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¿Cómo lo hacen? El colectivo de artistas está imprimiendo su propio dinero y, desde octubre de 2018, también una emisión de bonos (productos por lo que se puede prestar dinero a una empresa o país a cambio de un tipo de interés), pero no son unos bonos cualquiera. Los billetes y bonos son obras de arte realizadas por los artistas del colectivo, pero en lugar de la Reina de Inglaterra, los billetes tienen la cara de los protagonistas de cuatro proyectos locales: el fundador de un banco de alimentos, la impulsora de una cocina para gente sin techo, la directora de un colegio local y la persona que creó un proyecto para jóvenes después de que su sobrino fuera apuñalado mortalmente.
Los billetes son imprimidos in situ y están hechos con papel de calidad para ser guardados y conservados como si fueran cuadros. El beneficio que obtiene este peculiar banco con estos billetes se divide en dos. La mitad va directa a financiar esos proyectos que aparecen reflejados en el diseño del billete. La mitad restante se utiliza para comprar a los bancos deudas de ciudadanos de la zona que se encuentran en situación de insolvencia por culpa de dichas deudas.
Según explican en su página web, actualmente pueden comprar deudas de personas insolventes, que las entidades financieras se quieren quitar de encima, por tan solo unos peniques cada libra. Una vez compran las deudas, escriben a los deudores para anunciarles que sus deudas con el banco han sido canceladas. Actualmente llevan recaudadas 40.000 libras, de las cuales han dedicado 20.000 a comprar dichas deudas con enormes descuentos para poder librar del yugo de sus deudas a vecinos del barrio.
Big Bang 2
Desde octubre de 2018, el banco también emite bonos para lo que llaman la “explosión distribuida y de propiedad colectiva” de la deuda o Big Bang 2. “Estamos jugando con los símbolos y las estructuras de las finanzas, llamando la atención sobre ellas y subvirtiéndolas”, explican en su página web al explicar por qué han elegido los bonos como herramienta para la compra colectiva de estas deudas.El dinero “invertido” en esos bonos va a parar al autodenominado Fondo para la abolición de la deuda. Tras recolectar un millón de libras y gastarlo en liquidar con los bancos las deudas de sus vecinos, todos los documentos que acrediten las deudas se introducirán en una furgoneta que se hará estallar frente a Canary Wharf, la nueva ciudad financiera de Londres. La explosión será grabada, como parte de la obra, y los pedazos resultantes de la explosión serán recogidos, fundidos y convertidos en monedas para regalarlos a los tenedores de los bonos como si de la recompensa de un crowdfunding se tratara. “No es ningún truco que se pueda usar para arreglar todo el sistema”, explican es su página web, “es un truco que atrae a la gente a la historia de la deuda y que aprendan sobre el mercado secundario, quizás dándoles poder en el futuro para tener una conversación diferente con los acreedores que los persiguen por deudas que son en cierto sentido imaginarias”.
“Nuestro banco rebelde es un lugar para reunirse y descubrir el poder colectivo del arte, el compartir y la acción comunitaria para desafiar el poder alienante que el capital financiero tiene en nuestras vidas”, explica uno de sus fundadores. A nivel personal, los fundadores de este banco también habían experimentado en sus propias carnes la problemática de que las deudas puedan acabar con tu vida, como una profesora que fue despedida tras sufrir recortes en la plantilla para poder afrontar deudas. “El proyecto también nos ha permitido imaginar que el mundo que queremos no es solo un sueño vago o lejano, sino algo que se puede lograr en el aquí y ahora reuniéndonos para tomar el control de nuestro entorno inmediato y reescribir las reglas”, explican en su web.
La creación de este banco forma parte de un proyecto más amplio, la grabación de documental llamado Bank Job, en el que se reúne una comunidad local para examinar cómo se hace el dinero y la deuda en nuestro sistema económico actual y buscar alternativas que puedan funcionar más a favor del público. “La sensación de que no estamos solos, que podemos reunirnos y crear valor que trasciende las tradicionales relaciones deudor/acreedor que están destrozando nuestras comunidades; y que no deberíamos sentirnos tan avergonzados de nuestras deudas”, lamentan los integrantes del HSCB.
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