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Los ciudadanos atenienses disertan
y debaten sobre la naturaleza humana
bien protegidos por murallas levantadas
por hombres sometidos y humillados.
Los demócratas de XXV siglos atrás
rinden pleitesía ofrecen sacrificios
y oran a sus dioses en suntuosos templos
construidos por otros sojuzgados bípedos.
Dos mil quinientos años más tarde
los derechos humanos ya no se discutían
se exigían y aplicaban y hoy los esbirros
del poderoso caballero imponen el retroceso.
Pueblo heleno dónde están tu Espartaco
y tu Alekos Panagoulis irredentos libertarios
que nadie redujo pero el eco de sus voces
resuena aún en las marchas de quien labora.
Hoy la libertad griega es poder trabajar
trece horas semanales hasta los 70 años
y si llegan a jubilarse se emplearán barato
como sus hermanos de penurias germanos.
Las troikas de hace diez años engendraron
miles de serpientes y culebras aporofóbicas
que se alimentan de desposeídas y sus crías
criminalizando al sindicato y sus luchas.
Esta vez no es un dios quien desea ser dueño
de Europa y el mundo entero al que cercan
las bestias que ahogan con leyes y decretos
y aspiran a convertir en esclavo a quien tocan.
Ramón Haniotis