La València vaciada a tres cuartos de hora de casa

Abandono institucional, falta de servicios y vidas marcadas por la desigualdad. A solo tres cuartos de hora de la capital.
agricultor horta valencia
Mathias Rodríguez Un agricultor trabajando en la huerta de Alboraia, València

Para la gente de la capital, sumida en su vorágine cotidiana, el mundo rural, lejos de estereotipos, es totalmente desconocido. La imagen que tienen es la de que la España vaciada son bucólicas aldeas lejanas donde la gente vive feliz, pasando las tardes fuera de casa reunidos con sus sillas en las puertas y haciendo su propio queso. Ni la España vaciada es eso, ni la España vaciada está lejos de las grandes ciudades. Como digo en el título, tres cuartos de hora o 35 kilómetros de una insufrible carretera nacional te centran rápidamente en la realidad.

España es un país de contrastes, especialmente en lo negativo. Gente con diez casas y gente sin poder optar a un alquiler, gente que tira comida y gente que rebusca en la basura, gente que vive en la ciudad y gente que es expulsada de ella...

Eres libre de pensar que soy una persona que voluntariamente decidió optar por abandonar la ciudad y que no le cuente historias, que asuma las consecuencias. Pero no te adelantes, este artículo no es una denuncia de lo mal que estamos los que vivimos fuera de las ciudades. No. Desgraciadamente, yo ya asumí hace tiempo que es lo que se podía esperar de nuestros gobernantes, que básicamente es bien poco. No vengo a pedir. Tan solo, como en Terminator, vengo del futuro para tratar de mostrar una realidad de la cual la gente generalmente es desconocedora, y si te toca la fibra y quieres, te unas a la resistencia. Tal vez próximamente te toque venirte a vivir a ti.

Cuando salen exóticos pueblos en los que no hay banco, panadero, el transporte público brilla por su ausencia, la disponibilidad de un pediatra es testimonial o la recogida de basuras aparece y desaparece como el Guadiana, no estamos hablando de núcleos alejados de las capitales, sino que están bastante más cerca de lo que tú piensas. Y no solo es la falta de servicios lo que es alarmante. Al final, el icono por excelencia del capitalismo, el coche, y tú formáis un sólo ser y te vas buscando la vida tirando millas y horas de carretera. Tristemente, no todo lo negativo se resume a carencias de servicios, sino también a las particularidades socioculturales de sus gentes que tienen nada o bien poco que ver con las de la capital, así como la forma de pensar, tanto si son gentes que se consideran progresistas como conservadoras.

Si tú contribuyes, no tienes opción a nada y las administraciones te dan la espalda, si eres el último mono, cómo no vas a estar decepcionado con el Estado

En el mundo rural, el pensamiento conservador, tradicional y poco desarrollado en cuanto a la justicia social es bastante frecuente y en el fondo tiene sentido. Si tú contribuyes, no tienes opción a nada y las administraciones te dan la espalda, si eres el último mono, cómo no vas a estar decepcionado con el Estado. Se podría decir que muchos de estos pueblos son graneros del pensamiento de extrema derecha, por ese motivo y porque tristemente partidos como VOX son los únicos que se han acercado para mirar a sus gentes a la cara, y al final, el que se preocupa por ti, aunque sea por puro interés, cuando nadie lo hace, se gana la simpatía y con ello el voto. Por otra parte, los partidos tradicionales en estos pueblos, PSOE y PP, y algunos regionalistas con implantación, se han dedicado a hacer políticas caciquistas. En el caso del supuestamente progresista PSOE, políticas que nada tenían que ver con lo que promulgan sus partidos de cara a la galería. Aunque del PSOE esto no es ninguna novedad, los conocemos desde hace tiempo.

En esa realidad rural, no se te ocurra proponer políticas de igualdad, pues posiblemente sufras las consecuencias. Al boicot por parte de enemigos y afines y el escarnio público, se unirá el acoso personal, a ti y a tu familia. Conozco de buena mano cómo algunas compañeras, concejalas anónimas y abandonadas por sus partidos, que no tienen la suerte de tener los medios para denunciar la realidad que sufren, han pagado un precio altísimo por querer trabajar con las personas de su pueblo políticas de igualdad, por poner un ejemplo.

También podemos hablar de tradiciones salvajes como las fiestas taurinas, algo que en la Comunidad Valenciana lo conocemos muy bien, pues gobierne quien gobierne, la tauromaquia se defiende. Ayuntamientos con presupuestos minúsculos con partidas insultantemente altas para fiestas taurinas. Y la culpa de esto no la tiene PP o VOX, ellos son taurinos, sino los que se supone que no son antitaurinos y las permiten y callan para seguir ganando elecciones. En estos pueblos da igual quien mande, no hay esperanza para sus habitantes, quien debería apostar por la valentía calla por aferrarse a la poltrona y así siguen alimentando el círculo vicioso y creando futuros votantes de derechas. Al final, conservar ayuntamientos de esta forma tarde o temprano te va a expulsar de ellos.

Muchos de estos alcaldes supuestamente progresistas que no mueven un dedo son octogenarios a los que bien poco les importa algo que no sea su comodidad

Aunque hay que tener en cuenta otro factor: muchos de estos alcaldes supuestamente progresistas que no mueven un dedo son octogenarios a los que bien poco les importa algo que no sea su comodidad y favorecer a las familias que les votan. Las perspectivas que hay son dantescas en cuanto al relevo generacional en estos ayuntamientos y los partidos mainstream, a los cuales les ha comido la tostada VOX y los partidos independientes, buscan fichar urgentemente cuadros para llenar sus listas.

En el vacío rural también existen grandes terratenientes que contratan a inmigrantes que mueren al sol o que tienen que volver a su casa desde el campo andando, porque el patrón solo los lleva a trabajar; la vuelta cada uno se la paga. Todo eso mientras pequeños agricultores, que, de lunes a domingo, de sol a sol, trabajan sin descanso abandonados por las instituciones. Esos mismos que luego sacan sus tractores y pagan el diésel de su bolsillo para salvarnos en pandemias e inundaciones. Gente noble que nos alimenta y que tienen más de dos mejillas. Gente a la que se les mira por encima del hombro porque a veces no entienden las nuevas costumbres, pero que no por ello no tienen ganas de escuchar ni de aprender, simplemente es que se les ha dado la espalda. Esa gente que levantó revoluciones y ahora capta la derecha más extrema simplemente porque los que se suponía que estaban de su parte los infantilizan y les toman el pelo.

¿Por qué aceptamos que nuestros vecinos rurales vivan en condiciones tan precarias mientras nos beneficiamos de su trabajo y sacrificio?

Todo eso y muchas cosas más que por motivos de extensión voy a obviar es lo que ocurre a tres cuartos de hora de tu casa. La España vaciada no es un cuento bucólico ni una postal de tiempos pasados. Es una realidad cruda y cercana que nos afecta a todos, incluso si vivimos a solo tres cuartos de hora de distancia. La falta de servicios, el abandono institucional, las tradiciones opresivas y la explotación laboral son solo algunas de las muchas caras de esta realidad.

¿Por qué aceptamos que nuestros vecinos rurales vivan en condiciones tan precarias mientras nos beneficiamos de su trabajo y sacrificio? ¿Por qué seguimos perpetuando un sistema que deja a tantas personas atrás? En parte porque somos desconocedores de lo que pasa fuera de nuestra caja de resonancia o lo que es peor no queremos conocerlo.

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