Literatura
Arelis Uribe: “Toda la creación viene de las heridas”

En las historias de Quiltras hay mujeres jóvenes que se tocan las tetas, adolescentes embarazadas, jóvenes que vuelven de noche con miedo a ser violadas, madres solteras, en una serie de relatos con los que la escritora chilena Arelis Uribe narra experiencias universales con sujetos femeninos.

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La escritora chilena Arelis Uribe, en Madrid. David F. Sabadell

Una perra callejera mestiza abandonada. Una perra de la calle salvaje silvestre. Eso es una “quiltra”, explica Arelis Uribe (Santiago de Chile, 1987), que se dice ella misma un poco quiltra. Escritora y periodista, su libro Quiltras, que la editorial Tránsito ha puesto en el panorama editorial en España, despliega un repertorio de perras callejeras que es toda una declaración de intenciones. Dice que de sus padres tiene la idea de que escribir es algo valioso, casi sobrenatural, y que la muerte inesperada de su padre fue un motor para crear a partir de sus heridas (Las heridas es, de hecho, el título de la novela que se publicará en Chile próximamente).

En las historias de Quiltras hay mujeres jóvenes que se tocan las tetas, adolescentes embarazadas, jóvenes que vuelven de noche con miedo a ser violadas, madres solteras. Un libro que narra experiencias universales con sujetos femeninos, explica. Porque lo universal no pueden ser siempre ellos.

Yo ya me lo sé pero díselo a quienes lean la entrevista: ¿qué es una quiltra?
En Chile, un quiltro es un perro callejero, un perro mestizo, abandonado, nacido y criado en la calle. Además, es una palabra que viene del mapudungun, que es la lengua mapuche, el pueblo originario más representativo de Chile. Me gustaba la idea de pensar a algunas personas como quiltras: las personas que son mestizas, las personas que viven en barrios populares, las personas sin origen conocido ni destino conocido.

Me interesaba mucho escribir un libro con un título en español y en plural, para representar un colectivo desde el femenino. Porque el español cuando pluraliza masculiniza, y tiende a mostrar la figura masculina del hombre como si fuera neutral universal. A mí me parece que eso sobrerrepresenta a un grupo de la población que no representa la diversidad de las identidades y singularidades. Y yo quería reivindicar otras identidades que también se pueden entender como universales. Quería escribir sobre la experiencia de ser mujer y joven como una experiencia universal. Siento que todas las chicas que aparecen en el libro son un poco quiltras, un poco perras callejeras, mestizas… pero a la vez no hay nada más dulce tierno entregado y amoroso que un perro callejero.

La violencia es para cualquier cuerpo que habita la Tierra, pero la estética de la violencia es diferente dependiendo de cómo se inscribió tu cuerpo

Los personajes, ¿podrían haber sido hombres?
Creo que sí, porque los quiltros también pueden enamorarse, decepcionarse o sufrir por los secretos familiares. Sí creo que hay algo que es particular de haber sido construida con una identidad femenina, como el miedo a la noche, o un particular el miedo al abuso sexual o de los machos agresivos. Pero pienso que tener miedo de las heridas del patriarcado es algo que las identidades masculinas también viven, aunque de una forma diferente. La violencia es para cualquier cuerpo que habita la Tierra, pero la estética de la violencia es diferente dependiendo de cómo se inscribió tu cuerpo.

Hablas de universal pero yo veo adolescentes embarazadas, madres solteras, mujeres que tienen miedo... y sí me parecen experiencias femeninas. 
Claro, pero la pasión es universal: ¿Quién no ha sentido miedo? ¿Quién no se ha sentido outsider? La pasión es la misma, pero las pasiones tienen una estética diferente dependiendo del sujeto que las viva. Yo he sentido miedo, pero no soy trans, y no he tenido miedo de que me persigan por eso. Tengo ganas de comprar el libro de Iván Monalisa Ojeda [escritor trans chileno]. No sé cuáles son sus heridas pero cuando las lea las voy a sentir y, al sentirlas yo, se vuelve universal. Porque universal no es solo que sea del universo, sino que sea colectivo en una persona que se parte en dos y de ahí para adelante es plural.

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La autora de "Quiltras" Arelis Uribe, durante la entrevista a El Salto. David F. Sabadell

¿Tú eres quiltra?
Sí, porque soy mestiza, porque vengo de manchones periféricos en Chile, porque se me nota en la piel. Soy una mezcla entre abuela española, tatarabuelo afro, alguna indígena por ahí que no tengo idea porque perdí el rastro. Además, soy hija de padres trabajadores y en mi adolescencia la pasé mucho tiempo sola perdida porque mis papás trabajaban y yo estaba en casa con mi hermano.

¿Para que sirve eso a la hora de sentarte a escribir?
No lo sé, pero sé que me gusta la idea de la hibridez, de una literatura híbrida. Me gusta la crónica porque pueden ir extractos de poemas, diálogos, registro escrito. Me gusta esa idea. Una frase de Foucault que me gusta mucho es que la diversidad no existe para cristalizarse en sí misma sino para seguir multiplicándose, y creo que todos somos mezcla, incluso los blancos son mezclas de otros blancos. Me gusta la idea de hibridez en el nivel humano, literario, político.

“Viva y de una pieza es como quiero llegar a mi casa”, dice una de las protagonistas de una de las historias. Tu libro existiría sin esta cosa de la nueva ola del feminismo, el #metoo, #yotambién?
Mi formación feminista viene de haber participado en una organización que se llama el Observatorio Contra el Acoso en Chile, que fue fundado por cuatro sociólogas que pensaron que tenían que hacer algo contra el acoso sexual en los espacios públicos. Estuve trabajando tres años y medio de voluntaria y después, como periodista, quedé a cargo del equipo de comunicación. Cinco años después de que empezáramos a trabajar, se aprobó una ley contra el acoso sexual en espacios públicos, lo cual es maravilloso porque al principio no se trataban de locas y ahora es una ley.

Del feminismo he aprendido que es muy difícil también entre nosotras mismas ponernos de acuerdo, que la contrahegemonía no es homogénea necesariamente

En esos cinco años aprendí mucho de mis amigas, que ya habían leído de feminismo. Y yo misma leí mucho de feminismo también. Aprendí del ejercicio y de la práctica, y aprendí que es muy difícil también entre nosotras mismas ponernos de acuerdo, que la contrahegemonía no es homogénea necesariamente. En ese período también empecé a darme cuenta de que en mi librero solo había autores hombres, y de la masculinización de la vida en el fondo. Empecé a leer más mujeres, empecé a leer a mujeres trans, a mujeres lesbianas, a mujeres feministas blancas, negras, latinoamericanas, y empecé a salirme del canon blanco masculino y a pasarme la cuenta a mí misma de lo injusta que yo había sido conmigo y con la tradición y la diversidad de la humanidad. Y ahí surge el querer escribir un libro que se hiciera cargo de esto, un libro escrito en femenino de mujeres lesbianas, jóvenes, mestizas, periféricas. Intenté hacerlo lo más representativo de los bordes dentro de la capacidad que yo tengo por ser quién soy. Y, evidentemente, este libro no se podría haber publicado sin la tradición feminista de las que me han precedido.

Has dicho que “toda mujer tiene un recuerdo asqueroso”. ¿Cuál es el tuyo?
Para un 8 de marzo escribí una columna que no tenía título donde contaba los primeros recuerdos que tengo de violencia sexual en mi cuerpo. Mi editor eligió como título esa frase, “toda mujer tiene un recuerdo asqueroso”. Parte de cuando yo tenía cinco años: me cuidaba el hermano de mi mamá que tenía 16 años y, cuando me sacaba la ropa, me tocaba los pezones. Otro tío, en este caso el de una prima, nos bañó y, cuando lo hizo, nos tocó la vagina de una manera que no debería… Esa columna fue muy comentada ese día, en la marcha la gente me abrazaba y me decía “gracias”. No sé cómo tuve el valor de contar esas cosas, porque eres penca y eres fome por saberte víctima y tener esas cosas inscritas en el cuerpo. Pero, ¡qué mierdas son las masculinidades que hacen eso! ¿Qué pasa en esa cabeza, qué pasa en esa crianza, qué pasa en los dispositivos culturales que hacen que haya ciertos hombres que se comporten de esa manera? No lo entiendo. Muchas chicas comentaron sus propios recuerdos asquerosos y fue catárquico, pero a la vez también me dio mucha rabia porque el hecho de que yo lo haya escrito y denunciado no significa que deje de pasar.

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Dice Gabriela Wiener en el prólogo de tu libro que Quiltras “cubre una época en que las chicas no están nada politizadas y, sin embargo, sabemos que serían las próximas feministas”. Pero a mí todas me parecen políticas, es más, una grita SUÉLTALA PERRO DE MIERDA, ALEMÁN DE MIERDA, NAZI DE MIERDA. ¿Las quiltras están politizadas?
La política no es lo que pasa en el Congreso necesariamente sino que para mí lo político es sinónimo de pasión, es eso que te mueve a hacer cosas. El ejercicio de la libertad es un ejercicio pasional. La igualdad es la empatía y la empatía es la sincronía de las pasiones con el sentir del otro. Esto es algo que le robé a Chantal Mouffe. Entiendo la política como la administración de la vida en el día a día. La amistad es política, enamorarse es político, la vida en el día a día o hacer esta entrevista es política. La amistad es política y enamorarse es político porque tiene que ver con la convivencia y con los tratos que no estamos en el día a día. Entonces, sí, mis quiltras son totalmente políticas.

La creación es robo, finalmente es como un mestizaje creativo

Has mencionado varias veces la palabra,“heridas”, que además en el título de la novela que estás editando ahora. ¿Tu escritura va de eso?
Me gusta la idea de las heridas, y esta idea también es un robo. Yo robo mucho. La creación es robo, finalmente es como un mestizaje creativo. Entonces, Patti Smith dijo que un artista crea desde lugar de sus heridas. También hay un capítulo en un libro de Manuel Rojas que se llama “la herida” y dice algo así como: imagina que tienes una herida en alguna parte de tu cuerpo que no puedes ver ni tocar; cada vez que te mueves se abre y tienes que elegir vivir toda tu vida sentado, protegiendo esa herida, o vivir sin hacer caso a la herida con especial dolor. Luego hay una poeta mapuche que se llama Daniela Catrileo y tiene un libro hermoso que se llama Río herido, y ella tiene una frase que me encanta: “El río, en su viaje herido, crea llanuras fértiles”. Todas esas cosas se me fueron quedando dentro y me quedé con la idea de la herida, que es una palabra muy potente y la uso mucho porque toda la creación viene de ahí finalmente.

El libro que estoy editando cuenta las heridas de las mujeres de mi familia: las heridas de mi abuela, las heridas de mi madre, las heridas mías. Va de lo micro a lo macro, y de lo macro a lo micro y cuenta tanto mis propias heridas como las heridas de mi país.

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