Galicia
Así ganó un pueblo a la expansión eólica: A Groba contra las multinacionales energéticas

Activistas del Instituto de Estudios Miñoráns y de la asociación SOS Serra de la Groba reflexionan sobre sus recientes victorias judiciales frente las empresas promotoras de parques eólicos en la zona del Val Miñor (Pontevedra)
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Bruno Centelles, Xilberte Manso e Anxo Reigosa, del Instituto de Estudos Miñoráns. Miguel Núñez

La proyección de docenas de parques eólicos o el plan de la celulosa de Altri en ocasiones proyectan sobre el conjunto de la población una sensación de impotencia ante los planes de depredación del territorio desplegados por empresas que solo buscan el beneficio privado. Al otro lado de la cadena, encuentran en las instituciones, y concretamente en la Xunta de Galicia, un punto de apoyo sobre el que desplegar sus política de despojo. Frente al relato de la indefensión, hay experiencias en los movimientos vecinales que, como en el caso de la serra da Groba (en el sur de Pontevedra), marcan un camino de resistencia ciudadana contra los planes de las multinacionales ante la expansión eólica en Galicia. Esta es su historia.

En el año 2005, llegan por vez primera a las vecinas y vecinos del Val Miñor (Pontevedra) noticias sobre la instalación de un parque eólico en la sierra da Groba, el Albariño 1. Dos décadas después, su movilización ha conseguido la eliminación en fase administrativa del 100% de los proyectos eólicos —un total de 8— previstos en el Val Miñor y en el Baixo Miño, constituyendo un ejemplo de cómo la organización colectiva y el trabajo en común pueden traducirse en victorias a favor del patrimonio ecológico y cultural.

Este 2024, el Instituto de Estudios Miñoráns (IEM) cumple 25 años. Su fundación, por parte de un grupo de entusiastas con diferentes intereses que van desde la arqueología hasta la zoología, pero con el elemento común de querer relacionarse, proteger su entorno y darlo a conocer a las demás junto con un claro afán de conservación y divulgación, permite entender la capacidad de movilización que en la zona del Val Miñor tiene la Plataforma SOS Groba. En base a diferentes estrategias de concienciación e información, junto con un ingente trabajo por parte de sus miembros, fueron capaces de eliminar en fase administrativa los 8 parques eólicos previstos en el Val Miñor y en el Baixo Miño.

Esta asociación surge en el año 2007, al calor de las protestas vecinales que otras plataformas como Salvemos Monteferro comenzaron en verano de 2005, cuando llegaron las primeras noticias sobre el proyecto Albariño 1, un parque eólico que amenazaba el patrimonio natural e histórico de la Groba. Su trabajo, inspirado por la oposición frontal contra este tipo de macroparques, se acerca a la sociedad miñorana en forma de charlas, conferencias, visitas guiadas por la zona, publicaciones de diversa índole, campañas informativas o salidas escolares, llegando a las vecinas y consiguiendo una enorme respuesta ciudadana, como muestran las múltiples movilizaciones con las que, desde el año 2019, mostraron su contrariedad ante los planes de la Xunta.

Este tipo de proyectos, que tenían y tienen como marco el Plan Sectorial Eólico del año 1997, y que por lo tanto no cuenta con la evaluación ambiental pertinente que se exige desde 2013 —año en lo que entra en vigor a Ley de Evaluación Ambiental— incumplen normas y presentan prácticas fraudulentas como la fragmentación artificiosa de los parques para eludir el control estatal, ya que la Xunta puede tramitar aquellos que tengan una potencia de hasta 50MW. Todo este tipo de faltas que se tratan de emplear por parte de los promotores, en connivencia con la Xunta, son las que desde SOS Groba emplearon para impedir que los eólicos llenaran la zona del Val Miñor, llegando ate el Tribunal Superior de Xustiza de Galicia.

Tras ese primer intento en el año 2005 y unos años en los que los proyectos eólicos quedaron en segundo plano ⎯aunque la zona siguió amenazada por una mina aurífera y un campo de golf⎯, 2019 marca un nuevo punto de revitalización de estos proyectos que, como señalan desde la asociación y también hacen otros expertos como los consultados por este mismo medio en ocasiones anteriores, son puramente especulativos. Desde SOS Groba insisten en que el negocio de las energías renovables, y en concreto de los parques eólicos, está en su instalación y montaje y no tanto en la producción de energía y es precisamente desde esta crítica a la lógica especulativa, donde arrancan tanto su oposición así como toda la estrategia desplegada para luchar contra este fenómeno que incide en los procesos de despojo del territorio.

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El trazado de una poligonal de un parque eólico. Miguel Núñez

Un método propio para ejercer presión colectiva

Una de las herramientas que han diseñado desde SOS Serra da Groba con la finalidad de hacer más visibles las formas de depredación sobre el territorio es el trazado de las poligonales —el área afectada por la instalación de un parque eólico— sobre el terreno, apoyándose para esto en aplicaciones de mapas. De este modo, representan de forma clara la fragmentación fraudulenta y la compartición de elementos comunes como torres meteorológicas o elementos de canalización y evacuación de la energía producida. En la práctica, esta condición exigiría la evaluación de los proyectos como uno solo si estos son compartidos ya que, al cartografiar los parques, se hace muy evidente como sus áreas se solapan, incluso en los casos en los que sobre el papel hablamos de proyectos presentados por empresas diferentes —como Acciona, Greenalia o Naturgy—, que crean ad hoc promotoras que no cuentan con experiencia previa ni con la capacitación técnica para llevar a cabo estos proyectos. Además, el trazado de estas poligonales sobre el terreno revela que, en muchos casos, las áreas afectadas ocupan territorios particulares, viviendas, infraestructuras industriales y montes comunales. En la práctica, esto convierte estos terrenos en susceptibles de expropiación siempre y cuando sean cedidos en concesión a las promotoras para su uso como suelos industriales, específicamente para producir energía eléctrica.

La propia Xunta de Galicia ha realizado, en el momento en el que se escribe este reportaje, dos modificaciones en leyes con el fin de agilizar la instalación de los parques y dificultar el acceso a la información de los y de las interesadas y para hacer susceptibles de expropiación los terrenos y propiedades afectadas al considerarlas suelo de uso industrial, con la particularidad de que obtienen esta cualificación solo para ser empleados para la producción de energía eléctrica en concesión exclusiva para las empresas promotoras.

Así, la Ley de simplificación administrativa y de apoyo a la reactivación económica de Galicia (2021) reduce los plazos de acceso a la información a la mitad, pasando de 30 a 15 días, y la Ley Gallega de medidas fiscales y administrativas permite al Gobierno gallego declarar unilateralmente de interés pública superior los polígonos eólicos autonómicos. Además, desde el 16 de septiembre de este año, sabemos también que la Comisión Europea avala la decisión de la Xunta de impulsar la Ley de administración ambiental simplificada de Galicia que, alineada con las dos ya aprobadas en los años 2021 y 2023, ahonda en la reducción de los plazos de actuación por parte de aquellos interesados e interesadas en conocer el alcance de los proyectos industriales —en los que se incluyen, por supuesto, los parques eólicos— y allana el terreno a las empresas, que durante los últimos años vienen afirmado que existe una gran “inseguridad jurídica” a causa de las denuncias recibidas y la paralización de los eólicos proyectados reduciendo las trabas administrativas.

Estas llamadas a facilitar la implantación de nuevos parques, pasando por encima de los mecanismos de control y evaluación ambiental vienen acompañadas de acusaciones de carácter personal a miembros del Tribunal Superior de Xustiza de Galicia como Luis Villares, magistrado de la sección tercera de la Sala de lo contencioso-administrativo y candidato de En Marea en las elecciones autonómicas de 2016, cuestionando así la independencia de su trabajo y sus decisiones. Hasta el año 2022, la tramitación de los parques eólicos era competencia de la Consellería de Industria, pero en el gobierno actual de Alfonso Rueda depende de Medio Ambiente, por lo que las nuevas alegaciones que lleguen al Tribunal Superior de Xustiza de Galicia pasan ahora por la sección segunda, en un nuevo intento de garantizar la “seguridad jurídica” para los promotores.

Por si fuera poco, y como apuntan desde SOS Serra da Groba, la Xunta está incumpliendo el Convenio de Aarhus, un tratado internacional en vigor desde el año 2001 y ratificado por España en 2004. Este convenio y la consecuente ley estatal que lo traspuso señalan que los plazos máximos para la entrega de la información ambiental son de un mes, y desde la asociación llevan esperando por la entrega de los informes pertinentes sobre los parques que están en poder de la Xunta desde el 2021, año en lo que llevaron a cabo a solicitud formal previo pago de las tasas pertinentes.

Las victorias acumuladas y los próximos objetivos

¿En qué se traduce toda la actividad que llevan a cabo desde SOS Groba y otras asociaciones con las que colaboran como Petón del Lobo o Galicia Atlántica y Verde? Hablamos de una serie de colectivos que, trabajando conjuntamente, fueron capaces de presentar 80 recursos administrativos, uno por cada parque eólico proyectado en Galicia. Actualmente, y gracias a su trabajo y el de muchas otras asociaciones, han conseguido la paralización cautelar de 59 proyectos. Estos “éxitos administrativos” son el resultado de un trabajo que ha dado lugar a alegaciones de más de 600 páginas que además de incluir los trazados de las poligonales se caracterizan por su composición multisectorial, producto de la colaboración de los miembros del IEM, que provienen de diferentes campos. Estos enormes documentos fueron resumidos en en lo que llaman un “documento de titulares” que incluye de una manera más esquemático las ilegalidades y daños al patrimonio, facilitando así su comprensión para todas las personas interesadas.

Pero su tarea no finaliza aquí: en el marco más próximo como son las Sierras da Groba, del Gallinero y Aloia, aspiran a conseguir que sean declaradas de figuras de protección especial, estatus que garantiza la seguridad del patrimonio histórico y natural de la zona prohibiendo definitivamente esta clase de proyectos en el área. Advierten de que la situación se repite en todo el territorio gallego y que estas victorias son solo una pequeña muestra de todo lo que se puede conseguir.

Medio ambiente
Así gañou un pobo á expansión eólica: A Groba contra as multinacionais enerxéticas

Activistas do Instituto de Estudos Miñoráns e da asociación SOS Serra da Groba reflexionan sobre as súas recentes vitorias xudiciais fronte as empresas promotoras de parques eólicos na zona do Val Miñor (Pontevedra)
SOS A Groba 2
Bruno Centelles, Xilberte Manso e Anxo Reigosa, do Instituto de Estudos Miñoráns. Miguel Núñez

A proxección de ducias de parques eólicos ou o caso da macrocelulosa de Altri proxectan sobre o conxunto da poboación unha sensación de impotencia ante os plans de depredación do territorio despregados por empresas que só buscan o beneficio privado. Ao outro lado da cadea, atopan nas institucións, e concretamente na Xunta, un punto de apoio sobre o que desenvolver os súa política de despoxo. Fronte ao relato da indefensión, hai experiencias nos movementos veciñais que, como no caso da serra da Groba, marcan un camiño de resistencia cidadá contra os plans das multinacionais ante a expansión eólica en Galiza. Esta é a súa historia.

A importancia de tecer redes nas comunidades locais

No ano 2005, chegan por vez primeira ás veciñas e veciños do Val Miñor novas sobre a instalación dun parque eólico na serra da Groba, o Albariño 1. Dúas décadas despois, a súa mobilización conseguiu a eliminación en fase administrativa do 100% dos proxectos eólicos —un total de 8— previstos no Val Miñor e no Baixo Miño, constituíndo un exemplo de como a organización colectiva e o traballo en común poden traducirse en vitorias a favor do patrimonio ecolóxico e cultural.

Este 2024, o Instituto de Estudios Miñoráns (IEM) cumpre 25 anos. A súa fundación, por parte dun grupo de entusiastas con diferentes intereses que van dende a arqueoloxía ate a zooloxía, pero co elemento común de querer relacionarse, protexer o seu entorno e dalo a coñecer ás demais xunto cun claro afán de conservación e divulgación, permite entender a capacidade de mobilización que na zona do Val Miñor ten a Plataforma SOS Groba. En base a diferentes estratexias de concienciación e información, xunto cun inxente traballo por parte dos seus membros, foron quen de eliminar en fase administrativa os 8 parques eólicos previstos no Val Miñor e no Baixo Miño.

Esta asociación xorde no ano 2007, ao calor das protestas veciñais que outras plataformas como Salvemos Monteferro comezaron no verán de 2005, cando chegaron as primeiras noticias sobre o proxecto Albariño 1, un parque eólico que ameazaba o patrimonio natural e histórico da Groba. O seu traballo, inspirado pola oposición frontal contra este tipo de macroparques, achegase á sociedade miñorá en forma de charlas, conferencias, visitas guiadas pola zona, publicacións de diversa índole, campañas informativas ou saídas escolares, chegando ás veciñas e conseguindo unha enorme resposta cidadá, como mostran as múltiples mobilizacións coas que, dende o ano 2019, amosaron a súa contrariedade ante os plans da Xunta. 

Este tipo de proxectos, que tiñan e teñen como marco o Plan Sectorial Eólico do ano 1997, e que polo tanto non conta coa avaliación ambiental pertinente que se esixe dende 2013 —ano no que entra en vigor a Lei de Avaliación Ambiental— incumpren normas e presentan prácticas fraudulentas como a fragmentación artificiosa dos parques para eludir o control estatal, xa que a Xunta pode tramitar aqueles que teñan unha potencia de ata 50MW. Todo este tipo de fallas que se tratan de empregar por parte dos promotores, en conivencia coa Xunta, son as que dende SOS Groba empregaron para impedir que os eólicos enchesen a zona do Val Miñor, chegando ate o Tribunal Superior de Xustiza de Galiza.

Tras ese primer intento no ano 2005 e uns anos nos que os proxectos eólicos quedaron en segundo plano ⎯aínda que a zona seguiu ameazada por unha mina aurífera e un campo de golf⎯, 2019 marca un novo punto de revitalización destes proxectos que, como sinalan dende a asociación e tamén fan outros expertos como os consultados por este mesmo medio en ocasións anteriores, son puramente especulativos. Dende SOS Groba insisten en que o negocio das enerxías renovábeis, e en concreto dos parques eólicos, está na súa instalación e montaxe e non tanto na produción de enerxía e é, precisamente dende esta crítica á lóxica especulativa, onde arrancan tanto a súa oposición así como toda a estratexia despregada para loitar contra este fenómeno que incide nos procesos de despoxo do territorio.

Un método propio para unha presión colectiva

Unha das ferramentas que deseñaron dende SOS Serra da Groba coa finalidade de facer máis visibles as formas de depredación sobre o territorio é o trazado das poligonais —a area afectada pola instalación dun parque eólico— sobre o terreo, apoiándose para isto en aplicacións de mapas. Deste xeito, representan de forma clara a fragmentación fraudulenta e a compartición de elementos comúns como torres meteorolóxicas ou elementos de canalización e evacuación da enerxía producida. Na práctica, esta condición esixiría a avaliación dos proxectos como un só se estes son compartidos, xa que ao cartografar os parques, faise moi evidente como as súas áreas solápanse, mesmo nos casos nos que sobre o papel falamos de proxectos presentados por empresas diferentes —como Acciona, Greenalia ou Naturgy—, que crean ad hoc promotoras que non contan con experiencia previa nin coa capacitación técnica para levar a cabo estes proxectos. Ademais, o trazado destas poligonais sobre o terreo revela que, en moitos casos, as áreas afectadas ocupan territorios particulares, vivendas, infraestructuras industriais e montes en man común. Na práctica, isto convirte estes terreos en susceptibles de expropiación sempre e cando sexan cedidos en concesión ás promotoras para o seu uso como solos industriais, especificamente para producir enerxía eléctrica. 

A propia Xunta de Galiza leva realizadas, no momento no que se escribe esta reportaxe, dúas modificacións en leis coa fin de axilizar a instalación dos parques e dificultar o acceso á información dos e das interesadas e para facer susceptibles de expropiación os terreos e propiedades afectadas ao consideralas solo de uso industrial, coa particularidade de que obteñen esta cualificación só para ser empregados para a produción de enerxía eléctrica en concesión exclusiva para as empresas promotoras. 

Así, a Lei de simplificación administrativa e de apoio á reactivación económica de Galiza (2021) reduce os prazos de acceso á información á metade, pasando de 30 a 15 días, e a Lei Galega de medidas fiscais e administrativas, que permite ao Goberno galego declarar unilateralmente de interese pública superior os polígonos eólicos autonómicos. Ademais, dende o 16 de setembro deste ano, sabemos tamén que a Comisión Europea avala a decisión da Xunta de impulsar a Lei de administración ambiental simplificada de Galiza que, aliñada coas dúas xa aprobadas nos anos 2021 e 2023, afonda na redución dos prazos de actuación por parte daqueles interesados e interesadas en coñecer o alcance dos proxectos industriais —nos que se inclúen, por suposto, os parques eólicos— e achanda o terreo ás empresas, que durante os últimos anos veñen afirmado que existe unha grande “inseguridade xurídica” por mor das denuncias recibidas e a paralización dos eólicos proxectados reducindo as trabas administrativas. 

Estas chamadas á facilitar a implantación de novos parques, pasando por riba dos mecanismos de control e avaliación ambiental veñen acompañadas de acusacións de carácter persoal a membros do Tribunal Superior de Xustiza de Galiza como Luis Villares, maxistrado da sección terceira da Sala do Contencioso-administrativo e candidato de En Marea nas eleccións autonómicas de 2016, cuestionando así a independencia do seu traballo e as súas decisións. Ata o ano 2022, a tramitación dos parques eólicos era competencia da Consellería de Industria, mais dende o novo goberno de Alfonso Rueda, depende de Medio Ambiente, polo que as novas alegacións que cheguen ao Tribunal Superior de Xustiza de Galiza pasan agora pola sección segunda, nun novo intento de garantir a “seguridade xurídica” para os promotores. 

Por se fose pouco, e como apuntan dende SOS Serra da Groba, a Xunta está incumprindo o Convenio de Aarhus, un tratado internacional en vigor dende o ano 2001 e ratificado por España en 2004. Dito convenio e a consecuente lei estatal que o traspuxo sinalan que os prazos máximos para a entrega da información ambiental son de un mes, e dende a asociación levan agardando pola entrega dos informes pertinentes sobre os parques que están en poder da Xunta dende o 2021, ano no que levaron a cabo a solicitude formal previo pago das taxas pertinentes.

As vitorias acumuladas e os próximos obxectivos

En que se traduce toda a actividade que levan a cabo dende SOS Groba e outras asociacións coas que colaboran como Petón do Lobo ou Galiza Atlántica e Verde? Falamos dunha serie de colectivos que, traballando conxuntamente, foron quen de presentar 80 recursos administrativos, un por cada parque eólico proxectado en Galiza. Actualmente, e grazas ao seu traballo e o de moitas outras asociacións, conseguiron a paralización cautelar de 59 proxectos. Estes “éxitos administrativos” son o resultado dun traballo que resultou en alegacións de máis de 600 páxinas que ademais de incluír os trazados das poligonais caracterízanse pola súa composición multisectorial, produto da colaboración dos membros do IEM que proveñen de diferentes campos. Estes enormes documentos foron resumidos no que deron por chamar un “documento de titulares” que inclúe dun xeito máis esquemático as ilegalidades e danos ao patrimonio, facilitando así a súa comprensión para todas as persoas interesadas. 

Pero a súa tarefa non remata aquí: no marco máis próximo como son as serras da Groba, do Galiñeiro e Aloia, aspiran a conseguir que sexan declaradas de figuras de protección especial, status que garante a seguridade do patrimonio histórico e natural da zona prohibindo definitivamente esta clase de proxectos na área. Advirten de que a situación repítese en todo o territorio galego e que estas vitorias son só unha pequena mostra de todo o que se pode conseguir. 

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