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Cine
‘Alteritats’: el lesbianismo es todo esto y más
Todo comenzó con una instalación sonora. La socióloga Nora Haddad había cocreado T’habites o t’evites?, un proyecto artístico sobre lesbofobia interiorizada donde hablaba con diversas personas sobre su vivencia. Alba Cros, codirectora de Les amigues de l’Àgata, que también había participado como actriz y directora de fotografía en la bulliciosa comedia dramática postrohmeriana La amiga de mi amiga, planteó a Haddad la posibilidad de llevar esas vivencias al cine. “Como lesbianas, no nos veíamos en la pantalla de una manera real y diversa, así que cogimos la cámara y el micrófono y fuimos a buscar a nuestras protagonistas”, explica la cineasta.
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El panorama de vidas que presentan Cros y Haddad es, efectivamente, muy diverso. Y eso da sentido a esa alteridad en plural que da título al filme. Vemos edades, colores de piel y orígenes diversos. Vemos todo tipo de oficios, de pastoras a artistas, pasando por trabajadoras sexuales. Haddad considera que su película trata de “personas que tenemos que reivindicar que no vivimos en la normatividad de la heterosexualidad obligatoria”. “Lo que las une es que, a pesar de los dolores que han sufrido, están muy seguras de ellas mismas”, afirma Cros.
Comparecen varias generaciones, pero las autoras no han intentado levantar una crónica histórica a partir de estas experiencias. Haddad explica que querían hacer “un poco de genealogía del lesbianismo en Catalunya, que apareciesen personas que nos marcaron el camino, y por eso introducimos a Dolors y Núria”, pero recalca que no querían hacer un documental histórico, sino hablar del ahora. “A través del montaje, hicimos otra apuesta más: que ellas hablasen de su presente, que no hubiese salidas del armario y etcétera”, añade.
Cros considera algo distintivo que su proyecto ponga a las lesbianas “en el centro desde del centro, en lugar de observarlo desde la distancia, o de abordarlo como algo que se está descubriendo”. No hay, a la manera hollywoodiense, un investigador que se adentra en territorio desconocido, o un personaje intermedio que sirve de nexo con la audiencia que se concibe como “normal”. El hecho de que las mismas realizadoras compartan orientación sexual con las personas que filman, considera la directora de fotografía y realizadora, también marca la manera como se encuadra, como se enfoca, como se establece un diálogo con los testimonios.
Un mosaico conscientemente diverso
En algún texto crítico se ha lamentado que Alteritats es un “documental para convencidos” y se ha señalado que no incluye un esfuerzo pedagógico. Para Haddad, este tipo de reacciones tienen algo de victimista: “Es como decir que esto no lo entiendo, que a mí no me han dado el libro para entender esta realidad, aunque uno se la pueda encontrar todos los días por la calle. Es como si tuviésemos que asumir que tenemos que operar desde la lógica heterosexual blanca para que pueda ser entendido”. Cros precisa que fueron limando aspectos del filme “para que fuese para todo el mundo y para abrir nuevas puertas”. Pone como ejemplo de ello que en el montaje final no abundan las palabras que son argot del colectivo, para facilitar la comprensión de los testimonios, y “luego cada uno escoge si se interesa por el mundo”.
Antes de su estreno en salas comerciales, la obra había pasado por el D’A Film Festival Barcelona y había cosechado unas cuantas distinciones a lo largo de su recorrido por festivales. Algunos de ellos están especialmente orientados a temáticas LGBTIQ (como la muestra FIRE, donde Alteritats recibió el premio del público al mejor documental en la muestra FIRE); otros, en cambio, son certámenes generalistas (como el Festival Audiovisual d’Andorra Ull Nu y el Festival Internacional de Cine en Català).
El mosaico de lesbianismos posibles que se despliega en Alteritats incluye a una trabajadora sexual, a una mujer trans que ensaya una crianza sin género en su familia de dos madres, y a una persona que experimenta con su cuerpo y su género de una manera libérrima
El mosaico de lesbianismos posibles que se despliega en Alteritats incluye a una trabajadora sexual, a una mujer trans que ensaya una crianza sin género en su familia de dos madres, y a una persona que experimenta con su cuerpo y su género de una manera libérrima. Las autoras no han advertido reacciones adversas durante el ciclo de la película por diferentes festivales, aunque se declaran conscientes de que “hay mucha variedad de pensamientos dentro del feminismo”. “La industria nos dijo que alguna cosa nos traería problemas, por ejemplo, porque hay mucha gente abolicionista, pero si dejamos de hablar de cosas que pueden molestar a alguien, este documental no existiría”, considera Cros.
Las realizadoras optaron por hacer una apuesta política: “Escuchar antes que vetar, porque excluir hace que parezca que los problemas no existan”, resume la codirectora de Les amigues de l’Àgata. Haddad considera que también “anticipan un cambio social, comenzando por una pareja de dos madres, una de las cuales es trans, con una crianza sin género”. Cros y Haddad, en todo caso, se propusieron “mirar a todo el mundo de la misma manera, sin diferencias, no juzgar a nadie cuando filmábamos, y que la audiencia tampoco lo hiciese”. Explican que una de las personas retratadas, Kali, “está agradecida porque se la retratase como bollera, sin marcarla primero con el estigma del trabajo sexual”.
La belleza, la accesibilidad y las concesiones
Varias de las personas que aparecen en el filme se muestran extraordinariamente celosas de su soberanía individual en las relaciones interpersonales. De alguna manera, esta preocupación puede recordar los problemas que planteaba la fiesta amarga que escenificaba la mencionada La amiga de mi amiga, que tenía cierto componente de autocrítica: el espacio seguro lesbiano terminaba por no serlo tanto, porque los deseos entrecruzados enrarecían o desmantelaban más de un vínculo. “Vivimos en esta cosa ansiosa, casi capitalista, del consumo de cuerpos”, declaraba la directora del filme en estas páginas.
En el filme de Cros y Haddad se pueden ver varios testimonios que pueden remitir a esta especie de egoísmo ambiental, cada uno con su contexto y sus matices. Haddad considera que algunas de estas maneras de vivir no van para nada en esta línea. Y menciona a Alf, una pastora renuente a entablar relaciones de pareja. Considera que “lleva a cabo una búsqueda muy bonita y muy difícil de materializar. Decide compartir su tiempo con gente que no es su pareja, construir una familia diferente con sus amistades. Para mí es lo opuesto a algunos de los problemas que plantea La amiga de mi amiga”.
Cros y Haddad optan por dotar de un marco poético a su documental. Las escenas que abren y cierran el filme, reforzadas por un trabajo musical de Maria Arnal, incluyen gestos estéticos que pueden recordar a las convenciones en movimiento del cine indie en contacto con las modas hipster. Esto puede verse como algo inquietante, como una muestra de la adherencia infinita de ese realismo capitalista del que hablaba el ensayista Mark Fisher: dos realizadoras independientes sueñan con la una sociedad más inclusiva desde un documentalismo militante, pero lo hacen a través de formas que remiten a lo que el mainstream acepta como una alternativa aceptable (y altamente mercantilizada) mediante la cual ensayar pequeñas evasiones dentro del capitalismo.
En realidad, Cros menciona referencias que no son ignotas, pero tampoco especialmente populares. Habla de los documentales La vida moderna, obra del histórico del documentalismo y la fotografía Raymond Depardon (Delitos flagrantes), y de Los invisibles, de Sebastian Lifshitz. Y añade que a ambas realizadores les gusta la vertiente póetica del inicio de O que arde, de Óliver Laxe. “Así que los referentes que manejamos son todos señores que representan a la gente desde su mirada. No intentamos una ruptura formal, sino invitar a la gente y dejarnos llevar por la belleza. Y al final, la norma y la alteridad se han encontrado”, resume.
El resultado ha sido así, aunque podía haber sido diferente. Cros recuerda que ellas hubiesen hecho una ópera póetica y ensayística, sin tanta palabra, pero que el mismo proceso de rodaje las fue llevando por otro camino. “Cada peli te dice cómo debe ser, y esta vez nosotras necesitábamos escucharlas y ellas necesitaban hablar, así que partimos de las entrevistas y las vestimos con la vida y la cotidianidad, un poco como en Los invisibles”, afirma.
Algunas decisiones han sido un poco inconscientes, concede Cros. Otras, como la ya mencionada intención de reducir el uso de vocabulario “para iniciadas”, han sido más meditadas. “Podemos hacer un debate sobre las concesiones, pero nos parece bien que el lesbianismo separatista esté llegando a más público del que quizá habría alcanzado si hubiésemos optado por un enfoque diferente. Y también nos gusta que vaya a emitirse en la televisión pública catalana, por ejemplo”, concluye la realizadora.