Sindicatos
Por qué la gente joven se está uniendo de nuevo a los sindicatos en EE UU

La gente joven está en un punto de inflexión. Está frustrada por un sistema cuyas grietas fueron abiertas por generaciones anteriores, pero que solo se han propagado completamente para la suya.

Sindicalismo y juventud en Estados Unidos
Imagen de Darren Hauck/Getty Images, publicada por Talkpoverty.org
Traducción: Eduardo Pérez
8 may 2018 06:58

En la Marcha por Nuestras Vidas en Washington DC, los rayos de sol atravesaban un marzo extemporáneamente frío, a través de los ordenados edificios brutalistas que bordean Pennsylvania Avenue. Cientos de miles personas inundan la avenida, igual que han estado inundando las líneas telefónicas y los correos electrónicos de los legisladores en las semanas recientes. En un escenario estratégicamente posicionado respecto al edificio del Capitolio, el joven de 17 años Cameron Kasky, un superviviente del tiroteo de Parkland [masacre en febrero de este año], ofrece esta declaración: 

“A los líderes, escépticos y cínicos que nos dijeron que nos sentáramos y nos quedáramos callados, esperad vuestro turno: bienvenidos a la revolución. Es una poderosa y pacífica porque es de, por y para la gente joven de este país. Desde que este movimiento empezó algunas personas me han preguntado: ‘¿Crees que va a venir algún cambio de esto?’. Echad un vistazo, nosotros somos el cambio. Nuestras voces son poderosas, y nuestros votos importan. Así, prometemos arreglar el sistema roto en el que se nos ha obligado a estar y crear un mundo mejor para las generaciones que vienen. No os preocupéis, nosotros nos ocupamos”. 

La declaración de Kasky trataba, por supuesto, sobre las armas. 17 de sus compañeros de clase y profesores le habían sido arrebatados, y a sus familias, amigos y a sus propios futuros, cinco semanas antes por un tirador que usó un arma automática para matar 17 personas en seis minutos y 20 segundos. También habían sido arrebatados por un sistema. Un sistema político en el que una amplia mayoría de estadounidenses, y especialmente los jóvenes, defienden políticas para frenar las muertes por armas de fuego, pero los políticos, sobornados por la Asociación Nacional del Rifle (NRA, por sus siglas en inglés), no escuchan. 

La gente joven está en un punto de inflexión. Está frustrada por un sistema cuyas grietas fueron abiertas por generaciones anteriores, pero que solo se han propagado completamente para la suya. Experimentan niveles sofocantes de deuda estudiantil junto a salarios e igualdad de ingresos en declive mientras ven empresas que monopolizan industrias enteras, y a veces incluso elecciones nacionales. La representación —la representación real— parece más teoría que realidad. 

La gente, finalmente, está empezando a advertir el activismo de la gente joven para arreglar ese sistema. Sin embargo, muchos están confundiendo la nueva ola de cobertura mediática dedicada al activismo político juvenil con un activismo político recién adquirido por la gente joven. No es que la gente joven haya sido siempre políticamente inactiva, es que su activismo ha existido en lugares donde las generaciones mayores no están acostumbradas a mirar: en los campus universitarios, como el movimiento Know Your IX [en referencia al Título IX de las Enmiendas de Educación de 1972, relativas a la discriminación por razón de sexo] y las campañas por la igualdad de matrícula para los estudiantes indocumentados, y en movimientos activistas como #BlackLivesMatter [Las Vidas Negras Importan, contra la brutalidad policial], #ByeAnita [una exitosa campaña para conseguir que Anita Álvarez, fiscal del estado en el condado de Cook (Illinois), no fuera reelegida debido a su escaso empeño en perseguir a policías involucrados en casos de asesinato] y #Occupy

Y ahora, cada vez más, en los sindicatos.

Por primera vez en décadas, la afiliación sindical aumenta entre la gente joven. Históricamente, la gente más joven no ha estado sindicalizada, y sus tasas de afiliación sindical estaban muy por detrás de los adultos más mayores. Pero, al igual que las leyes sobre armas que ya están siendo enmendadas, eso también está empezando a cambiar.

Según el Instituto de Política Económica (EPI, por sus siglas en inglés), en 2017 había 262.000 nuevos afiliados a sindicatos en Estados Unidos. El 75% de este aumento vino de gente joven (que el EPI considera aquellos con 34 o menos años, pero para los propósitos de este artículo, en general se refiere al subconjunto de más edad de la Generación Z y de la mayoría de los millennials, entre 16 y 35 años). La gente joven también tiene las actitudes más positivas hacia el trabajo organizado de entre todas las generaciones, y su apoyo en cuanto a partidos políticos se inclina profundamente hacia aquellos que defienden políticas a favor de los trabajadores (como posicionarse contra las leyes antisindicales), incluyendo los Demócratas y, cada vez más, los Socialistas Democráticos (DSA, por sus siglas en inglés).

Pero, por algún motivo, a diferencia de las generaciones previas, la organización laboral de la juventud no se ve como una parte integral de su organización, en general. Mientras mucha gente está documentando el aumento de la afiliación sindical juvenil y mucha más está describiendo el liderazgo juvenil en los espacios activistas, lo que falta es la idea de que estos dos fenómenos son en realidad uno: la gente joven está volviéndose hacia válvulas de escape exteriores que le permiten ejercer su política como resultado de un sistema político que, en general, no lo hace.

En un artículo para Jacobin Magazine, Micah Uetricht esboza la menguante relación entre la democracia dentro y fuera del centro de trabajo y, de igual forma, la relación entre la democracia económica y política. Para Uetricht —un estudiante de Sociología que se centra en el trabajo, miembro de DSA, y editor asociado de Jacobin— el activismo es el activismo, tenga lugar en el centro de trabajo o fuera de él. “Es un desarrollo relativamente reciente el que consideremos lo que ocurre en el trabajo como algún tipo de esfera separada de nuestras vidas en general”, dice. Añade: “La gente joven entiende eso y no le gusta vivir en una dictadura en el lugar donde pasan 8 o 10 horas cada día”.

Uetricht vivió algo parecido en su primer trabajo fuera de la universidad, cuando trabajó como cajero en un aeropuerto ganando el salario mínimo. Dice que él y sus compañeros de trabajo eran tratados como menos que humanos día a día, y que eventualmente decidieron sindicarse, otorgándole el descubrimiento de un sentido de voluntad de acción: “Nunca me había sentido tan indefenso como cuando era un cajero ganando el salario mínimo. En cambio, nunca me había sentido tan poderoso como cuando me uní a mis compañeros de trabajo, me enfrenté a mi jefe, y gané”.

Ese hecho —que las campañas de sindicalización frecuentemente no se centran sólo alrededor de mejores salarios o prestaciones, sino de un sentido de que se escuchará tu voz— es a menudo malinterpretado por aquellos que no están conectados con el movimiento obrero. Pero para Uetricht, que siguió hasta convertirse en un organizador sindical, la idea de la voz del trabajador, incluso si es para manifestar quejas sobre paga congelada o prestaciones sanitarias mediocres, no es simplemente un beneficio de los sindicatos; es ‘el’ beneficio. “Lo que aprendes inmediatamente como organizador —me cuenta— es que incluso en centros de trabajo con bajos salarios, el problema número uno que la gente tiene no son sus bajos salarios sino una falta de respeto”.

Una falta de respeto también está impulsando principalmente la frustración de la juventud con el sistema político. Cuando Kasky, el superviviente de Parkland de 17 años, habló en la Marcha por Nuestras Vidas, dijo que “nuestras voces son poderosas, y nuestros votos importan”. Lo dijo en contraste con el statu quo, en el cual las voces de la gente joven no se ven como poderosas, ni sus votos. Y, mirando la historia reciente, no es difícil entender por qué ésa puede ser la percepción de Kasky del statu quo.

Los votos de la juventud fueron desdeñados por un sistema electoral que favorece las áreas rurales y dispersas, rebajando desproporcionadamente las grandes cantidades de jóvenes que vivían en ciudades en 2016. Sus ideas de restricciones más fuertes sobre las armas de fuego, controlar a los grandes bancos, y apoyo a los derechos de las personas LGBTQ, los inmigrantes, la gente de color y las personas de diferentes creencias religiosas han sido continuamente superadas por las generaciones más mayores y los intereses particulares.

Viéndolo a través de esa lente, no sorprende que la gente joven haya considerado trabajar dentro del sistema político estadounidense como algo ineficaz y, honestamente, no digno de su tiempo. En vez de eso, la juventud ha redirigido su activismo hacia diferentes tipos de válvulas de escape, donde su esfuerzo sí puede dar lugar a resultados tangibles. Válvulas de escape como los sindicatos.

¿Qué significa esto para el movimiento obrero? Un centro de trabajo es, en el nivel más fundamental, un microcosmos del sistema político. Están aquellos que tienen el poder, los jefes, y los que no, los trabajadores. Con el paso del tiempo, el equilibrio de poder oscila; cuando los sindicatos son fuertes, el equilibrio gira más profundamente hacia los trabajadores, y cuando los sindicatos son débiles, el equilibrio favorece a los jefes. Cuando los sindicatos son poderosos, los trabajadores tienen algo parecido a una voz en la dirección de su país, un contrapeso para grupos de intereses particulares como el Consejo de Intercambio Legislativo Americano (ALEC, por sus siglas en inglés) o la Cámara de Comercio de EEUU.

Julia Ackerly está trabajando para desarrollar a los sindicatos hasta ese nivel. Con 27 años, ha trabajado en campañas del Partido Demócrata durante la mayor parte de su vida adulta: trabajó como organizadora y directora regional para la campaña de Bernie Sanders en las primarias de 2016, y después para el intento de Larry Krasner de ser fiscal de distrito de Philadelphia, que atrajo atención nacional por cómo Krasner buscó usar esa posición para promulgar una visión progresista del sistema de justicia criminal. Ackerly siempre ha trabajado en campañas que trabajaban de cerca con el trabajo organizado. Pero nunca había estado en un sindicato.

Eso cambió cuando se formó la Asociación de Trabajadores de Campañas (CWG, por sus siglas en inglés). La idea tras el CWG es bastante sencilla: espera sindicalizar a los miembros del personal de las campañas, que sufren duras condiciones laborales en las que proliferan la mala remuneración y prestaciones y los largos horarios, justificados por los directivos como sacrificios por una importante causa. CWG está organizando actualmente campañas una por una: su primera campaña de organización exitosa fue la de Randy Bryce, el candidato que esperaba ganar el escaño en el Congreso del presidente de la cámara, Paul Ryan, y ha organizado desde entonces diez campañas más, hasta un total de 11 en marzo de 2018. Pero espera organizar en última instancia a plantillas enteras de las campañas de los partidos en el futuro.

Ackerly, que ayuda a organizar personal de campañas y ella misma es ahora afiliada de CWG, dice que tener una capacidad colectiva de ser escuchados y respetados en el trabajo es un “factor muy motivador para las campañas de sindicalización”. Destaca la creación de protocolos para denunciar acoso sexual y discriminación como una de las mayores motivaciones que los miembros de las plantillas tienen para organizarse. Lo cual, de forma reveladora, es también uno de los mayores movimientos activistas, que domina en las conversaciones en las salas de estar de los hogares y en las salas de descanso de las empresas, mientras continúe el movimiento #MeToo [`Yo También’, que denuncia el acoso sexual].

La gente joven domina el personal subalterno de las campañas y también han constituido una parte importante de la fuerza motriz detrás de plantillas de campañas recientemente organizadas, según Ackerly. Jake Johnston, el vicepresidente de Organización del Sindicato de Empleados Profesionales del Sector sin ánimo de lucro (NPEU, por sus siglas en inglés), que incluye a algunos miembros de la plantilla de TalkPoverty [medio autor de este artículo], ha visto de igual manera a la gente joven llevar la batuta en las organizaciones que se han constituido recientemente bajo NPEU, y en el mismo NPEU.

Para Johnston, la acción colectiva tiene lazos implícitos con el activismo, en general. “La realidad es que nuestro sistema político realmente ha suprimido una parte significativa de este país. Creo que claramente hay un rechazo del statu quo, y sin embargo hay tan pocas vías para intentar cambiar eso”, dice. “Ya sea uniéndose a DSA, a un sindicato, una campaña de sensibilización o una campaña electoral, la gente está intentando cambiar eso. Todo el mundo necesita una válvula de escape para el activismo”.

Eso es cierto para la juventud en concreto. Durante demasiado tiempo, han sido las víctimas de un sistema económico y político que no funciona para ellos, mientras se les ha negado la oportunidad de cambiar ese sistema.

Ya sean estudiantes como Cameron Kasky gritando sobre la NRA en un micrófono que reverbera desde el Capitolio a la Casa Blanca, gente joven como Julia Ackerly organizándose en una industria que nunca antes ha sido sindicalizada, o activistas como Micah Uetricht organizándose en su propio centro de trabajo, la juventud se está negando a formar parte de un sistema político que ha ahogado consistente y metódicamente su voz. En vez de eso, ellos han llevado sus voces a otro sitio, a válvulas de escape como sindicatos o movimientos activistas donde —finalmente— se están escuchando sus voces.

Este artículo fue publicado por TalkPoverty.org.

Informar de un error
Es necesario tener cuenta y acceder a ella para poder hacer envíos. Regístrate. Entra na túa conta.

Relacionadas

Laboral
Laboral La vigencia de ‘No hay atajos: organizar el poder sindical’
La relevancia de la obra ‘No hay atajos’, de Jane McAlevey, se ha consolidado aún más dado que ha sido una pieza clave para el resurgir del sindicalismo en los Estados Unidos.
Opinión
Opinión Poder popular y confederación de luchas: hipótesis para un nuevo ciclo político
VV.AA.
Las manifestaciones de vivienda pone de relieve el inicio de un nuevo ciclo político. Ni estamos ante un nuevo 15M, ni queremos otro 15M, pero debemos aprovechar los aprendizajes para iniciar un nuevo ciclo político que nos lleve más lejos.
Genocidio
Genocidio El TPI emite la orden de detención contra Netanyahu y Gallant por crímenes de guerra
La Sala de Cuestiones Preliminares del TPI rechaza las impugnaciones de competencia formuladas por el Estado de Israel y emite órdenes de arresto contra Benjamin Netanyahu y Yoav Gallant.
Comunidad de Madrid
Sanidad Pública Los sindicatos denuncian a la Comunidad de Madrid por exponer a sus sanitarios a “gravísimos” riesgos
Solicitan la mayor indemnización económica pedida contra una administración por no contar con un verdadero plan de prevención de riesgos laborales para atención primaria.
COP29
Cumbre del clima La COP29 encara su última jornada con un final agónico sin acuerdo en los temas clave
Los borradores de los textos de negociación sobre la mesa quedan muy lejos de un acuerdo sobre financiación climática en línea con las necesidades para que el planeta no rebase los 1,5ºC de calentamiento medio.
Ocupación israelí
Ocupación israelí El Congreso de EE UU vota la “ley más peligrosa para las libertades” desde la Patriot Act
En Gaza, Cisjordania y Líbano, nuevos ataques israelíes dejan más de un centenar de muertos. En Washington, el Congreso vota una ley que permite quitar fondos a ONG, universidades y colectivos sin pruebas ni un proceso transparente.
Barcelona
Derecho a la vivienda El hartazgo por la vivienda impagable se da cita este 23 de noviembre en Barcelona
El amplio movimiento por la vivienda catalán, sindicatos y organizaciones vecinales, sociales y soberanistas demandan soluciones urgentes ante una crisis de vivienda sin solución a la vista

Últimas

Palabras contra el Abismo
Palabras contra el Abismo Lee un capítulo de ‘Café Abismo’, la primera novela de Sarah Babiker
El barrio es el espacio físico y social en los que transcurre ‘Café Abismo’, la primera novela de la responsable de Migraciones y Antirracismo de El Salto, Sarah Babiker.
Opinión
Opinión Non sempre ter moitas luces é sinónimo de intelixencia
Que impacto ecolóxico e social produce a iluminación do Nadal de Vigo? A cidade sofre máis aló da masificación, o caos de tráfico, as molestias á veciñanza, o malgasto ou os recortes en orzamentos de emerxencia social.
Más noticias
Crisis climática
Informe de Unicef El cambio climático multiplicará por tres la exposición de los niños y niñas a las inundaciones para 2050
Es la proyección que hace Unicef en su informe 'El Estado Mundial de la Infancia 2024'. La exposición a olas de calor extremas será ocho veces mayor para 2050 respecto a la década del 2000. “El futuro de todos los niños y las niñas está en peligro”, advierte la agencia de la ONU.
Memoria histórica
Memoria histórica Museo del franquismo, ¿eso dónde está?
España sigue ajena a la proliferación mundial de espacios museísticos dedicados a dictaduras y resistencias democráticas.
Unión Europea
Unión Europea La ultraderecha europea, ante la victoria de Trump
El triunfo de Donald Trump da alas a todas las formaciones ultraderechistas de Europa y del resto del mundo, que han visto cómo el millonario republicano ha conseguido volver a ganar las elecciones sin moderar un ápice su discurso.
Tribuna
Tribuna Vivienda: es hora de organizarnos
La situación de crisis inmobiliaria nos exige leer el momento para acertar en las batallas que debemos dar ahora, reflexionar sobre los modos de acción colectiva y lograr articular una respuesta política amplia.

Recomendadas

Galego
Dereitos lingüísticos Miles de persoas desbordan a praza da Quintana para mudar o rumbo da lingua galega
A Plataforma Queremos Galego, que convocou esta mobilización, sinala unha nova data para outro acto protesta: o vindeiro 23 de febreiro na praza do Obradoiro, en Santiago de Compostela.
València
Exclusiva El Gobierno de València contrata 12,9 millones en obras de la dana a una constructora investigada por pagos al cuñado de Barberá
La Generalitat Valenciana ha hecho el encargo a Ocide, una empresa cuya matriz está siendo investigada en el caso Azud por pagos “de naturaleza ilícita” al abogado José María Corbín a cambio de contratos adjudicados por el Ayuntamiento de València.