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El partido estaba perdido, aunque aún no lo sabíamos. Este era un paso de gigante en la lucha contra las violencias machistas, y cuando quisimos darnos cuenta, el terreno de juego se plagó de minas. Bombas en forma de contadores de rebajas, de condenas, y de violadores y pederastas excarcelados. Las mujeres entrampadas desde el minuto uno. Todas. Contadores por doquier y al gusto, de todos tamaños, con luces de neón, en teles, radios, digitales, wasaps, o tablones en las calles. Por tierra, mar y aire. Las pizarras que usan en algunas teles para explicar la inflación, hubieran ayudado a dar alguna vuelta más al asunto, pero ni pizarras. Solo se ha necesitado rastreadores y sabuesos a la caza de rebajas de penas por los tribunales de todo el país. Cualquier dato que oliera a sangre serviría. Y esperar.
Era cuestión de tiempo que la alarma social y el pánico sexual desatado hicieran el resto. Para más inri, los vientos de unas elecciones y una campaña electoral inminente aventuraban una victoria segura. El PSOE cedió a este chantaje chapucero, y se ha subido al carro de la derecha, azuzado por la ultraderecha, para pitar el fin del partido. Como un árbitro de Negreira. Saltó a la pista y, en lugar de mandar al banquillo a los fulleros y denunciar el amaño, se dedicó a señalar, por activa y por pasiva, que el fabricado estado de terror, acabaría modificando una pequeña “errata”, en palabras de Patxi López. Una “errata” que modifica la naturaleza de la ley, y acaba con el consentimiento como eje vertebrador de cualquier acto sexual.
Nos la han metido doblada, y a otra cosa mariposa, que toca exhumar a un fascista. Preocupa y sonroja que un Parlamento cambie leyes a golpe de titular, en tiempo récord, de manera urgente, y sin realizar un estudio meramente razonable y profesional sobre lo que estaba pasando: analizar qué sentencias, qué cuantías, sobre qué delitos, y caso por caso para tener una visión global, que nos permita mejorar la norma sin modificar su esencia. La jugada es tal, que se llevan por delante un importante avance en los derechos de las mujeres, otro cachito de la credibilidad del PSOE y quien sabe si la ruptura definitiva del Gobierno de Coalición. Pero tranquilidad y buenos alimentos. La misma noche de su aprobación, las principales tertulias destacaban que al menos “los contadores van a desaparecer”. Aleluya.
Las mujeres hemos sido derrotadas en base a una farsa, a la descarga de odio, a través un debate envenenado, que ha violentado a toda la sociedad. Las víctimas, y las afectadas directas por las rebajas de penas, han estado presentes de manera secundaria y en algunos casos rozando el amarillismo. Por su parte, las organizaciones feministas en un rincón del tablero, con mensajes de denuncia del clima contaminado y tratando de poner sobre la mesa las implicaciones positivas de la ley. Pero con poco alcance, y en muchos casos utilizadas como arma arrojadiza para atacar a partidos políticos. También se ha dado el caso contrario, el de líderes y lideresas de primera fila que no han levantado la voz contra este retroceso de derechos, a pesar de disponer de mejores altavoces. Sí lo han hecho, por su parte, centenares de juristas, pero a ninguna de ellas se las ha escuchado en prime time.
El espíritu de la Ley del Sí es Sí ha caído en combate, acorralado en una esquina del ring, frente a unos pupilos que golpeaban aún después de la refriega. Algunos de los protagonistas de las grandes jugadas, que sumaban decibelios al horror, tratan de humillar a quienes denuncian la estafa. Para ello, señalan de “tóxicos” e “irresponsables” los mensajes que advierten del retroceso de la contrarreforma, alegando que ahora alejan más a las mujeres víctimas de violencias machistas de la denuncia. Es decir, quien ha contribuido al terror informativo, ahora califica de tóxico e irresponsable señalar el retroceso. Hay que tenerlos cuadrados.
Quienes dicen que desde hoy hay que tener heridas para demostrar una agresión sexual desincentivan que las víctimas denuncien haciéndoles pensar que nadie les creará y tirando por tierra el trabajo de jueces, fiscales, psicólogos, policías... Un mensaje tóxico e irresponsable
— Alfonso Pérez Medina (@alfonsopmedina) April 20, 2023
Lo cierto es que solo denuncia un 17% de las mujeres agredidas sexualmente y que 1 de cada 4 no se lo cuenta nadie. ¡Un 17%!, y ¡1 de cada 4! La Ley del Sí es Sí, en su primera redacción, precisamente daba un paso adelante para incentivar las denuncias. Imaginaos, a tertulianos y tertulianas, periodistas y periolistos de los principales centros mediáticos día y noche, dando la “turra” con la importancia de denunciar, en lugar de decirlo de pasada. Abriendo informativos anunciando el fin de uno de los mayores obstáculos para ello: demostrar violencia y la intimidación para que nos crean.
Con contadores añadiendo datos de cada asesinato machista, o de las violaciones que se producen cada día o de las veces en las que el PP ha frenado cualquier avance legislativo feminista. Imaginadles, animando, insistiendo, en cómo serán los nuevos centros de acogida que abrirán en todas las provincias, en desglosar de manera quirúrgica los recursos y los tipos de asistencia para denunciantes y no denunciantes que se desplegaran, de cómo los avances se enfocan en reparar a las víctimas y en acabar la cultura de la violación.
Imaginaos un debate no copado por mensajes hacia los agresores, sino por titulares del calibre de “Fin del calvario de demostrar violencia en las agresiones sexuales”, “Preguntar cómo ibas vestida, pasará a la Historia” o “PP y PSOE se alían para frenar los derechos de las mujeres”. Al menos, para equilibrar el hecho de que el enfoque feminista ha brillado por su ausencia. Eso sí, es tóxico e irresponsable.
El olor a azufre, ese que asoma desde los infiernos siempre que las mujeres avanzan, lo impregnó todo. El PSOE ha aceptado ese marco depredador, y se ha sumado a los trileros que repartieron las cartas de esta partida infame. Se apuntan el tanto de este campeonato histórico, pero, por suerte, queda mucha liga. Y va para largo. Que sigan entrenando.
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Seguro que no ponen el contador para quienes mueren en el Mediterráneo.
Ni para las pérdidas económicas y humanas por la amnistía fiscal de Montoro o del rescate bancario.