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Fauna amenazada
El lobo viene, y viene para quedarse… Bienvenido sea
La noticia de que la Junta de Extremadura ha enviado a un laboratorio portugués para su análisis restos biológicos (excrementos) recogidos en las comarcas del Ambroz, La Vera y Jerte, por si procedieran de lobos, puede acabar confirmando lo que era un secreto compartido por zoólogos, agentes del medio natural comprometidos con su trabajo, ecologistas rurales y otros amantes de la tierra y sus criaturas: el lobo ha retornado a hollar los campos extremeños. Todavía no se ha documentado la presencia estable de alguna manada reproductora, pero desde hace algún tiempo se llevan avistando individuos dispersos procedentes de la Serra da Estrela portuguesa, y de las provincias limítrofes de Salamanca y Ávila.
El lobo viene, y viene para quedarse. Viene para quedarse porque los ecosistemas extremeños son espacios muy propicios para su presencia: extensas zonas boscosas, presencia de herbívoros salvajes y otras presas, poca población y muchas zonas de territorio salvaje poco intervenido y alterado. Ciertamente el lobo necesita territorios como los bosques extremeños para continuar su recuperación como especie, pero es que Extremadura también necesita al lobo, necesita volver a contar con este depredador apical en la cúspide de las cadenas tróficas, necesitamos los innumerables “servicios ambientales” que procuran los grandes carnívoros. La falta de superdepredadores en estas tierras ha provocado, entre otros desequilibrios, fenómenos de superpoblación de ungulados y jabalíes, sobrepoblación que acarrea graves daños a la agricultura, al tráfico en forma de accidentes, y ha sido el vector de transmisión de enfermedades que han dañado a la cabaña ganadera ocasionando grandes pérdidas y el cierre de explotaciones. El lobo viene a predar precisamente sobre los ejemplares más débiles y enfermos de ciervos, corzos y jabalíes, ya que es un documentado y especializado agente sanitario del bosque.
Medio ambiente
El lobo en el futuro pospetróleo
El lobo viene, y viene para quedarse porque desde tiempo inmemorial siempre estuvo aquí y lo excepcional es que hayamos pasado más de tres décadas sin su presencia. Es cuestión de justicia ambiental: el lobo tiene derecho a repoblar los espacios que otrora eran “suyos”, los espacios que históricamente compartió con nuestra especie y con todas las demás.
El lobo tiene muchos enemigos también. Suelen argumentar que su presencia acarrea gastos, pérdidas y costes económicos, sobre todo por los ataques al ganado. Son costes y pérdidas reales que deben ser asumidos por toda la sociedad como un pago por los servicios ambientales que prestan los pastores y la ganadería extensiva en favor de toda la sociedad y de la biodiversidad (valga la redundancia), y así se debe conseguir que las administraciones públicas asuman el pago de indemnizaciones ágiles y generosas a los ganaderos afectados por la presencia del lobo, pero también se debe exigir que haya control en estos pagos que eviten el fraude y la picaresca, y se deben fomentar, subvencionar y poner en marcha medidas preventivas y de autoprotección de los rebaños: presencia del pastor en el careo, acompañamiento de mastines, rediles de montaña y nocturnos, etc., en definitiva medidas para minimizar los ataques y repararlos en el caso de que los haya, que harán más fácil la convivencia entre ganadería y lobo.
El lobo viene, y viene para quedarse porque desde tiempo inmemorial siempre estuvo aquí y lo excepcional es que hayamos pasado más de tres décadas sin su presencia. Es cuestión de justicia ambiental
Y si bien los costes que genera la presencia de estos cánidos salvajes son cuantificables y no tan elevados como para ser inasumibles, hay que poner en el otro lado de la balanza los beneficios que traen los lobos. Beneficios que muchas veces son inconmensurables, no cuantificables en euros contantes y sonantes pero que no por ello son menos importantes. Hay consenso científico en que la biodiversidad es un valor en sí misma y que su promoción y protección está en el centro de la políticas de supervivencia colectiva con las que enfrentar la amenaza del cambio climático. Hay que insistir en ello: en un sistema tan complejo y multidimensional como la Tierra hay una relación directa y profunda entre el incremento de la biodiversidad y la fijación del carbono atmosférico. O de otro modo dicho: los lobos, al dinamizar los flujos de materia y de energía de los biotopos en los que trabajan, enfrían el planeta, frenan el flujo de entropía, aumentan la capacidad de retención de CO2… Los lobos, como todas las especies menos una, trabajando para su autosubsistencia y reproducción trabajan también para la estabilidad climática, “trabajan para Gaia”.
Medio ambiente
Fauna amenazada El lobo ibérico ya está protegido
El lobo viene y viene para quedarse. Atrás queda todo el ruido y la fanfarria cuñada y ecófoba que suscitó hace unos meses la valiente y necesaria decisión de incluir a esta especie en el Listado de Especies de Especial Protección por parte del Ministerio de Transición Ecológica, lo que supone que por fin se acaba la caza deportiva del lobo. Se trata de una medida inevitable y coherente con el marco legal europeo en el que nos hemos integrado, un marco en el que para pedir “fondos estructurales” y “¿qué hay de lo mío?” hay que aceptar también la obligación de trasponer el derecho y las normas comunitarias, y la barbarie de erradicar especies salvajes a plomo y veneno que se cometió en las décadas pasadas en este país no cabe en la Europa del siglo XXI, se ponga como se ponga el sector cinegético en declive y digan lo que digan esos terratenientes supersubvencionados por la PAC que comandan las “organizaciones agrarias”.
Es probable que tengamos algo que aprender de lo que simboliza esta especie como arquetipo de lo salvaje e irreductible a la cultura y domesticación humanas, como ejemplo de organización y solidaridad grupal
El lobo viene y, como viene para quedarse, es más práctico e inteligente pensar en los modos de minimizar los aspectos conflictivos de su presencia y maximizar los beneficios que puede reportar a los ecosistemas y las sociedades que los habitan, que quejarse o rechazar la misma. Independientemente de los resultados de los análisis de los excrementos recogidos, la Junta de Extremadura debería acometer un plan integral de conservación de la especie que incluya desde acciones para paliar la fragmentación territorial provocada por autopistas, vías de ferrocarril, vallados ilegales y ocupaciones de las vías pecuarias, que impiden la conectividad de los ecosistemas y el tránsito de la fauna salvaje, a un régimen de ayudas a la ganadería extensiva y de montaña, así como un amplio esfuerzo de educación ambiental y concienciación social entre las poblaciones rurales que más cerca van a estar de estos nuevos pobladores de nuestras sierras, y de cuya actitud va a depender el logro de una convivencia amable con los lobos que vienen.
El retorno de los lobos a las sierras y bosques de Extremadura es una buena noticia. En estos momentos críticos, en los que parece que se abre paso la conciencia de que somos tan interdependientes socialmente unas de otras como ecodependientes entre especies, no podemos sino celebrar que los ecosistemas extremeños recuperen una de las piezas fundamentales para su equilibrio y bioproductividad. Y, yendo incluso un poco más allá, es probable que tengamos algo que aprender de lo que simboliza esta especie como arquetipo de lo salvaje e irreductible a la cultura y domesticación humanas, como ejemplo de organización y solidaridad grupal, como reminiscencia mítica de nuestra vieja conexión con la Tierra que no debimos arrinconar y mucho menos extinguir, como si el retorno del lobo nos convocará a un reencuentro con nuestra naturaleza interior y exterior, ambas tan maltratadas durante tanto tiempo.
¡Bienvenido hermano lobo!, que tus aullidos vuelvan pronto a pulsar la magia de nuestras noches.