Chile
Irina Karamanos: “No me voy a restar de espacios de militancia por estar donde estoy”

Militante feminista, lo primero —subraya—, y también exprimera dama de Chile por su decisión de acabar con este rol, Irina Karamanos se enfrenta a un equilibrio difícil que transita con respuestas cautelosas sobre el actual ciclo político chileno y el movimiento feminista.

Karamanos hace equilibrios en el Encuentro Internacional Feminista en una mañana de domingo. Sentada entre la teórica feminista Rita Segato —que dice “carecer de fe estatal”— y la ministra Irene Montero —que apuesta por “que haya cada vez más feministas en los espacios donde se toman decisiones”—, desgrana sus argumentos y sostiene simbólica y físicamente una de las cuerdas que hoy tensiona al feminismo, la institucional.

Irina Karamanos (Santiago de Chile, 1989) es una de las ponentes de la mesa de cierre de este encuentro organizado por el Ministerio de Igualdad en febrero, donde defiende la necesidad de que haya feministas haciendo políticas mientras ella, en su país, ha renunciado al espacio de poder que la institución le tenía reservado por ser la pareja del presidente del Gobierno, Gabriel Boric, que en marzo cumplía un año en el cargo. De origen griego por parte de padre y alemán por parte de madre, estudió Antropología y Ciencias de la Educación en la Universidad de Heidelberg y regresó a Chile con inquietudes que la llevaron a iniciar su militancia en política.

Ese es el lugar desde el que ha vivido unos años de efervescencia social en Chile que empiezan en 2019 con manifestaciones masivas por la subida del precio del transporte y abren un periodo de movilizaciones que incluye la redacción y votación de una nueva Constitución —rechazada— y el ascenso al poder de Convergencia Social, un aglutinante de partidos de izquierda creado en 2018. A esta entrevista, Karamanos llega preocupada por la posibilidad de que sus declaraciones se utilicen en su contra en Chile y también ocupada en ahondar en el camino emprendido hacia la autonomía. Otro equilibrio difícil que transita con respuestas cautelosas.

La mesa en la que participaste en el Encuentro Internacional Feminista se llamaba Feminismo y mujeres en la disputa por el poder, pero la conversación giró más bien en torno al binomio feminismo-institución. Como exprimera dama feminista, ¿dónde te colocas con respecto a la institución?
Yo creo que la institucionalidad política es una herramienta, un instrumento para el pueblo, y merece de actualizaciones permanentes. El gobierno dispone de un abanico de espacios que requiere de revisión respecto de cuán necesarios son para la población. Me parecía crucial que el espacio de primera dama, ya que es un instrumento y no es un fin en sí mismo, fuera revisado. Porque la existencia de ese espacio no tiene que mantenerse solamente por la reiteración, solamente por ser una tradición el que las parejas de los presidentes tengan una incidencia institucional, ya que hasta ahora las primeras damas habían presidido distintas fundaciones, además de tener una oficina dentro del Palacio de La Moneda, por ejemplo. Había que revisar ese rol y, finalmente, el diagnóstico fue que había que interrumpirlo.

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El 29 de diciembre culminan los cambios en los que habías trabajado y abandonas ese espacio de poder y visibilidad que el sistema tenía previsto para ti. ¿No es eso contradictorio con la reivindicación de que haya mujeres feministas en espacios de poder?
He renunciado, pero no es contradictorio porque no he renunciado espontáneamente sino que fue un plan desde el comienzo. No estaba claro en qué momento exacto yo saldría, pero siempre estuvo claro que yo iba a salir antes de finalizar el gobierno. La convicción siempre fue que esta parcela de poder no había sido obtenida de manera democrática y, por ende, no nos parecía legítimo que esa persona tuviera las posibilidades de ejercer un poder institucional. Por supuesto que hay otras dimensiones de las parejas de los presidentes. En Europa pasa menos pero en Latinoamérica y, en general, en los países presidencialistas, cuentan con alta exposición pública. En el caso chileno, existe además un ancla institucional [el rol de primera dama en Chile conlleva la gestión de la oficina de Coordinación Sociocultural de la Presidencia, lo que supone asumir la presidencia de seis fundaciones con la asignación de un equipo de asesores y un despacho en la sede del Gobierno] y, por supuesto, hay otro aspecto que es cultural y que tiene que ver con los imaginarios asociados a cómo es que debiera ser esta persona, qué es lo que debería hacer, cuándo debería aparecer, cuándo no, cómo debería verse cuando aparece, qué debería decir... 

Me preguntabas si es contradictorio usar una parte y luego renunciar a ella. Creo que el ejercicio más complejo fue más bien reconstruir la institucionalidad asociada a la figura de la primera dama para luego movilizarla hacia otros sectores del gobierno, a los ministerios, no sin antes haber revisado cómo podían funcionar de la mejor manera.

¿Crees que los pasos que has dado para poner fin a este cargo son hacia el fin definitivo de este rol? ¿Es un cambio que vaya asociado a tu persona o se plantea como permanente?
Los cambios que yo generé hasta diciembre son el punto de partida de una cadena de elementos que pueden afirmar este cambio, unos cambios que quisimos hacer con mucha responsabilidad. Para eso era crucial que, por ejemplo, al modificar la presidencia de grandes fundaciones y hacer que comiencen a trabajar más cercanamente con los ministerios, luego de un año eso se puede afirmar por ley y así también otros cambios que se pueden fortalecer que tienen relación con el trabajo que realizaba hasta ahora físicamente la figura de la pareja del presidente dentro del Palacio de La Moneda. La apuesta es que las siguientes parejas de presidentes tampoco cuenten con asesores directos para trabajar desde dentro del gobierno. Y también es una apuesta por una autonomía.

Acabar con el rol de primera dama es una apuesta por la autonomía, no solo personal sino de cualquier pareja de un presidente

¿Por la autonomía personal?
No, por la autonomía de cualquier pareja de un presidente. Me parece que no hay claridad respecto a cuál es el rol de la pareja, que en la mayoría de los casos son mujeres, lo cual solamente invisibiliza. No tenemos realmente una claridad de lo que esperamos que haga la mujer de alguien que está en el poder y entonces se convierte en una zona gris donde hay una dualidad, un paso entre la institucionalidad y el mundo exterior y eso, pienso, solo se puede resolver con cierta autonomía, con que las parejas de los presidentes tengan una autonomía económica, profesional, actitudinal, para que haya una circulación autónoma de dicha persona. Podríamos poner otros ejemplos donde nos parecería muy obvio que las parejas de cierta autoridad no tienen porqué estar trabajando con ellos. En cambio, en este caso, como todavía existe en muchos lugares del mundo, no se cuestiona, se ve como una figura simbólica importante. 

Te defines como “militante feminista” y has subrayado que eso es lo primero que te gustaría destacar de tus datos biográficos, antes que tu formación académica o tu trabajo relacionado con la transformación del rol de primera dama. ¿Cuándo empieza tu militancia feminista y por qué? 

Mi militancia comienza en 2016 y me gustaría pensar que mi pensamiento feminista comienza antes, porque el feminismo es una manera también de mirar el mundo más allá de que uno esté siendo militante de un partido político. En 2016 yo ingresé a una organización política y, por ende, empecé a ser militante de una organización política. Aumentando mi militancia en política, también fui ampliando mis círculos en espacios feministas y entendiendo algunos sucesos de mi vida hacia atrás. Creo que eso nos pasa a muchas y es valioso comprender que no son casos únicos. 

En 2016 estabas recién regresada de tus estudios en la Universidad de Heidelberg, en Alemania. Esa etapa universitaria, ¿tiene algo que ver con tu militancia política? 

En 2014 regresé de mis estudios y en 2016 comencé a militar. Mi pregrado estuvo marcado por la teoría crítica de la educación desde una perspectiva muy relacionada con la Escuela de Frankfurt y con las propuestas más contemporáneas respecto de cómo evitar propensiones al autoritarismo desde la educación. Eso es lo que más marca mi mirada sobre la construcción de una sociedad libre de violencias, pero también libre de discriminaciones y de asimetrías de poder en razón del género, de la raza… Y me lleva a tener una línea en mis estudios que se complementan muy bien con la política. 

El espacio en el que empiezas a militar es un partido que se llama Convergencia Social...

Se convirtió en Convergencia Social, porque antes de serlo era una organización política que se llamaba Movimiento Autonomista. Era una organización política creada posteriormente a un quiebre de otra que se llamaba Izquierda Autónoma. Lo importante de esto es que, al surgir esta nueva organización política llamada Movimiento Autonomista hacen una convocatoria abierta a que se haga un congreso de discusión de cómo es que debiéramos hacer política en los próximos años y además se plantean una mirada más amplia, no solo la que estaba teniendo previamente la Izquierda Autónoma, que guardaba relación con con el ámbito estudiantil. Y ahí es donde yo ingreso a ese movimiento. Luego, Convergencia Social es el resultado de la fusión de varias organizaciones más pequeñas. Hubo un esfuerzo también por generar una unidad ideológica que ya estaba identificada y por eso pudimos unirnos. Pero también supuso un paso, pienso que táctico, para poder usar un instrumento legal como un partido para apostar a la institucionalidad política, independiente de que viniéramos de distintas trayectorias, porque nos estábamos empezando a fijar los mismos objetivos. 

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El Estallido social, donde es protagonista el movimiento estudiantil, se produce en 2019, tiene como foco principal Santiago de Chile y abre un nuevo ciclo político en Chile. ¿Dónde te pilla a ti? 

El mismo día en que ya se cierran todas las estaciones de metro, toda la gente para volver de sus trabajos tenía que caminar. Yo siempre caminé hacia mi casa de vuelta del trabajo, pero ahora toda la ciudad estaba caminando, ya no estaba debajo de la tierra, y todos estaban hablando del mismo tema: de qué es lo que estaba sucediendo, de cuál era el fondo del asunto. Y había una simultaneidad, una inmediatez en el diagnóstico colectivo, a mi parecer, de que era una causa multifactorial, una combinación de factores sociales, políticos, culturales y, por supuesto, económicos, que hacían que se hubiera llegado a un momento de saturación. Eso se podía escuchar en las conversaciones en las que iba teniendo cada uno al lado mío, mientras pasaba. Me pilla, además, en un momento de una militancia política en Convergencia Social, creo que justo ya estábamos conformados. Pero lo importante es que nos encuentra también en un momento en el que había que compatibilizar la participación en las demandas, lo que íbamos a proponer nosotros, en un contexto donde el protagonismo no era de los partidos políticos y no debía serlo, sino que era de las organizaciones sociales. 

Desde El Salto hemos seguido con mucho interés el proceso constituyente por el que se pone en marcha una serie de iniciativas para redactar una Constitución que reemplazara a la de 1980, promulgada durante la dictadura de Pinochet. Esa Constitución participada, feminista, redactada desde abajo, fue votada en septiembre en 2022 y rechazada por una amplia mayoría. En la campaña tuvo un papel protagonista la difusión de bulos y el uso de argumentos apelando al miedo por parte de sectores ultraconservadores. ¿Crees que se puede culpar a la extrema derecha de ese rechazo? 

No es su completa responsabilidad, pero sí creo que es suya la responsabilidad de la información falsa, de contribuir a mecanismos de campaña electoral en los que se le dice a la gente que va a perder lo que con tanto esfuerzo ha obtenido. Llega un momento en el que se presenta una alternativa entre votar y aprobar una nueva Constitución hacia un camino que, si bien se estaba planteando desde esa campaña, se percibía como una incertidumbre, y ahí sí creo que hubo responsabilidad de la extrema derecha respecto de instalar el miedo en la gente a perder lo que habían ganado. Por supuesto, no creo que este haya sido el único factor del resultado del plebiscito, solo digo que hubo un nivel grande de manipulación de la información y ciertas prácticas que también se han utilizado en otros países. 

Desde antes del Estallido, la acción feminista ha sido muy activa en visibilizar y hacerle frente a estructuras conservadoras en nuestro país, además de en defendernos de todo tipo de violencias
¿Qué papel ha tenido el movimiento feminista en el proceso que se ha dado desde 2019 en Chile y en el que uno de sus hitos es el triunfo del gobierno actual en las elecciones de septiembre de 2022? 

Desde antes de 2019, la acción feminista ha sido muy activa en visibilizar y hacerle frente a estructuras conservadoras en nuestro país, además de en defendernos ante todo tipo de violencias. Eso ha dado paso a una posibilidad de presentarnos de manera más amplia, como un cuerpo extendido previo incluso al Estallido social. También, cuando ya estaban decayendo un poco las energías de la protesta, hubo un momento en el que el movimiento feminista vuelve a inyectar energía, por ejemplo a través de la performance de Las Tesis. Y el feminismo también se da en la lectura de la estructura de la protesta del Estallido. Eso creo que es muy importante decirlo, porque a diferencia de demandas puntuales compartimentadas, las lecturas desde el feminismo han podido identificar los problemas como sistémicos. Eso conecta con el momento en el que se hace crucial el apoyo a mujeres y a la diversidad sexual genérica. Por último, al final de la campaña presidencial se hacen muy presentes los feminismos para apoyar la candidatura [de Convergencia Social], un apoyo por una parte programático y por otra parte ideológico.

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¿Dirías que el gobierno que se ha conformado ha devuelto este apoyo convirtiéndose en un gobierno feminista?
Hay un compromiso desde el inicio con un gobierno feminista y que se traduce, por supuesto, en fortalecer el rol político del Ministerio de la Mujer —incluyéndolo en el comité político, por ejemplo, que es un espacio de toma de decisiones importante —. Pero tal vez lo más innovador es la propuesta de una transversalización de la perspectiva de género en todos los ministerios. Es decir, que todas las políticas sean analizadas desde una lógica feminista independiente de cuál sea el tema. Esto ha sido muy importante en varios sentidos, porque se ha trabajado en una arquitectura interna que permite adoptar esa perspectiva. Y está todo lo que queremos lograr con proponer un Sistema Nacional de Cuidados.

Tras tu salida del Palacio de La Moneda en diciembre de 2022 has expresado tu deseo de ser militante de base. ¿Puedes ser militante de base mientras estés donde estás?

Es un desafío, pero no me voy a restar de espacios de militancia de base por eso. Con Gabriel comparto el respeto por la institución y por la República y, por ende, la responsabilidad que sentimos es muy grande. Pero no nos queremos restar de los espacios en los cuales también se construye política o en donde se conversa con las personas de manera directa. Entonces sí, es un desafío por temas logísticos, en algunos casos por temas de seguridad, pero en general ha sido posible volver a militar en espacios de base.

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nelidamolina@gmail.com
6/5/2023 14:01

Ahora entiendo quién es Irina Karamanos, que creo no tiene vínculos reales con la realidad que viven y han vivido las mujeres chilenas

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