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Catalunya
Abrir camino a la república
No parece casual que la sentencia del ‘procés’ haya aparecido unas semanas antes del 10N. Sin embargo, ha suscitado una movilización del pueblo catalán que ha desbordado los cálculos de los políticos españoles. Cataluña fue la vanguardia de la protesta antifranquista en los años 60, y puede convertirse en la vanguardia de la protesta antimonárquica en nuestros días.
No sería de extrañar que el problema catalán hubiera sido planificado, por la cúpula del poder oligárquico en el Estado español, para tensionar la política interna, fomentando un nacionalismo visceral sobre el que asentar su dominación maltrecha por la crisis económica. Pues no parece casual que la sentencia del ‘procés’ haya aparecido unas semanas antes de la fecha electoral del 10N, provocando a los catalanes en plena precampaña. Sin embargo, la sentencia contra los líderes independentistas ha suscitado una movilización del pueblo catalán que ha desbordado los cálculos de los políticos españoles.
También ha sido importante la solidaridad manifestada por numerosas organizaciones de todo el Estado, frente a la flagrante injusticia de la sentencia, que afecta a los derechos y libertades de toda la ciudadanía. De tal modo, en estos días de lucha ha crecido la convicción republicana de que el actual orden monárquico es insuficiente para resolver los problemas planteados por la crisis económica del capitalismo neoliberal. Si a corto plazo la capacidad del Estado español para controlar la situación parece garantizada sobre la base de la represión, el sentimiento de que la actual ordenación social es injusta se ha asentado en profundidad en la mayoría social catalana, y entre capas sociales significativas del resto del Estado español.
Si a corto plazo la capacidad del Estado para controlar la situación parece garantizada sobre la base de la represión, el sentimiento de que el actual orden social es injusto se ha asentado en la mayoría social catalana, y entre capas sociales significativas del resto del EstadoEl clamor popular contra el autoritarismo del Estado contrasta grandemente con el silencio de las organizaciones parlamentarias de la izquierda española. Es posible que el temor a la represión haya influido en esa vacilación. Pero también, dado que la opinión sobre el referéndum catalán se encuentra profundamente dividida, a las fuerzas democráticas se les hace muy difícil afrontar la actual coyuntura política. Ha sido clamoroso el silencio con el que los parlamentarios extremeños han acogido la movilización catalana y la represión subsiguiente, lo que viene a corroborar su más completa irrelevancia política. Es de sospechar que esa falta de interés derive también de la indiferencia ante el derecho de autodeterminación de los catalanes y otras nacionalidades que conforman el Estado español.El clamor popular contra el autoritarismo del Estado contrasta grandemente con el silencio de las organizaciones parlamentarias de la izquierda española.
El clamor popular contra el autoritarismo del Estado contrasta grandemente con el silencio de las organizaciones parlamentarias de la izquierda españolaPor cierto, que la maniobra catalana coincide con la exhumación de Franco, como un elemento más de ese antifascismo superficial, folklórico y electoralista al que nos tiene acostumbrados el PSOE. Mientras la memoria histórica de los políticos del régimen sigue cojeando de forma grotesca, dejando sin resolver uno de los mayores problemas de la democracia española, el espectáculo mediático del féretro del dictador saliendo de su mausoleo sirve para tapar las vergüenzas de la flagrante violación de derechos humanos hacia las víctimas del franquismo. Gracias a ese espectáculo, la monarquía liberal alardea de ser una ‘robusta democracia’, mientras genera problemas de convivencia entre los ciudadanos del Estado español, para intentar sostenerse en medio del caos. Tampoco en ese sentido se ha establecido la sintonía entre las declaraciones de los políticos españoles y los sentimientos de justicia de muchos ciudadanos en el Estado español.
La maniobra catalana coincide con la exhumación de Franco, como un elemento más de ese antifascismo superficial, folklórico y electoralista al que nos tiene acostumbrados el PSOEEsto nos plantea la necesidad de revitalizar el tejido político en Extremadura, a partir de la crítica de las instituciones profundamente corrompidas que conforman el orden monárquico. Cataluña fue la vanguardia de la protesta antifranquista en los años 60, y puede convertirse en la vanguardia de la protesta antimonárquica en nuestros días. Es posible pensar que la superación de la actual democracia recortada, al servicio de la oligarquía financiera, ha comenzado a forjarse estos días de movilización social; por tanto, es preciso comenzar a organizar la solidaridad con los catalanes con la perspectiva de alcanzar un modelo republicano del Estado español, construido sobre la base del respeto a la soberanía de las nacionalidades ibéricas. Con esa perspectiva convocamos a las personalidades conscientes de Extremadura a un debate colectivo sobre la forma de organizar la alternativa republicana en nuestra región.
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No creo que las movilizaciones catalanas hayan desbordado para nada las previsiones del Estado, es más, el Estado las ha llevado hacia el punto en que le interesa, y las ha convertido en un espectáculo mediático con el objetivo de deslegitimar el independentismo, que ya es percibido como violento, y por tanto terrorista. La consencuencia es que con esta maniobra ganan peso las posturas contrarias al diálogo y se cierra filas en torno al constitucionalismo. La violencia callejar no daña al Estado en cuanto la coerción ejercida y los daños económicos los asumen los propios catalanes, con lo cual las protestas, de no llegar a trascender el ámbito regional en el que están circunscritas, no podrán ser mantenidas por mucho tiempo. Si las movilizaciones hubieran mantenido una disciplina noviolenta centrada en los aspectos comunicativos de la acción, tal vez hubieran podido mantenerse en el tiempo y llegar a cambiar la percepción que se hace del catalanismo como movimiento supremacista en el resto del Reino de España.