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Sigue el debate sobre seguir con los modelos lingüísticos o apostar por la inmersión lingüística en la futura Ley de Educación que el Gobierno Vasco espera aprobar esta legislatura. Una norma que determinará la enseñanza de los próximos años de los niños y niñas en edad escolar. Pero si acercamos el foco, vemos que hay otra realidad. Minoritaria, pero que existe y cada día es más numerosa: ¿Qué pasa con esos chicos y chicas que han llegado a Euskal Herria procedentes de otros países y a una edad en la que ya no son, como suele decirse, “esponjas” para dominar una lengua nueva? Y si miramos a sus progenitores, ¿qué pasa con ellos? ¿Tienen opciones reales y adaptadas a su situación sociolaboral para aprender euskera?
Algunos datos
A 1 de enero de 2022, había 253.038 personas de origen extranjero empadronadas en Euskadi, lo que supone el 11,5% del total de la población vasca. Según datos del Observatorio Vasco de Inmigración/Ikuspegi, este número se ha multiplicado por 9,6 desde el año 1998. Por tanto, todo apunta a que esta población será cada vez más decisiva para la buena salud del euskera.
La encuesta Actitudes de la población de origen extranjero ante el euskera elaborado por la Fundación Begirune y presentado el pasado mes de septiembre en Donostia, a la que ha tenido acceso Hordago, refleja unos datos bastante preocupantes: el 84,8% de los participantes admitía no saber “nada” o “apenas algo” en esta lengua; un 10,2% aseguraba conocer lo “básico”; apenas un 3%, un conocimiento “alto”; y un 2,1%, entre “bastante alto” y “nativo”. Además, el 61,4% decía que no usa el euskera “casi nada” o “nunca” y el 65% afirmaba que esta lengua no se usa “nunca” en su entorno.
¿Qué pasa con esos jóvenes que han llegado a Euskal Herria desde otros países y a una edad en la que ya no son, como suele decirse, “esponjas” para dominar una lengua nueva? Y si miramos a sus progenitores, ¿qué pasa con ellos?
Por ámbitos, cuando las personas migrantes encuestadas emplean más el castellano es con sus amistades (86,5%); donde hablan más el euskera es en el trabajo (4,9%); mientras que otras lenguas las hablan fundamentalmente con la pareja (38,3%). El informe deja una lectura positiva para la lengua autóctona: los descendientes de las personas de otros orígenes la saben y utilizan en mayor medida. Los hijos e hijas saben euskera con un nivel “nativo” y “bastante alto” en un 40,8% y tienen un “conocimiento medio” en un 23,5%. Por el contrario, el 35,7% sabe “apenas algo” o lo “básico”. Ahora bien, solo el 36,5% lo usa “todos los días”.
Respecto a la actitud de las personas migrantes hacia el euskera, el estudio refleja que la mayoría no cree que esta lengua sea necesaria para hacer vida en Euskadi. Sí que se aprecia un acuerdo bastante general respecto a las afirmaciones: “que los niños y niñas aprendan euskera es importante para su futuro”, “me gusta que los niños y niñas aprendan euskera”, “saber euskera te abre puertas” y “me parece enriquecedor que existan dos idiomas en la CAV”.
Opinión
Euskera Euskara salbatzeko hiztunen azalaren koloreak inporta du
Las conclusiones de la encuesta exponen que “la población de origen extranjero presenta una actitud tibiamente positiva hacia el euskara” y sin “discursos polarizados”; que “el conocimiento y uso del euskara va ligado a distintas variables sociodemográficas tales como la edad, los estudios, el hábitat, el conocimiento del euskara, la ocupación, la ideología, la situación económica, el estatus, la situación administrativa y el origen”; y que “las tres variables más discriminantes son la propia cercanía al euskara (nivel de habla en euskara), el origen y el hábitat de residencia”.
El presidente de la Fundación Begirune, Xabier Aierdi, destaca que “el 13% de la población migrante pasa por el sistema de enseñanza vasco, de la cual en torno al 8% son nacidos aquí”; ellos son quienes tendrán más facilidades para dominar el euskera. Sin embargo, “la mayor parte de la gente llega con más edad” y van “directamente a trabajar” por una cuestión de recursos económicos, por lo que no tienen tanto tiempo para estudiar la lengua. Las segundas generaciones, que estudian prácticamente con el modelo D, lo tienen más fácil, pero Aierdi insta a evitar “concentraciones de alumnado autóctono y migrante” en las aulas.
Dos marroquíes a las que enseñaron en castellano por ser supuestamente “más fácil”
Zaldibia es un pequeño pueblo euskaldun de Gipuzkoa, a las faldas de la Sierra de Aralar, de 1.700 habitantes. El 22,9% de la población no ha nacido en Euskal Herria (un total de 397 personas, siendo la mayoría de Europa del Este). Muchas de ellas están organizadas en torno al colectivo Etxekonekok, que promueve el intercambio cultural y fomenta la convivencia y la creación de redes de apoyo mutuo. Hablamos con cuatro de sus miembros.
Zineb tenía 15 años cuando llegó a Zaldibia no sabía ni euskera ni castellano, pero el profesorado le redirigió a estudiar en castellano con la incomprensible excusa de que le resultaría “más fácil”
Zineb Elghaouti y su hermana Khadija Elghaouti son de las primeras que llegaron al pueblo hace más de 20 años, procedentes de Marruecos. Zineb tenía 15 años (hoy tiene 38) y, cuando aterrizó, no sabía ni euskera ni castellano, por lo que cualquiera de las dos lenguas era completamente nueva y desconocida para ella. Sin embargo, el profesorado le redirigió a estudiar en castellano con la incomprensible excusa de que le resultaría “más fácil”. Además, si iba a clase en castellano tenía que recorrer muchos más kilómetros: podía haber estudiar en la cercana Ordizia, pero tuvo que desplazarse a diario hasta Tolosa (a más de 17 kilómetros de su casa). “Lo pasé mal. En aquellos tiempos, en los años 2000, no saber euskera era una barrera, no podías interactuar con la gente, éramos las raras”, recuerda.
Ya de adulta, al descubrir la importancia de la lengua autóctona, intentó varias veces ir al Euskaltegi. Por las circunstancias de la vida, únicamente ha conseguido obtener el A1. Se encuentra ocupada con el A2 en modo autoaprendizaje. Y es que ahora tiene que trabajar (es educadora social) y cuidar a sus hijos, lo que apenas le deja tiempo libre. Lamenta que los vascos “tienen prejuicios” cuando dicen que “el euskera es difícil” y “hablan en castellano” a quienes creen que son “de fuera”. “Hay que facilitar que la gente lo aprenda. Todos los idiomas se pueden aprender. ¡El castellano tampoco es fácil viniendo de Marruecos!”, suspira. Además, después de todas las complicaciones que tienen, denuncia que tienen que escuchar “que la gente no se quiere integrar”. Hoy sus dos hijos son euskaldunes.
Khadija cree que si saber euskera en Euskal Herria debe ser “obligatorio”, no deberían dar únicamente dinero, sino también “una reducción de jornada subvencionada para ir a clase”.
Su hermana Khadija llegó con 17 años a Zaldibia (ahora tiene 40). Su relato es similar: “Cuando llegamos, no sabíamos ni castellano ni euskera. Éramos bastante mayores y entramos en el instituto. Allí nos hicieron una orientación en la que nos enviaron a otro centro que no fuera modelo D porque no querían aceptar el marrón de enseñarnos la lengua desde cero. ¡Pero con el castellano era igual! Desde el principio podía haber sabido euskera”. Como no le convalidaron sus estudios, le tocó repetir todo el ciclo de la ESO “en castellano, a pesar de no saber castellano”. Como vio la importancia del euskera, compaginó estudios de FP y universidad (el grado de Enfermería) con clases en AEK. Acabó aprobando el B2 y asegura que le hubiese gustado seguir: “Pero con dos hijos [euskaldunes] y un trabajo a jornada completa no es posible. Y en el trabajo no te dan facilidades”. Khadija cree que si saber euskera en Euskal Herria debe ser “obligatorio”, no deberían dar únicamente dinero, sino también “una reducción de jornada subvencionada para ir a clase”.
“Tú no deberías estar aquí”: aprobar todo en euskera, excepto el euskera
Daniela Ponce es de Nicaragua y ahora vive en Ordizia, aunque hace casi toda su vida en la vecina Zaldibia. Llegó a Euskal Herria hace 15 años, con un bebé en el vientre; después consiguió la reagrupación familiar con su hijo Baldwin David de 16 años y su hija Jodie, de 15 años. Explica las diferentes oportunidades que han tenido los tres por sus diferencias de edad.
Recuerda que una profesora “le marcó mucho” porque, pese al esfuerzo que había hecho, le espetó: “Tú no deberías estar aquí, deberías estar en castellano”. “Era un alumno brillante, pero le desmotivó con su arrogancia”.
Como llegaron en diciembre, con el curso ya empezado, el mayor, Baldwin David, se fue a estudiar euskera al Euskaltegi Maizpide de Lazkao. Allí estuvo ocho meses, aprendiendo de forma intensiva. Después cursó 1º. de Bachillerato en euskera en el instituto Txindoki de Beasain, donde sacó buenas notas en todo, excepto en la asignatura de euskera, que la suspendió. Recuerda que una profesora “le marcó mucho” porque, pese al esfuerzo que había hecho, le espetó: “Tú no deberías estar aquí, deberías estar en castellano”. “Era un alumno brillante, pero le desmotivó con su arrogancia”, asegura Ponce. Así que su hijo se pasó al castellano-inglés en 2º de Bachillerato. Hoy es ingeniero informático en Granada, donde vive junto a su hermana Jodie, que estudia allí Antropología, porque “no se veía capaz de hacer una carrera en euskera” en Euskal Herria.
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“No le tienen odio al euskera ni al País Vasco; de hecho, en Granada les llaman ‘los vascos’. Pero aquello le marcó. Fue un comentario hiriente y nada acertado”, sostiene su madre. Su tercer hijo, Mikel, ya nacido en Euskal Herria, hoy tiene 15 años y es completamente euskaldun. Aún así, tiene que escuchar comentarios que no acaba de entender: “Mucha gente le pregunta de dónde es. Y él dice que de aquí, claro. Toda su vida ha hablado en euskera, el castellano solo lo usa conmigo”.
Ponce, por su parte, es cuidadora y trabajadora del hogar. En su caso, dice que no ha tenido tiempo para ir a clases de euskera. Lo que sabe, lo ha aprendido en la calle. Pide que se impartan clases también los sábados, día en el que sí podría asistir. Asimismo, lamenta los requisitos de algunas ofertas municipales de trabajo para cuidar a personas: “Suelen pedir euskera, pero casi todas somos latinas y hemos pasado horas y horas en las casas, ¡no hemos tenido tiempo de estudiar un curso!”. Dice que cuando estuvo como au-pair en Alemania, pasaba “la mitad del día cuidando niños y, la otra mitad, aprendiendo alemán”. “¿Por qué no se hace aquí igual con el euskera?”, se pregunta.
Los malabares de una catalana
Susanna López es una mujer de 48 años de Barcelona que se mudó a Zaldibia hace seis. Llegó después de haberse enamorado del lugar, sabiendo “palabras sueltas” de euskera. Decidió que quería aprender “bien y rápido”: “Aquí no puedes estar 8 años aprendiendo euskera, porque te pasas 8 años apartada”. Así que pasó ocho meses en el barnetegi de Maizpide, donde cursó desde A2 hasta B2. Tenía tiempo, ya que estaba desempleada (cobraba 800 euros, puntualiza). Con ellos tenía que hacer auténticos malabares para pagar el alquiler en Zaldibia, ayudar a sus dos hijos (que estaban en la universidad) y afrontar los 400 euros al mes que cuesta estudiar euskera.
Lo primero que preguntó cuando llegó al centro fue por el “precio especial” para desempleados; le dijeron que no había, que la única opción era pedir la subvención del Gobierno Vasco, que la dan una vez concluido el curso. Llegó a pagar unos 3.000 euros, de los que le devolvieron unos 2.100 euros un año y medio después, cuando ya no le hacía tanta falta.
“En la misma clase, yo me estaba muriendo de miseria y al lado tenía a personas con mucho dinero pagando los mismos 400 euros que yo. Es muy injusto”, opina López sobre su etapa estudiando euskera.
Así que durante esos ocho meses tuvo que hacer un auténtico encaje de bolillos con el dinero que tenía: “En mi vida he sido tan pobre. Hice cálculos y, como en el barnetegi se comía, decidí tragar todo lo que podía y más. Después, me guardaba para la cena el yogur y la fruta que daban para merendar. Así, durante ese tiempo, solo tenía que comprar el desayuno. Solo destinaba 20 euros al mes al ocio, que consistía en el café que me hacía en el momento del descanso entre clases”. La situación por la que pasó López evidencia la carrera de obstáculos que es aprender euskera. “Es tristísimo, pero así lo pude pagar yo. Si no tienes dinero, quien no tiene nada de nada, no puede entrar a estudiar euskera. Lo que ellos consideran ayudas en realidad no lo son. Ayuda es poder estudiar sin pagar, no que te lo devuelvan un año después. Así solo estudia quien tiene dinero”, denuncia. Paralelamente, lamenta que ha estado en esta situación recibiendo clases junto a “grandes empresarios de Eibar”: “En la misma clase, yo me estaba muriendo de miseria y al lado tenía a personas con mucho dinero pagando los mismos 400 euros que yo. Es muy injusto”.
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A pesar de los obstáculos con los que se ha topado (en su caso, fundamentalmente económicos-), Susanna López subraya que la parte positiva de estudiar euskera es, aunque resulte lógico, “aprenderlo”: “Es una lengua que es mucho más que una lengua. Sabes que es antiquísima, es como un tesoro, tiene una cultura detrás. Es otra forma de decir las cosas. La gente te mira absolutamente diferente cuando hablas euskera, hay una aceptación muy grande. Vale mucho la pena”.
Xabier Aierdi (Begirune): “El acercamiento de los migrantes a la lengua suele favorecer la aceptación social, pero no juega el papel más trascendente”
De estos casos particulares se extrae que las instituciones públicas deberían crear un protocolo de enseñanza de euskera para jóvenes con una edad escolar algo avanzada (y que no se les oriente automáticamente hacia el castellano), adaptar los horarios de los cursos a las personas trabajadoras (especialmente a aquellas que más horas al día hacen, que suelen ser las migrantes, las más precarizadas), ofrecer reducciones de jornada subvencionadas para el estudio de euskera y que las clases sean gratuitas, de entrada, para quienes tienen rentas bajas. Hay que recordar que en el sector público los trabajadores pueden optar a liberaciones completas o parciales para aprender euskera, además de tener, en muchos casos, cursos gratuitos fuera del horario laboral.
En todo caso, el presidente de Begirune, Xabier Aierdi, cuestiona el papel del euskera como herramienta de cohesión social: “El acercamiento de los migrantes a la lengua suele favorecer la aceptación social, pero el idioma no juega el papel más trascendente, es un factor más. Es más importante las diferencias y posiciones sociales, que migrantes y autóctonos tengan unas condiciones de vida similares, lo menos desiguales posible y que, poco a poco, se vayan incorporando elementos culturales. Es más relevante que no se atasque definitivamente el ascensor social, como está pasando, según muchos expertos”.
¿Dónde se puede aprender euskera?
Desde HABE no han respondido a los requerimientos de información de Hordago. Según la información que publica esta institución, en la actualidad hay 102 euskaltegis y centros de autoaprendizaje del euskera inscritos en el registro y en activo en la Comunidad Autónoma de Euskadi. La gran mayoría están gestionados por organizaciones privadas agrupadas en AEK, Elkarlan, Batuz o IKA, aunque también hay de titularidad municipal. Los ayuntamientos también suelen impartir cursos de euskera.
Por otro lado, se puede estudiar a través de las Escuelas Oficiales de Idiomas públicas (EOI). Se imparte en las de Barakaldo, Basauri, Bermeo, Durango, Getxo, Zalla, Donostia, Arrasate, Irún, Gasteiz y Bilbao. En cambio, no existe la posibilidad de estudiar euskera en las EOI de Santurtzi, Ordizia y Tolosa.
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Y la nueva ley de educación que quieren aprobar, por mayoría PNVPSE, tampoco va a resolver estos problemas ni otros relacionados con la igualdad de oportunidades para aprenderlo, no solamente gratuito sino también garantizar su aprendizaje en la jornada laboral, así sin más historias. Ciertas políticas dificultan su implantación cuando la COMUNIDAD EDUCATIVA PÚBLICA debe ser la protagonista
Qué bueno leer este artículo. En casa ya es un tema de diario. Somos extranjeros, hablamos inglés y español. Fuimos a una reunión de pueblo dónde vivimos, intentanto integrarnos y o sorpresa, toda la reunión fué en Euskera. Nos preguntamos, ¿qué % de cuidadores, personal de limpieza, albañiles, meseros, repartidores y un largo etc etc, se les habla en euskera? Me llamó la atención, que una de las personas que estaba en la reunión, habló en esukera; al otro día, lo encontramos dirigiendo una construcción de su propiedad y a todos sus empleados, claramente no vascos, les estaba hablando en Español. La pregunta es: ¿en euskera se toman las decisiones y en español se hacen cumplir? Asimetría total.