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Director emérito del Max Planck Institute for the Study of Societies de Colonia.
Este año la campaña alemana ha sido aun más aburrida de lo habitual. Madre Merkel ha dominado de forma suprema y Schulz comenzó dos semanas antes de su coronación a rogar por que le adoptara como su hijo favorito. Una forma mediante la que ha tratado de cautivarla ha sido prestándole toda su ayuda a la hora de denunciar cualesquiera declaración irrespetuosa, con independencia de su contenido y de quien la profiriera, como una forma contribuir al juego sucio de Alternative Für Deutschland (AfD). Éste es el nuevo partido de derecha al que Merkel ayudó por error a cobrar vida, cuando abrió las fronteras alemanas en 2015 para librarse de su imagen de "reina de hielo" alemana y europea.
¿Realmente puede Alemania desear gobernar Europa? ¿Debería permitirse a Bruselas dar órdenes a Polonia y Hungría? ¿Qué debe hacerse con la deuda y el estancamiento persistentes, que asola a los países mediterráneos sometidos al euro? ¿Cuánto tiempo puede seguir el BCE imprimiendo dinero? ¿Cómo afectan los tipos de interés igual a cero a los planes de pensiones privados? ¿Qué están haciendo las tropas alemanas en la frontera rusa? ¿Qué tipo de régimen de inmigración debería tener Europa o Alemania como parte de Europa? ¿Cómo puede mantenerse el actual modelo alemán de pensiones sin elevar la edad de jubilación? ¿Qué hacer respecto a la creciente desigualdad presente en la sociedad alemana? ¿O respecto al continuo cambio climático? ¿Cómo curar la creciente grieta que se ha abierto con la comunidad turca en Alemania?
Ninguna de estas preguntas surgió en momento alguno durante la campaña electoral. Merkel no las planteó y el resto de partidos "responsables", es decir, aquellos que esperaban ser invitados a su gabinete, siguieron sus pasos, principalmente Schulz y el SPD, ante el miedo de ser acusados por sus esbirros políticos y en los medios de comunicación de ayudar a AfD.
En ningún aspecto es más visible la desintegración de la sociedad de Alemania, que en el ascenso del partido AfD
No es que AfD estuviera planteando esas preguntas. A lo mejor le hubiera gustado, pero nunca llega a hacerlas debido a su propia ineptitud, pero también porque todos los buenos alemanes se han unido al "conjunto de fuerzas políticas responsables", que las encuentran demasiado desagradables como para escuchar su formulación. El nivel de conformismo político en la Alemania de hoy es sobrecogedor.
Casi tres décadas después de la unificación, Alemania del Este está llena de gente que se siente insultada por la falta de respeto a su historia y modo de vida
Al mismo tiempo, AfD es, sin duda, el partido nuevo más necio que jamás haya aparecido en la escena alemana. Sus líderes son un grupo de ególatras dedicados a protagonizar luchas intestinas, unidos a una buena colección de fanáticos protofascistas. "Políticamente", el partido se especializa en la utilización de un lenguaje soez para llamar la atención de aquellos que hace tiempo abandonaron el civismo burgués y se hundieron en el fondo de una sociedad cada vez más dividida; entre ellos se cuentan, sin duda, los vándalos que están devastando las playas de Mallorca. Un partido sin dinero, sin talento político, que no concita respeto en la sociedad civil, sin intelectuales, sin respaldo entre la alta burguesía, pertrechado tan sólo con un discurso malhablado y que aun así consigue más del 10 por 100 de los votos. En ningún aspecto es más visible la desintegración de la sociedad de Alemania, que en el ascenso de este partido, el cual en cualquier sociedad decente estaría condenado a ser un perdedor nato.
Apuntemos, por cierto, que AfD tiene su base regional más fuerte en la antigua República Democrática Alemana, que solía ser el territorio del partido de izquierda, Die Linke. Casi tres décadas después de la unificación, Alemania del Este está llena de gente que se siente insultada por la falta de respeto a su historia y modo de vida, que siente que la nueva economía y sociedad capitalista ha devaluado todo aquello que ha defendido y por lo que ha trabajado durante toda su vida.
Parte de la historia es que la renta media per cápita en Alemania del Este es aún sólo el 73 por 100 de la registrada en Alemania del Oeste, sin que ello vaya a cambiar en un futuro próximo. Este hecho, y la política muy desagradable que produce, podría recordar a los políticos alemanes las cosas que pueden ir mal si se implementa una unión monetaria prematura, que impone una moneda fuerte sobre una economía débil, como ha sucedido durante la década de 1990. Pero aquellos dispuestos a abordar esta cuestión pueden contarse con los dedos de una mano.