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Rojava
Tumbas donde florecen flores
¿Por qué teníamos ese miedo a perder la vida? Si en teoría estamos aquí por defender unas ideas que compartimos, si creemos que este proyecto político es revolucionario, si creemos que estos valores merecen la pena. Como si con la muerte acabara todo, como si muriendo no empezara nada.
La primera vez que estuve en un cementerio de mártires en Rojava me sorprendió que en las partes superiores de las tumbas hubiese tierra donde florecen flores; ¡qué cosas! Tumbas que no son grises y de piedra, tumbas coloridas, tumbas que transmiten vida. Era agosto y la amenaza de una posible invasión de Turquía estaba latente, temíamos que la guerra estallase de un momento a otro y en ese caso replantearnos qué hacer. Recuerdo una conversación en el cementerio, con una compañera, las dos emocionadas al ver que era real, que la gente estaba dando su vida por la revolución, y me recuerdo diciendo: “si no soy capaz de no llorar en una visita al cementerio imaginate estar en una guerra, no estoy preparada para vivir eso, si estallase la guerra probablemente me marcharé si existe la posibilidad”.
Como si con la muerte acabara todo, como si muriendo no empezara nada.
¿Por qué teníamos ese miedo a perder la vida? Si en teoría estamos aquí por defender unas ideas que compartimos, si creemos que este proyecto político es revolucionario, si creemos que estos valores merecen la pena. Como si con la muerte acabara todo, como si muriendo no empezara nada.
Valoramos mucho que otras, ahora o en otras épocas hayan dado su vida por defender la revolución, pero cuando tenemos que hablar de nosotras, en primera persona, de nuestra vida, cuando hablo de mi vida, la perspectiva cambia y acudimos a todo tipo de argumentos para autoconvencernos: “allí hasta el final, pero aquí no”, “hago más falta allí que aquí”, “allí me reclaman”... Porque asumir riesgos siempre mola, pero tampoco nos pasemos, que somos pocas allí y tenemos mucho que hacer, y con estos argumentos y muchos más, intentamos convencernos, intento convencerme, porque decir en voz alta o en voz muy bajita que no estoy convencida de luchar por defender la revolución hasta el punto de poder perder la vida daba vergüenza.
Por suerte, hemos visto mucho llover desde ese mes de Agosto….
Pero ojo, que si nos imaginamos allí, luchando en nuestro territorio, todo parece más claro, las dudas desaparecen y estas convencida que lucharás hasta el final, ¿pero qué hay de verdad en eso? ¿Por qué si nos imaginamos allí no tenemos dudas y aquí no somos capaces de dar ese paso? Quizás puede que sea porque luchar aquí significa que la muerte es algo real, que hay probabilidad, que las bombas de Turquía no son de juguete y que el Daesh no se anda con chiquitas; y cuando nos imaginamos allí, aunque es cierto que la policía puede acabar con tu vida una noche oscura en las calles del Raval, la probabilidad de encontrar la muerte luchando es más reducida.
Y me recuerdo antes de marchar, diciendo a mis colegas, diciéndome a mí misma, que si Turquía invadía yo me iba a marchar, que era absurdo luchar contra bombas... Pero es normal, es normal que lleguemos aquí sin haber hecho el proceso de estar dispuestas a morir, lo importante es estar abiertas a hacer ese proceso. Y se necesita tiempo, y se necesita sentir y entender el porqué de esta guerra, entender que aquí se está luchando por la humanidad, se está luchando por la libertad. Y cuando ir a entierros se convierte en algo habitual, cuando ves los huesos humanos en el centro de la ciudad de Kobane, cuando te puedes comer un helado en la Plaza de la Libertad de Raqqa, un sitio donde han cortado cientos de cabezas humanas los sanguinarios del Estado Islámico, cuando sabes la historia de luchadoras como Arîn Mirkan, el miedo a la muerte se transforma, y entiendes que hay muchas formar de vivir, y morir por la libertad es una de ellas.
¿Y qué es vivir? ¿Qué es morir? ¿La muerte es estar bajo tierra? ¿O es que no es más muerte vivir indiferente ante las injusticias?
¿Y qué es vivir? ¿Qué es morir? ¿La muerte es estar bajo tierra? ¿O es que no es más muerte vivir indiferente ante las injusticias? ¿No es más muerte vivir impasible ante esta opresión que sufrimos, aquí y allí? ¿No es más muerte vivir mirándonos nuestro propio ombligo? ¿Y qué puede ser más vida que morir por la libertad de las mujeres, por la libertad de la humanidad?
Aquí, en el Kurdistán, tienen muy presente la importancia de los mártires, porque entienden que las que están perdiendo la vida lo están haciendo por todas, que esta no es una guerra para ver quién esta en el poder, saben que las que están en el frente de batalla están luchando contra la opresión, contra el fascismo, están luchando por la libertad, y que no hay otra alternativa que no sea defender la vida aunque se pierdan muchas hasta que llegue la victoria, una victoria que sin duda llegará.
La muerte es otra etapa del ciclo de vida si ésta se pierde luchando, porque no puede haber vida sin luchar, porque vivir sin luchar es estar muerta en vida.