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El pasado 18 de octubre se celebró la presentación del libro Escuela y libertad en el espacio social La Enredadera (Mérida) con la presencia de sus dos autores, Carlos Fernández Liria y Javier Mestre. Fruto del diálogo mantenido y de las reflexiones compartidas nace este intercambio de ideas sobre las fortalezas de la Escuela pública, la función social de la Educación, la libertad de enseñanza, el conocimiento ilustrado y los derechos de la infancia, fundamentos para seguir defendiendo la Educación pública como elemento clave.
Raúl Gijón (RG): En vuestro libro, destacáis que una de las grandes fortalezas de la Escuela pública es que garantiza un espacio sin adoctrinamiento ¿Consideráis que ese valor sigue actualmente vigente pese a la ola conservadora que nos invade?
Carlos Fernández Liria (CFL): Si el sistema de oposiciones funciona bien, los profesores obtienen su plaza según fundamentalmente el saber de su materia. Ahí no hay ni puede haber filtro ideológico alguno (tanto más cuanto que cuatro de los cinco miembros del tribunal han sido elegidos aleatoriamente). Y aunque algún tribunal lo intentara, otros muchos tribunales lo compensarían. De este modo, la plantilla de profesores por oposición tiende a ser ideológicamente representativa de lo que hay en la sociedad. De este modo, habrá profesores de derechas y de izquierdas, algunos homófobos y otros homosexuales, queers o trans; más ricos o más pobres; ateos o creyentes. Nadie puede controlar o dirigir lo que vaya a salir. Y luego, esos profesores tendrán libertad de cátedra.
Más allá de esos contenidos, lo único que puede garantizar la objetividad ideológica es la pluralidad, y sólo la escuela pública con su sistema de oposiciones es capaz de consolidarla
Tenemos, eso sí, los contenidos científicos, garantizados por una interminable discusión en la historia de la ciencia. Más allá de esos contenidos, lo único que puede garantizar la objetividad ideológica es la pluralidad, y sólo la escuela pública con su sistema de oposiciones es capaz de consolidarla. Pero si se quiere poner esto en su verdadero valor, no hay más que compararlo con la situación en ese desierto de libertades y ese sectarismo ideológico que representa la enseñanza privada y concertada.
RG: Describís que los buenos maestros son comprensivos, saben escuchar, obran con justicia, son pieza clave para la convivencia en el lugar de la razón, saben tratar a los niños según sus necesidades. A mí me cuesta cada vez más encontrar a ese maestro ilustrado entre la maraña burocrática que nos invade, la presión social, la competitividad... ¿Realmente seguís creyendo que los docentes en la actualidad cumplimos ese canon?
CFL: ¿Y cuál sería la alternativa? Al final, la cosa deriva siempre en un sistema de oposiciones (o peor, de entrevistas de trabajo o algo así) que exija a los profesores saber convertirse en trabajadores sociales para la gestión de un material humano que ya se da por perdido. Los buenos maestros lo tienen más difícil, hay centros de enseñanza que son casi impracticables. Pero la causa está en el deterioro y la falta de recursos. También en que la enseñanza concertada y privada filtra, selecciona y segrega, dejando a la pública los problemas sociales más acuciantes. Vivimos en una sociedad injusta, competitiva y segregadora. La escuela pública es la que más sufre las consecuencias. Pero lo que hay que cambiar no es la escuela, es la sociedad.
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Javier Mestre (JM): En “Escuela y libertad” hablamos de que es muy difícil establecer qué es un buen docente; lo que para unos es estupendo, para otros puede ser lamentable. Como bien dice Carlos, de eso solo nos defiende la pluralidad. Y la pluralidad conlleva siempre riesgos e imperfecciones. Pero es superior el bien general que conseguimos con ella a lo que conseguiríamos con cualquier sistema que intentara imponer sesgos en el procedimiento de selección. Como en todas las facetas de la vida y la sociedad, en la escuela pública hay unos pocos individuos que delinquen y que maltratan, pero podemos afirmar que el trato a los estudiantes y la convivencia en los centros de enseñanza públicos son razonablemente buenos. Es uno de los espacios más garantistas de la sociedad.
RG: Habláis de la voracidad privatizadora que nos invade y que, en los últimos años, se ha centrado en la Educación. Exponéis que la LOMCE y la LOMLOE son las principales herramientas para que ese proceso privatizador continúe y termine afectando irremisiblemente al sistema educativo público. ¿Cómo podemos revertir ese proceso? ¿Cuáles son las cuatro claves o aspectos que deberíamos tener en cuenta para cambiar esa dinámica?
CFL: Hombre, si por mi fuera, lo ideal sería suprimir la enseñanza concertada e incluso prohibir la privada. Y, especialmente, que las hijas y los hijos de cualquier cargo público, desde el presidente del gobierno o los ministros, hasta el último alcalde, tuvieran que matricularse en la escuela pública que les correspondiera según algún criterio aleatorio. Seguro que así mejorarían mucho las cosas, cuando los hijos e hijas de los ministros empezaran a educarse en ciertos IES que yo me sé…
La LOMLOE es otra ocasión perdida. Cuando se tenía que poner coto inmediato a la progresiva privatización de la enseñanza en nuestro país, se ha puesto el acento en la enésima revolución pedagógica
JM: La LOMLOE es otra ocasión perdida. Cuando se tenía que poner coto inmediato a la progresiva privatización de la enseñanza en nuestro país, se ha puesto el acento en la enésima revolución pedagógica. Hablamos de llegar a cifras europeas, como explicamos en el libro. En nuestro continente, la pública escolariza, en casi todos los países, por encima del 85% de los alumnos y alumnas de la enseñanza primaria y media, mientras que en España estamos en torno al 69% y descendiendo.
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Al mismo tiempo, en vez de tanto cuento metodológico, hay que implementar dos medidas de sentido común: reducir las ratios (que expresamente no se ha hecho ni en la LOMLOE ni en los decretos de implantación, los cuales incluso llegan a decir que su aplicación no tiene que implicar un aumento del gasto) y aumentar contundentemente el profesorado de apoyo para atender a la diversidad. Necesitamos que resuciten y se multipliquen los programas de educación compensatoria y los programas de apoyo vespertino; que haya muchas más plazas de profesores y profesoras de Pedagogía Terapéutica y de Audición y Lenguaje; que haya muchos más recursos para las adaptaciones curriculares en general.
RG: Una de las amenazas de la Escuela es que, actualmente, se presenta como un “solucionador” de problemas sociales “irresolubles”. Explicáis que la escuela no tiene por cometido tapar los agujeros del Estado ni resolver los problemas sociales actuales. ¿Qué podemos hacer mientras llegan esas ayudas sociales y ese refuerzo de la salud mental en nuestro sistema sanitario?
JM: Después de más de 25 años en la docencia, me atrevo a afirmar que la escuela pública es un refugio, un islote de humanidad en un mundo de mierda.
Como el sistema social es cada vez más injusto y excluyente y las políticas públicas apenas mitigan los daños, los graves problemas que sufren niños, niñas y adolescentes nos llegan con toda su crudeza a la escuela, a menudo en forma de distorsión tremenda del ambiente necesario para poder entregarse al estudio y al saber. En realidad, es nuestro voluntarismo el que con frecuencia pone esfuerzos y recursos para tratar de suplir las carencias graves de los alumnos y alumnas y sus familias; muchos aprendemos que solo con ese esfuerzo extra es posible, muchas veces, conseguir que una clase medio funcione. Tienes una realidad conmovedora y conmocionante enfrente de ti y tratas de intervenir como buenamente puedes.
Pero no somos héroes ni somos los salvadores de la deficiente política social de nuestros gobiernos. No podemos convertir la escuela en eso, no podemos ser los encargados de sacar las castañas del fuego a un Estado y a una sociedad que incumplen sus mínimas obligaciones sociales. El objetivo es siempre seguir enseñando y lo perderemos todo si consiguen que dejemos de cuidar la extensión del conocimiento y las artes en la sociedad para convertirnos en la sala de urgencias de la atención social.
RG: Afirmáis que la escuela no es una guardería sino un espacio para la transmisión de conocimientos que precisa de una atmósfera de universales (Sánchez Ferlosio), unas condiciones (requisitos) y un fuerte compromiso ético ¿Cuáles son esas condiciones? ¿Qué hacemos con el alumnado cuyos intereses y necesidades están alejados del aprendizaje, que no ven la escuela como un espacio para crecer y mejorar como individuos? ¿Qué hacemos con los objetores escolares?
JM: La generalización de la enseñanza obligatoria y las enseñanzas medias en España ha ido produciendo una transformación social muy interesante. A pesar de la sarta de delirios legislativos que hemos venido sufriendo, el estado ha garantizado aulas y profes por todas partes y eso ha ido cambiando poco a poco las cosas. Cuando la tasa de abandono escolar rondaba el 30%, menos del 24% de la población tenía un título universitario; hoy en día supera el 40% y esto lleva consigo una tasa de abandono temprano por debajo del 13%. Lo hemos llamado “el milagro del aula”: creemos que esto es un goteo de efectos positivos que se sustenta simplemente en el mantenimiento de las aulas, en seguir pagando a miles de profes para que den clase.
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Muchas veces fallamos con los estudiantes más complicados, que a veces se tienen que quedar fuera porque sencillamente hacen imposible que el resto pueda concentrarse en la tarea. Por lo general, esos chicos y chicas son el reflejo en la escuela de una sarta interminable de injusticias e ignominias sociales y familiares, sobre las que poco podemos hacer los profes salvo poner voluntad y tratar de lidiar con las situaciones intentando que nadie salga demasiado perjudicado. Es muy complicado. En cualquier caso, insisto, la mayor parte de los problemas subyacentes en el fracaso escolar se encuentran en otra parte, en la injusticia social, y los afrontamos, desde la escuela, con un voluntarismo que no puede seguir siendo el fundamento casi único de la política social vigente.
RG: Frente a la creencia general actual, creéis que se confunde un término fundamental en Educación: la libertad de enseñanza. El concepto no consiste en dar la libertad de elección de centro a las familias; muy por el contrario, la libertad es un valor social de enseñanza que garantiza la diversidad, el cumplimiento de los derechos de la infancia, siendo un antídoto contra el adoctrinamiento mediante la transmisión de contenidos que están basados en el principio de impersonalidad. Llegáis a afirmar que no se puede atender la individualización, por lo que es necesario librar de particularidades las aulas, focalizando toda la tarea docente en torno a la idea de que el conocimiento es la clave. En ese sentido, hay que trascender la visión del sector docente al de la comunidad educativa en su conjunto.
Hablando de los derechos de la infancia, el derecho a la Educación inclusiva es un derecho del alumnado que fue promulgado por la ONU en la Convención sobre los Derechos del Niño en 1989, que España firmó y ratificó el 3 de mayo de 2008, tras suscribir la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad en 2006. Ese compromiso exige garantizar una educación inclusiva, equitativa y de calidad y promover oportunidades de aprendizaje durante toda la vida para todos (y todas) ¿Cómo se puede garantizar este derecho entre el alumnado en el planteamiento que vosotros hacéis?
JM: Pues, en verdad, aquí no hay que inventar la pólvora. Es, básicamente, un problema de recursos, sobre todo humanos. El sistema de atención a la diversidad que se puso en marcha en España a partir de la LOGSE hizo que, en los informes PISA, se considerara que nuestro sistema público era de los más igualitarios e inclusivos del mundo. El problema es que siempre falta dotación, sobre todo humana, y las administraciones no dejan de recortar en este campo. Por ejemplo, en muchas comunidades han reducido a mínimos o eliminado por completo los programas de educación compensatoria, que son cruciales en un momento tan complejo como el que vivimos. En el libro intentamos explicar que hay una especie de umbral de la “normalidad” en el aula que se define a partir de la posibilidad de conectar con el concepto, con ese mundo de los universales característico del conocimiento y del cual la escuela es la puerta de entrada. Por lo general, la inmensa mayoría de los alumnos y alumnas consiguen llegar antes o después ahí. Pero siempre hay una parte de los estudiantes que tienen especiales dificultades, por todo tipo de razones, para conectar, y necesitan una atención especial.
El conocimiento era un lujo, el privilegio por excelencia de las clases dominantes. Y la escuela pública, impulsada por las luchas incansables de las organizaciones obreras, consiguió universalizarlo
RG: Según defendéis en vuestro libro, los menores tienen derecho a conocer más allá del mundo ideológico de su familia. La escuela pública es la única que puede garantizar el derecho de los infantes a formar su propio criterio desde el lugar de los universales. Llegáis a decir que los conocimientos son el centro de gravedad de la escuela, la palanca para cualquier consenso sobre educación. Sin embargo, afirmáis en el libro que el alumnado aprende mejor en entornos afectivos. ¿Cómo se pueden conjugar ambas aseveraciones? Quizás pueda ser más factible en la secundaria o en la universidad, pero ¿creéis posible que el planteamiento de los universales debe seguirse al pie de la letra en la Educación infantil o la Primaria?
JM: El conocimiento era un lujo, el privilegio por excelencia de las clases dominantes. Y la escuela pública, impulsada por las luchas incansables de las organizaciones obreras, consiguió universalizarlo. Puso así el cimiento de la conciencia ciudadana en las trabajadoras y los trabajadores: un sentimiento de profunda igualdad, porque ese es uno de los mejores efectos del saber ilustrado.
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Por eso, una de nuestras tesis principales en el libro es la que dice que la transmisión del conocimiento es muy educativa, porque entendemos que es imprescindible educar para poder enseñar. Somos maestros y maestras, queremos enseñar, pero desde el afecto, las relaciones positivas e igualitarias, desde la seguridad personal y jurídica de todos, en especial de los y las menores. Y en Primaria se ponen muchas de las bases del progreso posterior de las personas en la cultura letrada y científica. Son pasitos que se han de dar adaptados a las capacidades de los niños y niñas, siempre en evolución; pero estamos hablando siempre de la introducción al ancho mundo del conocimiento.
RG: El conocimiento es la clave, sostenéis, llegando a afirmar que “el conocimiento lleva consigo la dura carga de la responsabilidad”. Una afirmación que no coincide con lo que actualmente vemos a nuestro alrededor. Muchas de las personas que lideran grupos neonazis, que lanzan proclamas fascistas o xenófobas no son, precisamente iletradas ¿podéis explicar un poco mejor este concepto?
CFL: Por mi parte, ahora que llevo casi medio siglo en la enseñanza, he llegado a convencerme de que la única metodología pedagógica que funciona es la libertad de cátedra. Los profesores hacen mejor lo que saben hacer mejor y lo que hay que hacer es dejarles en paz. Por supuesto que siempre habrá profesores horribles, pero eso no se arregla ni un ápice sometiéndoles a controles o imponiéndoles innovaciones pedagógicas. Además, esas supuestas innovaciones no tienen nada de nuevo, siempre acaban por inventar la pólvora, y cuando no es así, es peor aún, porque normalmente toda esa ideología proviene de la gestión del capital humano empresarial. La escuela pública es una institución que pretende proteger a los niños de la dictadura doméstica que sus familias podrían imponerles. La escuela pública es, ante todo, el derecho que tienen los niños a librarse de sus padres. De la ideología de sus padres y de su inmenso poder de imponer un adoctrinamiento totalitario. Los niños tienen derecho a conocer el mundo tal como es, con toda su diversidad, en lugar de ser criados en una burbuja ideológica.
Si decimos, como dicen los criterios de evaluación de la LOMLOE, que un alumno o alumna aprobará si adopta determinados valores, conseguimos en muchos casos una reacción de rebeldía frente a lo políticamente correcto que los lleva directamente al universo ultraderechista
JM: Entendemos que ese derecho es la puerta de entrada al mundo de la libertad. No podemos prevenir que alguien se haga neonazi, pero cuanto más sabes, más responsable eres de tus decisiones ideológicas. Y a pie de aula sabemos que lo más habitual es que las ideas de extrema derecha cuajan mucho más fácilmente donde la ignorancia se resiste a la exposición al saber y la pluralidad. Como desde luego que no vamos a hacer que nuestras chicas y chicos adquieran valores democráticos y ecologistas es, como impone la nueva ley, evaluando algo así como su adquisición de esos valores en la escuela. Si decimos, como dicen los criterios de evaluación de la LOMLOE, que un alumno o alumna aprobará si adopta determinados valores, conseguimos en muchos casos una reacción de rebeldía frente a lo políticamente correcto que los lleva directamente al universo ultraderechista.
La escuela pública lleva décadas amenazada por los recortes neoliberales, la instrumentalización mercantil y, también, por las políticas educativas y algunos discursos cuestionables. Y, pese a todo, el edificio de la enseñanza pública se mantiene en pie, contra viento y marea, sostenido y apuntalado por millares de docentes cuya voz ha sido silenciada y que deben cobrar el protagonismo que merecen para situar la Educación en el lugar central del debate público y para conseguir que la escuela siga garantizando el derecho a la educación en condiciones de igualdad y equidad. Este diálogo presenta algunos argumentos, pero es necesario escuchar todas las voces y hacer que la comunidad educativa en su conjunto tome la iniciativa y las políticas educativas arropen el milagro que, cada día, sigue dándose en nuestras aulas.
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Soy profesor de un instituto público y hacía mucho tiempo que no escuchaba un discurso tan sensato sobre educación. Gracias Javier y gracias Carlos por vuestro libro. Y gracias a El Salto por la entrevista.