. A la hora de poner programas en marcha, una de las trabajadoras sociales subraya que es importante escuchar las preferencias de las personas mayores: «Hay que tratar el envejecimiento activo de una forma que las personas se sientan identificadas con la actividad que están realizando».
Para ello, es necesario tener en cuenta las bases -como la cultura o la forma de vida- de los habitantes de un lugar y no planificar desde los despachos, apunta Pilar Monreal: un reto cada vez mayor por la creciente heterogeneidad de la tercera edad. Pero, sobre todo, opina que han de ser transversales, de forma que se deje de considerar a la tercera edad aparte, ya que «en un pueblo de 800 personas no se puede pretender trabajar solo con los mayores, porque tienen un contexto». De esta forma, argumenta, no se apartaría a la tercera edad del funcionamiento de la sociedad, pues su aporte es indispensable para que otras generaciones «entiendan el mundo que les ha precedido y por qué hemos llegado hasta aquí».