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Teatro
Festival de teatro social Con-vivencias: teatro para acercarnos
Memoria de barrio, racismo o muerte digna son algunos de los temas que propone el festival de teatro social Con-vivencias, que aborda su cuarta edición entre el 7 y el 17 de junio en Lavapiés.
Como es bien sabido, en los franquistas años sesenta las relaciones lésbicas no estaban bien vistas. Esto llevaba a las mujeres unidas por lazos sexuales y afectivos a ser ingeniosas y ambiguas, ocultando de forma creativa lo que no podía ser dicho.
De esto habla la obra Trinidad de la compañía Los martes, no: tres mujeres exploran un amor que no es ni heterosexual ni de pareja. Su directora, Laura Esteban, cuenta que la compañía acostumbra a retratar la vida de mujeres fuertes, y escapa del dominio omnipresente de la pareja heterosexual: “Lo que hacemos es ponerle al público delante cosas que no quieren ver y lanzar muchas preguntas; el potencial transformador que tiene el teatro es hacer preguntas a la cara a la gente y potenciar una visión crítica a través de la reflexión”.
Interpelar desde cerca, lanzar interrogantes. Esto parece ser el leit-motiv del festival Con-vivencias organizado por la asociación Órbita Diversa. Esta año arranca el 7 de junio en el Umbral de Primavera. Le seguirán 10 días de teatro en ésta y otras salas que resisten y pelean en Lavapiés. Van por la cuarta edición de lo que su promotora Virgina Fernández define como un proyecto colectivo que va creciendo cada año y cuyo mayor éxito es la red y el equipo humano que se ha ido generando alrededor. “Hemos crecido a raíz de convivir, detectando necesidades y cooperando para generar movimiento en las salas, en el espacio público, dando apoyo a colectivos afines o generalmente invisibilizados”, asegura.
En No es país para negras recorro experiencias, Silvia Albert Sopale acerca una realidad que para la mayoría de la gente es desconocida: la de muchas mujeres negras que vivimos en este país
Un total de 21 espectáculos, con vocación plural y feminista, como el que protagoniza Silvia Albert Sopale. “En No es país para negras recorro experiencias, es una obra autorreferencial pero no exclusivamente, pues incluyo historias de otras hermanas, de otras amigas, e historias inventadas para poder acercar una realidad que para la mayoría de la gente es desconocida, la realidad de muchas mujeres negras que vivimos en este país o somos españolas”, cuenta Albert del unipersonal tragicómico del que es autora. Ahí pone sobre las tablas “los estereotipos, el racismo sutil y las concepciones que tenemos sobre las personas, las ideas preconcebidas: es un espacio en el que la espectadora y el espectador se pueden revisar”.
Eso aporta poner el cuerpo ahí, hablar en primera persona, en un espacio pequeño: “poder acercarte a otras realidades y poder así empatizar.” “Yo sé que hay personas que sienten miedo al escuchar el título, que piensan que se pueden encontrar con una obra que esté constantemente echando cosas en cara, nada más lejos de la realidad”, aclara Albert. “ También quiero invitar a las personas que piensan que el racismo es algo totalmente superado para que den un pasito más allá, porque el cambio se va a producir entre todas, por eso tenemos que crear alianzas”, pide.
Sentada en un banco del Casino de la Reina, charlo por teléfono con Fernando Gallego. Alrededor, la gente del barrio entra y sale del parque, con sus niñas y sus perros, sus mochilas y sus carros de la compra, sus objetivos firmes y sus derivas. Gallego forma parte de la Rueda Teatro Social, me habla del proyecto Mosaicos de Teatro Comunitario que desarrollan en cinco barrios de la ciudad junto a las compañías Creo Común y TEyA, con apoyo del ayuntamiento de Madrid.
Fernando coordina el grupo de Lavapiés. “Cada barrio tiene sus particularidades, pero en común hay un proceso de investigación sobre la memoria del barrio. Nos hemos apoyado mucho en un trabajo sobre la memoria, las historias y anécdotas, bien a través de las personas participantes —entre 20 y 40 vecinos que desde febrero participan en la iniciativa— bien a través de entrevistas”. Su propuesta, una obra itinerante, partirá el sábado 16 de junio justamente desde el Centro Social Comunitario del parque. “A partir de la investigación hacemos una devolución final a quienes han participado para que puedan verse reflejadas, representadas teatralmente”, explica.
“En cuanto las personas de un grupo se ponen a representar historias que tienen que ver con su vida, se empiezan a generar lazos de afectividad, de compromiso, de escucha”, dice Fernando sobre el proyecto Mosaicos
Su compañía lleva una década en esto y han constatado que “en cuanto las personas de un grupo se ponen a hacer teatro, a representar historias que tienen que ver con su vida, se empiezan a generar lazos de afectividad, de compromiso, de escucha entre ellas, un nosotros o nosotras”. Y asevera: “El teatro comunitario es una herramienta para trabajar la convivencia a partir del sentimiento de pertenencia a un lugar, de formar parte de algo en común.”
Se abre el telón, pero las 10 mujeres que aparecen no son actrices, sino activistas. Probablemente ni telón haya. Ellas protagonizan Libres hasta el final, de la compañía Rompiendo Tabús. Vienen a hablar de algo doloroso, el final de la vida, la muerte que dentellea. Vienen a mostrar realidades, las que conocen de primera mano, porque las han vivido personalmente y también porque forman parte de Derecho a Morir Dignamente. Esta asociación ayudó hace ocho años a la madre de Juan Pedro Erile, director de la obra, a recorrer su último tramo. “Quería hacer un espectáculo sobre este tema y elegí a este formato, el Teatro Documento, porque era una historia muy personal para mí, desde el principio no me pareció oportuno construir una ficción sino que me pareció que la realidad es tan contundente que tenía que partir de hechos reales. El teatro documento tiene un objetivo reivindicativo, el hecho de utilizar personas de la realidad y no actores le da una carga más política al espectáculo”.
Teatro comunitario, teatro documento y también teatro foro: Teatrekas es una compañía de 18 mujeres que provienen de Vallecas, salvo 3 o 4, que tienen formación profesional, todas son amateur, vecinas del barrio. La obra que presentan en el festival se llama Entre Vecinas y, según nos cuenta su directora, Mireia Salazar “parte de una creación colectiva en la que se propuso como pregunta qué problemas había en el barrio que sufrían las mujeres y que se seguían repitiendo año tras año, generación tras generación”. Finalmente, dice Salazar, “contamos la historia de tres mujeres diversas, que nos hablan, sobre todo, aunque cada una desde su particularidad, de la falta de red de apoyo, de toda la carga de los cuidados que recae sobre ellas, de la falta de comunidad, de comunicación, y se tratan transversalmente temas como la inmigración”.
Migración
Frontera norte: las otras redes del puerto de Bilbao
Unos 70 jóvenes, en su mayoría menores de 25 años y procedentes de Albania, viven en el entorno del puerto de Bilbao. Su objetivo es llegar al Reino Unido, vía Portsmouth. Una red ciudadana solidaria se ha formado para ayudarles.
Si bien su territorio base es Vallecas “las cuestiones que representamos son comunes a muchos otros barrios y ciudades. Nos parecía una muy buena oportunidad poder utilizar el formato de Teatro Foro para poder compartir con la gente que nos viene a ver, hacer visibles problemas que nos rodean en nuestra propia escalera y de los que no somos conscientes y poder pensar colectivamente y dejar de opinar desde el sofá de casa”. Salazar comenta que disfrutan particularmente cuando hacen la obra con vecinas y vecinos de otros barrios: “Se les invita a subirse al escenario y ponerse en la piel de algún personaje para desde ahí intentar transformar una situación —dar una alternativa— es un debate llevado al cuerpo”.
Estas son solo algunas de las obras que componen la programación de este festival que es “una oportunidad para implicar y conectar a teatros del barrio, a compañías y a distintos colectivos de Lavapiés en un proyecto que hace del teatro una experiencia vivencial y participativa, en la que espectadoras y creadoras intercambian y se retroalimentan, abordando temas que nos incumben a todas,” cierra Virginia Fernández de Órbita Diversa.