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Fronteras
Refugiados y voluntarias sufren la violencia policial en la frontera serbo-croata
En Sid, un pueblo de la frontera croata con Serbia, el 20 de febrero la policía desalojó a refugiados y voluntarias de la antigua fábrica en que estaban instalados. Las personas afectadas afirman que la operación fue violenta.

Los ojos aguantan la noche despiertos en la antigua fábrica abandonada de Sid, pueblo serbio fronterizo con Croacia. La incertidumbre impide descansar. “Llevo tres noches sin dormir porque tengo miedo de que vuelva la policía y no me dé tiempo de escapar”, asegura Mohamed. Sus temores no son infundados, ya que el pasado 20 de febrero un grupo de policías desalojó, según los refugiados, “de forma violenta”, el squat donde viven.
Zamir estaba durmiendo cuando a las seis de la mañana los furgones policiales llegaron a esta antigua fábrica abandonada. “Yo esa noche había ido ‘al juego’ —así le llaman al intento de cruzar la frontera serbo-croata— y la policía me deportó, por lo que no pude dormir hasta las cuatro de la mañana. Solo había descansado dos horas cuando la policía llegó, me despertó, y me sacó a golpes sin zapatos, calcetines ni chaqueta de mi tienda de campaña”, cuenta.Mientras esto ocurría, a unos kilómetros de allí, las voluntarias de la organización No Name Kitchen se despertaban agitadas por las llamadas telefónicas de alerta que recibían por parte de las personas del squat. “A las siete de la mañana los refugiados nos empezaron a llamar y fuimos corriendo para allí, pero la policía no nos dejó entrar. Sabíamos que se estaban llevando a gente así que yo empecé a grabar y después me sacaron el móvil y nos arrestaron”, cuenta Elena, voluntaria de la organización.
En la jungla, Zamir se encontró con otros de sus compañeros que también lograron huir. “Todo el mundo estaba sin zapatos, dinero, teléfono…Idris, natural de Afganistán, también estaba en el squat la mañana en la que todo aconteció. “La policía nos pegó como si fuéramos animales, la gente tiene heridas en todas partes”, asegura. Ante el miedo, algunos de los refugiados, los que pudieron, escaparon para esconderse en la jungla, un lugar lleno de hierbas altas y matorrales en los alrededores de esta antigua fábrica abandonada. Zamir fue uno de ellos: “la policía me llevó a la entrada del squat y, a pesar de que le pedí por favor varias veces que me dejaran ir a la tienda a coger mis cosas, se negaron. Entonces, cuando tuve la oportunidad, me levanté y corrí muy rápido a refugiarme en la jungla. Tres agentes me siguieron, pero no fueron capaces de alcanzarme”. En la jungla, Zamir se encontró con otros de sus compañeros que también lograron huir. “Todo el mundo estaba sin zapatos, dinero, teléfono…”, cuenta.El resto de refugiados que no tuvieron la suerte de Zamir fueron llevados al cuartel de policía de Sid. “Estaban muchas personas encerradas en un recinto muy pequeño, como si fueran animales”, asegura Viviana, también voluntaria de No Name Kitchen. Tanto a ella como al resto de voluntarias de la organización también las retuvieron durante horas en la comisaría de Sid sin explicarles en ningún momento el motivo concreto de la detención. Además, dos de las chicas sufrieron violencia física e incluso sexual por parte de los policías.
Durante el tiempo que las voluntarias se pasaron en el cuartel policial tuvieron que soportar comentarios machistas hacia ellas. Martina es argentina pero habla serbio y escuchó como un grupo de policías, mientras se reían, decían: “mirad que lindas, hoy tenéis todas las nacionalidades para escoger”. Las voluntarias también denuncian que la policía les mandó desnudarse a todas de ellas de forma individual y en una habitación separada —en la que había dos agentes mujeres supervisando— pero que a su único compañero hombre no le hicieron pasar por esto.

Durante los días posteriores al desalojo, muchos de los refugiados que volvieron al squat dormían en la jungla, aun bajo temperaturas negativas, por miedo a las represalias policialesDurante los días posteriores al desalojo, muchos de los refugiados que volvieron al squat dormían en la jungla, aun bajo temperaturas negativas, por miedo a las represalias policiales. Ahora, progresivamente, están todos volviendo al squat. Antes del desalojo, alrededor de 80 personas, muchas de ellas menores de edad, vivían en esta antigua fábrica abandonada a las afueras de Sid. “Las medidas policiales, sean las que sean, no pueden frenar la decisión libre de las personas. La fuerza no va a parar los movimientos migratorios”, reflexiona Laura.Con el paso de los días, voluntarias y refugiados intentan volver a la normalidad, pero es difícil olvidar lo ocurrido viviendo en un lugar en el que los destrozos se perciben en las paredes y el miedo en el ambiente. Mohamed sigue sin dormir.
Según los voluntarios de la No Name Kitchen los abusos policiales hacia las personas refugiadas es constante en esta área fronteriza. Desde la organización continúan denunciando la criminalización de las personas refugiadas a las puertas de la Unión Europea.