Diario de la crisis
De la gestión de la crisis al sistema de guerra

La gestión política de las crisis que están marcando nuestras existencias, antes de representar un problema económico en el sentido clásico del término, se presenta como un problema de gestión de la atención.
Cumbre de la OTAN Madrid 2022 Ifema - 44
Cumbre de la OTAN en Ifema. La Moncloa
31 may 2023 05:49

En esta décima entrega del «Diario de la crisis» –proyecto nacido de la colaboración entre Effimera, Machina-DeriveApprodi y El Salto– Stefano Lucarelli reflexiona sobre la sucesión intempestiva de crisis que desplazan y eliminan las causas y las posibles intervenciones sobre las consecuencias de las precedentes, haciendo que los efectos de las últimas se acumulen y articulen con los de las primera de modo cada vez más intratable. La economía de la atención se liga así con la conformación de un poder político cada vez más autoritario, que invita a pagar el «precio de la libertad» (Josep Borrell) y a aceptar la creación de circuitos económicos definidos en términos estrictamente geopolíticos (friend-shoring) ligados a la opción de la guerra como horizonte normalizado. Las políticas económicas, monetarias y fiscales se conciben, en consecuencia, por las actuales clases dirigentes de acuerdo con estos parámetros reaccionarios con absoluta independencia de sus efectos nefastos sobre las clases trabajadoras y pobres. Entretanto, la Unión Europea sigue dócil el diseño de las clases dominantes hegemónicas globales presa en su propia impotencia nacionalista.

1. ¿Existen vínculos entre la pandemia y el nuevo escenario militar, un escenario en el que la guerra parece cada vez más cercana a Europa y se convierte en una parte cada vez más importante del conjunto de factores que condicionan las decisiones políticas, pero también las decisiones de los afectados por políticas derivadas de las mismas? No es una pregunta ociosa, si lo que está en juego es la comprensión del fenómeno de la crisis. Llevar un diario de la crisis significa en primer lugar no rendirse a la lógica de los choques exógenos, los acontecimientos totalmente inesperados, que no son responsabilidad de nadie. En este sentido, es muy interesante el editorial que Kamran Abbasi, redactor jefe del British Medical Journal, escribió el 16 de marzo de 2022.

En el fuego de la pandemia hemos dejado de lado nuestra respuesta al cambio climático. En el fuego de la guerra de Rusia contra Ucrania, la pandemia y el cambio climático pasan ahora a un segundo plano.

A Abbasi le preocupa el desmantelamiento del sistema británico de vigilancia de la Covid-19 y la venta al sector privado del centro británico de producción e innovación de vacunas. Razonar sobre la producción y la innovación de las vacunas y sobre el papel que desempeñan en la salud pública es un tema resbaladizo y complejo, lo cual, entre otras cosas, contribuye a debilitar las posibles reacciones ante los procesos de toma de decisiones seguidos durante los últimos años en ausencia de un debate público adecuado sobre el asunto. Sin embargo, Abbasi tiene el mérito de sacar a la luz la gran precariedad de la atención general que es parte constitutiva de esta crisis.

2. La economía de la atención se está manifestando en toda su profundidad. Han pasado muchos años desde el 1 de septiembre de 1969, cuando Herbert Simon, galardonado con el Premio Nobel de Economía unos años más tarde, planteó el problema de la supervivencia de la atención en un mundo de información creciente:

Mi título habla de «un mundo rico en información». ¿Desde cuándo el mundo es rico en información? ¿Cuáles son las consecuencias de esta prosperidad, si es de lo que se trata? La pasada Semana Santa, mis vecinos le compraron a su hija un par de conejos. Por voluntad o por casualidad, uno era macho y el otro hembra, y ahora vivimos en un mundo lleno de conejos. Las personas menos aficionadas a los conejos que yo podrían incluso describirlo como un mundo superpoblado de conejos. Que un mundo sea rico o pobre en conejos es una cuestión relativa.

Dado que el alimento es esencial para las poblaciones biológicas, podríamos juzgar el mundo como rico o pobre en conejos relacionando el número de conejos con la cantidad de lechuga y hierba (y flores de jardín) disponibles para ellos. Un mundo rico en conejos es un mundo pobre en lechuga y viceversa. [...]. Del mismo modo, en un mundo rico en información, la riqueza informativa implica la escasez de otra cosa: la escasez de lo que consume la información. Lo que consume la información es bastante obvio: consume la atención de sus receptores. Así pues, la riqueza de información crea una pobreza de atención y la necesidad de asignar esa atención de forma eficiente entre la sobreabundancia de fuentes de información que podrían consumirla.

Al fin y al cabo, la gestión política de las crisis que están marcando nuestras existencias, antes de representar un problema económico en el sentido clásico del término, se presenta como un problema de gestión de la atención o, mejor, de condicionamiento de la atención al hilo de un bombardeo mediático que aturde y agota. La gestión de la sobreabundancia de impulsos que tocan el plano emocional e incluso la propia posición ética (cuando uno se ve obligado a elegir bando aceptando implícitamente la idea de que siempre hay que tomar partido en una guerra y no contra la guerra misma) representa la nueva frontera del juicio convencional. Pero la convención que dirige las expectativas de una colectividad cada vez más frágil, cada vez más incapaz de pensarse a sí misma como general intellect como consecuencia de una agotadora demanda de atención, vuelve a asumir la forma del Estado-nación, construyendo las premisas para nuevos procesos agregativos en los que la guerra parece dominar los imaginarios individuales. Un extraño retorno a exhortaciones básicamente nacionalistas acompaña la reorganización de la política económica europea.

De acuerdo con el análisis de las sanciones aplicadas por Estados Unidos, esta nueva visión del mundo ha tomado forma antes del conflicto ruso-ucraniano

3. El 30 de marzo de 2022, el Alto Representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad Josep Borrell resumió claramente la perspectiva política abrazada por la UE ante el conflicto ruso-ucraniano, introduciendo una expresión altisonante, pero quizá no del todo adecuada si se analizan detenidamente los horizontes programáticos ella que implica, que se ha impuesto paulatinamente en el debate público europeo: el precio de la libertad.

Para hacer frente al impacto integral de la guerra en Ucrania tenemos que fortalecer la resistencia económica de Europa, tenemos que poner fin a nuestra dependencia energética de Rusia y robustecer aún más la defensa europea. [...] incluso en el seno de la UE debemos aceptar pagar un precio para detener esta guerra indignante y no provocada, porque el futuro de nuestra seguridad y de nuestras democracias depende de ello. Este precio es el precio de la libertad.

El informe de Borrell se ocupa de la diversidad de las fuentes de abastecimiento, de la eficacia energética, de la aceleración de la transición a las energías renovables y de la acogida de refugiados, pero también del rearme:

Esta guerra también nos obligará a aumentar los gastos de defensa. Tenemos que gastar más, pero sobre todo gastar mejor, es decir, gastar juntos. Algunos Estados miembros, como Alemania, ya han tomado nuevas medidas importantes en este ámbito, dedicando 100 millardos de euros de gasto adicional en materia de defensa en 2022 y aprobando un aumento de su presupuesto de defensa por encima del 2 por 100 del PIB a partir de 2024. Es necesario hacer lo mismo allí donde los niveles de gasto en defensa siguen siendo demasiado bajos.

El precio de la libertad europea no me parece disociable de otro objetivo estadounidense: el friend-shoring. Así lo explicaba, entre otros, Janet Yellen, secretaria del Tesoro estadounidense el pasado mes de abril:

Nuestro objetivo debe ser efectuar un comercio libre pero seguro [...]. Hagámoslo con países con los que sabemos que podemos contar. Favorecer el friend-shoring de las cadenas de suministro, apoyándonos en un gran número de países de confianza para poder garantizar el acceso al mercado, reducirá los riesgos para nuestra economía [...]. Tiendo a ver el friend-shoring como un grupo de socios con los que nos sentimos en sintonía respecto a nuestra geopolítica [...] necesitamos profundizar nuestros lazos con esos socios y trabajar juntos para asegurarnos de que podemos satisfacer nuestras necesidades de materias primas esenciales.

De acuerdo con el análisis de las sanciones aplicadas por Estados Unidos (seiscientas nuevas sanciones por año durante los ocho años de la presidencia de Obama, mil quinientas tan solo en 2017, segundo año de la presidencia de Trump), esta nueva visión del mundo ha tomado forma antes del conflicto ruso-ucraniano.

4. Llegamos así al problema del orden internacional y de las instituciones que deben decidir y garantizar este orden. A este respecto, puede ser útil releer algunos pasajes de la Encíclica Pacem in Terris en la que, el 11 de abril de 1963, el papa Juan XXIII escribía:

La convivencia entre los seres humanos no puede ser ordenada y fecunda, si no está presente en ella una autoridad que asegure el orden y contribuya a la realización del bien común en grado suficiente.

Y añadía:

La autoridad no es una fuerza incontrolada: es, en cambio, el poder de mandar según la razón. [...]. La autoridad que se basa única o principalmente en la amenaza o el temor del castigo o en la promesa y la atracción de recompensas, no mueve efectivamente a los seres humanos a la realización del bien común; e incluso si, hipotéticamente, los moviera, esto no estaría de acuerdo con su dignidad como personas, es decir, como seres racionales y libres.

En particular, ello implica que:

el criterio de paz que descansa en el equilibrio de armamentos sea sustituido por el principio de que la verdadera paz sólo puede construirse en la confianza mutua.

Sería un error relegar las consideraciones del pontífice a una mera cuestión moral. En The Strategy of Conflict (1960), Thomas Schelling, Premio Nobel de Economía en 2005, sostiene que «el poder de vincular a un adversario puede depender del poder de vincularse a uno mismo». El control de armamentos puede ponerse en práctica eficazmente, siguiendo la lección de Schelling, mediante «todas las formas de cooperación militar posibles entre enemigos potenciales en el interés común de alcanzar tres objetivos cruciales: evitar una guerra que ninguna de las partes desea, minimizar los costes políticos y económicos de la competencia armamentística y reducir la escala y la violencia de la guerra en caso de que esta se produzca». Y, si lo pensamos bien, esta estrategia fue, durante algunos años, la emprendida de hecho por Estados Unidos y la antigua URSS.

El año 2022 marcó un punto de inflexión para la política monetaria del BCE. Las perspectivas de inflación cambiaron bruscamente

Sin embargo, un análisis de la evolución de los gastos militares de las grandes potencias durante los últimos veinte años muestra que no hemos vivido un periodo caracterizado ni por formas de cooperación militar entre enemigos potenciales, ni por una reducción de la competencia armamentística. Las cifras son despiadadas: entre 2000 y 2021, el gasto militar de Estados Unidos pasó de 485 a 768 millardos de dólares; el de China, de 50 a 270 millardos de dólares; el de Rusia, de 24 a 64 millardos de dólares; y el del Reino Unido, de 51 a 62 millardos de dólares.

Esta preocupante tendencia al rearme parece definir lo que en una carta de 1986 redactada por Raniero La Valle y Claudio Napoleoni (primer firmante el vicepresidente del Senado italiano Adriano Ossicini) se denomina un «sistema de guerra»:

Un sistema en el que las armas no son sólo instrumentos militares de defensa, auxiliares y subordinados a la voluntad general, sino que son de hecho la estructura de poder más elevada de la sociedad, lo que expresa y determina su verdadera naturaleza. Un sistema en el que las armas no sólo tienen una función militar, sino que tienen en realidad una función política. Un sistema en el que las armas determinan de hecho la naturaleza del régimen político, producen su constitución material, marcan límites rígidos a la posibilidad de alternativas y cambios internos del sistema político, fijan los límites de compatibilidad de sus relaciones exteriores y de su política internacional, se imponen como fuente normativa primaria y arquitrabe del sistema; en una palabra, más allá de cierto umbral, las armas ya no son el armamento de una sociedad, son su ordenamiento [La carta puede consultarse en el apéndice de Claudio Napoleoni, Cercate ancora. Lettera sulla laicità e ultimi scritti, Roma, 1990].

¿Cómo volver a llamar la atención sobre la palabra paz? ¿Cómo hacer de ella un verdadero antídoto contra un sistema de guerra?

5. ¿Puede la coordinación de las decisiones tomadas por los banqueros centrales contribuir a mantener expectativas que alimenten o dificulten los vientos de guerra? Las políticas monetarias tienen claras consecuencias en el proceso de centralización del capital, es decir, en la tendencia de determinadas corporaciones a hacerse con el control de determinados paquetes accionariales que pueden dirigir las futuras trayectorias tecnoeconómicas. Un contexto caracterizado por flujos de capitales chinos, árabes y rusos cada vez más inclinados a adquirir paquetes accionariales de sociedades anónimas occidentales ha ido acompañado de respuestas proteccionistas, especialmente por parte de Estados Unidos, que han hecho que estas operaciones sean cada vez más costosas y llenas de consecuencias para los equilibrios políticos internacionales.

Las recientes declaraciones de la señora del BCE son de gran interés. Avalada por su licenciatura en Derecho por la Universidad de París-Nanterre, por su práctica profesional en el equipo del futuro secretario de Defensa estadounidense William Cohen y por su experiencia ministerial en Francia en una época en la que, según el Tribunal de Justicia de la República, tomaba sus decisiones con una injerencia un tanto exagerada del empresario Bernard Tapie, Christine Lagarde intenta hacer malabarismos entre lo que conviene apoyar para hacer aceptables los sacrificios exigidos a los gobiernos europeos privados de sus suministros energéticos baratos y lo que necesitan los mercados: un fantasmático choque positivo de la demanda que sólo se vislumbra cuando se mira al mundo desde Washington.

El año 2022 marcó un punto de inflexión para la política monetaria del BCE. Las perspectivas de inflación cambiaron bruscamente como consecuencia de dos tipos de perturbaciones que afectaron a la economía al mismo tiempo. En primer lugar, la zona del euro sufrió una serie de perturbaciones negativas sin precedentes por el lado de la oferta, causadas por las interrupciones de las cadenas de suministro inducidas por la pandemia, la injustificable invasión de Ucrania por Rusia y la consiguiente crisis energética, que incrementaron significativamente los costes de los insumos en todos los sectores de la economía. En segundo lugar, se produjo una perturbación positiva de la demanda tras la reapertura de la actividad económica después de la pandemia, que permitió a las empresas repercutir los aumentos de costes en los precios de forma mucho más rápida e intensa que en el pasado (Véanse las declaraciones a la prensa de Christine Lagarde durante la presentación del Informe Anutal de la BCE, 25 de mayo de 2023).

Las políticas monetarias restrictivas de la Fed y del BCE no parecen tanto una respuesta racional a las presiones inflacionistas derivadas de las limitaciones de la oferta. Por el contrario, parecen estar motivadas por un nuevo tipo de forward guidance, un gobierno de las expectativas que dirige la atención de los agentes económicos hacia escenarios en los que la guerra, con todas sus heroicas apelaciones al precio de la libertad, se considera normal.

Políticas monetarias funcionales a la necesidad –implícita en el periodo pandémico, explícita tras el conflicto ruso-ucraniano– de remodelar las alianzas internacionales, bloqueando aquellos flujos de capital ingobernables por la acumulación consistente de superávits comerciales propios de los países «no en sintonía con nuestra geopolítica», por decirlo con las palabras mencionadas de Janet Yellen. El banquero central desempeña el papel de Caronte y conduce peligrosamente a las «almas orantes» de la economía occidental hacia un friend-shoring en el que esas almas, especialmente en Europa, aceptan que la dinámica inflacionista y la compresión de su poder adquisitivo se combatan con la extraña mezcla de políticas monetarias restrictivas y políticas presupuestarias inclinadas a consolidar el relanzamiento de la carrera armamentística y la contracción del Estado del bienestar. Las almas orantes europeas se acomodan en el embarcadero a la espera de las correspondientes subidas de los tipos de interés, pero aún no parecen presas del pánico y tardan en blasfemar contra «[…] Dio e lor parenti, l'umana spezie e ’loco e ’l tempo e ‘l seme di lor semenza e di lor nascimenti» [Dios y sus parientes, la especia humana y el lugar y el tiempo y la semilla de su semilla y sus nacimientos], Dante Alighieri, Divina Commedia/Inferno/Canto III.

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