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Brasil
Una alianza política y social sin precedentes se prepara para echar del poder a Bolsonaro
Lula acaba de dar uno de los que muy probablemente sean sus últimos discursos de campaña antes de las elecciones del 2 de octubre, en Itaquera, un barrio dormitorio de la periferia de São Paulo. En el escenario estaba la plana mayor, y hablaron todos. Hasta Janja, la carismática esposa de Lula. Y bailaron porque, aunque suene estereotipado, esto es Brasil y se baila mucho. En el metro de vuelta al centro de la ciudad una señora comenta a viva voz que fue uno de los mejores discursos que le escuchó a Lula. La señora sabe de lo que habla, es una fiel seguidora. Cuando Lula estuvo preso se hizo tres veces el viaje de 400 km a Curitiba para estar cerca del líder del PT. Es maestra de una escuela pública de la periferia y dice que el hambre a ella no se lo cuenta nadie, que el deterioro en la calidad de vida de estos últimos años lo ve en los niños que no pueden ir a clases porque no tienen calzado.
La última encuesta de Datafolha, publicada el 29 de septiembre, indica que Lula cuenta con un 50% de votos útiles, unos resultados que le permitirían ganar en primera vuelta, y Bolsonaro con un 36%. Desde la elección del conservador Gerardo Alckmin como su candidato a vicepresidente, Lula no ha hecho más que tratar de ampliar su base electoral ganando electores del centro, que no son tradicionales votantes del PT, configurando una de las alianzas más amplias y diversas de la democracia brasilera.
El regreso de Lula
Lula estuvo preso en Curitiba 580 días. A lo largo de ese tiempo sus seguidores, muchos viajando de muy lejos, hicieron una vigilia que duró todo ese período. En el acto de Itaquera se lo ve radiante y enérgico, con su casi 77 años a cuestas dice que aunque tuviese todo el oro del mundo no le alcanzaría para agradecer las muestras de afecto que recibió estando preso y que, a pesar de que hoy podría estar tranquilo en su casa, el pueblo brasileño no merece esto y que está es una situación de emergencia que requiere estar ahí. Lo mismo entienden casi todos los partidos y organizaciones sociales —muchas bastante más a la izquierda del PT— que han decidido sumarse a la alianza que lo lleva como cabeza de lista. Entre los votantes de Lula prima el pragmatismo y la idea generalizada de que lo principal en este momento es sacar a Bolsonaro. “Fora Bolsonaro” y “Lula presidente” son las dos principales consignas de la campaña del PT. Guilherme Boulos, coordinador de la campaña en São Paulo, dirigente del Movimiento Sin Techo y candidato a diputado, sostiene que esta será —de ganar— la bancada de izquierda del Congreso más grande en la historia de Brasil.
Guilherme Boulos, coordinador de la campaña en São Paulo, dirigente del Movimiento Sin Techo y candidato a diputado, sostiene que esta será —de ganar— la bancada de izquierda del Congreso más grande en la historia de Brasil
Lula hace una fuerte campaña de territorio, de contacto con la gente, y de redes sociales. Para asistir al acto de Itaquera faltó a un debate televisivo entre los principales candidatos, y muchos le criticaron está decisión. Él alegó cuestiones de agenda. Aún así, Lula participó anoche del último debate de candidatos presidenciables en TV Globo, en la que fue la última oportunidad que tuvieron para convencer a los indecisos. Según detalló Datafolha, un 85% del electorado admitió tener la decisión tomada de cara al próximo domingo.
La campaña mediática de Bolsonaro
Bolsonaro ha hecho una campaña más centrada en los medios —que representan una de sus bases de apoyo—, en las redes y, sobre todo, en fake news. Su equipo de campaña ha hecho lo imposible para evitar sus constantes exabruptos sin mucho éxito, incluso le aconsejaron que no fuera al funeral de la reina Isabel, pero él no solo hizo caso omiso de ello sino que dio un discurso de campaña a unos 100 seguidores desde el balcón de la embajada de Brasil en el Reino Unido, fiel a su estilo y saltándose hasta el último de los protocolos. Lo de Bolsonaro no parece tener retorno, un gran número de empresarios le han quitado su apoyo, porque —en palabras de Breno Altman— más allá de acordar con los trazos generales de su política económica no coinciden con la idea de que para profundizar las reformas neoliberales sea necesario enterrar la democracia liberal. Durante su gestión de gobierno no solo empeoraron todos los índices de desigualdad, hambre y violencia, sino que además se ha posicionado como un paria internacional, algo que esa misma derecha liberal tampoco termina de ver con buenos ojos.
Durante el Gobierno de Bolsonaro no solo empeoraron todos los índices de desigualdad, hambre y violencia. Brasil también se ha posicionado como un paria internacional, algo que esa misma derecha liberal tampoco ve con buenos ojos
Otra de las cuestiones que preocupa de la gestión del ultraderechista es la militarización que ha hecho de la vida social. Los índices de violencia y represión son alarmantes y han provocado, entre otras cosas, que durante la campaña electoral tres seguidores de Lula fueran asesinados en diferentes circunstancias. El último fue apuñalado esta última semana en un bar del noreste de Brasil por una persona que había entrado al lugar preguntando por votantes de Lula.
La facilidad de acceso a las armas por parte de gran parte de la población es un tema que Lula tiene en agenda y preocupa. Desde que llegó al poder en 2019, Bolsonaro emitió más de 40 decretos, ordenanzas y resoluciones, para facilitar el acceso a las armas de la población civil abriendo un mercado que promedia la compra de unas 1.300 armas por parte de brasileños por día, según un informe del Instituto Sou da Paz. Si bien la tenencia de armas no está del todo legalizada, se pueden obtener permisos con mucha facilidad. Por lo demás, se trata de un Gobierno compuesto principalmente por militares. Bajo la presidencia de Bolsonaro, el Gobierno federal duplicó la presencia de personal militar en cargos que antes ocupaban civiles. Su presencia en la política nacional no era tan importante desde finales de la dictadura militar de 1964-85.
Objetivo: ganar en la primera vuelta
En las últimas semanas toda la campaña, y todos los discursos, se han centrado en convencer a los indecisos. Los números indican que Lula está arañando ese 50% necesario para ganar en primera vuelta, y esto ha decidido a un amplio abanico de referentes de la cultura a darle su apoyo de manera explícita, desde Anitta y Ludmilla, que interpelan a un público más joven, hasta Chico Buarque o Caetano Veloso. Caetano divulgó una foto suya en las redes en la que se lo ve haciendo el símbolo de la L con la mano —característico de quienes siguen a Lula—, y grabó un video diciendo que si bien él era votante de Ciro Gomes, veía necesario ganar en primera vuelta para derrotar a Bolsonaro.
Lo de Ciro Gomes merece un capítulo aparte. Formó parte de los gobiernos de Lula, y aunque hasta ahora era el tercero en discordia (6%), está muy lejos siquiera de los 14 puntos que separan a Lula de Bolsonaro. Ciro encabeza una candidatura de centro izquierda y, a fuerza de ganar desencantados de uno y otro lado, ha criticado con la misma dureza a Lula y a Bolsonaro, pero esto, en un país donde todo lo que se inclina de la centroizquierda a la izquierda tiene como principal objetivo derrotar a Bolsonaro, no fue bien visto ni siquiera por sus propios seguidores, muchos de los cuales empezaron a migrar su voto a Lula. Y aunque recibió presiones de uno y otro lado para que retire su candidatura, ya ha manifestado que no contempla esa posibilidad.
“Estamos a seis días de la elección más importante de nuestras vidas, una elección que puede poner fin a una guerra que se instaló en este país con la llegada del actual presidente”, dijo Lula
Uno de los apoyos más sorprendentes que recibió Lula fue el de su ex ministra de Medio Ambiente, Marina Silva. Silva rompió con el PT —y con Lula— hace 14 años, alegando que las políticas ambientales no eran prioridad de ese Gobierno, pero decidió darle su apoyo por lo mismo que tantos otros: para hacer frente a Bolsonaro. Silva también comprometió a Lula con una serie de políticas ambientales que incluyen una estricta fiscalización de la Amazonia. Una señal fuerte para gobiernos como los de Noruega o Alemania, y para la Unión Europea, que se alejaron de Brasil debido a las políticas ambientales de Bolsonaro y su destrucción de la Amazonia. Por su parte, Henrique Meirelles, ex presidente del Banco Central durante el Gobierno de Lula y ex ministro de Hacienda de Michel Temer, hoy asesor global de Binance, el exchange de criptomonedas más grande del mundo, manifestó su apoyo al petista, lo cual representa un guiño del empresariado y el sector financiero, pero condicionó ese apoyo a que se respete la responsabilidad fiscal, que pone límites al gasto público.
Pacificación y reconstrucción
“Estamos a seis días de la elección más importante de nuestras vidas, una elección que puede poner fin a una guerra que se instaló en este país con la llegada del actual presidente, una guerra que dividió familias y que transformó viejos amigos en enemigos”, sostuvo un Lula emocionado en el discurso que dió al finalizar el acto Brasil Esperanza, un evento de enorme repercusión en el que diversos actores de la cultura e intelectuales, le manifestaron su apoyo.
“Estamos aquí en nombre de los que no pueden estar porque fueron víctimas del covid y la violencia, y de aquellos que no merecen vivir en un país arrasado por el hambre, el odio y la violencia”, añadió. También hizo mención a la alianza con Alckmin, indicando que si bien supieron ser adversarios hoy los une la necesidad de pacificación y reconstrucción de Brasil; que este frente, que empezó con tres partidos hoy incluye diez, y que también supo sumar a diez ex candidatos a la presidencia de Brasil que en algún momento fueron adversarios del PT. En este sentido, Lula reconoció que nunca antes en la historia de Brasil tantos partidos, movimientos sociales, sindicatos, trabajadores, empresarios, profesionales liberales, deportistas, artistas e intelectuales, y personas de diferentes religiones y orientaciones sexuales, se habían alineado tras un frente tan amplio como el que él encabeza, y agradeció por la enorme magnitud del evento que convocó diferentes actores que dieron cuenta de esa diversidad.
La duda es sí sabrá sacar provecho de esa alianza, y del apoyo que tiene en las bases sociales, para sacar a 33 millones de personas del hambre en un país donde lo público y la democracia han sido prácticamente desmanteladas
“En los 42 años del PT nunca había vivido algo de esta envergadura”, señaló Lula en un discurso en el que, a diferencia de sus anteriores discursos de campaña, se animó a hacer promesas y anuncios de políticas más concretas. Quizás envalentonado por un posible triunfo en primera vuelta, se encargó de destacar que el único motivo por el cual Brasil no quebró fue porque venía de una situación -propiciada por sus anteriores gobiernos-, que lo habían colocado a la cabeza de las economías mundiales, pero que ahora le tocaba reconstruir un Brasil asolado por la peor gestión de la pandemia que se llevó la vida de unos 680.000 brasileños. “Tengo la experiencia de haberlo podido hacer una vez, y la certeza de que esta vez lo voy a hacer mejor, y no estoy solo para eso, tengo cerca las personas más competentes y comprometidas para ello”.
Sin embargo, ni en las redes ni en los medios ni en las calles se discute mucho programa político. Casi todos los que hablaron en el escenario de Itaquera interpelaron a los votantes del PT para que convenzan a sus familiares y amigos para votar por Lula y ganar en primera vuelta. Sin rodeos, lo que se plantea en cualquier esquina es una disyuntiva entre fascismo y democracia. Bolsonaro afirmó que si tiene “menos del 60% de los votos es porque algo anormal ocurrió en el Tribunal Superior Electoral” alentando el fantasma del fraude. También citó el golpe militar de 1964 diciendo que la “historia se puede repetir”. Mientras tanto, Lula hace lo que mejor sabe hacer, y que su experiencia sindical avala, negociar. La clave de estas elecciones, y como él mismo se ha encargado de remarcar, es convocar una alianza lo más amplia posible. Y lo ha logrado. La duda es sí sabrá sacar provecho de esa alianza, y del apoyo que tiene en las bases sociales, para lo más urgente, que es sacar a 33 millones de personas del hambre y la pobreza, y promover un clima de democracia e igualdad en un país donde lo público, y las bases más elementales de la democracia, han sido prácticamente desmanteladas.