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Tribuna
De camino a la huelga general feminista del 30N
Nos acercamos a la huelga general feminista del 30 de noviembre en un contexto político marcado por la privatización y precarización de los servicios públicos, fundamentalmente por mujeres y cuyas deficiencias suplen principalmente mujeres cuidando. La destrucción de lo público se observa desde las derivaciones de Osakidetza a la sanidad privada hasta la victoria de Milei en Argentina, cuyo propósito último es acabar con los derechos, y destruir los pocos recursos públicos del Estado para ponerlos al servicio del mercado. Esto, mientras se perpetúa un genocidio sobre Gaza que ha levantado una enorme ola de movilizaciones favorables al pueblo palestino, y que han sido minimizadas a nivel mediático por la presencia de la extrema derecha en las calles, apelando a la reminiscencia franquista como solución a un gobierno que, de por sí, aplica muchas políticas liberales y de derechas.
El proceso colectivo que ha llevado a esta convocatoria de huelga ha sido largo, desde las primeras reuniones de Bizitzak Erdigunean durante el confinamiento estricto de la pandemia, hasta este otoño de actividad centrada en las comarcas y los barrios. Creemos que no se puede entender este proceso sin mirar cómo, durante los últimos años, el movimiento feminista ha vivido una fuerte renovación a escala internacional, señalando un horizonte de ruptura con el sistema capitalista en su conjunto.
“La tercera ola feminista ha permitido construir una nueva subjetividad de clase, que parte de la opresión de género y va más allá de ella, incorporando los ejes antiliberal y antirracista”.
La tercera ola feminista ha permitido construir una nueva subjetividad de clase, que parte de la opresión de género y va más allá de ella, incorporando los ejes antiliberal y antirracista. En este largo proceso de organización, debate y acción, el feminismo se ha consolidado como una teoría política que interpela a la totalidad del sistema capitalista, y a la dinámica compleja de opresiones constituyentes del mismo.
Dentro de la variedad de propuestas teóricas y militantes, la teoría de la reproducción social plantea que el capitalismo organiza el conjunto de relaciones sociales, incluyendo las patriarcales, las racistas y las ligadas a la producción, con tal de garantizar la reproducción de una fuerza de trabajo barata y disciplinada que permita la acumulación de capital a través de la extracción de plusvalor y la desposesión. En este sentido, lo productivo y lo reproductivo se entienden como partes indisociables del engranaje de acumulación capitalista, siendo lo reproductivo la condición necesaria para el mantenimiento de lo productivo.
Opinión
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Adoptando este punto de partida, la convocatoria de huelga general por un sistema público comunitario de cuidados nos interpela a toda la clase trabajadora, ya que todas dependemos y participamos de la esfera reproductiva. La reproducción social parte de la reproducción biológica de la clase, pero atraviesa el sistema de cuidados de manera integral, desde lo doméstico, la educación, la sanidad y la dependencia, e incluye la construcción de lo cultural, de las subjetividades capitalistas, unas subjetividades disciplinadas que respondan a las necesidades del sistema. La supervivencia del capitalismo necesita una infraestructura psicológica asentada en creencias meritocráticas, consumistas, individualistas y autoritarias, desde las que naturalizar las jerarquías sociales, raciales y de género.
“El capitalismo es un sistema total que transforma de manera continua las relaciones de opresión colonial, racista y de género, para orientarlas a garantizar el mantenimiento de las lógicas del capital”
La construcción de la clase es consecuencia de las formas que adquiere la lucha de clases, las lógicas de solidaridad que la impulsan, las transacciones que se generan en espacios concretos de elaboración colectiva, organización y movilización. Son procesos complejos, vivos, pero no podemos obviar que los sistemas de opresión operan también en nosotras. El capitalismo es un sistema total que transforma de manera continua las relaciones de opresión colonial, racista y de género, para orientarlas a garantizar el mantenimiento de las lógicas del capital. Garantiza la reproducción de una clase trabajadora diversa, con distintos precios en cuanto a su fuerza de trabajo en función de las lógicas de opresión de raza y género. Esta afirmación no pretende ser una excusa sino un revulsivo para que expandamos, o mejor dicho, dejemos expandir, a ese sujeto de transformación. No podemos permitirnos dejar a nadie fuera.
El proceso de construcción de esta huelga feminista general nos lleva a plantear la necesidad de avanzar hacia nuevos mecanismos de solidaridad y resistencia militante. Durante las huelgas feministas de 2018 y 2019, no solamente se actualizó la vigencia de las huelgas como mecanismo de lucha política (más allá del conflicto laboral concreto), sino que también se desarrollaron herramientas nuevas: la visibilización de la ausencia del derecho a huelga, los espacios de cuidados, el uso de las redes sociales.
En este sentido, y aunque pongamos el foco en la opresión de las mujeres en el seno de las relaciones capitalistas, entendemos que la huelga feminista general no es solo una reivindicación por las condiciones laborales y los salarios de las mujeres en los sectores ligados a la reproducción de la vida, sino una interpelación a la totalidad del sistema.
Las sucesivas huelgas en todos los sectores de la reproducción social, en residencias, escuelas, servicios de limpieza o ambulancias, apuntan a la necesidad de un sistema público, social y popular de cuidados que garantice la dignidad en el trabajo sanitario, educativo y en la atención a las personas mayores. Por este motivo, transformar el actual sistema de cuidados es una reivindicación profunda, que apunta a todas las dimensiones de la vida y de la política, desde las relaciones en nuestros hogares y comunidades hasta las decisiones económicas y fiscales.
Subcontratas
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La dinámica de esta huelga permite plantear una estrategia de confrontación que se sale del marco de concertación y negociación con el Estado; permite ir más allá de apelar al régimen PNV-PSE para que redirija sus políticas contra el desmantelamiento del sistema público y de cuidados. Consideramos esta huelga como un instrumento de lucha para transformar la totalidad de las relaciones constituyentes de este capitalismo depredador, para crear nuevas subjetividades desobedientes y apelar a un horizonte de emancipación desde una praxis feminista de clase.
Por eso, tan importante como conseguir las prioridades que nos marcamos a corto plazo, consideramos central seguir imaginando juntas a largo plazo, y construir nuevos modelos de vida y de poder popular. Con esta convocatoria de huelga general feminista, el feminismo vuelve a innovar en su estrategia de lucha, demostrando que sus acciones no se circunscriben a fechas concretas, e interpela a todos los actores sociales y políticos con una movilización amplia.