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El Circo de la vida
En un primer instante, 13.000 millones de años atrás,
(semanas más, semanas menos), comenzó el tiempo
en el silencio del caos de la singularidad
y con violencia inusitada empezó a elaborar estrellas,
galaxias, satélites, agujeros negros, soles que chocan
y crean lunas y planetas con pájaros y algarrobos
y un cometa que todo destruye, como esta idea
que se desvanece cuando un artista suena una trompeta
y renace la armonía.
Como todo alumbramiento, aquel Gran Pum,
también fue violento, sin augurios de paz ni ternura,
como la leona que mata crías ajenas
por amor a sus cachorros, como nuestros dioses:
celosos y vengativos. Pero no somos leonas,
ni explosión primigenia, ni dios y por eso oramos
para que aparezcan trompetas y timbales
a traer equilibrio: ese estado en el que la suma
de todas las fuerzas que nos oprimen son iguales
a Cero.
Suena el dolor en el cante jondo, la milonga y el blues
y esas eternas lágrimas liberan alegrías efímeras
en perfecta conconcordancia con el reloj planetario
de 4.000 millones de años, días más, días menos.
Los viejos impactos crearon estas ondas gravitacionales,
aquellos diluvios fermentaron estos vinos, aquel caos
llevaba en sí estos abrazos tan humano y la risa coral
de amigos, actores y espectadores funámbulos,
en esta maravilla de circo universal.
Ramón Haniotis