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Coronavirus
La inevitabilidad de la racionalidad económica: contra la vuelta a la “normalidad”, que nos acercaría más al abismo
Nuestra relación con los acontecimientos que percibimos como negativos (enfermedades, pérdidas humanas, accidentes, pérdidas de hábitat, empleos, pérdidas de libertades, pandemias, etc.) se encuentra condicionada por su origen.
Los imprevisibles, porque desconocemos su origen, como determinadas enfermedades infecciosas que se reiteran como un acontecimiento negativo mientras no seamos capaces de establecer el agente que las produce y la ciencia (1) encuentre una vacuna y/o antídoto que las evite.
El origen de estos acontecimientos se considera de origen natural (2), lo cual se proyecta sobre las personas como una especie de sino cuya evitabilidad o inevitabilidad se encuentra determinada por la capacidad o incapacidad de dominar la naturaleza (3).
Otros acontecimientos que son negativos, tanto en su percepción como en sus consecuencias, se encuentran insertados, no en la naturaleza sino en las relaciones sociales, sus causas son conocidas (la explotación, los accidentes de tráfico, los accidentes laborales, etc.) y a partir de estas causas se ha desarrollado un complejo normativo y de vigilancia que trata de reducir su frecuencia para hacerlo soportable, pero no eliminar las causas que provocan dichos acontecimientos negativos.
El ejemplo de la explotación: se conocen sus causas y bastaría eliminarla para que la misma no generara dolor, miseria e indignidad a los seres humanos. La guerra, el hambre, la economía… se encuentran en esta fenomenología de acontecimientos negativos que se pueden evitar.
“Parece que todo lo que pasa sea de catástrofes naturales accidentales, sin responsabilidad alguna y sin nada que hacer frente a ellas” (4). El problema es que la reiteración de estos acontecimientos, cualesquiera que sea su origen, los cubre con el manto de la normalidad: la muerte, la enfermedad, los desastres naturales (5), las guerras, las hambrunas, la pobreza, las desigualdades que abarcan a la mayor parte de la humanidad… y el largo catálogo de sufrimientos llegan a instalarse como acontecimientos inevitables y en gran parte invisibles, cuando no nos afectan, en particular a los países o regiones ricas y/o opulentas.
En esa inevitabilidad, está contenida la imposibilidad de su desaparición, y claro, en su reiteración (más muertes, más hambrunas, más guerras, más miserias, más desigualdades…), es donde se constituye la normalidad.
Naturalizar el sufrimiento, la explotación, el dolor… deja inhabilitada la acción humana, pues lo humano y su capacidad de accionar, es decir la posibilidad de eliminar las causas que generan los acontecimientos negativos, queda subsumida en el “mundo natural”. Solamente cuando el mundo humano se desposee del mundo natural, la voluntad es capaz de analizar los hechos sociales sin la inevitabilidad que contrae “lo natural” y por lo tanto aparece la posibilidad de la desaparición de lo negativo.
La racionalidad del mercado ha sido capaz de instalar una conciencia social en los seres humanos, donde estos se crean que las relaciones de producción y reproducción nacen de la naturaleza de las cosas, de la que queda excluida la voluntad humana.
El paradigma económico, en consecuencia, se convierte en algo irrefutable, cuya naturaleza le confiere verdad absoluta (6), pues sus criterios son técnicos, escindidos de lo político, donde la voluntad humana puede decidir y en consecuencia equivocarse y el mercado asegura el orden social naturalizado (7) … "siempre habrá ricos y pobres… siempre habrá etnias superiores”, etc.
La pandemia del coronavirus (más allá de personas minimizadas que ponen en el centro la vida, con una ética del cuidado de la especie humana y de las distintas especies y de la naturaleza) es presentada como una catástrofe sobrevenida… no suscitan ningún criterio ni mueven a ninguna decisión. ¿Cómo se ha producido el coronavirus y por quién y dónde?, ¿por qué se propaga a la velocidad que lo hace?, ¿qué tiene que ver con nuestro super-cientifismo super-ignorante, de prueba y ajuste, de ensayo y corrección, que juega con virus, microbios, armas y monstruos de los que desconoce todo y a los que solo busca utilidad en la inmediatez? (8).
Como tal catástrofe, queda fuera la voluntad humana y su responsabilidad, especialmente la del mercado y la economía capitalista (9), desaparece... es inevitable.
Walter Benjamin en su tesis IX sobre “el concepto de la historia”, recuerda la impotencia del “ángel de la historia” que, impulsado por el huracán del progreso, contempla con ojos despavoridos los destrozos que causa la historia humana, considerando que son acontecimientos inevitables de un proyecto (modernidad, progreso), que visto en su conjunto parece tener sentido. El ángel impotente no puede volver sobre sus pasos y no hay manera de arreglar el desastre. Esta impotencia le hace ser un ser desgraciado.
Su impotencia nos remite a la responsabilidad de los seres humanos que hacen la historia. Lo catastrófico es la quiebra de un proyecto de vida digna para todos los seres humanos, que día tras día, época tras época, no renace de las ruinas. Mientras sigamos con la misma “lógica de la historia”, lo catastrófico es que esto carezca de final, la eternización de lo que ya tenemos y hemos construido, la irreversibilidad del curso que nos ha traído hasta este momento.
Si las cosas siguen como están, si la vuelta a la “normalidad” (trabajos de sobreexplotación, consumos criminales, individualidad y egoísmo basado en la competencia por obtener más y más en el menor tiempo posible, el no cuidar a los otros siguiendo la lógica individualista, el seguir siendo seres disociados…) es lo que va a suceder el día después, esto es seguir constituyéndonos sobre lo “catastrófico”, es decir “que las cosas sigan como están” , queda claro, que… “el infierno no es lo que nos espera, sino esta misma vida” (Benjamin).
Planteamientos como el decrecimiento económico (10), entendido como el decrecer de quien ostenta riqueza por expropiación, violencia y autoritarismo, con una redistribución radical de la riqueza; el decrecer en consumos de recursos y mercancías, los primeros por finitos y las segundas por innecesarias para el sustento de la vida; el decrecer en lo más y tener y desear solo lo suficiente; el decrecer en los empleos asalariados y reducir de manera drástica la jornada laboral, repartiendo el trabajo y crecer en trabajos de cuidados que sustenten la vida; el decrecer en nuestras inmediateces y vivirnos como seres transcendentes en los otros que vendrán… por ahora, quedan fuera de la lógica de la historia y cada vez en mayor medida los efectos colaterales del progreso serán más y más catastróficos, y se seguirán justificando en nombre de “un bien mayor” que en otras épocas fue la religión, en otras la cultura y/o la nación, y en otras, como en esta época, los “intereses superiores” de quienes causan el daño, arropados en la lógica de la racionalidad económica (11).
Aunque seamos seres desesperados no significa que no exista esperanza, sino que esta queda en el camino de la historia y como señala Reyes Mate: “el ser desesperado no es naturaleza muerta, sino vida privada de esperanza…” Esperanza basada, aquí y ahora (mañana simplemente será imposible, porque no nos queda tiempo) en un enfrentamiento serio y radical con la clase capitalista (12).
Muchas personas por la vía del pensamiento y/o de los hechos (prácticas sociales e individuales), han re-conceptualizado (repensado) el concepto de revolución y nos encontramos en la necesidad -no sólo en el deseo-, de cambiar la “lógica de la historia” a través de una revolución que “quizá consista la revolución -o revoluciones- en el gesto ejecutado por la humanidad que viaja en ese tren (la historia), de tirar del freno de emergencia” (Walter Benjamin-Archiv, Ms 1100).
(1) La ciencia o el cientifismo que jamás es neutro y hoy más que nunca, viene determinada su actuación (investigación, desarrollo y resultados) por el mercado, el cual fija los ritmos del trabajo y condiciona los mismos en función del resultado expresado en beneficios monetarios.
(2) Nos encontramos en la naturalización del riesgo, de las catástrofes.
(3) La ecología política ha puesto al descubierto precisamente, que el dominio, control y retorcimiento de la naturaleza por el ser humano con la lógica de la racionalidad económica, es la causante de la mayor parte de los acontecimientos negativos que nos acontecen y que ponen en peligro serio la vida de todas las especies, incluida la humana.
(4) Chema Berro
(5) Ahora, la conciencia política social nos muestra que no son tan naturales.
(6) De ahí que no existan dudas acerca de qué prima más en estos momentos, si la Vida de la mayoría de la especie humana (asalariadas, precarias, pensionistas, precarias, excluidas, etc.) o la vida de la economía que cuenta, además, de una determinada economía, la del beneficio privado.
(7) La tesis liberal, además, ve en el mercado el espacio donde se establecen las relaciones iguales entre los seres humanos.
(8) Chema Berro
(9) “Estos nuevos patógenos mortales están llegando a los cuerpos humanos porque el impulso insaciable de ganancias en la agricultura y la industria ha llevado a la mercantilización de la naturaleza, destruyendo especies y acercando los peligros de la naturaleza a la humanidad” (Michael Roberts)
(10) Plantea Luis González Reyes de Ecologistas en Acción que… “Mientras en la opción del decrecimiento lo que está sobre la mesa es el grado de penuria económica que soportemos muchas personas, apostando por el crecimiento lo que nos jugamos, sin exagerar un ápice, es la vida”.
(11) Resulta muy interesante que la pandemia del coronavirus haya mostrado y demostrado la gran mentira de la racionalidad económica, donde, como señala Luis González Reyes: "En estos momentos, claramente se ha priorizado la vida al crecimiento económico. Pero no solo eso, sino que se ha elaborado una definición de cuáles son los servicios esenciales. Una definición que coincide bastante con los básicos para tener una existencia digna: alimentación, sanidad, gestión de residuos, cuidados a personas dependientes, etc.”
Y a la vez, lo que parecía imposible en épocas de normalidad (inclusive de recesión y crisis-estafa), hoy se demuestra como posible y además con un alto consenso social… “Estos servicios esenciales encajan con la triada decrecimiento-localización-primarización de la economía”.(Informe sobre distintos escenarios de Ecologistas en Acción).
(12) En esta clase tenemos que insertar no solamente quienes son los dueños jurídicos y de hecho del dinero y del poder sino, además, todo lo que tenemos insertado de capitalismo en nuestro ADN social.