Del mito armero vasco a la industria militar moderna

Las instituciones vascas han abrazado la consigna europeísta del rearme y las empresas lo aprovechan para llenarse el bolsillo. Ganar dinero con la muerte no es una práctica novedosa, en este pequeño país se han producido bayonetas, pistolas, escopetas, ametralladoras y bombas para aviación desde el final de la Edad Media hasta ahora.
Industria militar EH
Operarios armeros de la Beistegui y Hermanos S.A. en Eibar, de donde salieron pistolas similares a la Mauser. La empresa es ahora reconocida por las bicicletas BH (Foto: Museo de la Industria Armera de Eibar).

@BarcenillaLM
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20 dic 2025 05:40

El consejero de Industria del Gobierno Vasco, Mikel Jauregui, ya avisaba este pasado mes de marzo que Euskadi, como “nación europea”, debe “contribuir al proyecto de defensa”. Un mensaje europeísta que acepta sin matices el rearme y la escalada bélica impuesta desde las altas instituciones occidentales, que ven tras el estallido de la guerra de Ucrania una oportunidad para escapar de la recesión y relanzar las maltrechas industrias (y tampoco hacen ascos a participar directa o indirectamente en acciones genocidas nunca vistas en este siglo).

Por su parte, el consejero de economía del Ejecutivo vasco, el socialista Mikel Torres, llegaba a afirmar que “no se puede mirar a otro lado ante esta oportunidad” y se atrevía a señalar que “otra cosa diferente son las ideologías de cada uno”. Lo dice como representante de una sociedad con una amplia base antibelicista que mostró su firme rechazo al servicio militar obligatorio y que en 1986 rechazó por mayoría la entrada a la OTAN. A pesar del rechazo de la ciudadanía vasca a la guerra, acrecentado ahora por las manifestaciones contra el genocidio que Israel perpetra sobre Palestina, las empresas vascas facturan millones de euros en la industria militar, que cuenta con un histórico arraigo en Euskal Herria. 

Un centenar de empresas vascas producen para la industria militar. Euskadi factura 750 millones a través de la misma, solo por detrás de la Comunidad de Madrid y Andalucía

Según datos del Ministerio de Defensa, son un centenar las empresas vascas las que producen para la industria militar y Euskadi factura anualmente 750 millones de euros a través de la misma, lo que la convierte en la tercera comunidad autónoma que más factura del Estado español, solo por detrás de Madrid y Andalucía. Entre estas corporaciones están algunas de las compañías más punteras del sector, que suponen el 3,5% del PIB vasco: ITP Aero, Sapa Plasencia, Satlantis, Sener o Aernnova.

Las guerras activas en todo el mundo sostienen lo que organizaciones como AntimilitaristakEH han denominado “mercadeo de la muerte”. Sobre todo a raíz de la entrada de Rusia en Ucrania –y la llegada de la paradójica “solidaridad militarizada” o la inversión europea “para la Paz”–, y solo durante los primeros cuatro días de “invasión”, los “mayores mercaderes de la muerte”, los que cotizan en bolsa, ya estaban beneficiándose de la guerra y sus muertes con importantes subidas de sus acciones, de hasta el 53 %

Indra, una de las entidades más favorecidas, tiene como tercer principal accionista a la Sapa de los Aperribay, con el presidente de la Real Sociedad, Jokin Aperribay, a la cabeza. Sobre todo por su gran aporte: el Eurofighter, donde también participa ITP Aero. Pero es más, ITP Aero, Sener y Sapa se han llevado el 2 % de los 10.667 millones de contratos que ha firmado el Gobierno de España tras la invasión rusa de Ucrania. Son datos del Informe 'Rearme 2022-2024' elaborado por Opina360 para el Observatorio de Seguridad Nacional. ITP capturó un total de 90,3 millones, mientras que la empresa de los Sendagorta, la ingeniería con raíces en una de las familias más acaudaladas de Euskadi, Sener, se hizo con 81,17 millones. Los encargos a Sapa, generalmente para la construcción de tanques, se elevan hasta los 12,1 millones.

Pero ¿hay unos mimbres históricos que expliquen esta relación entre la industria defensiva y el territorio vasconavarro más allá del mito armero o simplemente responde a un viraje internacional del que Euskal Herria no es una excepción? La respuesta, por supuesto, no es fácil de zanjar. 

Breve historia de las armas en Euskal Herria

La industria de las armas, antes fabricación armera a mucha menor escala y más tarde cuasi armamentística, en serie y exportadora, nace en Euskal Herria durante los siglos XVI y XVII. Lo posibilitaba la disponibilidad de materias primas y fuentes de energía adecuadas para la fabricación de hierro y productos elaborados, como destaca Iñigo Goñi Mendizabal, historiador de la EHU e investigador de la cuestión. En definitiva, el desarrollo temprano del sector siderometalúrgico vasco se debe a los yacimientos de mineral de hierro de calidad, la abundancia de bosques para la elaboración de carbón vegetal y la existencia de cursos de agua con caudal relativamente estable a lo largo del año. 

“Cuando a finales de la Edad Media comenzaron a aparecer las primeras armas de fuego, estas se incorporaron también a la producción manufacturera vasca”, explica Goñi a Hordago. Ahí es donde se va gestando un espacio sociogeográfico, el valle del Bajo Deba, con artesanos armeros especializados. ¿Por qué razón se producía un producto así en un espacio poblacional tan limitado? Primero, por la demanda privada, y paralelamente, como remarca Goñi, por las necesidades de suministro de la Corona. Lo cuenta claramente el profesor de la EHU, que menciona por primera vez Placencia de las Armas –que no lleva ese nombre por casualidad–, uno de los puntos rojos del mapa: “Gradualmente, y como consecuencia del aumento del tamaño de los ejércitos y el mayor uso de los arcabuces y mosquetes en las tropas de la monarquía hispánica, las autoridades ejercieron un control cada vez más exhaustivo sobre esta producción debido a su carácter estratégico. Esto desembocó en la creación de las Reales Fábricas de Armas de Placencia en 1572”. En Soraluze se encontraban los mandos de administración de las armas de la Corona. Los armeros diseñaban y ejecutaban las armas solicitadas, un funcionario las aprobaba y la Corona las administraba. “Por tanto, estaríamos hablando de producción privada bajo control público”, subraya Goñi.

Industria armera Eibar 1
Imagen del archivo del Museo de la Industria Armera de Eibar. Fuente: armia-eibar.eus

En este momento de control de la Corona, la producción para población no militar quedaba fuertemente restringida. No sería hasta el siglo XVII, con la creación de la Real Armería de Tolosa, un establecimiento público con trabajadores a sueldo del gobierno, que se planificaríann de tipo defensivo (armaduras y escudos) y algunas armas blancas. Al tiempo, en territorio navarro, nacen las fábricas Eugi –Goñi cuenta que trajeron artesanos de Milán que era donde se habían adquirido hasta entonces–, y Orbaizeta, dedicada a la fabricación de munición.

Dando un salto en el tiempo, Goñi explica que poco tiene que ver la industria de hoy con la de entonces. La guerra civil española es un punto de inflexión, y las transformaciones sociopolíticas y las vicisitudes del sector lo hacen mutar. Lo que ocurre durante el siglo XIX permite el desarrollo del distrito armero de Eibar, un gran mito en la narrativa de Euskal Herria. Los principales cambios, según el investigador, son los siguientes: 1) Finalización del sistema gremial y declive de las Reales Fábrica; 2) Desarrollo de la fabricación de armas con destino al mercado privado; 3) Liberalización de la producción de armas militares; y 4) Evolución del sector tras la Tercera Guerra Carlista: desaparición de la producción militar y especialización en armas de caza y defensa persona. No se puede trazar una línea continua entre un armero artesanal de Eibar del siglo XVI y un mercader que amasa acciones saboreando la guerra de lejos, pero una narrativa sustenta la idea: esto, todo esto, es tierra de munición, pues la munición son puestos de trabajo.

Eibar como mito

En Eibar como distrito armero –Eibar, Ermua, Elgoibar, Elgeta, Placencia de las Armas-Soraluze, y, en menor medida, en Berriz y Zaldibar, según Goñi– se reprodujeron talleres, más o menos modestos, en los que se fabricaban escopetas y pistolas a mano, a medida, de diseño, y en serie, sobre todo más tarde, justo antes de reconvertirse, algunas, las que corrieron mejor suerte, en fábricas de bicis o ciclomotores, máquinas de coser o enseres domésticos. El Nobel y Pulitzer Ernest Hemingway, afamado por su incomparable escritura, amaba el hoy deplorable y presunto deporte de la caza mayor y menor. En sus viajes por la Península, recaló en Extremadura y varias veces en Eibar, donde se hizo con varias armas artesanas. Coincidió con el eibartarra Victor Sarasqueta, industrial armero que define en buena medida la buena cara, la amable, de una relación, la de Euskal Herria y el negocio de la guerra, que podemos ver nacer en el siglo XVI y llega hasta nuestros días, como recoge la investigación pionera de Goñi.

Hemingway recaló en Extremadura y varias veces en Eibar, donde se hizo con varias armas artesanas

El mito podría partir con Sarasqueta, Cortaberría y Compañía, una empresa armera que dio trabajo a unos 60 obreros que sacaban de sus manos 10.000 armas al año. Tras esta experiencia empresarial, Victor Sarasqueta se lanza en solitario para dedicarse únicamente a las escopetas de caza. El mito sigue: se dice que su amor por el diseño artesanal del arma era tan elevado que hizo trizas una escopeta terminada al encontrarle una muesca. ¡Cómo no podían haberse dado cuenta los operarios!

Solo en el mito armero de Eibar se fabrican alrededor de medio millón de armas en 1909

Sarasqueta participaría, colaborando, con la Escuela de Armería desde 1912. El objetivo de la recién fundada institución era formar a obreros para responder a una industria pujante. En palabras de Goñi: “Buscaba mejorar la cualificación de la mano de obra (hasta entonces se hacía mediante el aprendizaje en el taller)”. La Escuela se erigía físicamente como un imponente edificio –destruido luego durante la guerra civil española–. Su primer presidente fue Valentín Orbea, hasta entonces también director de la mayor armería por número de trabajadores, fábrica Orbea Hermanos. Orbea se benefició de la Primera Guerra Mundial, exportando hasta 725.183 revólveres. Excepciones históricas, en realidad. “Recordemos que en Eibar no se fabricaban armas de guerra y el hecho de que se vendieran tantas armas cortas durante el conflicto (más de dos millones) fue algo circunstancial”, rememora Goñi. Sobre la fábrica de los Orbea, en cualquier caso, cuando las cosas no fueron tan bien, pocos años después, la empresa familiar, se divide en dos: una hará bicicletas y la otra seguirá con la cartuchería.

Solo en el mito armero de Eibar se fabrican alrededor de medio millón de armas en 1909 –44.492 escopetas de toda clase,  25.747 pistolas, 429.308 revólveres, 1.420 Remington, según los datos recogidos por el experto en historia armera Igor Goñi, antes recogidas por el dramaturgo y periodista Gregorio de Mujika en un monográfico de 1908–. 

En Eibar se diseñaban y producían pistolas que luego empuñaron los chinos durante su guerra civil o los sindicalistas de la CNT

En esta localidad, la mayoría de las empresas armeras –con datos de 1914– eran de un tamaño relativamente reducido: la mayoría tenían a menos de 50 trabajadores en plantel, solo algunas superaban el centenar de operarios –Arizmendi y Goenaga, Hijos de José J. Aldazabal–, una contaba con dos centenares –Garate, Anitua y Compañía (G.A.C.), luego fabricantes de la Mobylette y bicicletas– y otra, la mencionada firma de los Orbea, llegaba a los más de 400 empleados. Es cierto, no competían con las Colt,  Smith  &  Wesson de turno, pero, y también como excepciones, China y los Balcanes fueron países receptores de estas armas. En China, en guerra desde hacía años, estaban encantados con la Mauser C96, a la que su munición permitía el tiro a largo alcance y se le podía añadir una culata, lo que podía convertirla en una carabina si así se quisiera, saltándose el bloqueo de Japón, además. Por ello, STAR, Bonifacio Echeverría S.A., desde Eibar, ve la oportunidad de hacer sus pistolas adaptables como la Mauser. Les añadiría la posibilidad ametralladora. El mito de Eibar en manos de un guerrillero chino. Qué más se podía pedir. Pues que el modelo se convirtiera en extensión corporal de los sindicalistas de la CNT, por ejemplo. Así fue.

FÁBRICA de armas STAR
Fábrica de armas STAR. Foto de aproximadamente de 1920, del archivo del Museo de la Industria Armera. Fuente: armia-eibar.eus

También hubo empresas que fueron más allá de la producción de pistolas y escopetas. Esperanza Cía, creada por Juan Esperanza a comienzos de los años veinte, apunta Goñi, se dedicó fundamentalmente a la producción de morteros para el ejército español. Caso paradójico es el de la empresa Talleres de Guernica, que fabricó precisamente en la localidad que años más tarde sería arrasada, bombas de aviación para el Estado. 

En cuanto a la producción de armamento pesado, habría que nombrar a la Sociedad Española de Construcción Naval, ya que se creó con la idea de participar en la construcción de buques de guerra para la Armada. En su fundación participaron significativas empresas vascas como los Bancos de Bilbao y Vizcaya, Altos Hornos de Vizcaya y la Basconia. En 1916 se inauguraron los astilleros de Sestao, un par de décadas más tarde acabarían centrándose en la producción de buques mercantiles. Además, la SAPA de la época, que era filial de una empresa británica, construía munición de artillería tanto para el ejército como para la marina. 

Una última cuestión, profesor Goñi: ¿Qué huella cultural, económica o identitaria ha dejado en el imaginario vasconavarro y su memoria? Su respuesta:

Es evidente que el pasado deja una huella cultural, económica e identitaria de cualquier comunidad. Hay un concepto muy utilizado en economía que es el “path dependance”. Es decir, lo ocurrido en el pasado condiciona de alguna manera la evolución de la economía hacia el futuro. No estamos hablando de determinismo, no está establecido lo que va a ocurrir, pero influye. Explicado de forma simple, si en una comunidad (pueblo, ciudad, región) se ha desarrollado la fabricación de productos de hierro durante generaciones, es más natural que en el futuro se tienda a una economía basada en actividades vinculadas a la fabricación de productos de hierro que a fabricar productos textiles, por ejemplo. La experiencia, los conocimientos, la capacitación de la mano de obra o incluso las infraestructuras disponibles hacen que eso sea lo natural (esto a veces puede tener un vertiente positiva, si genera nuevas actividades, pero a veces negativo por querer quizá aferrarse a una actividad que ya no tiene futuro). Pero ya digo, no tiene por qué ocurrir así porque hay otros factores en juego que no dependen de los actores locales. El proceso de terciarización que se ha dado en algunas localidades vascas como Barakaldo o la propia Eibar tras la crisis de la década de 1980 es un ejemplo de ello. Del mismo modo, no es fácil cambiar esas tendencias, tanto por razones económicas (una crisis que nos obligue a redirigir nuestra industria hacia otros productos, por ejemplo) como de otro tipo, como pueden ser las éticas o morales (en Eibar la reducción de la producción armera y su sustitución por otros productos fue un proceso que duró décadas).


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