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Cada día, muy temprano se levantan
y cuchichean planes y sueños; luego
acuden a la realidad de cuentas que pagar.
La hija mayor, llena de polen y mariposas,
irrumpe brillante y opaca al naciente sol,
su risa es una ovación a los mayores.
Todos saldrán de prisa y atropellados
rumbo al bus, el metro o el tren, esos reptiles
que no esperan y se mofan de las carreras.
El más joven camina entredormido y sonríe,
traga trozos de pan y deja caer migajas
como un alegre aprendiz de Pulgarcito.
Yo me quedo hasta el atardecer en el lecho,
todo para mí es el reino de la casa silenciosa
para dormir sin límites hasta la noche.
Allá ellos, mi padre corrigiendo el diario,
mi madre enseñando piano, mi hermana
con su teatro y el peque con su cole.
Apenas retornen ellos y las sombras, saldré
a por mi cerveza, por mi club, y por mis colegas
y aquel que se atraviese, ese, la paga por todos.
Allá ellos si creen que la libertad está fuera
del botellón, de molestar a las muchachas,
o acorralar al inmigrante sucio y cabrón.
La libertad es graznar y rebuznar en el estadio,
no en el vuelo de las abejas ni en los libros,
la libertad está donde mando yo.
Ramón Haniotis