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En saco roto (textos de ficción)
Posición
En el departamento de toma de posición casi siempre hay prisas. La sala de diseño debe apoyarse en una idea para cimentar la estrategia; el gabinete de discurso necesita conocer el punto de partida; el área declarativa reclama un pie para elaborar frases con forma de titular; y la unidad de debate requiere de un marco de trabajo para proponer fórmulas ágiles y respuestas incisivas. Sin decisión del departamento de toma de posición, ninguna de estas operaciones puede tener lugar.
En el departamento de toma de posición trabaja Eduardo Wilkman. En realidad, se llama Eduardo López Wilkman, pero hace tiempo que decidió privilegiar el apellido de su madre. No es lo mismo escuchar “esto tiene el toque Wilkman” que “esto tiene el toque López”. ¿En qué consiste el toque Wilkman? Nadie lo sabe con exactitud, pero todos sus interlocutores se dicen capaces de reconocerlo. En una ocasión, al término de un encuentro interno sobre líneas de futuro, le preguntaron al propio Wilkman en qué consistía su toque. Su respuesta fue la siguiente: “No lo sé. Supongo que consiste en no saberlo”.
Eduardo Wilkman y su toque son la clave de bóveda que da sentido a la organización. Wilkman escucha, observa, consulta a sus próximos, deja pasar el tiempo y, cuando empieza a exasperar a los responsables de la junta directiva, se pronuncia. Sus tomas de posición, conocidas en la organización como “posición Wilkman”, suelen consistir en uno o dos párrafos. Nunca se cuestionan. O, si se cuestionan, no por ello dejan de ser consideras la referencia de trabajo.
Son las tres de la tarde del último día de agosto. La mayor parte de las unidades de la organización ha tenido que reincorporar a su personal antes de lo previsto. Ha habido que renegociar cuadrantes y pedir disculpas, pero la responsable de personal sostiene que no ha tenido alternativa. “La situación nos ha obligado a tomar una decisión compleja, pero necesaria. Ruego la máxima comprensión y agradezco la disponibilidad”, señalaba el mensaje en el que daba instrucciones precisas sobre las necesidades de personal. “Necesidades sobrevenidas”: ese era el título del mensaje.
Las tres y cuarto. La organización está preparada, pero nadie puede hacer nada. No cuentan aún con la posición Wilkman.
Las tres y media. Surge el rumor de que la posición ya ha sido adoptada y en unos minutos llegará a los correos de los responsables de las distintas unidades.
Las cuatro menos cuarto. El correo se hace esperar.
Las cuatro. Llega el correo y los responsables lo distribuyen a todo el personal. Casi nadie toma la precaución de leerlo antes.
El correo que fija la posición lleva por título “Sobrevenido” y dice así: “Nadie dijo que fuera sencillo tomar partido en un asunto de naturaleza compleja, pero las circunstancias del debate público nos inclinan —casi nos obligan— a fijar una posición clara sobre cuestiones de las que en realidad sabemos muy poco. En el caso que nos ocupa, la organización debe situarse en el lugar adecuado para la mejor defensa de sus intereses. Pero en este caso particular nadie sabe cuál es ese lugar. Existen argumentos sólidos para asentarse en varios lugares, pero no está claro que ninguno de esos lugares sea el que nos conviene. Ante esta tesitura, lo aconsejable es dejarnos llevar por las palabras. El siguiente párrafo trata de sintetizar esta idea. La organización, como no podía ser de otra manera, quiere expresar su solidaridad con quienes viven en primer término esta circunstancia. Hemos tomado las medidas oportunas para estar del lado de las soluciones. No vacilaremos en aportar nuestros conocimientos y recursos para buscar una acción compartida en defensa de los intereses comunes. El bien que perseguimos debe permitirnos acercar posturas y colocar el talento al servicio de una causa ante la que no podemos ser indiferentes. Estaremos en el lugar en el que se nos espera. Daremos una vez más lo mejor de nuestra organización”.
“La posición Wilkman ha caído”: este es el mensaje que ha comenzado a circular en los teléfonos desde las cuatro y cuarto. Hay sonrisas. Pero también un ligero temblor.