Banca
Oriol Malló: “La corrupción es un show que acaba aburriendo”

Las mejores historias arrancan con una traición o una venganza. El libro negro del BBVA: de la oligarquía vizcaina al caso Villarejo tiene un poco de todo: un juez que traiciona a un fiscal y un periodista que se venga del juez. Tampoco hay que engañarse, el periodista es demasiado pequeño, el fiscal está muerto y el juez es caballo ganador. Pero aunque en esta historia no pierdan los peces grandes, al menos se les pone nombre y apellidos a cada uno. El periodista catalán Oriol Malló, afincado desde hace quince años en México, presentó ayer su libro en Bilbao, mientras aprovecha para documentarse para su siguiente ensayo (sobre Iberdrola).

Entre disimular que he tenido tiempo para leer tu libro y preguntarte si me lo puedes explicar, casi prefiero lo segundo.
Somos periodistas, no hace falta disimular. Arranco en 2001, con las cuentas ocultas del BBVA y la fusión del BBV y Argentaria. Un informe del Banco de España filtrado al diario El Mundo le costó la dimisión a Emilio Ybarra y Pedro Luis Uriarte y le permitió a Francisco González, un lobo solitario salido de la nada, controlar el BBVA. 

Son buenos ingredientes.
Todo empezó en mayo de 2000 a raíz de unas comisiones sospechosas de la Exposición Universal de 1992 que derivaron en un registro rutinario de dos sucursales del BBV Privanza, la marca destinada exclusivamente a cuentas bancarias de más de 500 millones de pesetas. Allí el fiscal descubre de forma casual varias cuentas de corresponsalía, utilizadas por los bancos para transferir dinero a paraísos fiscales sin que los clientes tengan que desplazarse, y un listado de 600 empresarios que las usaban. Fue así como el fiscal de anticorrupción David Martínez Madero descubrió que BBV Privanza era una gestora de evasión fiscal con sociedades pantallas. 

Fiscal que falleció en 2011 de un ataque al corazón en el aeropuerto de Milán, he leído de refilón.
Sí, tras su muerte, las conversaciones que mantuvimos pueden ser públicas. El fiscal también descubrió durante el registro el manual de productos fiduciarios, que es básicamente una guía para la evasión fiscal que ofrecía a grandes clientes herramientas como sociedades pantallas, sicav y otros mecanismos. Y quién redactó ese manual: Estanislao Rodríguez-Ponga, anterior asesor fiscal del BBV que en 2001 se convertiría en secretario de Estado de Hacienda en el segundo Gobierno de Aznar, entre 2001 y 2004. Por cierto, Rodríguez-Ponga acaba de salir en febrero de prisión por las tarjetas black. Es un hombre que ha hecho carrera siempre de la misma forma. 

Repasemos: tenemos una banca que envía el dinero de sus clientes VIP a paraísos fiscales, una relación de esos clientes, un manual de evasión y un alto funcionario de Aznar.
Todo lo necesario, ¿verdad? Ahora es cuando la historia da un giro. La tercera parte del caso llega en noviembre de 2001, cuando Baltasar Garzón viaja a Puerto Rico y, al terminar una presentación, se le acerca un tipo diciéndole que tiene mucha información sobre la compra de bancos por parte del BBVA en América Latina. Se trata de Nelson Rodríguez López, abogado, asesor legal y director del BBV International Investment Corporation en Puerto Rico, quien le lleva fotocopias de varias transacciones.

¿Puerto Rico?
Puerto Rico es un cielo fiscal, no un paraíso. Permite mucha libertad pero todas las operaciones son protocalizadas en la Oficina de Notaría (ODIN), por lo que es posible seguir el rastro del dinero. Nelson cuenta qué papel desempeñó él en la compra de bancos en Latino América por parte del BBVA y al fiscal del caso le parece fundamental. Y aquí viene el giro: el fiscal me dijo que este caso podía haber sido un macrojuicio a la banca y convertirse en un buen ejemplo para las demás entidades, dado que estas prácticas eran comunes. Pero en vez de abrirse un macrojuicio, el caso de las cuentas secretas del BBVA se quedó en una mera venganza, filtrada a los medios, contra la oligarquía de Neguri.

¿Venganza de quién?
En primera instancia, del propio Francisco González, presidente de Argenteria, un agente de bolsa desclasado y sin lealtades, el cual, a través de Miguel Blesa y Rodrigo Rato, se convierte en ariete de Aznar y su sueño de un capitalismo de lobos solitarios que liquide a la burguesía próxima al PSOE.

La palanca política siempre ha sido esencial para que un banco se salve o no

¿Por qué se archivó la causa y qué giro final dio?
Podemos resumir que quedó visto para sentencia que la banca no se tocaba. Eran tres causas en una y en el juzgado nº5 de la Audiencia Nacional suceden dos cosas fundamentales: el fiscal pide que Estanislao, el hombre de Aznar, pase de testigo a imputado y que mantenga un careo con Nelson. Pero Garzón se niega, decide destruir la credibilidad de Nelson Rodríguez, negarle su condición de testigo protegido y desarticula en dos autos la línea argumental del fiscal, salvando el culo a Aznar y a su Gobierno en un clarísimo caso de colisión entre judicatura y Gobierno, dado que el imputado era nada más y nada menos que el secretario de Estado de Hacienda. En ese momento, Pedro J. Ramírez, director de El Mundo, tenía claro que, de cargarse a la casta de Neguri, su periódico sería el más beneficiado ante el BBVA. Al fin y al cabo, Emilio Ybarra y Pedro Luis Uriarte se entendían mejor con el Grupo Prisa y el PSOE, socios de negocios desde los ochenta. 

En esas peleas de gallo, Villarejo consigue un poder inusitado con chismes de mariscadas, es entonces cuando le contrata el presidente del BBVA

¿Por qué esa fijación con Neguri, el barrio rico de Getxo, desde donde se dice que los patronos observaban las fábricas de la otra orilla desde el balcón de sus palacetes?
Aznar destruyó las reglas no escritas de la burguesía financiera salvada por el PSOE. Las 500 familias de Neguri, como cuenta Pedro Ybarra en sus memorias, funcionaban como una oligarquía. Se vinculaban por matrimonios, amistades y gerencias compartidas. No solían apuñalarse entre ellos y en la década de los 90 controlaban Telefónica, Iberdrola y Repsol, a través de la fusión del BBVA. 

Tras la desindustrialización de los 80, habían recuperado el esplendor de antaño y las buenas relaciones con el PNV.
A finales de los 90, en Neguri estaban mejor que nunca. Pero Aznar facilitó el asalto a las empresas privadas o privatizadas y entró gente nueva, expertos en finanzas, pelotazos y megalomanía, como Florentino Pérez, Sánchez Galán o Francisco González. Y es en ese momento cuando entra Villarejo y añade un aire más canallesco a las peleas de gallo del IBEX 35.

Se le echaba de menos.
Villarejo consigue un poder inusitado con chismes de mariscadas y refritos de prensa gracias al acceso privilegiado que le garantizaban amigos poderosos como Garzón, que ya había salvado al banco de la presión del fiscal Martínez Madero. Por eso resulta tan curioso que Francisco González contratara los servicios de Villarejo y pusiera a uno de sus empleados, Julio Corrochano, en la dirección de seguridad del BBVA.

Esto se nos escapa de la extensión de esta entrevista, pero hay que recalcar que el ex magistrado Baltasar Garzón se le sigue relacionado con el ex comisario Villarejo.
Eso es, Baltasar Garzón, más conocido en las grabaciones de Villarejo como el amigo Balta. Moralmente, Garzón también quedó visto para la sentencia, no creo que nadie salga a defenderlo.

Excepto su novia, Dolores Delgado.
Es increíble que Dolores Delgado siga siendo fiscal general del Estado.

¿Cómo llegas a conocer al fiscal del caso BBVA?
A través de un amigo común. Ambos compartíamos cierta antipatía por Garzón. Al fiscal, Garzón le destruyó el caso. Por mi parte, fui víctima de Garzón en una operación contra Terra Lliure en 1992. Me tocó ser torturado por la Guardia Civil en la Dirección General de la calle Guzmán El Bueno de Madrid. A mi salida de comisaría, me tocó explicarle al juez Garzón las torturas que sufrí y lo único que hizo fue mirar el techo y decretar prisión [pasó preso 100 días, hasta que quedó en libertad sin cargos]. Garzón no escuchaba, ni se inmutaba. Nunca le importó cómo llegaban las confesiones firmadas desde comisaría. Así que compartía con David Martínez Madero una animadversión hacia un juez que aparentaba luchar contra la corrupción y era parte de la misma.

¿Cuál es la moraleja del caso BBVA?
La clave no es que un banco esté mejor o peor gestionado, el BBV perdió todo el dinero en Lemoiz y tenía un nivel de deuda que sin la moratoria nuclear no se hubiera salvado. La moraleja es que la palanca política siempre ha sido esencial para que un banco se salve o no.

Sin el favor que le hizo Garzón al banco no podríamos entender los favores que luego el banco le hizo a él, y seguramente para que Villarejo tuviera tal posición de influencia en el BBVA

¿Algún apunte más sobre Garzón?
En 2005 le pidió 200.000 al director de comunicación del BBVA para sus conferencias y cursos en Nueva York, cuando le inhabilitaron del cargo de juez. No ha sido condenado por este y otros delitos de cohecho impropio al tratarse de delitos prescritos.

¿Por qué no convenía juzgar al BBVA?
El daño reputacional en las acciones del banco hubiera sido terrible. Sin el favor que le hizo Garzón al banco no podríamos entender los favores que luego el banco le hizo a él, y seguramente para que Villarejo tuviera tal posición de influencia en el BBVA.

Parece increíble cómo el BBVA se salvó de ser juzgado de una macrocausa al optar su juez instructor por invalidar la tesis del fiscal.
Es algo inaudito. Los jueces instructores arman o siguen las directrices del fiscal. Nunca por definición un juez rebate la tesis de la fiscalía, porque es el fiscal quien dirige la investigación y el juez de instrucción se limita a seguir sus pasos.

Tu libro arranca como arrancan la mayoría de las buenas historias, como una venganza a Garzón.
No hay venganza alguna por mi parte. Aunque ya no sea juez, no le va nada mal como abogado. La venganza es moral e histórica. Garzón está bien considerado, empezó trabajando contra la X de los GAL y en poco tiempo ya estaba en la misma lista electoral con el señor X. Es otro conseguidor, un tipo que nunca le importó la Justicia, por eso ha acabado de abogado. Ya no pasará a la historia como juez incorruptible, ese honor lo perdió por el camino. 

La moraleja del libro es que hay que joderse. La impunidad constante corrompe y destruye, y hace que la gente sienta impotencia y rabia para luego caer en el cinismo, a nadie le importa nada

¿Cuál es la moraleja de tu libro?
Hay que joderse. En este país solo se pilla a quien molesta al grande. La impunidad constante corrompe y destruye, y hace que la gente sienta impotencia y rabia para luego caer en el cinismo. A nadie le importa ya nada este cortijo de expedientes judiciales y reyertas interminables. Tampoco se aspira a cambiar el sistema político y económico que permitió todo esto. El fulgor y la muerte, o integración, del 15M concluye en esta guerra agónica contra Ayuso que, me temo, no se ganará. Esa es la parte que cuesta entender: llevamos más de una década en crisis, incluyendo ahora los estragos de la pandemia, mucha gente ha pasado por los juzgados, pero poca ha entrado en prisión. Y la experiencia italiana de la Tangentopolis tampoco fue mucho mejor. Los macroprocesos de los 90 dieron paso a Berlusconi. La sensación, o al menos mi sensación, es que la impunidad y el cinismo impiden plantear cualquier opción de cambio.

¿Estamos cansadas?
La corrupción también es un show que acaba aburriendo. Y el caso ejemplar de todo esto es el rey fugado: ahora que la prensa dice un poquito la verdad, la monarquía sigue ahí. Nadie piensa que una república sea posible.

¿Bilbao fue un día Madrid?
Un banco forjó una ciudad, pero también se forjó en ella una clase trabajadora que supo alzarse contra los dueños de Bizkaia. A un lado de la Ría estaba Neguri, al otro, la Margen Izquierda. Recuperar ese combate desigual es importante, sino la narrativa acabará diciendo que los malos fueron los buenos y los buenos, lo peor. Hasta que la margen izquierda no se levantó, los sueldos no subieron en esas industrias que el BBV financió y luego destruyó sin importarles jamás el coste que pagaron miles de trabajadores.