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Consumo
¿Y si además de año, cambiamos de hábitos?
Llega el final de año, y con éste un momento inmejorable para bajar el ritmo, analizar nuestras prácticas y proyectar deseos y compromisos de mejora para el año entrante. Si algo hemos aprendido durante la pandemia, es la importancia de cuidar a quien nos cuida, de mirar a nuestros territorios y sostener la redes que nos sostienen. Nuestro dinero y nuestro consumo son importantes herramientas de cambio que proponemos revisar en pro de un mayor impacto y transformación social.
La falta de tiempo de nuestras ajetreadas vidas o el no tener alternativas tan a mano como nos gustaría, nos ancla a ciertos hábitos de consumo que tenemos muy interiorizados: la luz con la empresa de toda la vida o la que ha elegido el casero o casera si vivimos de alquiler; el banco con la sucursal de abajo de casa, donde tienes la hipoteca o la tiene tu madre; la comida en el supermercado del barrio, que además si me falta el tiempo me la traen a casa; la ropa... ¿donde si no en una de las tiendas de Amancio Ortega?…Pese a que probablemente no nos convenzan del todo estas empresas, por su política y acoso comercial, por las condiciones laborales de las que se sirven o por los impactos sociales y ambientales que generan sus prácticas, seguimos muchas veces ancladas a estos contratos y compras como un mal menor inevitable.
Pero existen alternativas. Banca, electricidad, alimentación, la movilidad o telefonía, hay multitud de productos y servicios de uso diario que nos proveen empresas democráticas, éticas, locales, respetuosas con el medio y solidarias. Seguramente hayas oído hablar de la banca ética o la energía renovable, puede que te hayas planteado cuidarte comiendo algunos productos ecológicos y que tengas cada vez más presente el impacto medioambiental de productos que viene de lejos o de ciertos modelos de transporte y distribución motorizada y de larga distancia. Por fortuna, son cada día más las empresas que se rigen por otros valores y que van haciéndose un hueco nutriendo y enriqueciendo nuestras redes y espacios cercanos. Dar el paso es más fácil y accesible de lo que piensas, ¿te atreves a cambiar?
Puede que de hecho ya hayas dado algún paso. A lo mejor estás en un grupo de consumo y recibes tu cesta de productos ecológicos semanal. Quizás alguien te regalara una suscripción a un medio de comunicación o a una editorial alternativa y hayas renovado por tu cuenta algún año más. O intentas regalar artesanía de comercio justo en navidades y así unes compromiso familiar y social… Si has dado ya ese paso, enhorabuena, tienes lo más importante: la voluntad de cambio.
Cambio de año, año de cambios
Estas fechas estivales y de cambio de año son un momento ideal para dar estos pasos, para incorporar a nuestras listas de buenos propósitos la firme voluntad de cuidar el impacto social y medioambiental de nuestro dinero; bien sea de nuestros ahorros, dándoles un buen destino en banca o finanzas éticas, bien de nuestro gasto, mirando para que nuestro gasto sirva a su vez para apoyar una empresa con alto impacto social y ambiental. Cada uno de estos pequeños cambios nos abre, además, un sin fin de nuevas posibilidades, porque el consumo responsable es un circulo virtuoso donde educamos la mirada crítica a la hora de evaluar un producto o servicio antes de su compra.
Hemos comprobado claramente estos meses de pandemia la importancia de cuidar a quien nos cuida. Consumir dentro de nuestras redes, en el marco de la economía solidaria, es parte clave de este cuidado. Consumiendo dentro de ella estamos cuidando nuestras redes y comunidades locales, en momentos difíciles de fuerte crisis económica, garantizando que muchas de sus empresas puedan seguir desarrollando su actividad y se mantengan sus puestos de trabajo. Además, estamos fortaleciendo nuestro entorno y territorios para poder adquirir en ellos los recursos que necesitamos, amortiguando nuestra dependencia del exterior, en el marco de una economía globalizada cada día más inestable y frágil, fortaleciendo así nuestra autonomía y capacidad de abastecernos a partir de redes propias, apoyando directamente el tejido productivo que nos nutre de alimentos y otros bienes básicos para nuestra vida diaria.
Quizás sea momento de intentarlo y apostar fuertemente por ello, de salir de nuestro espacio de confort y adquirir nuevos hábitos de consumo para dotarnos de relaciones comerciales más satisfactorias y en coherencia con nuestro sistema de valores. Queremos proteger el medio ambiente, porque hemos tomado conciencia de la importancia de proteger la biodiversidad, de actuar ante el cambio climático, y de vivir en un entorno sano y saludable. Y somos feministas, abogamos por la igualdad a todos los niveles, queremos el mismo salario entre hombres y mujeres, queremos trabajos que nos permitan conciliar con la vida y poner en valor los cuidados y lo reproductivo. Y defendemos la justicia social y unos derechos sociales básicos universales, que atiendan a la diversidad bajo criterios de equidad y que garanticen una vida digna a toda la población. Pero es difícil conseguirlo si con nuestro dinero apoyamos a aquellas organizaciones que justamente atentan contra estos derechos. Con actos tan aparentemente insignificantes como nuestro consumo diario estamos haciendo posible otras realidades y valores.
Puede que no sea tan difícil como piensas y que un poco de tiempo y ganas te abran las puertas de un nuevo marco relacional en lo económico y social. Podrás conocer así nuevos proyectos con los que cooperar, nueva clientela y amistades, en definitiva, toda una red de contactos que de seguro te aportarán más que productos y servicios éticos, sostenibles y saludables. Desde REAS Red de Redes y los Mercados Sociales hemos querido ponerlo fácil, recogiendo los catálogos de empresas éticas y responsables en todo el territorio en una nueva web que pretende, además, demostrar el poder de nuestro consumo colectivo. El momento es ahora. ¿Nos acompañas? ¡Adéntrate en las de redes Economía Solidaria y #ConsumeDentro!