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Monumento a la señora desconocida.
Ojos que Abren Puertas o las Cierran
Encaramada a un camión sin matrícula ni brújula
partió la mujer hace mucho tiempo y más distancia
entre cuerpos apretada usada vendida y comprada
y siempre eran otros los conductores que guiaban
El aire de la noche descansaba al fresco y esperaba
el anuncio de la mañana para florecer en mariposas
y la muchacha caminaba sobre la arena dorada y roja
como antes lo hicieron millones de pies cansados
Recelosa sube a la cáscara de nuez hecha de maderos
unidos por hilos de agua y el soplido de los peces
la niña que cuida de su muñeca más que de sí misma
cuando sube a la cima de la ola y baja al fondo del mar
El asombro tiende su manto sobre los rostros de la mujer
la niña y la joven cuando topan con una pared casi tan alta
como aquellas pirámides levantadas por los abuelos
de sus abuelos con su libre hacer y su piel y ojos soleados
Ellas no saben que no alcanzarán nunca su sueño de paz
porque ese muro del horizonte al cielo solo abre sus puertas
a bienes y mercancías y jamás a quien no quiere ocultar
los vivos colores con que el Sol pintó en sus alegres pieles
Ellas preguntan a qué dioses se obedece cuando los muros
dividen jardines o México de New Mexico o separa el Oriente
o el que parte la Hispaniola de la Ispayola que es una sola isla
toda negra toda blanca toda morena toda mulata toda taína
Hoy se ve una reja abrirse por magia frente a un iris azul
y cerrarse veloz y violenta ante ojos rasgados y negros
o almendrados y castaños siendo que todos lloran igual
a sus muertos y se alegran en torno al fuego y su danza
Ramón Hanotis