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Medio ambiente
¿Es Urdaibai una zona de sacrificio ecológico?
Investigadora doctoral en el Departamento de Estudios Ambientales de la Universidad de Colorado (USA)
La Reserva de la Biosfera de Urdaibai es una zona situada en el norte de la Península Ibérica, en la comarca de Busturialdea. Su corazón, el río Oka, nace en el monte Oiz y se convierte en estuario al llegar a Mundaka, formando unas marismas espectaculares con una amplia zona intermareal. Urdaibai, que significa “Río de los Jabalíes” en euskera, revela la abundancia de este animal, pero también podemos avistar águilas pescadoras, espátulas o avetoros (muy difíciles de observar en otros lugares del país), dado que las marismas son críticas para la vida de las aves.
Guggenheim 2 en Urdaibai
A principios de septiembre, la Diputación Foral de Bizkaia reveló que planeaba destinar 40 millones de euros para la expansión del Museo Guggenheim Bilbao a Urdaibai. A la espera de conocer una propuesta más detallada, Unai Rementeria adelantó a finales de ese mes dos limitaciones que acotarían el impacto del museo: el Guggenheim Urdaibai abriría “solo algunos meses al año” y, además, se fijaría un cupo máximo de visitantes. Como los sendos presupuestos presentados por la Diputación y el Gobierno Vasco no recogen ninguna partida destinada a este proyecto, es difícil hacer una valoración sobre elementos tangibles. A pesar de que habrá que esperar, al menos todavía unos meses, para ver sobre el papel la plasmación del anunciado complejo museístico, es momento de hacer una valoración a la vista del emplazamiento previsto desde Gernika hasta la marisma de Murueta.
“La Diputación de Bizkaia planea destinar 40 millones de euros para la expansión del Museo Guggenheim Bilbao a la Reserva de Urdaibai”
Una expansión de tal envergadura en una zona protegida podría, a priori, inquietarnos. Pero, ¿cuál podría ser el riesgo de construir un edificio en el que se almacenan y exhiben objetos de interés histórico, científico, artístico o cultural? Al fin y al cabo, los museos contribuyen al desarrollo de la sociedad desde una serie de ángulos muy diversos y es crucial preservar la historia y las culturas que dieron forma a quiénes somos y dónde estamos. ¿Podría la expansión del Guggenheim brindarnos una oportunidad sin precedentes en la comarca de Busturialdea?
Un informe realizado en 2019 sobre la carga turística de la Reserva de la Biosfera de Urdaibai ya subrayaba la alta presión que sufría el medioambiente, colocando alerta amarilla en los cinco indicadores que analizaba: gobernanza, economía, medio ambiente, territorio y sociedad. El documento también advertía de la falta de movilidad sostenible en la propuesta. Si profundizamos en los detalles de la expansión, vemos que el proyecto es una representación pura de intereses políticos y lucrativos que acarrearía una presión medioambiental adicional de 140.000 visitantes anuales, si los requisitos de sostenibilidad no se cumpliesen debidamente.
Crisis climática
Urdaibai Ribera impulsa la expansión del Guggenheim en Urdaibai pese a posibles “daños permanentes e irreversibles”
Las voces más optimistas del Gobierno de España y de la Diputación de Bizkaia apuntan que “este proyecto contribuirá a una actuación integral en el nuevo centro cultural para promover planteamientos de desarrollo cultural, económico y social innovadores y sostenibles”. Sin embargo, si no se establecen las medidas necesarias para que el proyecto esté sintonizado con los procesos naturales de su entorno, ¿será Urdaibai una zona de sacrificio? ¿Es correcto el uso del término en este contexto?
Zonas de sacrificio
La etiqueta orwelliana ‘zona de sacrificio’ se originó en la época de la guerra fría para designar las zonas “que quedaban inhabitables debido a los experimentos nucleares” de los Estados Unidos, la Unión Soviética, Francia y Gran Bretaña, los cuales provocaban “niveles de radiación elevados y persistentes”, como describe Steve Lerner en su libro Sacrifice zones. En la actualidad, una zona de sacrificio es un lugar “cuyos residentes sufren consecuencias devastadoras para su salud física y mental, así como una serie de violaciones de sus derechos en resultas de vivir en focos de polución y zonas altamente contaminadas”, tal y como relata el reciente informe para la ONU de David R. Boyd y Marcos Orellana sobre el medio ambiente no tóxico. Provoca desazón y una inmensa intranquilidad darse cuenta de que, si nos atenemos a la definición formal, no podría decirse que estrictamente Urdaibai vaya a ser una zona sacrificada.
El concepto ‘zona de sacrificio’ tiene el gran inconveniente de focalizarse en el daño ecológico que se encuentra en áreas delimitadas, como si el resto estuvieran a salvo de todo deterioro. Sabemos, sin embargo, que el detrimento es global. En todas partes sacrificamos la vida en aras del consumismo y del “desarrollo” entendido como crecimiento económico desenfrenado y perenne. Las zonas de sacrificio no son fallos insignificantes o circunscritos dentro de un sistema que, desde una visión holística o de conjunto, funcionaría debidamente. En absoluto. Estas áreas representan la realidad estremecedora de ser los síntomas más visibles de una crisis global que llevamos anunciando desde hace décadas. Son, por tanto, lesiones expuestas que muestran un organismo envenenado y malherido.
“En Urdaibai predominan las mentiras, entre pinares y eucaliptos, fábricas de chatarra, carrizales de la hierba de La Pampa, aguas sucias e iniciativas para turistas” (Edorta Jimenez)
Que no se malinterprete: las áreas que conocemos hoy día como ‘zonas de sacrificio’ lo son por estar expuestas a altos niveles de contaminación y sustancias tóxicas. La razón por la que debemos fijar un término específico para describir estas áreas es poder identificarlas para facilitar la estructuración de planes de acción. Sin embargo, el adjetivo sacrificio promueve en sí mismo una visión reduccionista y descaminada de lo que podría y no podría significar “el sacrificio”. Un área no solo se sacrifica si está expuesta a plantas petroquímicas sumamente contaminantes, como las de Amorebieta o Muskiz en Bizkaia, a vertederos colosales de desechos electrónicos o a otras calamidades de nuestra civilización. No podemos aceptar este uso tan reducido de la terminología disponible, nuestro listón para reconocer que se está sacrificando un área natural y la salud de los seres vivos que la habitan no puede estar tan alto.
Desafortunadamente, somos plenamente conscientes de que no podemos provocar grandes cambios en un tiempo limitado, pero tampoco podemos endeudar nuestro futuro y el de quienes vienen por detrás. Por tanto, en un intento de formar alianzas para evitar más sacrificios, dirijámonos a las mujeres, a las minorías, a las personas mayores, a las que trabajan en el campo, a las que han tenido que abandonar sus hogares y a quienes les han expoliado sus tierras. Ya reconocemos esa exigencia de sacrificio, ya nos ha visitado en el pasado, disfrazada de mil maneras. De un tiempo a esta parte, siguiendo las palabras de Edorta Jimenez, en Urdaibai “predominan las mentiras, entre pinares y eucaliptos, fábricas de chatarra, carrizales de la hierba de La Pampa, aguas sucias e iniciativas limitativas para turistas”. Ahora es el momento de empezar a hablar alto y claro de la injusticia ambiental: no creamos, ni por un segundo, que esto no tiene nada que ver con nosotros y nosotras: como dice Adolfo Estrella en Bienes Comunes “el concepto de zona de sacrificio evita la interdependencia sistémica dividiendo y territorializando el daño que esta civilización termo-industrial organizada como el capitalismo le hace a la vida”.
”La degradación del ecosistema protegido de Urdaibai resultará indudablemente en un daño directo a la salud de los organismos que lo habitan“
El Diputado general de Bizkaia concluía diciendo que hay que “seguir impulsando el Guggenheim”, “el gran embajador de Bizkaia”, porque “vale mucho más de lo que cuesta”. ¿Pero qué cuesta exactamente? O, mejor dicho, ¿cuál es el pretexto de dicho coste? ¿Acaso la construcción del Guggenheim Urdaibai y el turismo que acarreará enriquecerá al vecindario de la zona? ¿Debemos entender los costos medioambientales como externalidades negativas que, simplemente, se han de asumir? La degradación del ecosistema protegido de Urdaibai resultará indudablemente en un daño directo a la salud de los organismos que lo habitan, incluida la de los vecinos y vecinas de la zona. Dicho en otras palabras: el deterioro causado en Urdaibai (o en cualquier zona sacrificada) vulnera íntegramente nuestros derechos para desarrollarnos a nivel local. Y recordemos, por último, que el derecho a un medio ambiente no tóxico es una de las dimensiones que se recogen en el derecho a un medio ambiente sin riesgos, limpio, saludable y sostenible, reconocido en la última resolución aprobada por la Asamblea General de las Naciones Unidas, del pasado 28 de julio.
Hay un total de 22 municipios en la Reserva de la Biosfera de Urdaibai. A pesar de estar repletos de zonas rurales conectadas a la naturaleza, gran parte de sus poblaciones han pasado de trabajar en el campo, en la fábrica y en la mar a tener que irse fuera de la comarca a ganarse el sustento, emigrando para vivir en otro lugar o al menos yendo y viniendo a diario. Estos habitantes permanentes tradicionales nutrieron durante siglos las tierras naturales de Urdaibai, hasta tal punto que sigue formando parte de su identidad, su carácter y su cultura. Proteger el bienestar de Urdaibai es proteger el derecho de todas estas personas a un medio ambiente saludable. Para comunicarlo de manera efectiva necesitaremos diálogo, una comunidad en la que apoyarnos y reflexionar, escuchando a quienes piensan igual y, sobre todo, diferente. Recordemos siempre preguntarnos para quién y para qué se nos exigen estos sacrificios.
Ecologismo
Urdaibai Ondo etorri Urdaibai paradisuaren gezur eta iruzurretara
Naturaren zaintzaren ikur da Urdaibai, baina ikusi nahi duenarentzat agerikoa da iruzurra. Gezurrak dira nagusi, pinudi eta eukalipto, txatarrazko lantegi, Panpako lezka, ur zikin eta turistentzako ekimen txikitzaileen artean.
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En Urdaibai en frente de la costa hay una empresa de harinas que tira aguas residuales y al Gobierno Vasco le da igual. Grave delito ambiental.
Las zonas de sacrificio son la punta del iceberg. Menudo dilema prestarles la atención que se merecen sin perder de vista la dimensión global de la problemática. Qué reflexión más interesante, muy buen artículo.