Gentrificación
‘La Banda’: cuando la sombra gentrificadora alcanza la ficción

‘La Banda’ lleva a la ficción la problemática de la gentrificación en una apuesta audiovisual por los elementos sonoros de la ciudad de Málaga y la ausencia de diálogos.
La Banda - equipo
Equipo de ‘La Banda’ en la presentación del crowdfunding en La Invisible el pasado 31 de mayo | Foto cedida por Anabel Valeroso

Mientras hacemos esta entrevista comienzan a cerrarse los asfixiantes datos de Medición de Turismo de Estadística experimental del INE: dos de cada cinco personas que buscan refugio en el casco histórico de la ciudad de Málaga ante alguna de las olas de calor del mes de junio, son turistas. Algunas de ellas habrán observado cómo existen rasgos similares a los de cualquier otro territorio que ya hayan visitado con anterioridad y que igualmente se extienden aquí como una lengua de lava: archiconocidas marcas de grupos textiles en las principales arterias comerciales, restaurantes concebidos para alimentar la falsa ilusión identitaria de la persona que llega y miles de pisos turísticos. La tercera ciudad española con más alojamientos de este tipo, solo por detrás de Madrid y Barcelona. 

“El centro ya no se pisa porque la gente está horrorizada. Dicen que lo han arreglado y nos lo han arrebatado, el centro ya no es nuestro” afirma Simona Frabotta (Rionero Sannitico, Italia, 1977), profesora de italiano en la Universidad de Málaga y una de las guionistas de La Banda. Frabotta es testigo de cómo la ciudad de Málaga ha ido mutando hasta convertirse en un lugar inhóspito, intransitable, inaccesible y ajeno para las lugareñas. Lugareñas, por decir algo. Porque, ¿cómo se llaman las que comienzan a habitar un no lugar? ¿cómo nombramos a las que, directamente, se las expulsa de un espacio porque lo han vuelto inhabitable, inasequible, inaccesible? Un espacio cuya identidad se volatiliza al compás del ladrillo, con un repique de persianas de franquicias que suben y bajan a ritmo de crucerista. Quizás turistas, quizás guiris, quizás nómadas digitales. Leo Jiménez (Málaga, 1977) afirma que “cuando buscas un sitio nuevo para vivir lo que te gusta del lugar es su identidad y justamente es eso lo que está perdiendo Málaga. Lo que atrae a la gente que viene es una identidad que cuando llegan no es tal porque se ha perdido”. Jiménez es coguionista y codirectora de La Banda, profesora de medios audiovisuales en Escuelas de Arte y ha observado el comportamiento de los nómadas digitales en la ciudad, operando en el territorio con actitud y alma de turista y cuya presencia ha aumentado desde la pandemia de la COVID-19. 

Quizás en la cabeza de alguna de esas dos personas mencionadas en la estadística y que pasea bajo la inclemencia de la emergencia climática, surja la idea del teletrabajo y el espejismo de migrar hacia un destino de sol y playa que lo espera sumiso. Este paraíso le ofrece unas Málaga Towers que contribuyen a seguir dinamitado Sacaba, su horizonte y su litoral; las posibles Torres de Repsol, con tres edificios de hasta 32 plantas para viviendas de lujo y oficinas defendidas por la derecha malagueña, frente a la propuesta del Bosque Urbano Málaga, la plataforma ciudadana que promueve la creación de una extensa zona verdeque contribuiría al bienestar ciudadano y a la mitigación del cambio climático; o quizás pueda optar por las AQ Urban Sky Torre II, más conocidas como las Torres de Martiricos.

Desde el sueño de comenzar una vida de teletrabajo en un sitio mejor a la chispa sobre la que se ha cimentado la historia de La Banda hay paseos por el barrio de Martiricos y Segalerva a la sombra de un monstruo arquitectónico y político que expulsa a la ciudadanía del centro, del barrio y de la ciudad. 

Empecemos por el germen de todo esto, por las raíces, el inicio de todo. ¿Cómo surge la idea de La Banda?
Simona Frabotta: Esta historia tiene muchas raíces. Una de las primeras tiene que ver con las torres [de Martiricos] que hay al lado de mi casa y que yo, día tras día, he visto crecer en mi vida durante los paseos por el barrio. Es una construcción que desde siempre me ha parecido superabusiva porque destaca muchísimo entre el resto de las casas que están ahí. Ya me sorprendió que dieran la autorización para hacerlas porque están fuera de todos los cánones arquitectónicos del barrio en muchos sentidos: en cuanto altura, en cuanto a estilo, en cuanto a todo. En el barrio tenemos constantemente la presencia de esas torres. Empiezo fantasear sobre cómo tiene que ser la vida de la gente que finalmente se alojará ahí , gente que al igual que esos edificios desentonará con el entorno. Porque los apartamentos son muy caros y, claro, me imaginaba a gente con alto poder adquisitivo que luego, de repente, se ve proyectada en esta realidad que responde a la de un barrio normal de Málaga. Entonces, empiezo a pensar cómo este contraste se encaja. De ahí nace la historia de una pareja que tiene aquí su proyección de futuro, que también tiene la ilusión de una vida mejor que no se puede realizar en otro sitio sino en Málaga. Lo que pasa es que, claro, luego tendrán que confrontar con la realidad y de ahí la historia 

Leo Jiménez: Sí, partimos de ese argumento y nos pusimos a escribir el guion, con escenas y acciones, haciendo un trabajo colaborativo. Pero cuando tuvimos un primer borrador vimos que necesitábamos a gente que supiese hacer ficción. Yo nunca había hecho un corto de ficción, vengo del documental. Se me ocurrió pasarle el guion a Delia Márquez [codirectora de La Banda]. Si queríamos hacerlo necesitábamos a alguien que pudiese dirigir o codirigir y que nos diera la parte profesional. A Delia le gustó el guion y empezamos la siguiente fase de escritura. 

La Banda - cartel
Cartel del cortometraje ‘La Banda’

Desde el momento en que Simona verbaliza esa idea hasta que recibís la ayuda del Festival de Cine de Málaga no pasan muchos meses.
L.J: La primera vez que hablamos de la idea fue en noviembre, en una reunión de un club de lectura en el patio de La Invisible, charlando. Fue a principios de noviembre y el premio nos lo dieron en marzo.

S.F: Nos dio tiempo a hacer todo el papeleo para presentarnos al premio. Menos mal que teníamos a nuestro compañero de producción que se sabe mover en estos contextos. [En el Festival] tuvimos una tutoría muy interesante que se ofrecía junto al premio del Festival de Málaga con la directora Carla Subirana, una asesoría sobre cómo perfilar el guion y que ha sido superinteresante porque no ha dado unas pautas bastante claras para mejorarlo. Ella lo leyó y nos sugirió algunos puntos. 

L.J: Había que presentar un presupuesto detalladísimo del que se encargó Juan [Juan Calvo, director de producción de La Banda]. Él fue quien hizo todo el presupuesto para pedirle al festival 15.000 euros. Además, Juan ya sabía que como mucho nos iban a dar el 33%. Lo que pasa es que tienes que justificar el 100% del presupuesto completo presentado. Si tú le has dicho que el corto vale 15.000 euros, aunque ellos te subvencionen 4.500 euros tienes que presentarles las facturas por el total; si no, no te dan la subvención. Es complicadísimo. Te obliga a buscar otros financiadores, a otros productores y te ayuda a moverte porque en teoría es como un impulso, pero te puede asfixiar. 

S.F: Tú has hecho un presupuesto y eso es lo que tienes que justificar, aunque recibir el premio dentro de lo que cabe es un seguro. Cuando vas a buscar más financiación pueden ver que tienes ya una base económica y para algunos es una certeza de que el corto se va a hacer.

¿En qué fase entonces os encontráis en este momento?
L.J:
Estamos sufriendo la gentrificación a tope porque no encontramos localización. Está todo alquilado. 

Qué paradoja.
L.J: Estamos buscando una casa que sea como un loft de lujo para que parezca el interior de un rascacielos y tiramos de inmobiliaria, de Airbnb, de Booking y … ¡No hay gente, son todo empresas! No hay nadie humano detrás que alquile nada o casi nadie. O es muy difícil conseguir una cita para ver una localización o es carísimo. De los 25 pisos que hemos buscado y encontrado, nos han aparecido un par de personas. La mayoría son empresas. En un principio nos planteamos grabar en septiembre pero finalmente rodaremos en octubre, entre otras cosas porque los precios están disparados. 

Decís que la idea inicial de estar presenciando de una forma muy física cómo unas construcciones como las torres de Martiricos están alterando el entorno, el paisaje y el barrio. ¿Os afecta a vosotras tan directamente y por eso habéis elegido esta temática?
S.F: Lo voy a explicar desde varios puntos de vista. Cuando llegué a Málaga en 2006 vivía en el centro con todas mis amigas, estábamos cerca, alquilábamos, teníamos una red. Pero fuimos cayendo una tras otra: unas se tuvieron que ir, otras también, buscando y encontrando la solución que se podía. Las que tenían ahorrado un dinero pudieron comprarse un piso. Las que no, intentaron alquilar cada vez más lejos. Nosotras hemos vivido en primera persona la expulsión, primero del centro de la ciudad y luego la expulsión de Málaga porque ya no se puede alquilar por ningún lado. Esa ha sido la deriva y yo, por ejemplo, me siento privilegiada. Hay gente migrante, gente mayor, gente joven que está empezando a trabajar y hay una gran cantidad de gente que ya Málaga no se la puede permitir. Una ciudad que no es para su gente me parece gravísimo. 

L.J: En mi caso vivo de alquiler y hago coliving desde hace 15 años con dos personas y aunque es verdad que al principio podía ser una apuesta guay, porque nos llevamos bien y somos amigos, en un momento dado quizás queramos otra cosa, pero no nos podemos permitir comprar una vivienda. O sea, que llega un punto en el que ya vivimos juntos un poco por obligación, aunque estemos a gusto. No me planteo tampoco comprar, porque además yo no tengo pareja. Con mis opciones vitales siendo mujer soltera es imposible, y aunque tengo un sueldo decente porque soy funcionaria, no quiero destinar el 70% del sueldo a un alquiler y para comprar he tirado también la toalla. Ya no es solo que estés precaria porque las que tenemos estabilidad económica tampoco podemos acceder. Entonces, ¿qué tienes que ser para poder quedarte en Málaga?

Se construye, pero no se construye para la gente, se construye para atraer a gente de fuera

S.F: Las iniciativas como las torres de Martiricos no responden a las necesidades de la ciudadanía. Aunque dicen que hay mucha gente de aquí que ha comprado, no están resolviendo situaciones que se viven como las de emergencia habitacional. Se construye, pero no se construye para la gente, se construye para atraer a gente de fuera. Esto se vende como una gran idea porque vienen y con ellos viene el dinero, pero realmente todas las iniciativas del estilo como las construcciones en los antiguos terrenos de Repsol o el rascacielos de La Farola las están haciendo a espaldas de la ciudadanía. Esto es lo que, sinceramente, me parece más sangrante. La ciudadanía entra en este cuadro trabajando en la hostelería y ya sabemos qué es esto: trabajo precario, contratos que no cubren las horas totales trabajadas, etc. Me sorprende que se defienda este tipo de modelo de ciudad. Pero después de haberlo pensado y hablado mucho con las compañeras creo que quienes pueden defender esto son quienes tienen su situación resuelta.

L.J: Cuando empezamos a abordar esto también pensábamos en la gente que viene. El corto está contado desde las que llegan con una imagen de la ciudad que no responde a lo que se está vendiendo, esas personas que aterrizan aquí esperando una calidad de vida que luego no va a tener. Nos reímos un poco de esto, de una ciudad que quiere ser cool y usamos la comedia, aunque luego se lleva a una zona más dramática. Hacemos en La Banda una apuesta por los sonidos de la ciudad, una apuesta desde la parte sonora pero que podría haberse hecho desde cualquier otro lado. Cuando buscas un sitio nuevo para vivir lo que te gusta del lugar es su identidad y justamente es eso lo que está perdiendo Málaga. Lo que atrae a la gente que viene es una identidad que cuando llegan no es tal porque se ha perdido. 

S.F: Yo no sé si lo que atrae es la verdadera identidad de Málaga o lo que están vendiendo es una cosa que ya no existe, una fantasía. 

L.J: Exacto. Se vende la Semana Santa, se venden ciertas tradiciones y la parte moderna que tú dices, Simona, pero más allá de las tres apuestas culturales museísticas y demás, la ciudad la hace la gente y la gente de aquí se está yendo. 

Simona, has mencionado la palabra fantasía. Vender una fantasía a la gente que viene, ¿qué supone esa fantasía para la ciudadanía que reside en la ciudad? ¿Cómo se transmite a través de La Banda?
S.F:
La fantasía en Málaga se juega a diferentes niveles. Hay una fantasía que tiene que ver con las torres [de Martiricos] y todos estos edificios supermodernos, supercool, cosa que Málaga, sinceramente, no había sido hasta ahora porque ha sido un sitio bastante normalito. Ahí está la fantasía de modernidad. Luego hay una fantasía de tradición, pero de una tradición muy turistificada como Semana Santa o la feria. La apuesta pasa por una fantasía de modernidad en ese ideal de ciudad. El impacto es ese, que esta modernidad no está al alcance del bolsillo de la gente para alquilar y también a nivel de consumo: los restaurantes ya son todos caros, no hay donde ir y el centro ya no se pisa porque la gente está horrorizada. Lo han “arreglado” y nos lo han arrebatado, el centro ya no es nuestro.

L.J: También es cara la cultura que se genera a nivel institucional. Y los domingos por la tarde te matas con la gente para entrar porque es gratis.  

S.F: Cuando se habla de esto me viene a la cabeza lo que pasa en Venecia, por ejemplo. La ciudad ya es totalmente un museo, la gente vive fuera, todos son tiendas, cosas para visitar y solo se está allí para trabajar. A lo mejor esto es lo a lo que se va a llegar en Málaga, a venir a la ciudad y que no haya gente de aquí. 

Málaga es una fábrica de turismo y en la fábrica no se vive, a la fábrica se va a trabajar

L.J: Lo decía Curro [Machuca] del Sindicato de Inquilinas. Málaga es una fábrica de turismo y en la fábrica no se vive, a la fábrica se va a trabajar. Hablando con otras compañeras imaginábamos secuelas de La Banda incluso, haciendo una especie de Familia de León de Aranoa, donde se viese a una serie de personas contratadas para que habitaran el centro de la ciudad. Había muchas posibles historias y nosotras hemos elegido una. Esta sería una distopía.  

S.F: A lo mejor la idea del viaje como la del desplazamiento para descubrir la vida en otro sitio ya no es actual porque te desplazas desde aquí a Barcelona o a Lisboa y todo entra dentro del mismo pack. Ya no es para ver qué hace la gente, las tradiciones, las costumbres. Es una idea de turismo que creo que está desfasada. En mi cabeza existe, pero cuando viajas ves que hay lo mismo en todos los cascos antiguos, todos son iguales. 

Habéis formado un equipo que supera la decena de personas trabajando en el proyecto. ¿Cómo lo habéis creado y cómo os estáis organizando la parte técnica y artística?
L.J:
De muchas maneras. Yo enganché a Delia Márquez [codirectora] y las dos conocíamos a Juan. Nos parecía una persona afable, curranta, ideal para llevar la dirección de producción, la parte de gestionar la preproducción y coordinarla. El resto del equipo fue entrando a través de conversaciones. Ana Cayuela es directora de fotografía, amiga de amigos cercanos; Melina Frías, ayudante de dirección, es mi prima; o Sonia Vargas, de VFX es amiga de Delia Márquez. Lo que nos une básicamente son relaciones de amistad con gente que también es cercana en la profesión y que además sabemos que a nivel humano son guays, que era algo que teníamos claro desde el principio. Queríamos montar un equipo muy femenino y, a ser posible, feminista, y sobre todo teníamos siempre presente la idea de rodar tranquilas. Queríamos que todas las directoras de departamentos fueran mujeres y la excepción era Juan porque nos parecía que encajaba con las características de lo que queríamos en el rodaje. A los actores los conocíamos de cortometrajes que habíamos visto. Son muy buenos, tienen mucho feeling y vienen del mundo del teatro. La Banda, además, no tiene diálogos y eso implica que sea algo bastante compleja de hacer porque todo es expresión corporal. Falta gente por entrar todavía. Cada jefa de departamento elige a su equipo y a sus colaboradoras con la idea de que todo el mundo trabaje a gusto y rodar con calma.

Es muy importante para vosotras que exista esa perspectiva antes de empezar a rodar, plantear con quién queréis trabajar y de quiénes no os queréis rodear o qué dinámicas no queréis reproducir.
L.J:
Hay muchas directoras como Carla Simón apostando por equipos de mujeres y hablando de la importancia de rodar en calma y tener un rodaje en silencio donde no haya gritos. Llevamos tiempo hablando de la violencia que se ejerce en los rodajes con personas que están acostumbradas a trabajar en el mundo de la ficción. Nos han hablado de gritos, de situaciones donde se ha pasado muy mal y es importante para nosotras que esto no sucediera en La Banda. Una de las maneras que tenemos de evitarlo es que las personas que tienen la responsabilidad aquí sean mayormente mujeres y hablar sobre esto, pactarlo. La violencia que se ejerce cuando son ellos los que tienen el privilegio es una realidad. Nosotras queremos evitar todo eso.

¿Por qué decidisteis hacer un crowdfunding?
S.F:
Barajamos el crowdfunding porque es una forma de financiación que nos permite no tener que depender de más subvenciones ni alargar mucho los tiempos. El Festival de Málaga también nos ponía un límite temporal bastante estricto y nosotras conocemos los micromecenazgos de haber participado en muchos; no habíamos hecho ninguno, pero habíamos participado. Somos mucha gente en el equipo y en nuestro entorno se conoce y se apoya bastante este tipo de financiación, así que apostamos por hacerlo.   

L.J: Algunos compañeros del equipo no lo veían del todo claro al principio, les parecía una inversión de energía muy grande y no creían que pudiéramos conseguir tanto dinero. Pero nosotras tenemos muchas redes, Simona, Delia y yo, así que nos decidimos a hacerlo.   

S.F: De hecho, desde Verkami nos dijeron que era mejor pedir unos cinco mil euros. ¡Pero [a Verkami] usted no sabe quién soy yo! (risas)

L.J: Queríamos pedir 10.000  o 12.000 euros [finalmente pidieron 8.000 € y han conseguido 9.180 €]. Delia también es una persona muy entusiasta y estaba convencida de que iba a salir genial. Ha sido interesante pero pensábamos que iba a suponer menos tiempo, es un currazo. Cada día hay que estar pendiente de la difusión, evitando hacer spam entre nuestros amigos, evaluando que no fuéramos tampoco muy pesadas y hemos tirado por hacer una comunicación más social, hablando de gentrificación. Podíamos haber comunicado desde la perspectiva más artística, pero queríamos movilizar desde otro lado. 

La idea de La Banda es levantar debates sobre modelos de ciudad y que no empiece a partir de cuando el corto esté, sino que comience desde esta difusión que hemos hecho

S.F: Estoy contenta porque a través del corto hemos vuelto a poner sobre la mesa el debate. La idea de La Banda es levantar debates sobre modelos de ciudad y que no empiece a partir de cuando el corto esté, sino que comience desde esta difusión que hemos hecho, compartiendo artículos, señalando lo que está pasando con el precio del alquiler y los pisos o con el tema de las nómadas digitales.

L.J: En La Banda no hablamos del turismo. El tema del corto va un paso más allá: del nómada digital que se viene a instalar pero que en realidad funciona como un turista, su forma de estar y de consumir es la de un turista que no se implica en la ciudad, por lo menos tal y como lo vemos ahora. No tienen una vinculación con la ciudadanía.

Habéis hecho referencia a vuestro entorno y redes, que están politizadas, e incluso vosotras habéis elegido hacer una comunicación más político-social. Podíais haber hecho unas jornadas para abordar esta problemática pero habéis elegido hacer un producto audiovisual que narre desde la ficción. ¿Por qué?
L.J:
La verdad es que no sé cómo hemos llegado hasta aquí de una forma tan clara. Quizás es que veíamos a la historia tomar vida. La gente piensa que es un documental porque yo he hecho varios documentales en una línea más social y la gente cree que seguiré ahí. Pero queríamos enfocarlo de una forma diferente. Además, como Simona y yo tenemos el cachondeo de contarnos y fantasear con historias que siempre se nos quedaban ahí. De repente, con la historia de La Banda, me apetecía mucho pasármelo bien, disfrutar, hacer algo diferente, experimentar con una herramienta y un formato que no controlo tanto. Hacer una pieza con mucho equipo, con muchos profesionales, trabajar con departamentos y cubrir esa necesidad de hacer una especie de pequeño microrrodaje. 

S.F: Se están tomando decisiones a espaldas de la ciudadanía pero es que la ciudadanía tiene algo que decir porque somos nosotras las que estamos viviendo a la sombra de las torres. Me motiva poder contarlo desde el lenguaje de la ficción. Queremos decir que van a decidir sin nosotras. Ha salido también el documental sobre el BUM [La posibilidad de un bosque, dirigido por Dani Natoli y producido por Peripheria Films] y también están dando a conocer las propuestas sociales y participativas desde un lenguaje más documental. Nosotras nos vamos a sumar desde otro punto de vista para seguir problematizando y politizando este asunto.

Me gustaría que [La Banda] se convirtiese en una pieza didáctica y se moviese en espacios educativos

L.J: Con la ficción y haciendo algo incluso cómico llegaremos a otro tipo de personas que quizás, a priori, no verían un documental, saliendo de nuestro espacio de militancia. Me gustaría que se convirtiese en una pieza didáctica y se moviese en espacios educativos. Simona y yo tenemos un perfil docente, pero también político, así que creo que esto va a acabar sucediendo.

¿Cómo véis el futuro de La Banda, cuál es vuestro objetivo?
L.J:
También queremos crear un producto que sea bueno, que pueda ir a festivales, como material didáctico, que la gente piense con él y que se pueda mover muchísimo. Hablar a través del subtexto es lo que queremos. Que quien lo vea piense que hay algo que queremos contar, que analice la obra y que diga “vale, esto es lo que me quieren decir: tengo que replantearme el modelo de ciudad”. 

S.F: Es un engaño para las que estamos y para las que vienen porque, claro, las ilusiones luego también se van cayendo. Están construyendo un modelo de ciudad que defrauda a todo el mundo. Eso es lo que queremos comunicar. 

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