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Chile
Chile: tenemos Constitución de Pinochet para rato
El pasado domingo Chile volvió a rechazar una propuesta constitucional y puso el cierre a un proceso constituyente que fue referencia en el mundo y llegó a ilusionar en su momento a una amplia mayoría ciudadana. El país que inundó las calles para, entre otras cosas, tumbar la Constitución de Pinochet, votó mayoritariamente por mantener el texto redactado por los colaboradores del dictador como mal menor frente a una propuesta aun más regresiva.
A pesar de la derrota que supone mirando en largo plazo, las fuerzas progresistas chilenas pueden darse con un canto en los dientes por haber evitado un mal mayor: una carta magna diseñada por el ultraderechista José Antonio Kast. Pero la situación no permite muchas más celebraciones. Chile se encuentra ante un horizonte incierto y el cierre del proceso constituyente supone una derrota sin paliativos para las fuerzas progresistas, quienes más empujaron a favor del proceso.
El país que inundó las calles para, entre otras cosas, tumbar la Constitución de Pinochet, votó por mantener el texto redactado por los colaboradores del dictador como mal menor frente a una propuesta aun más regresiva
También es una derrota de Gabriel Boric, que ya no será el presidente de la nueva Constitución, uno de los principales objetivos de su mandato. El presidente esquivó una bala, ya que la victoria del A Favor le hubiera dejado muy tocado, pero si el día que asumió el cargo nos hubieran dicho que en su mandato no iba a haber nueva carta magna todos habríamos coincidido en calificarlo de notable decepción.
Analizadas hasta la saciedad durante estos días las causas que llevaron a un nuevo rechazo, toca centrarse en cómo influirá este resultado en el panorama político chileno. El resultado del segundo plebiscito constitucional tiene impacto en dos áreas muy importantes: los horizontes constituyentes del país y la reconfiguración de las derechas. Dos temas que seguramente marcarán los próximos meses.
Adiós al proceso constituyente
La primera gran consecuencia de este resultado es que Chile dice adiós al proceso constituyente iniciado con las protestas en 2019. Este ciclo, que desde hace tiempo daba síntomas de agotamiento, se ha cerrado definitivamente con una segunda etapa del proceso marcada por la indiferencia y el hartazgo. Aquellos tiempos donde una amplia mayoría ciudadana se ilusionaba por redactar una nueva Constitución quedan lejos, y ahora viene una etapa donde como aseguran desde el gobierno, toca centrarse en otros asuntos.
El proceso constituyente se cierra aquí por dos motivos palpables y dolorosos: la ciudadanía ya no lo considera prioritario y nadie está dispuesto a jugarse su capital político en un tercer intento. Numerosas encuestas llevan meses reportando la caída del interés en el proceso, y la delincuencia, la inseguridad o la inflación se colocan desde hace tiempo muy por delante en las preocupaciones de los chilenos.
El proceso constituyente se cierra aquí por dos motivos palpables y dolorosos: la ciudadanía ya no lo considera prioritario y nadie está dispuesto a jugarse su capital político en un tercer intento
No solo es que la gente tenga por delante otras prioridades, sino que ha dejado de creer que una nueva carta magna pueda solucionar sus problemas. La última encuesta del Centro de Estudios Políticos (CEP) refleja esta realidad, y mientras que durante el estallido social (diciembre de 2019) un 56% creía que un nuevo texto ayudaría a solucionar los problemas de Chile, hoy esta cifra no llega ni al 20%.
Además de la pérdida de interés ciudadano hay otro punto fundamental en el cierre del proceso: nadie está dispuesto a quemarse en una empresa de dudosos beneficios. Hasta el momento el proceso constituyente ha demostrado ser una trituradora de capital político, y figuras tan relevantes como el presidente Gabriel Boric o el líder de la ultraderecha José Antonio Kast han sufrido las consecuencias.
Boric se involucró en el primer plebiscito cuando apenas llevaba unos meses al frente del país, y la estruendosa derrota de la propuesta supuso una fuerte merma de su popularidad obligándole incluso a reformar profundamente el gobierno y a apoyarse en el centroizquierda tradicional. En este segundo intento el principal damnificado ha sido Kast, que conforme ha ido avanzando el proceso ha perdido mucho fuelle en las encuestas, ha sufrido una escisión en su partido y cada vez es más cuestionado internamente. Con estos antecedentes ni el gobierno ni nadie en todo el arco político chileno quiere arriesgarse a levantar de entre las cenizas un proceso que hoy en día cuenta con escaso respaldo social.
Parece que la Constitución de Pinochet seguirá rigiendo el país muchos años más de lo que se esperaba. La derrota política y social que esto supone es evidente
La reflexión por hacer es como se ha llegado a una situación como la que nos encontramos viniendo de donde se venía. Cuatro años después de un estallido social que sacó a medio país a la calle y tres después de que un 80% de los electores chilenos votara en el plebiscito de entrada por abrir un proceso constituyente, el resultado es que Chile se quedará con la Constitución que tanto impugnó en su momento. Pasarán años hasta que se vuelvan a dar las condiciones de abrir un nuevo proceso constituyente, y tras dos intentos fracasados en la última década —el de Bachelet en 2014 y el actual— parece que la Constitución de Pinochet seguirá rigiendo el país muchos años más de lo que se esperaba. La derrota política y social que esto supone es evidente.
Una reconfiguración de las derechas
La otra gran consecuencia que podría tener el resultado del plebiscito es una posible reconfiguración en la relación de las derechas chilenas. Los últimos meses en Chile se había dado un caso paradigmático de supeditación de las derechas moderadas al programa y la agenda de la derecha radical. La victoria de José Antonio Kast en la primera vuelta de 2021 y su enfrentamiento con Gabriel Boric en el balotaje abrió el camino de una tendencia que se consolidó con los resultados de la elección a la segunda cámara constituyente, donde los ultraderechistas fueron la fuerza más votada.
Este resultado llevó a que los republicanos de Kast hayan sido los líderes de esta segunda etapa del proceso constituyente. Con 22 de 50 consejeros en la cámara, la ultraderecha ha podido redactar un texto muy alineado a sus intereses apoyándose en los 11 escaños del centroderecha para excluir a la izquierda de los puntos más espinosos del texto.
El ultraderechista José Antonio Kast ha sido señalado como el principal responsable de la derrota y en esta segunda etapa no ha conseguido ni siquiera mantener la unidad entre sus propias filas
Sin embargo, este protagonismo ahora se ha vuelto en contra tras la derrota del texto en las urnas. José Antonio Kast ha sido señalado como el principal responsable y en esta segunda etapa no ha conseguido ni siquiera mantener la unidad entre sus propias filas. La escisión de una parte de su partido liderada por el senador Rojo Edwards se suma a la lista de problemas del candidato ultra, cuya propuesta fue derrotada con números muy similares a los que él mismo obtuvo en la segunda vuelta de las presidenciales.
Ante esta tesitura, la relación entre los dos partidos de la derecha podría cambiar. Hasta la fecha, el centroderecha chileno se había visto “obligado por las circunstancias” a someterse a los designios de Kast, ya que no apoyarlo en la segunda vuelta o alinearse con la izquierda en la redacción de la Constitución podían tener costes en su electorado. Sin embargo, ahora la situación es distinta, ya que muchas voces empiezan a señalar que Kast podría ser un lastre para las aspiraciones de poder conservadoras.
La derrota en las urnas por unas cifras calcadas a las de la segunda vuelta contra Boric pone a Kast en el punto de mira, y algunas voces de la derecha moderada comienzan a decir que su figura despierta demasiadas animadversiones y que su estrategia tiene un techo electoral del 45%. Estas tesis defienden que la supeditación del centroderecha al programa de Kast es contraproducente y que esta debería marcar distancias lo antes posible de cara a liderar el espacio en las presidenciales de 2025.
La victoria del En Contra no ha supuesto ningún terremoto en el mapa político como sí supuso el rechazo de septiembre de 2022. No obstante, sus secuelas serán más duraderas de lo que en un principio podría parecer
De momento parece que una de las que se encuentran mejor posicionadas en la carrera es la alcaldesa de Providencia, Evelyn Matthei, una dirigente veterana, que ya fue candidata en 2014 donde fue derrotada de manera clara por Michelle Bachelet. Desde entonces Matthei se ha forjado una buena reputación como alcaldesa de Providencia, una de las comunas más pudientes de Santiago, y parece ser hasta la fecha la única figura del espacio que reúne las condiciones para dar la batalla presidencial. No obstante, aún queda un mundo para llegar a 2025 y las cosas pueden cambiar mucho para entonces. No nos olvidemos que dos años antes de las presidenciales de 2021 todo el mundo anticipaba una segunda vuelta entre Daniel Jadue y Joaquín Lavín, dos figuras que finalmente no llegaron ni a concurrir a la primera vuelta.
La victoria del En Contra no ha supuesto ningún terremoto en el mapa político como sí supuso el rechazo de septiembre de 2022. No obstante, sus secuelas serán más duraderas de lo que en un principio podría parecer. La consolidación de la Constitución de 1980 y el posible retorno de la derecha tradicional al liderazgo del espacio conservador son las dos grandes consecuencias que podría tener este resultado. Una vuelta al orden que nadie hubiera pronosticado hace unos años, pero que tras numerosos errores y derrotas hoy es una realidad. Tenemos Constitución de Pinochet para rato.