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«Jaque». El Alfil blanco amenaza con decapitar a mi Rey. Vaya, no esperaba que sacara tan pronto la artillería pesada. El internacionalista alemán con el que estoy jugando acostumbra a embobarse demasiado con los peones, dilatando la salida de las demás piezas. «Debes desplegarte más rápido, heval, o no podrás poner a tu Rey a salvo», le digo siempre. Parece que esta vez me ha hecho caso. Avanzo mi peón para hacerle retroceder.
Empezamos a jugar hace unas semana para desconectar de vez en cuando del trabajo y pasar más tiempo juntos al rededor de la estufa. Una camarada kurda nos había dicho poco antes que, pese a las exigencias de la guerra, los valores de la revolución no podían descuidarse, por lo que es preciso mantener viva la llama de la vida en común. «De hecho -decía- son estos valores los que harán la resistencia invencible». Un Caballo se acerca peligrosamente. Su Rey, sin embargo, sigue sin enrocarse.
pese a las exigencias de la guerra, los valores de la revolución no podían descuidarse, por lo que es preciso mantener viva la llama de la vida en común.
El otro Alfil está acabando con mis peones uno a uno, pues he preferido aprovechar para colocar mis piezas en mejor posición y preparar una ofensiva. ¿Me habré equivocado? Mi estilo precavido hace que normalmente evite exponerme demasiado. Cuando vas muy acelerado corres el riesgo de tropezar y, entonces, el oponente se te echa encima sin contemplaciones. Como le pasará a él si sigue descuidando su monarca. Por lo pronto, voy a poner la Torre aquí por si acaso.
Hace unos días el alemán me pidió jugar más a menudo, pues decía ver en el cruce de piezas y el asedio al contrario todo un aprendizaje estratégico para la lucha revolucionaria. «Comentario muy alemán -pensé-, todo cuanto hagas debe reportar alguna utilidad clara». Sin embargo, algo de razón tenía. He perdido un Alfil a cambio de ganar tiempo... si esto no sale bien, estoy acabado.
El compañero quiere formarse ideológicamente mediante el juego. Sin embargo, no le gusta mi forma de jugar. «Es aburrido -dice-, no pasa nada». Aún no ha entendido que una victoria segura se cuece a fuego lento. Precisamente, es cuando no pasa nada que más cosas hay que hacer. Prepararte, acumular fuerzas, cubrir tus posiciones, minimizar debilidades, lograr las mejores casillas... como el movimiento kurdo hizo durante décadas antes de Rojava. Y cómo nosotros hacemos ahora jugando juntos, cuidando la camaradería como si fuera un tesoro. Ya está, esta es la mía. Ha movido la Reina, dejando un hueco en esa columna. ¡Allá que voy!
Precisamente, es cuando no pasa nada que más cosas hay que hacer. Prepararte, acumular fuerzas, cubrir tus posiciones, minimizar debilidades, lograr las mejores casillas...
Aún así, es cierto que en algunas ocasiones no te queda otra que poner toda la carne en el asador, hacer uso de todas tus fuerzas, como cuando para el movimiento kurdo se abrió la ventana de oportunidad -o fue empujado a ella- durante la guerra civil de Siria. En ese momento en el que te debates entre la victoria o la extinción, es preciso tomar la iniciativa y no perderla hasta destruir a tu oponente. En el camino, sin duda, se pierden muchas piezas... pero lo importante es que el ataque avance seguro, fulminante, sin perder ninguna ocasión para dejar cada vez más acorralado al rival. Una vez lo has apostado todo, cualquier duda será aprovechada por el enemigo para arrebatarte la delantera y asestarte un buen golpe, pues en tu avance te has adentrado en territorio desconocido y perder la iniciativa puede ser letal. Su defensa se está quebrando. Sus piezas nada puedan hacer contra el avance de mi Reina, pues he tejido una sólida red de apoyo: todas mis piezas, estén donde estén, cumplen la determinada función de permitir a mi Reina alcanzar al Rey contrario. Pero si en algún momento algo falla... su Alfil está tan cerca...
En Rojava la cosa salió bien. Kobanê marcó el punto de inflexión. Kobanê fue el momento y el lugar donde décadas de esfuerzo minucioso, para el que a ojos del escéptico no pasaba nada, estalló en forma de movimiento ganador. Si bien a partir de Kobanê se consolidó la victoria futura, ésta había empezado mucho antes, sin espectacularidad alguna, pasito a pasito. Su Rey empieza a escapar: sabe que su fin se acerca.
En ese momento en el que te debates entre la victoria o la extinción, es preciso tomar la iniciativa y no perderla hasta destruir a tu oponente.
Y entonces llega el momento. Le tengo. Las milicias kurdas están a las puertas de Raqqa, el corazón de la bestia, capital del Estado Islámico. La batalla final. Avanzo mi Torre hasta la última fila. «Jaque». Quedan pocas casillas a las que huir. Un movimiento democrático, plural, liderado por mujeres, vence al fascismo islamista, antítesis ideológico, testimonio de todo aquello que en el mundo debe ser borrado y substituido por una alternativa que en vez de matar, cree vida. Cubierta por la Torre, la Reina negra se planta frente al Rey blanco. «Jaque mate».
Levanto la vista y contemplo al compañero, que mueve la cabeza en señal de aprobación mientras sonríe. «¿Echamos otra?».