We can't find the internet
Attempting to reconnect
Something went wrong!
Hang in there while we get back on track
Chile vivió ayer un nuevo capítulo de un proceso constituyente que ya se acerca a su cuarto aniversario. Un capítulo negro para las fuerzas progresistas del país y dorado para una ultraderecha que no solo ganó la elección, sino que consiguió un resultado que le permitirá ejercer poder de veto sobre cualquier medida. Nada se podrá aprobar sin el consentimiento del Partido Republicano de José Antonio Kast, que arrasó de norte a sur venciendo en 13 de las 17 circunscripciones.
El resultado fue muy contundente y refleja a la perfección el momento que vive Chile, donde los anhelos de cambios y grandes transformaciones han sido sustituidos por los de orden y seguridad. La victoria de los Republicanos y el gran resultado conjunto de la derecha y la ultraderecha se debe leer en estas coordenadas, pero hay algo más aparte de la seguridad. También ha triunfado una visión impugnatoria de la revuelta social de octubre de 2019 que dio comienzo a un proceso constituyente que terminó abruptamente con la derrota de la propuesta constitucional del pasado 4 de septiembre. Por ahí se puede empezar a entender también el éxito de los republicanos por encima de sus compañeros de la derecha tradicional.
Según muchos chilenos, la constitución había desaparecido de la conversación pública en las plazas y las calles
Kast y su Partido Republicano se opusieron a este proceso desde el minuto uno. Renegaron del acuerdo que dio apertura al proceso, en el que participaron desde el Frente Amplio hasta la derecha tradicional. Hicieron campaña por el Rechazo en octubre de 2020 cuando el Apruebo ganó con un 80%. Y reafirmaron su papel opositor en septiembre del 22 cuando, esta vez sí, triunfó el Rechazo. Ahora, una vez que se ha impuesto el relato de que lo ocurrido en los últimos años fue un proceso fallido secuestrado por la ultraizquierda e irrespetuoso con la institucionalidad chilena, el Partido Republicano recoge los frutos de su oposición permanente. Se da una paradoja curiosa y es que quien ahora capitanea el proceso constituyente es quien desde el primer momento lo quiso torpedear.
¿Cómo hemos llegado hasta aquí?
Los resultados de estas elecciones, dentro de la sorpresa general, sorprenden menos a quienes siguen con asiduidad la política chilena. Evidentemente nadie esperaba que un 40% de los Consejeros fueran a parar al Partido Republicano, pero sí se percibía en el ambiente desde hacía tiempo una mayoría sólida de la derecha.
Esta intuición compartida por la mayoría de analistas, fuerzas políticas y ciudadanos chilenos, se debía fundamentalmente a un ambiente de campaña enrarecido, donde se habló más de delincuencia o seguridad que de propuestas constitucionales. No es que hubiera desaparecido el espíritu refundacional que hubo en determinados momentos en Chile, sino que según muchos chilenos, la constitución había desaparecido de la conversación pública en las plazas y las calles. Las encuestas confirman este sentimiento desde hacía tiempo, y numerosas encuestadoras mostraban como la importancia y el interés en el proceso se habían reducido notablemente desde hacía tiempo. Esta indiferencia sumada a la prevalencia de temas de la agenda de la derecha como la inmigracion, la seguridad o la lucha por la delincuencia, generó un ecosistema ideal para la derecha y asfixiante para la coalición de izquierdas compuesta por los partidos que apoyaban al gobierno de Boric.
Los partidos de izquierda y centroizquierda que apoyaban al gobierno, unidos en la lista Unidad para Chile, obtuvieron un resultado aceptable pero insuficiente para liderar cualquier tipo de cambio. Unidad para Chile ha sido la única lista del espacio progresista que ha conseguido representación, lo que anula cualquier posibilidad de cambio en sentido progresista. Los centroizquierdistas de Todo por Chile que decidieron concurrir por separado se han quedado sin ningún escaño a pesar de conseguir un 9% de apoyos. Aquí el sistema del Senado fue inmisericorde y el espacio donde convivían partidos históricos como la Democracia Cristiana o el PPD del ex presidente Ricardo Lagos no participará en el debate constitucional.
Sobre la izquierda pesan además dos barreras que ahora mismo parecen infranqueables. El 30% de aprobación con el que cuenta Gabriel Boric, ligeramente superior a su resultado en la primera vuelta de las presidenciales de 2021, y el 38% que aprobó el texto el 4 de septiembre. Siete meses después de este plebiscito, parece que nos encontramos en un escenario parecido, ya que la suma de las dos coaliciones progresistas en esta elección se sitúa en un 37,55%.
Chile
Irina Karamanos: “No me voy a restar de espacios de militancia por estar donde estoy”
Con este panorama en el que la izquierda estaba anclada por el resultado de septiembre y la desaprobación de Boric, el Partido Republicano ha conseguido arrasar por todo el país, superando a la derecha tradicional en el conservador sur y engulliendo al Partido de la Gente en el norte. El partido populista de Franco Parisi, que sostiene un discurso muy parecido al de Kast en seguridad e inmigración, no fue capaz de repetir los resultados de la 1º vuelta de las presidenciales, donde fue primera o segunda fuerza en casi todas las regiones del norte. Con apenas un 5% de voto quedaron lejos de entrar en la cámara, y sus votantes muy probablemente han ido a parar a los de José Antonio Kast, que se llevaron 6 de los 12 escaños que se reparten en el norte.
Horizonte
¿Y qué es lo que podemos esperar del proceso constituyente en los próximos meses? Por el momento es complicado saberlo, pero estos resultados suponen otra paradoja bastante curiosa, y es que la coalición minoritaria de la cámara podría ser la que llevara la voz cantante en el proceso. A pesar de la holgada mayoría republicana, Chile Seguro, coalición integrada por los tres partidos de la derecha tradicional, va a tener un papel fundamental en el devenir constitucional. En sus manos estará ver si el texto gira hacia una constitución de máximos pactada con el Partido Republicano o si tratan de tejer acuerdos más amplios que incluyan a la izquierda. La cuestión no es menor, y es que si el texto que se aprueba es percibido como “de parte” o excesivamente derechista, podría correr el riesgo de ser rechazado igual que ocurrió el 4 de septiembre.
La situación no es fácil para nadie ya que implica entenderse entre fuerzas políticas que han tenido hasta la fecha concepciones antagónicas de hacia dónde debe ir el país
La derecha tiene ante sí un dilema importante. Por un lado puede ser firmemente fiel a sus convicciones y aprobar un texto conservador, sin ningún avance y que “salvaguarde la constitución de las demandas de la izquierda”. Por otro, puede tratar de incluir a esta introduciendo reformas y haciendo que el texto salga aprobado con el menor ruido posible, neutralizando así una potencial movilización de la izquierda contra una propuesta constitucional regresiva. La situación no es fácil para nadie ya que implica entenderse entre fuerzas políticas que han tenido hasta la fecha concepciones antagónicas de hacia dónde debe ir el país.
El escenario que deja esta elección, muestra una foto fija bastante fiable del momento político que se vive en Chile. Los anhelos de cambio y la ilusión por grandes transformaciones han desaparecido, y ahora prevalecen por encima de la salud o la educación preocupaciones como la seguridad o la lucha contra la delincuencia. El tema, es que igual que esta foto ha cambiado de 2021 a 2023, podría volver a cambiar en los próximos meses. Este es el gran riesgo que corre el Partido Republicano, morir de éxito igual que le ocurrió a la izquierda en 2021 y pensar que su abultada mayoría de hoy es inmutable.
Chile
América Latina El Gobierno de Boric, a un año de la victoria
La principal lección que podemos extraer de lo ocurrido en Chile es que en política los consensos son dinámicos y las mayorías coyunturales. De la misma manera que en 2020 se articuló un consenso mayoritario en torno a la necesidad de un cambio y una nueva constitución, dos años más tarde se impuso otro, que rechazaba el nuevo texto apelando al sentido común, el orden y la necesidad de huir de los extremismos. ¿Cuál es el Chile real, el que inundó las calles clamando por acabar con la constitución de Pinochet o el que ha entregado un 40% de los asientos de la cámara a un partido que defiende el legado del dictador?
En la respuesta a esta pregunta se encuentra no solo la explicación de lo que ha ocurrido en estos años, sino la posibilidad de articular mayorías ganadoras en los próximos ciclos políticos. Chile es exactamente el mismo país que hace tres años cuando la gente llenaba las calles, con la única diferencia que ahora se ha impuesto un nuevo sentido común que ha dejado tocada a la izquierda. Su tarea de cara a los próximos años es volver a recuperarlo para evitar que en 2026 haya un inquilino ultraderechista en La Moneda.
Relacionadas
Chile
Sudamérica A cinco años del estallido social en Chile: ¿transformación o desencanto?
Activismo
Movimientos sociales Boca Sur (Chile): activismos autónomos desde la periferia urbana
Arte político
Soledad Urzúa “Utilizar un desecho agrícola para crear obras de arte permite transmitir un mensaje de amor”
Cuando los políticos te atacan por el flanco de la inseguridad (en España: extranjeros, MENAS, ETA, okupas, Venezuela), es que no tienen nada que ofrecer (en España: salarios, condiciones laborales, vivienda, salud, enseñanza, igualdad, medio ambiente).
Joder, qué triste realidad. La de un pueblo que no ha aprendido nada...
Surge entre los ciudadanos la eterna cuestión: Extrema derecha, orden y seguridad. Progresismo, delincuencia.
Como no han tenido suficiente con la primera parte de Pinochet, ahora aúpan a un neo-nazi.