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Feminismos
“Hasta que nuestras vidas importen más que sus paredes”: Escenas del 8M en Ciudad de México
I. Violencia feminicida
Un dirigible voló por el cielo del centro de la ciudad de México el pasado 7 de marzo con un mensaje: diez feminicidios al día, ninguna en el olvido. La acción que circuló en redes sociales bajo el HT #ConDolorEnElCielo llamó la atención en la víspera del día internacional de las mujeres sobre lo que sigue siendo el principal reclamo de las mujeres mexicanas: justicia. La cuenta sale de la cifra de 3,753 muertes de mujeres en 2021 que registró el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Público (SESNSP). El mismo organismo cerró el año con 969 de esas muertes tipificadas como feminicidios, 20 más que el año anterior.En los dos primeros meses de este año se han registrado 122 muertes violentass de mujeres y 59 de adolescentes, niños y niñas. Sin cifras actualizadas hace un par de años se contabilizaba que solo se resuelve el 1% de los feminicidios.
De acuerdo al informe “Búsqueda e Identificación de Personas Desaparecidas” del gobierno federal, el 24.7 por ciento de las personas desaparecidas en el país son mujeres, las niñas y adolescentes de entre 10 y 17 años alcanzan hasta el el 55,3 por ciento de las desaparecidas.
El aborto legal solo está permitido en 8 estados de 32, las mujeres indígenas entre las más pobres del país. Estos y otros datos son duros de tragar en una sociedad que como la mexicana tiene una larga deuda social y de justicia con las mujeres. Muchas no se sienten incluidas en las políticas de la llamada Cuarta Transformación (4T), que aunque se han concretado políticas dedicadas a ampliar recursos destinados a la atención de las necesidades de más del 50 % de la población mexicana, no han conseguido todavía realizar cambios estructurales.
Los principales reclamos de este 8 de marzo en decenas de ciudades mexicanas pedían justicia para las asesinadas y sus familiares que no encuentran ni paz ni reparación. Los feminicidios, la punta del iceberg de la violencias que sostenienen las desigualdades en todos los aspectos de la vida de las mujeres, se enquista en México.
II. Mar de pancartas: uno, cien, miles de motivos
Un mar de pancartas, no había practicamente cuerpo en esa marea morada que no sostuviera un deseo, un pensamiento. Cualquier folio o pedazo de cartón era suficiente para gritar la rabia, para recordar a una amiga, hermana asesinada, para exhibir el nombre y foto de un acosador o violador. Cualquier esquina era buena para exhibir la pancarta con la foto de la desaparecida, la asesinada que busca justicia de un feminicidio no resuelto. Se podía leer el dolor pero también la resilencia, la sororidad, la fuerza de estar juntas.
Un “yo sí te creo”, “No tendríamos que estar protestando para que nos dejen vivir”, “juntas libres y sin miedo”, “se lo debemos a las que no volvieron”, “soy la tía de la sobrina que nunca vas a tocar”, “vivan las morras”, “por todas hasta las que ya no están”, “una familia machista me hizo feminista”, “yo la peor de todas”, “a las trabajadoras sexuales nos quiero vivas y seguras, justicia para Lizet”, “vivas, libres y diversas”, “Virginia, no necesito cuarto propio, necesito el mundo entero” , “que se rompan las ventanas no los cuerpos de las mujeres”, “justicia para Ayelin”, “las niñas no se tocan”, “¿te cansas de oirlo?, nosotras de vivirlo”, “yo quiero vivir, no sobrevivir”, “justicia para Perla Beatriz”, “caso no resuelto, violador suelto, por tí Andrea”, “Si mañana soy yo, destruye y quémalo todo”, y así en un río infinito de frases en el aire.
Un mar de pancartas, no había prácticamente cuerpo en esa marea morada que no sostuviera un deseo, un pensamiento. Cualquier folio o pedazo de cartón era suficiente para gritar la rabia, para recordar a una amiga, hermana asesinada, para exhibir el nombre y foto de un acosador o violador
III. Las jóvenas
Tal vez lo más emocionante e impactante, miles y miles. En grupos de amigas, en colectivas más o menos organizadas. Algunas muy muy jovencitas, todas alegres aguantando el cartel en alto, gritando con fuerza. Y morado, algo morado, una cinta, un paliacate, un tocado, una pulsera o la camiseta. Algunas a la entrada a la plaza de la constitución, ofrecían gratis sandwiches hechos por ellas mismas, rellenaban botellas de agua y regalaban fruta.
En el mismo Zócalo, mientras se libraban batallas contra el muro de acero que rodeaba el palacio nacional, decenas de pequeños círculos dispersos en la plancha del centro de la Ciudad de México, miles de mujeres bailaban, descansaban o armaban micro abierto donde se pudieron escuchar duras historias de violencia y abusos vividos, todas con la impunidad como apellido.
IV. Sororidad, mujeres policía y rostros ocultos
Desde días antes se podían ver largos tramos del recorrido vallado con altos e infranqueables muros de metal, que de acuerdo a las autoridades locales, protegerían parte del patrimonio urbano y artístico de la ciudad. Ya en otras marchas, también en la del 8M del 2021, se habían dado altercados violentos por parte de grupos de mujeres con rostro cubierto sobre mobiliario público y con personas heridas también desde el bando policial. Como estrategia de seguridad el gobierno capitalino creo exprofeso el escuadrón Atenea (500 agentes antimotines) para evitar el obstáculo de vías y daños al patrimonio en manifestaciones que congregan a mujeres.
Con ello quedaba claro que la ciudad lucía más como Berlín amurallada que otra cosa. Dos y hasta tres cinturones de seguridad se hallan detrás de la muralla gris. La misma alcaldesa y su concejal de seguridad advertían un día antes que la manifestación iba a ser violenta. Decían tener identificados a 15 grupos como bloque negro, pero sin dar ningún dato más. Advirtieron también que aun y con semejante dispositivo de seguridad garantizarían la expresión de los colectivos y que no habría detenciones.
En algún momento de la marcha el mando de la Secretaría de Seguridad Ciudadana (SSC), Lucía Karen Ortiz, andando levantó también su puño mientras gritaba “policía presente se une al contingente, policía consciente se une al contingente”
En realidad la marcha del 8M había comenzado desde el mediodía en el monumento a la Revolución. Otra convocatoria salía desde la Ángela (antes Ángel) de la Independencia hacia las cuatro de la tarde. Para esa hora ya había miles de mujeres en el Zócalo y cientos de grupos y colectivos no habían arrancado aún la caminata. El ambiente festivo pero también reivindicativo y combativo se podía ver entre las 75 mil asistentes —según autoridades— que se calculan asistieron a la marcha. Se podía palpar también mucha sororidad entre colectivos y grupitos de chavalas que con amigas no solo gritaban consignas sino que ofrecían y compartían comida y agua.
Mientras en redes sociales un video se hizo viral. En algún momento de la marcha la jefa Andrómeda, el mando de la Secretaría de Seguridad Ciudadana (SSC), Lucía Karen Ortiz, andando levantó también su puño mientras gritaba “policía presente se une al contingente, policía consciente se une al contingente” a la vez que recibía aplausos de aceptación por parte de las mujeres que marchaban al mismo tiempo. La alcaldesa Claudia Shienbaum tuiteaba desde su cuenta el video que plasmaba el momento. Otros vídeos mostraban a activistas feministas ofreciendo flores a las policías formadas con sus escudos.
Pero también hubo momentos de tensión en el Zócalo —o plaza de la Constitución, donde terminaba la manifestación— como epicentro. Intermitentemente decenas de chicas —cubiertas o no con pañuelos y pasamontañas— golpeaban con patadas y diversos materiales los muros de metal. A veces golpeaban al unísono lo que daba la sensación de que podría hacer caer la cortina de acero que rodeaba el Palacio Nacional. Como respuesta recibían chorros de gases irritantes, que prometió la alcaldesa no iba a utilizar.
El saldo oficial final, seis policías y dos mujeres heridas, muchos ojos irritados y objetos diversos confiscados pero por parte de organizaciones sociales se denunciaron agresiones antes, durante y después de la marcha a mujeres y periodistas. Paredes pintadas, sí, fachada de cristales del banco BBVA reventada, sí, algunos destrozos en mobiliario y vidrios rotos también, pero las palabras de una pancarta en las manos de una joven anunciaban la respuesta ante las críticas al movimiento: “Hasta que nuestras vidas importen más que sus paredes”.
V. El carnal de la estrellas
En el mismo día internacional de las mujeres, Sasha Sokol, una conocida y reputada cantante mexicana dio a conocer —en un impecable y digno hilo de Twitter— la relación de abuso de su antiguo representante productor musical, Luis De Llano Macedo, cuando era solo una niña de 14 años. Salir de este armario y señalar las prácticas abusivas del afamado productor ha consternado al sistema del espectáculo y parte del cultural ya que De Llano ha tenido mucha influencia en ambos sectores durante más de cinco décadas. Un secreto a voces (el grupo Molotov lo interpretó en una canción “El Carnal de las Estrellas” de la que hablaron abiertamente en su documental “Gimme the power”) que ha impactado por propia voz de la artista que reconoce haberse liberado de tanta toxicidad y sufrimiento exponiendo su caso en esta fecha tan representativa.
México
8 y 9 de marzo en México: dos jornadas históricas
Miles de mujeres pintamos de verde y violeta los espacios públicos en todo el país y gritamos juntas más que nunca: ¡Ni Una Más!
Epílogo
Como el año pasado y el antepasado, se convocó el 9 de marzo a un paro nacional, “un día sin nosotras”, sin embargo esta vez el éxito no ha podido repetirse. El seguimiento solo ha podido hacerse desde los ámbitos formales como la academia, el senado y los congresos nacional y locales. Ni las funcionarias ni las mujeres que trabajan en el sector informal, o en casa, pueden permitirse “ese lujo”. Y se pudo ver en la propia manifestación del 8 de marzo que una mayoría de las personas que vendían alimentos y bebidas, para aguantar el largo recorrido de la manifestación, eran mujeres. Mujeres pobres de todas las edades que vendían frutas, cigarrillos, dulces, agua, un elote o una torta, o las mujeres barrenderas que hacia las nueve de la noche aguardaban en una calle para entrar a barrer el Zócalo, una vez hecho el mismo recorrido de la marcha pero por un motivo bien distinto: cobrar unos pesos más para seguir sobreviviendo.