Temporeros
Un albergue colectivo como ejemplo de acogida a temporeros

La Asociación Nuevos Ciudadanos por la Interculturalidad ha hecho en Lepe (Huelva) lo que hasta ahora nadie se ha atrevido hacer en la provincia: construir el primer albergue colectivo para personas temporeras sin hogar.
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Seydou Diop, portavoz de ASNUCI, en la planta superior del albergue colectivo que ha construido esta asociación | Foto: @entrefronterasplay

En la misma calle de un polígono industrial, a un lado, un albergue para personas temporeras en construcción por el Ayuntamiento de Lepe desde 2005 y que ni siquiera se llegó a inaugurar cuando, en 2011, chapó con un presupuesto de 1.300.000 euros y dejando sin alternativa habitacional a centenares de personas, cuando se preveía que daría techo a 300 trabajadores del campo. Al otro lado, justo en la acera de enfrente, otro albergue, pero este totalmente diferente. El objetivo es el mismo: dar cobijo a quienes hoy recogen los frutos rojos que llegan a nuestra mesa y duermen en las calles o chabolas. La diferencia entre ambos se resume en una sola palabra: voluntad.

No ha pasado ni un año desde que la Asociación Nuevos Ciudadanos por la Interculturalidad (ASNUCI) decidiese poner en marcha en Lepe (Huelva) la construcción de lo que es hoy el primer alojamiento colectivo para trabajadoras temporeras y temporeros sin hogar de esta provincia. Dar el primer paso no ha sido fácil, pero el último incendio del verano pasado que arrasó con el asentamiento que había en el municipio fue la gota que colmó el vaso. Si las administraciones locales, autonómicas y estatales no hacían nada, lo haría la propia sociedad civil. “Llevamos años luchando, denunciando las injusticias que están viviendo nuestros compañeros y todas las autoridades lo saben, pero siempre quieren mirar a otro lado, taparse los oídos y no quieren ver esta realidad. Con la idea de seguir denunciando, lanzamos este proyecto”, admite Seydou Diop, portavoz de la junta local de la directiva de ASNUCI.

“Cuarenta plazas es una pequeña parte de los cientos de personas que hay en la calle o en chabolas y trabajan en Huelva, pero esto es solo un pequeño acto para que las autoridades puedan tomar ejemplo y tomarlo como un acto de humanidad”

La idea es que no sea el único, sino que se pueda tomar de ejemplo y reproducir este mismo proyecto allá donde haga falta para que nadie se quede sin un techo digno. En total, 313 metros cuadrados de una nave alquilada por la asociación que ha sido adaptada para acoger a 40 personas gracias a las donaciones de mucha gente y otras entidades, ya que las Administraciones Públicas no han querido apoyar sobre planos este albergue. “Todo el mundo sabemos que, en la zona de Huelva y en Lepe, necesitamos muchas más plazas de albergues y alternativas habitacionales. Cuarenta plazas es una pequeña parte de los cientos de personas que hay en la calle o en chabolas y trabajan en Huelva, pero esto es solo un pequeño acto para que las autoridades puedan tomar ejemplo y tomarlo como un acto de humanidad”, aclara el portavoz.

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Makane Sow en su habitación, que compartirá con tres chicos más durante seis meses como máximo | Foto: @entrefronterasplay

El edificio se divide en dos partes. En la planta baja, están las habitaciones compartidas para mujeres, un salón para la convivencia, comedor, cocina y baños con lavadoras incluidas. Toda las esquinas se aprovechan, así que al subir las escaleras, otro pequeño salón da la bienvenida antes de entrar por el pasillo donde están los dormitorios, también compartidos, para hombres. Existen normas que hay que seguir con el objetivo de que haya buena convivencia, y quienes entren tendrán que pagar por su alojamiento. “Para entrar aquí solo se pide que sea miembro de nuestra asociación. Estar aquí no es gratis. Somos una asociación sin ánimo de lucro. Hay que pagar la luz, agua, arreglar si se rompe algo,… todo eso son gastos que hay que cubrir y también esto demuestra que las temporeras y temporeros no quieren una casa gratis, quieren un techo digno y que quieren pagarlo, como todo el mundo”, especifica Seydou. 

Migración
La Justicia obliga al Ayuntamiento de Lepe a admitir el empadronamiento en chabolas

La sentencia es fundamental no solo para quien la ONG ASNUCI había interpuesto la demanda, sino para el colectivo de personas migrantes temporeras que, durante su residencia permanente o temporal en el municipio, se ven obligadas a vivir en infraviviendas y poblados chabolistas.

Otra de las normas claras desde el principio, es que este albergue no es un alojamiento definitivo para la gente que llega. Hay pocas plazas y hay que ir rotando. Todo el mundo tiene derecho a una misma oportunidad, así que el tiempo máximo que pueden permanecer aquí son seis meses. Cuando pase este tiempo entrarán otras 40 personas, pero el objetivo es que nadie vuelva a la calle. “Queremos erradicar el chabolismo, pero de una forma digna, no es algo que tenemos que erradicar de golpe, quitando a la gente de la chabola y dejándola dormir en la calle. Nuestro objetivo aquí es que, cuando salga, le vamos ayudar a que encuentren una alternativa habitacional, una casa o a otro sitio que no sea una chabola. Sabemos que es difícil, pero es por lo que estamos trabajando”, reconoce.

Alternativa habitacional

Makane Sow llegó a Huelva desde Senegal y espera su habitación en este albergue como agua de mayo. Trabaja de campaña en campaña agrícola. No tiene una situación administrativa regular en España y la chabola ha sido lo más parecido a un hogar de lo que ha tenido hasta ahora. “No tenemos agua, luz, ni para comer. Por eso, yo quiero venir aquí, porque pienso que voy a estar más tranquilo, voy a poder cerrar los ojos para dormir”, asegura. No pide otra cosa que “una vivienda digna” y lo repite una y otra vez.

Como Makane son miles las personas en la provincia de Huelva que trabajan como temporeros y esperan una alternativa habitacional, “porque llevamos años y años viviendo en unas condiciones miserables y son las autoridades las que deben de buscar soluciones para erradicar este problema de la vivienda. Hay muchas soluciones”, apunta Seydou.

“No estamos pidiendo nada gratis, estamos dispuestos a pagar, pero la cuestión es que no hay una vivienda que podamos pagar”

Entre esas soluciones está como ejemplo este albergue y Seydou alude a “la gran cantidad de terrenos libres que existen en Lepe, donde se podría construir viviendas o módulos para alquilar a las personas temporeras y migrantes”. Porque si algo dejan bastante claro y en lo que coinciden todas estas personas es en una cosa: “No estamos pidiendo nada gratis, estamos dispuestos a pagar, pero la cuestión es que no hay una vivienda que podamos pagar”. 

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En la planta de abajo se encuentra el salón de convivencia y el comedor | Foto: @entrefronterasplay

A la “irresponsabilidad política” de ofrecer viviendas, hay que añadir “el discurso racista y xenófobo”. “Hay alcaldes, políticos, gente, que dice que estamos viviendo en estas condiciones de chabolismo por gusto, por ahorrar dinero o que nos hemos acostumbrado a vivir de nuestros países de origen de esta forma. Esto es racismo y en realidad, lo que se esconde detrás, es falta de voluntad política. Soluciones hay muchas, pero hay que querer poner e implicarse en esas soluciones”, denuncia el portavoz de ASNUCI.

Sin soluciones, las alternativas son la calle y la chabola y esto ocurre porque, según Seydou, “somos migrantes. Quienes estamos viviendo en los asentamientos y quienes vivimos con el miedo a los incendios somos los inmigrantes, somos los que estamos dando la cara por este país recogiendo la fruta y somos por los que habría que actuar sí o sí para que tuviésemos una vivienda digna”. 

Hay fresas, arándanos y frambuesas que alimentan a Europa, y ahora también a Canadá, que llevan la marca de la explotación laboral: trabajos sin contrato

Mientras se hace esta entrevista, en el mismo polígono industrial, donde estaban los asentamientos antes de arder,  un autobús recoge a temporeros para trabajar en la recogida de la fruta. Todos son migrantes y quizás no todos tenga una vivienda digna. Hay fresas, arándanos y frambuesas que alimentan a Europa, y ahora también a Canadá, que llevan la marca de la explotación laboral: trabajos sin contrato. “Si todas las personas tuviésemos los mismos derechos, el mismo trato, nosotros podríamos decidir ir a trabajar o no; pero sin contrato, sin casa, sin comida, tenemos la obligación de ir a trabajar”, dice Seydou. 

Al igual que al problema de la alternativa habitacional, “la regularización es otra cuestión de voluntad política”. “Esta es la realidad como consecuencia de un sistema migratorio, un sistema que es malo y racista y un sistema que es xenófobo. Hay que cambiar el sistema para que todas las persona tengamos las mismas posibilidades”, concluye.

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