La vida y ya
Infinito

No se trata de conformarse. Está claro que el objetivo es parar todos los desahucios y frenar las emisiones de gases de efecto invernadero y agujerear todas las fronteras.
11 ago 2024 06:00

Aunque eterno, inagotable, ilimitado o interminable son sinónimos de la palabra infinito, a mí me parece que, para hablar de utopías, es más interesante esta última. El infinito es algo así como un lugar impreciso cuando se trata de llegar hasta él pero, de algún modo, hay un sitio al que poder encaminarse.

Cuando en las clases hablamos de las rebeldías posibles y de la importancia de celebrar las pequeñas victorias cotidianas, me gusta leer un trozo del libro Invisibles, de Juan Diego Botto. Es un texto que recoge la obra de teatro Un trozo invisible de este mundo.  El libro al completo me parece de esos que puedes leer y releer, pero hay un capítulo en concreto que se titula “El privilegio de ser perro” donde hay un párrafo que ayuda a reflexionar sobre si merece la pena intentar, una y otra vez, generar otro orden posible del mundo. Está enmarcado en el contexto de la dictadura de Argentina y dice:

“Pero, de vez en cuando hay noticias que te hacen recordar tu pasado. Como la posibilidad de encarcelar al hijo de la gran puta que truncó tu vida y la de tu gente. Entonces llega tu amigo progre e intelectual y te dice, seguramente inspirando por la sacrosanta transición española, que diez está tan lejos de infinito como dos. Que es al pedo intentar meterlo en la cárcel y que lo mejor es dejar las cosas del pasado en el pasado y seguir con tu vida. Y uno que realmente sabe del infinito porque lo ha vivido y lo ha soñado, casi lo ha acariciado con la punta de los dedos un segundo antes del exterminio, uno que sabe de las heridas que provoca, uno que sabe que cuando el infinito te agrieta el corazón esa brecha no se cerrará jamás, sabe entonces valorar los pequeños pasos. Sabe que dos no es cero, que diez no es cero. Que si se presenta un tres hay que agarrarlo, si se presenta un diez hay que agarrarlo porque así se reconstruye nuestra identidad”.

A menudo pienso en esto, en que aunque el infinito, la utopía, esté lejos, lejísimos, yo también estoy convencida de que dos y diez no están igual de lejos de infinito.

Mejor parar diez desahucios que dos, mejor que la sociedad civil se movilice en diez países exigiendo actuaciones frente al cambio climático que en dos

No se trata de conformarse. Está claro que el objetivo es parar todos los desahucios y frenar las emisiones de gases de efecto invernadero y agujerear todas las fronteras pero, hasta poder conseguirlo, mejor parar diez desahucios que dos, mejor que la sociedad civil se movilice en diez países exigiendo actuaciones frente al cambio climático que en dos, mejor diez personas que consiguen atravesar una frontera que parecía infranqueable que dos.

No se trata de conformarse. Pero si alguien preguntase a quienes creen que no se puede hacer nada, a quienes anuncian que todo está perdido, si querrían que nadie intentase cambiar las cosas, es probable que dijeran que no, que reconocieran ese pellizco en el estómago cuando alguien, un grupo, una comunidad, se enfrenta a los poderosos aunque la correlación de fuerzas les sea claramente desfavorable.

No se trata de conformarse. Queremos el infinito. Ese lugar impreciso al que nos gustaría llegar. Pero, aunque no sea suficiente, porque sabemos que no es suficiente, mientras haya personas que estén convencidas de que dos y diez no están igual de lejos de infinito, seguiremos construyendo la manera de alcanzarlo.

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