Dana
Una treintena de jóvenes malviven en una fábrica abandonada tras la dana

Se encuentran en Aldaia (Valencia) desde el pasado 29 de octubre, cuando sus anteriores hogares fueron devastados.
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Espacio donde cocinan los jóvenes que residen en esta fábrica abandonada Eva Máñez

A pocos kilómetros de donde se mueven el Ejército, los bomberos, la UME, la maquinaria, donde ayudan voluntarios de todas partes y hay puestos de comida solidaria, camiones y furgonetas con material para los afectados de la Dana, una treintena de jóvenes malviven en una fábrica abandonada, ajenos a ese entramado de solidaridad que no les alcanza.

Estos migrantes olvidados por todo el mundo, la mayoría de menos de treinta años, muchos de ellos sin papeles y llegados en patera, antes vivían en las localidades afectadas por la dana, entre albergues, chabolas y viviendas precarias que el torrente de agua y lodo se llevó por delante.

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Fábrica abandonada en Aldaia (València) donde malviven una treintena de jóvenes Eva Máñez

Boutaina El Hadri, activista de origen marroquí, vicepresidenta de la ONG Casa Marruecos y vicepresidenta del Consejo Valenciano de las Migraciones, ha denunciado esta situación en ese órgano –en el que se sientan varios cargos de la Generalitat–, pero no ha tenido respuesta. Visitamos el asentamiento con ella y con Lourdes Mirón de Joves Sólides. “El Ayuntamiento de Aldaia les niega el empadronamiento”, nos cuenta Lourdes, “bloqueando su acceso a derechos fundamentales como la sanidad pública y cualquier posibilidad de regularización”.

“El Ayuntamiento de Aldaia les niega el empadronamiento”, nos cuenta Lourdes, “bloqueando su acceso a derechos fundamentales como la sanidad pública y cualquier posibilidad de regularización”

A lo que Boutaina añade que, “estas personas están siendo objeto de un racismo social e institucional sistemático, lo que les impide acceder a los servicios básicos y, hasta la fecha, no han recibido ninguna ayuda ni del gobierno autonómico ni del central, a pesar de ser también víctimas de la dana”.

La lucha por empadronarse

Boutaina explica que “durante la pandemia se habilitaron espacios para este tipo de gente, pero en esta crisis se han olvidado de ellos. Ahora trabajamos en red varias ONG, les acompañamos con los trámites administrativos, sobre todo. Es una lucha con el Ayuntamiento de Aldaia que dice que no los quiere empadronar porque este sitio en inhabitable, pero la ley dice que tienen derecho al padrón aunque vivan debajo de un puente”. Al no estar empadronados en ningún lugar, quedan automáticamente excluidos de cualquier tipo de programa de ayuda institucional.

“Por el momento hemos conseguido que les permitan rellenar la solicitud, pero en la oficina dicen que tienen tres meses para resolverlo y que seguramente será negativo”, lamenta Boutaina, quién nos presenta a algunos de los habitantes de esta fábrica abandonada, migrantes sin papeles convertidos ahora en refugiados climáticos de la dana.

El primero que se presta a enseñarme su habitación es Soufrone Elbada, de 33 años, que llegó a España hace un año y dos meses desde Marruecos donde trabajaba como guardia de seguridad en la ciudad de Salé. Como carece de la documentación reglada, su forma de subsistencia es la búsqueda de chatarra. Vivía en un bajo que fue arrasado por la Dana y desde entonces vive aquí.

Su vecino en Marruecos y en la habitación contigua es Abdelhamid Aitmansour, de 27 años. Jugaba en el equipo de fútbol de Salé y su sueño era poder hacerlo también en España. Cuenta que estuvo hablando con un club en Castellón, pero no pudo entrar por carecer de papeles. Sigue haciendo deporte, aunque con el hambre y la miseria reconoce que hay días que no tienen ganas.

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Me enseña una copa llena de barro que ha encontrado entre los objetos que la dana arrastró: “Yo pensaba que podría jugar en España, pero sin papeles no puedo estar en ningún club“. Abdelhamid estuvo seis meses en un albergue cuando llegó, luego se fue a trabajar a Francia y también ha trabajado de camarero. Cuenta esto mientras enseña unas maderas, ya que ahora su mayor preocupación es intentar cerrar la ventana con palés para que no entre tanto frío.

Hace poco Dris se puso muy enfermo y lo ingresaron en La Fe con un problema cardíaco, el médico dijo que no lo operaba porque el lugar donde vivía no reunía las condiciones sanitarias para el postoperatorio

El más veterano es Dris, que tiene 43 años, no sabe leer ni escribir ni tampoco habla español. Boutaina va traduciendo: está divorciado y tienen un hijo de cinco años al que no ve desde que salió de Marruecos hace tres años y ocho meses. Allí era marinero, quizás por eso era el patrón de la patera en la que vino a España, al llegar fue detenido y como patrón de la embarcación pasó tres años en la cárcel. Hace ocho meses que salió en libertad y desde entonces vive en este lugar ya que no tienen dinero ni a donde ir. Hace poco se puso muy enfermo y lo ingresaron en La Fe con un problema cardíaco, el médico dijo que no lo operaba porque el lugar donde vivía no reunía las condiciones sanitarias para el postoperatorio. La trabajadora social del hospital intentó buscar un recurso habitacional sin éxito.

Gussama prefiere no salir en las fotos. Es el que mejor habla castellano porque llegó en 2019 y fue a la escuela en un centro de menores. Salió de Marruecos con apenas 14 años. “El viaje fue duro”, me cuenta, “muy duro. Fueron cinco días en el mar sin comer, dos horas más en aquella patera y hubiera muerto.“ Gussama llegó a la costa de Cádiz y lo ingresaron en un centro de menores en Algeciras.

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“De allí me escapé porque no me gustaba nada como me trataban”, continúa con su historia. “Vine a Valencia de polizonte en un tren de combustible y aquí entré en un centro de menores donde estuve estudiando hasta que cumplí los dieciocho años y tuve que irme”. Trabajó en la hostelería y tenía el título de arrocero y el carnet de manipulador de alimentos hasta que los perdió junto a su NIE, el móvil y la cartilla del banco, durmiendo en la calle en Torrent. Desde entonces duerme aquí.

Vamos visitando habitáculos, hablando con ellos, escuchando historias de sueños y hambre. Un saco de boxeo cuelga frente a una ventana, un chico lo golpea sin muchas ganas. Dos argelinos, llamados ambos Mohamed, me cuentan que vivían juntos en una caravana en Aldaia cuando el barranco se desbordó, vieron como el agua les entraba dentro y salieron pitando. Consiguieron salvar la vida andando por calles donde el agua les llegaba por encima de la cintura y vinieron hasta esta fábrica. La caravana, que no fue arrastrada por el agua, ya está ocupada por otras personas.

¿Qué es lo más duro de vivir aquí? Hablan varios y la conclusión es que lo peor es el frío y también el olor que es, según ellos, inaguantable. Se quejan de que no se pueden duchar

Se crea un corro con varios chicos, habrá una docena alrededor de Boutania que me hace de traductora. ¿Qué es lo más duro de vivir aquí? Hablan varios y la conclusión es que lo peor es el frío y también el olor que es, según ellos, inaguantable. Se quejan de que no se pueden duchar. A poca distancia hay una fuente pública y allí se asean como pueden con miedo por si la policía les multa. El miedo a la policía es generalizado, ayer uno de los muchachos salió en la noche a por unos medicamentos y la policía le multó con 200 € por no llevar luz en el patinete.

Y así van sumando multas, pequeñas sanciones que cada vez les alejan más de la posibilidad de reconstruir una vida digna. Muchos de ellos están enfermos, uno de los que habla castellano me dice directamente sin traducción que, “el aire entra por todas partes, el frío a la noche es horrible y por el día tenemos los mosquitos y la basura. Tenemos hambre y por eso nos enfermamos”, concluye.

Les pregunto por la ayuda durante la dana y me cuentan de organizaciones que no han querido darles comida diciéndoles que ellos no son afectados por las inundaciones o que la comida era solo para gente de Aldaia o Alaquàs

Les pregunto por la ayuda durante la dana y me cuentan de organizaciones que no han querido darles comida diciéndoles que ellos no son afectados por las inundaciones o que la comida era solo para gente de Aldaia o Alaquàs y no para ellos. Una furgoneta les ha dejado ropa tirada a la entrada y se ha ido sin ni siquiera hablar con nadie. Una veintena de ellos fueron evacuados a un albergue de Castellón, pero a las dos semanas tuvieron que abandonarlo y volver por sus propios medios a este lugar. Actualmente Casa Marruecos, junto a Joves Sólides e Intermón Oxfam están trabajando en red tratando de dar algún tipo de ayuda de emergencia.

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La activista de Casa Marruecos Bouitana El Hadri habla con los jóvenes residentes en la fábrica abandonada Eva Máñez

Boutaina El Hadri conoció de la existencia de este asentamiento cuando repartían comida halal en varias poblaciones los primeros días tras la Dana y vieron a unos jóvenes acarreando agua en bidones. Hablaron con ellos y los acompañaron a la fábrica abandonada. Dice Boutaina que se quedaron en shock cuando vieron que no eran dos o tres chavales sino varias decenas. Desde Casa Marruecos les trajeron comida y consiguieron que el Ayuntamiento de Alaquàs hiciera lo mismo. “También les trajimos algunos sacos de dormir, pero eso son parches no soluciones“, afirma Boutaina.

El pasado jueves 9 de enero, según denuncia Boutiana, ocho vehículos de la Policía Nacional de Xirivella han irrumpido en la fábrica abandonada de Aldaia. En esa intervención, se llevaron a siete de estas personas

Es el Ayuntamiento de Alaquàs el que trasladó a una veintena a un hostal a Castellón. Ahora ya pasada la emergencia las instituciones no quieren saber nada de ellos, Boutaina cree que en Alfafar y en Torrente hay otros espacios como éste donde malviven los olvidados de la Dana.

El pasado jueves 9 de enero, según denuncia Boutiana, ocho vehículos de la Policía Nacional de Xirivella han irrumpido en la fábrica abandonada de Aldaia. En esa intervención, se llevaron a siete de estas personas. “Esto es el resultado de haber denunciado una injusticia social, de haber informado a los medios de comunicación y de exigir el derecho al empadronamiento. Es profundamente lamentable que, en un momento de máxima vulnerabilidad, estas personas sean tratadas de esta manera”, lamenta la activista.

Varias ONGs han pedido, sin éxito por el momento, una regularización de urgencia debido a la catástrofe humanitaria tal como recoge el propio reglamento de la Ley Orgánica 4/2000 sobre derechos y libertades de los extranjeros en España y su integración social. Según estimaciones de Intermón Oxfam, alrededor de 40.000 migrantes en situación irregular habitan o habitaban en las áreas impactadas por la Dana.

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aguila
12/1/2025 11:47

Un médico que se niega a operar a un enfermo ..............
Un funcionario que niega el empadronamiento, que es un derecho (y un deber) ..................
En cada situación de emergencia, salimos mejores.
Sin comentarios.

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