Barrios
Madrid en boca de todos y en el corazón de nadie

Estamos muy solas. Solas cuando caminamos por los barrios confinados y, por un momento, el paso lento de un coche patrulla, nos recuerda que no somos como los demás. Solos cuando leemos en las redes sociales que a Madrid habría que rodearla de un muro. Solos cuando abrimos la carta de denegación del ingreso mínimo vital.

Barrio Orcasitas Coronavirus - 8
Parque en el barrio de Orcasitas, Madrid. David F. Sabadell
Sarah Babiker
2 oct 2020 09:48

Llevo casi dos semanas mirando coches patrulla de reojo. Suben y bajan las calles de mi barrio, no lo suficiente para evitar que nos desplacemos, pero sí lo bastante para que se nos agite algo adentro. Un reflejo de animal atrapado, un aroma de posible check point atravesado entre las calles que cruzabas como si nada cada día, cuando nos veíamos las sonrisas, y los muros, los controles y las amenazas de las luces azules a la vuelta de la esquina eran de otros.

Mientras vivimos así, a golpe de salvoconducto ad hoc, en lagunas normativas que son ciénagas de incertidumbre que a ratos surfeamos ágiles y otras nos chupan los pies para adentro, afuera se oyen los tambores de una guerra idiota: somos sus rehenes. Es tanto el ruido, que ya ni a nosotras mismas nos escuchamos, ni alcanzamos a dimensionar la profundidad de las heridas que se han abierto en nuestras miradas del mundo, en los horizontes de nuestros hijos, en los cuerpos y almas que habitan la ciudad.

Las batallas que están ganando no están solo en las arenas políticas que solo atinamos a observar desconcertados y comentar como quien comenta una mala serie. Esta guerra se nos está jugando adentro. No estamos bien.

Mucho ruido, y un caos de declaraciones confusas, ruedas de prensa extraterrestres en las que el discurso se aleja de nuestras realidades, necesidades y urgencias como un asteroide. Pero las batallas que están ganando no están en el terreno del afuera, en las arenas políticas que solo atinamos a observar desconcertados y comentar como quien comenta una mala serie. Esta guerra se nos está jugando adentro. No estamos bien.

Somos gente recortada, una oportuna pedagogía de la distancia se está instalando en nuestros instintos: por eso aceptamos que lo peligroso es estar con quienes nos importan. Podemos frecuentar centros comerciales, metros y supermercados con otros ciudadanos anónimos que te mirarán con recelo, pero se insiste en que es encontrándonos en los parques como extenderemos el virus. Podemos pasar una hora sentadas a un metro de un señor random en un restaurante, pero no podremos visitar a nuestros padres si viven en otro municipio. Tuvimos que asumir la muerte de miles de personas mayores, o no tanto, solas, y mientras contabilizamos UCI y el telediario regurgita números, parece que no habrá debate sobre que nunca deberían repetirse todas esas muertes solas. Nuestros muertos, los muertos de cerca, nuestros muertos próximos, adquieren la abstracción numérica que siempre han tenido los muertos de los otros.

Estamos muy solas. Solas cuando caminamos por los barrios confinados y por un momento, el paso lento de un coche patrulla, nos recuerda que no somos como los demás. Solos cuando leemos en las redes sociales que a Madrid habría que rodearla de un muro. Solos cuando abrimos la carta de denegación del ingreso mínimo vital. Cuando hacemos números y vemos que no podremos reabrir nuestro negocio. Cuando el dinero del Erte no da para más y a ver quién coño paga el alquiler el mes que viene. Cuando retuiteamos agotados la última de Ayuso.

Somos un montón de gente sola que por más que se busca en concentraciones y grupos de telegram, en llamadas con las amigas e indignaciones compartidas, presiente un futuro terrorífico, y no sabe a qué frente dedicarle sus últimas fuerzas

Estamos solos cuando nos encontramos mal, y ya ni osamos a contactar al centro de salud, o cuando tras llamar 50 veces al SEPE nadie atiende a nuestros ruegos. Un montón de gente sola que por más que se busca en concentraciones y grupos de telegram, en llamadas con las amigas, e indignaciones compartidas presiente un futuro terrorífico, y no sabe a qué frente dedicarle sus últimas fuerzas. Estamos solas cuando a la noche nos sentamos a fantasear con exilios.

Madrid está en boca de todos y en el corazón de nadie. Nuestro Mordor particular, nuestros cuatro jinetes del apocalipsis, tiene las cosas muy claras. No dedican dos minutos de su tiempo al común, ni aunque sea solo por guardar las apariencias, no ahorrarán en ilegalidades ni argucias. Incumplen los compromisos que salvan, los que nos podrían cuidar, pero son muy fieles, bien fieles, fieles más allá del decoro, de la democracia y de la ley, con los suyos.

No dejan ni un día de otorgar contratos millonarios a dedo, liberalizan nuestro suelo nuestra tierra para sus buitres con alevosía un jueves cualquiera, con todo arrasan, todo lo emponzoñan y nosotros tan vencidos con nuestras barricadas internas solo alcanzamos a suplicar un 155. Por encima del reclamo de rastreadores y médicas, se oye la demanda angustiada de un confinamiento que nos devuelva a un cierto orden. Que nos encierren pedimos a este gobierno central, sin tiempo para reparar en sus propias debilidades y sus torpezas y su medio alma neoliberal, que acecha con mucho más decoro, pero con no mucha menos crudeza que los otros.

No estamos bien. Estamos derrotados. Ojalá pudiéramos sacarnos esta guerra de adentro y mostrarla afuera. No tener que elegir entre salud y libertad. No podremos tener libertad sin salud pública, pero tampoco podremos tener salud sin libertad. Esa palabra que tanto gustan pasear por sus mentiras, a la que prostituyen en sus discursos plagados de venezuelas y chernobiles. Cuando es por ellos que cada vez somos menos libres: no de ir a consumir y mantener arriba la economía, los negocios de sus colegas, el ávido sector turístico.

Sino la libertad de ver a nuestros amigos, de patear el monte, de plantarse ante los desahucios, de acompañar en sus últimos años a los abuelos. La libertad de los parques, y los bancos públicos, de caminar por las calles sin salvoconducto. Y combatir la pedagogía de la distancia, para no estar solos, para no dejar que la libertad sea otra cosa distinta a poder caminar por la calle sin miedo a la policía, a la pobreza, y a las UCI donde se muere en soledad.

Informar de un error
Es necesario tener cuenta y acceder a ella para poder hacer envíos. Regístrate. Entra na túa conta.

Relacionadas

El Salto Radio
El Salto Radio A dos velas
El documental “A dos velas”, de Agustín Toranzo indaga en las causas de los cortes de suministro eléctrico sistemáticos e indiscriminados que varios barrios obreros de Sevilla vienen denunciando desde hace años.
Literatura
Silvia Nanclares “Moratalaz nace como barrio franquista, solo que no contaban con la presión vecinal”
Con ‘Nunca voló tan alto tu televisor’ la escritora madrileña regresa a su barrio y examina lo que quedaba debajo de la cáscara de progreso que supuso la construcción del edificio de Torrespaña, aun hoy uno de los más reconocibles de la ciudad.
Sevilla
Komando G “Sin las mujeres, el barrio se pararía”
El Komando G es una red feminista ubicada en el Polígono Sur de Sevilla en la que participan vecinas y mujeres representantes de entidades sociales que busca ser un espacio de cuidados y reivindicación para todas las mujeres del barrio.
#71250
2/10/2020 12:13

No hay mucho que comentar al texto... Se entiende perfectamente.
Solidaridad y mucha fuerza desde las periferias (más o menos vacías/vaciadas) a la franja de Gaza Madrileña.

7
5
#71247
2/10/2020 11:47

Ahora que os confina el gobierno de coalición ya no hay manis...en fin, será que es imposible ser objetivo en la izquierda

5
17
#71262
2/10/2020 13:36

Ahora que no nos confinan en guetos quieres decir, no?

3
1
#71286
2/10/2020 20:20

jajajaja que panoli, amen a lo que diga el desgobierno

0
2
#71281
2/10/2020 19:02

Se llama envidia española. La auténtica epidemia. Catolicismo cultural, contra la libertad de conciencia. "Si a mí me encierran en casa, que obliguen al vecino también con la policía". Y todos contentos. En esto se basa el éxito de las medidas draconianas y totalitarias del R78 en España a cuento de esta epidemia leve. Un pueblo temeroso y avejentado, conservador y manejado por los partidos.

3
1
#71257
2/10/2020 13:05

Ahora que nos confinan a todos por igual, y no sólo militarizan los barrios de los pobres, ya no hay manis. Qué misterio más subjetivo.

2
4
#71285
2/10/2020 20:08

Si es sanidad la que ha dado las pautas de confinamiento es por la inactividad premeditada del gobierno de la comunidad. No les importa un bledo los ciudadanos. La derecha es así. Lo hemos visto con su gestión de las residencias, el acceso a la sanidad, la educación. No les interesa mas que el dedazo, sangrar lo público y si caen pues caen. No sé que mas tienen que hacer para que se le caiga la venda a algun@

6
1
Gobierno de coalición
Gobierno de coalición El PSOE se mira en el espejo de Canadá
La irrupción de un enemigo exterior poderoso como Trump ha provocado un giro rotundo en las elecciones del país norteamericano, catapultando a los progresistas tras estar al borde de una dura derrota.
Economía social y solidaria
Cooperativismo Economías tejidas por mujeres: feminismo y cooperativismo en Madrid, una genealogía por contar
La Economía Social y Solidaria feminista no ofrece fórmulas mágicas, pero sí un horizonte: uno donde lo productivo y lo reproductivo, lo económico y lo afectivo, dejen de estar enfrentados.

Últimas

Energía
Energía La organización colectiva, el verdadero kit de supervivencia en tiempos de emergencia y caos
Decenas de centros sociales, cooperativas y grupos autogestionados de vecinos en todo Madrid hicieron frente a los embates del parón eléctrico a través de improvisadas iniciativas comunitarias.
La vida y ya
La vida y ya Unas horas sin luz
Edu, un amigo que es conserje en un colegio público, me escribe para contarme que quienes más se angustiaron fueron las familias más vulnerables.
Más noticias
Maternidad
Maternidades Maternar sola, precaria y sin que se note
Actualmente, asistimos a un nuevo modelo de súper madre que es la monomarental, precaria, activista feminista, que hace malabares para que sus criaturas no se enteren de las patrañas que nos rodean sin perder de vista la crianza respetuosa
Argentina
Argentina Argentina encadena su destino al FMI por las próximas generaciones
A corto plazo, el nuevo acuerdo permitirá equilibrar el balance de pagos, pero a costa de que la economía se incline hacia la recesión
Málaga
Lucha por el agua Victoria parcial para la Mesa del Agua
Tras meses de lucha ciudadana, el equipo técnico de la Junta de Andalucía rechaza la concesión de agua al proyecto Transcendence sobre El Llano de Matagallar (Málaga)
Alimentación
Soberanía Alimentaria ¿Cómo hacer más accesible la alimentación sostenible a población en vulnerabilidad?
Existen proyectos en España que están intentado informar, sensibilizar y mostrar buenas prácticas en alimentación sostenible a personas en situación de inseguridad alimentaria, en los barrios o desde la infancia.

Recomendadas

Laboral
Laboral Coidar sen dereitos: a loita das traballadoras nas residencias privadas de Galiza
Sen tempo nin medios para ofrecer uns coidados axeitados, alertan dunha situación insostible nos centros e denuncian a privatización dun servizo a costa do benestar das persoas maiores e dependentes.
Galicia
Galicia Vigo, A Coruña e Ourense mercaron material policial a Israel por medio millón de euros en só catro anos
O alcalde ourensán, Gonzalo P. Jácome, adxudicou un contrato por 70.000 euros días despois do sete de outubro. Abel Caballero asinou outro de máis de 200.000 euros e a alcaldesa da Coruña seguiu a estela cun contrato de 170.000 euros.