Europa del Este
República Checa tendrá un gobierno conservador y eso puede ser bueno para la Unión Europea

Las elecciones parlamentarias dejan al actual primer ministro, Andrej Babis, populista y acusado de corrupción, sin posibilidad de reelección. Las coaliciones electorales y el apoyo en los buenos resultados en las municipales, claves para que la oposición lo haya superado, pueden servir de ejemplo a seguir en Hungría o Polonia.
El primer ministro checo, Andrej Babis, con el expresidente Donald Trump
El primer ministro checo, Andrej Babis, con el expresidente Donald Trump en una reunión bilateral en la embajada de EE UU en la República Checa. Foto: U.S. Embassy in The Czech Republic
18 oct 2021 10:11

Chequia se prepara para pasar del populismo a un gobierno conservador y eso puede ser bueno para la Unión Europea, o al menos malo para el primer ministro de Hungría, Víktor Orbán, y compañía. Andrej Babis, actual primer ministro y antes ministro de Finanzas, acusado de desviar fondos de la UE a sus propias empresas, presente en los Pandora Paper, de discurso xenófobo y que ha coqueteado con el negacionismo de la crisis climática, tiene prácticamente imposible repetir en su puesto. 

Las elecciones checas celebradas entre los pasados 8 y 9 de octubre dieron un resultado apretado, prácticamente con “photofinish”: la coalición de liberal-conservadora SPOLU —literalmente significa “juntos”, un nombre habitual para coaliciones electorales de cualquier color en Chequia o Eslovaquia— obtuvo 71 escaños con 1.493.701 votos (el 27,8%) y el partido ANO —literalmente “sí” en checo, aunque sus siglas significan ‘Alianza de los Ciudadanos Preocupados— del actual primer ministro Andrej Babis, 72 escaños y 1.458.151 votos (el 27,1%).

La clave está en los pactos, y ahí no hay posibilidades para el multimillonario líder populista Andrej Babis, aliado del húngaro Víktor Orban, ya que el Partido Pirata, su gran azote durante la pasada legislatura, subió hasta los 37 escaños desde los 22 de 2017

Así las cosas, la clave está en los pactos, y ahí no hay posibilidades para Babis, ya que el Partido Pirata, su gran azote durante la pasada legislatura, subió hasta los 37 escaños desde los 22 de 2017. Estos bastarían para que el candidato conservador Pert Fiala saliese elegido en una eventual investidura al sumar con los suyos 108 votos —la mayor absoluta está en 101—. La única otra formación en el parlamento es el SPD (Libertad y Democracia Directa), la extrema derecha checa, que con 20 escaños sería irrelevante para la formación de gobierno: conservadores y piratas han prometido hacerles el vacío y a Babis no le bastan. 

Un primer ministro sospechoso de corrupción y sin aliados

Y es que el todavía jefe de Gobierno se ha quedado sin aliados. El CSSD, los socialistas checos, han pasado en dos legislaturas de primera fuerza a extraparlamentarios. Una hecatombe electoral inédita que en clave interna se lee como castigo por su coalición con ANO. El mismo camino ha seguido el KSCM, el partido comunista checo, único de una antigua dictadura del bloque del Este fuera de Rusia que nunca había dejado de tener representación... y que apoyó la investidura de Babis en 2017 sin entrar en el Gobierno.

Aunque antes habría que aclarar quién es el aún primer ministro Andrej Babis, al que perder el Gobierno puede suponerle graves problemas legales. En el llamado ‘Caso del Nido de Cigüeña’, Babis está investigado por haber desviado más de dos millones de euros de fondos de cohesión de la Unión Europea a sus propias empresas cuando era ministro de Finanzas. Su último escándalo fue aparecer en los Pandora Papers por mover 22 millones de dólares a través de una compañía en Islas Vírgenes para adquirir de forma anónima propiedades en Cannes. 

Para Andrej Babis, perder el Gobierno puede suponerle graves problemas legales. Babis está investigado por haber desviado más de dos millones de euros de fondos de cohesión de la UE

Babis sigue siendo uno de los hombres más ricos de Chequia, con una fortuna personal que se calcula en cerca de 4.000 millones. Es dueño de la multinacional Agrofert, la principal empresa agroalimentaria de su país, que incluye Mafra Media Group, una firma que integra a cuatro diarios, dos canales de televisión y tres emisoras de radio a nivel nacional y varias cabeceras regionales, convirtiéndolo en el principal propietario de medios de comunicación del país. Fundó ANO en 2011 al estilo Silvio Berlusconi: entrando en política para huir de sus problemas con la justicia. Nacido en Bratislava, actual Eslovaquia, su padre fue un alto cargo del Partido Comunista checoslovaco en los 80 y a él se lo ha acusado de ser delator para la SPB, la policía política de la dictadura. 

El presidente Zeman y el ejemplo para Hungría

Un elemento de relativa incertidumbre es el papel del presidente, Milos Zeman. El jefe del Estado, actualmente hospitalizado por problemas de salud debido a su avanzada edad, ha sido un firme aliado de Babis durante la legislatura, tanto en cuestiones locales como internacionales. Zeman, socialdemócrata, en principio insistió en que encargaría a líder de ANO formar gobierno sin plazo, pero el pasado miércoles Jiri Ovcacek, portavoz de la Presidencia, anunció que el líder concertaría una cita con el candidato conservador Fiala cuando recibiese el alta médica.

La debilidad de Zeman, tanto física como metafórica, es un palo en la rueda del discurso populista dentro del llamado Grupo de Visegrado o V4, que une a Polonia, Hungría, Chequia y Eslovaquia desde los 90 y en la actualidad en cuestiones como el apoyo a la ampliación de la UE hacia los Balcanes —países como Serbia importantes socios comerciales sobre todo de Hungría— o sus relaciones con Rusia y China. 

Lo que ha ocurrido en Chequia puede convertirse en un precedente en la región. En 2022 será el turno de las elecciones parlamentarias húngaras, en fecha aún por decidir

Aunque ni el húngaro Víktor Orbán ni el Gobierno del PiS (Ley y Justicia) polaco necesitan a sus vecinos para echar pulsos a Bruselas, como ha quedado más que demostrado, Babis apoyó el bloqueo a los fondos de recuperación de verano de 2020 de estos o a Polonia en su boicot a las conclusiones del la COP25 climática de 2019 en Madrid. Zeman, por su parte, a pesar de su presunta filiación socialdemócrata, se ha mostrado favorable a los discursos xenófobos y antirefugiados de sus vecinos.

Lo que ha ocurrido en Chequia puede convertirse en un precedente en la región. En 2022 será el turno de las elecciones parlamentarias húngaras, en fecha aún por decidir. Los partidos de la oposición a Orbán ya anunciaron hace casi un año que seguirían la misma táctica que SPOLU. Si este partido checo une al ODS —partido popular checo—, los democristianos y los liberales de TOP09, la coalición húngara, de momento, integrará desde los socialdemócratas hasta la derecha de Jobbik —una escisión del partido Fidesz de Orbán— pasando por Los Verdes. Además, si el Partido Pirata, que ha concurrido a las elecciones como ‘Piratas y Alcaldes’, se apoyó en la popularidad de figuras como el actual alcalde de Praga, Zdeněk Hřib, cabecilla de las manifestaciones anticorrupción contra Babis, Hungría cuenta con Gergely Karácsony, su homólogo de Budapest que en 2019 ya probó la viabilidad de una alianza electoral “todos contra Fidesz”.

En última instancia los problemas internos que afrontará el futuro gobierno no son tan diferentes a los del resto de países de Europa: crisis energética y de las materias primas cuando aún no se ha acabado de salir de la pandemia, que en Chequia provocó nuevas restricciones hasta la misma semana de las elecciones. Especialmente sensible en el país es la crisis de microchips: las fábricas de la automovilística Skoda amenazan con paralizar su producción hasta final de año y enviar a sus trabajadores a casa, algo que dado su peso en la economía del país podría tener efectos imprevisibles.

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