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Ecologismo
La tala del trasplante, o cómo intentar reírse en la cara de todo el Manzanares
Coordinador de Clima y Medio Ambiente en El Salto. @PabloRCebo pablo.rivas@elsaltodiario.com
Igual son imaginaciones mías, pero creo que a la gente no le gusta que la tomen por imbécil. Diría que es una de las pocas cosas en las que estamos todo el mundo de acuerdo. Y, la verdad, ahora mismo pienso que me están intentando tomar el pelo —y a ti si vives en alguna de las márgenes de ese pequeño río llamado Manzanares o te da por pasear por allí de vez en cuando—. Y no me gusta que me vacilen. De hecho, si pagas impuestos en la Comunidad de Madrid, ahora mismo hay un grupete de gente usando el tiempo que le pagamos para jugar a un juego comunicativo que, por el momento, seguro les está trayendo muchas carcajadas, pero que —quién sabe— se les podría poner en contra políticamente. ¡Que vienen elecciones!
Lo primero, disculpas por el madrileñocentrismo. Somos conscientes de que en la aldea galega más remota a menudo se enteran de la tala de un millar de árboles a pocos kilómetros del Congreso pero aquí no siempre nos enteramos de que allí lo que les plantan son un millar de aerogeneradores, que se cargan bastante más árboles de buen monte. En este diario intentamos no olvidarnos de todas esas cosas, pero somos un medio modesto (cuña publicitaria del mes, cada suscripción es un futuro repor, y aquí los estatutos de la cooperativa no permiten anunciarse ni a Florentino ni al Ibex).
La cuestión es que aquí está siendo bastante sonado que se van a cargar un millar de árboles —1.027, para ser exactos— por la ampliación de la Línea 11 del Metro. Y se ha liado esta semana. En apenas tres días, vecinos de las orillas rica y pobre del Manzanares se unieron para defender el patrimonio común: sus árboles. En concreto, unos que llevaban ahí desde antes de las faraónicas obras que soterraron la M-30 y bajo los que ya paseaba mi abuelo. Grosso modo, la gente entró en cólera porque de un día para otro vallaron un maravilloso barco pirata, lugar de juegos y delicias de cientos de peques cada tarde, y una aún más maravillosa arboleda de plátanos de sombra y corrió la voz: todo eso se iba a la mierda porque iban a poner una estación de Metro en pleno parque.
Donde pone “trasplantará” debería poner “se intentará trasplantar a pesar de que todo perro pichichi sabe que lo de trasplantar árboles con décadas es una operación que suele acabar en ciao ciao árbol”
Indagando mínimamente, resulta que la boca de metro iba inicialmente a escasos cien metros, pero en la calle, no en pleno parque. El cabreo, obviamente, fue descomunal, y la respuesta, considerable. Sin apenas publicidad ni organización ni tiempo, 2.000 vecinos se plantaron armados de carritos de bebé y bastones para apoyarse y no dudaron en aporrear las vallas de la obra. La Nacional llevó a los caballitos para defenderlas y hasta siete lecheras de antidisturbios para frenar a tan peligrosa turba.
En fin, a la novedad del caso. En la tarde del lunes han ocurrido una serie de acontecimientos que, en cuestión de minutos, han hecho virar el ánimo del personal de la alegría y el triunfalismo a la contrariedad, para acabar directamente en el cabreo. Todo en un ratito.
Resulta que la Comunidad de Madrid sacaba un comunicado diciendo que “paraliza la tala de árboles”. Guau, los que jamás reculan han reculado. Ayuso ha rectificado algo. Ha dado marcha atrás por una protesta vecinal sin decir que era política ni organizada por la oposición. Insólito. Imagínense el subidón en el barrio. Me ha llegado por cuatro grupos de WhatsApp.
En apenas unos minutos, el madrileñocentrismo actuó y esa idea fue reflejada por chorrocientos medios de comunicación —hay que decir que como no hay dios que entienda semejante arboricidio en pleno siglo XXI en una capital europea, la cosa llegó a salir en The Guardian, que no solo es por ser Madrid, que también se lo han buscado—. En fin, triunfalismo vecinal en vena. Lo hemos logrado, gente.
En esencia, aquí no cambia nada. Sí, nada de nada. Frenar temporalmente una tala inminente para colar el proyecto actual como nuevo e intentar desinflar la legítima protesta ciudadana
Bien. Lo siento, pero la verdad es que no. De hecho, ahora mismo está en entredicho que siquiera hayamos logrado algo —disculpas de nuevo, esta vez por la primera persona del plural, pero es que aquí uno es vecino y usuario de esa sombra que tanto necesita este desierto de asfalto hoy bajo amenaza de tala—.
Primero. Los míseros cuatro párrafos del comunicado lanzado por el equipo de comunicación de la Consejería de Transportes —bravo, chavales, de momento habéis metido un gol por la escuadra— dejan más dudas que certezas. Para empezar, la estación se va a construir en el mismo sitio, no en la calle de al lado, como pedía la gente y como iba a ocurrir inicialmente. Los árboles siguen sentenciados.
Luego, más interesante aún. Si bien los responsables de Transportes dicen que “modificarán el proyecto constructivo” de las obras, en el primer párrafo del comunicado se apunta a que “en las zonas donde haya afectación de arbolado se trasplantará el mayor número de ejemplares posibles”. Aquí, donde pone “afectación de arbolado” debería poner “ciao ciao, amigo árbol”. Y donde pone “trasplantará” debería poner “se intentará trasplantar a pesar de que todo perro pichichi sabe que lo de trasplantar árboles con décadas es una operación que suele acabar en ciao ciao árbol”.
En el Madrid del 2023, tras el verano más caluroso de la historia —ese de la ola de calor de mes y medio— y en una urbe con una isla de calor que suma hasta ocho graditos extra al horror de julio, se van a seguir cargando árboles
A esto hay que añadir que los árboles con troncos de más de 50 cm de diámetro se despiden de la vida según el proyecto, “considerando la dificultad técnica, el coste económico y las garantías de supervivencia que puede mostrar un ejemplar arbóreo adulto frente a un trasplante”. No, eso no está en los cuatro párrafos mágicos del equipo de Comunicación de la Consejería. Oye, que igual todo esto es obra del mismísimo M.A.R., todopoderoso señor comunicativo del equipo ayusiano, especialista en colar cualquier tipo de sandez a la ciudadanía madrileña, y de paso estatal. Libertad y cañas, gente, que no se nos olvide.
Pero volvamos al comunicado, que el equipo de comunicación de Transportes ha salido a jugar. Aquí se marca otro triple: “La Consejería de Transportes e Infraestructura encargará un análisis individualizado de cada árbol”. Eso para minimizar, dicen, el número de trasplantes. Pero, lejos de quedarse la cosa ahí, aquí viene un punto de esos que igual hace fruncir el ceño a quien lea este textito. Resulta que el proyecto actual ya contemplaba trasplantar los árboles. Y —ahora redoble de tambores— también habla de una ficha individualizada para cada árbol.
Olé, olé y olé. Y todos los plumillas escribiendo que Ayuso paraliza la tala (aquí fuimos escuetos y planteamos la duda en la nota, quizá por tardar diez minutos más que la agencia de noticias que nutre a los mass media del Reino patrio). Sí, golazo. Nos lo han colado, porque, en esencia, aquí no cambia nada. Sí, nada de nada. Frenar temporalmente una tala inminente para colar el proyecto actual como nuevo e intentar desinflar la legítima protesta ciudadana. Intentar implantar al personal en la cabeza la idea de que se frena lo de cargarse árboles cuando la cosa sigue igual y lo planteado ya estaba en el proyecto.
En el Madrid del 2023, tras el verano más caluroso de la historia —ese de la ola de calor de mes y medio— y en una urbe con una isla de calor que suma hasta ocho graditos extra al horror de julio, se van a seguir cargando árboles. Lo de la sostenibilidad, el medio ambiente y el cambio climático ya lo dejamos para luego, que aquí entran las constructoras de Florentino y compañía que nos dan de comer (a ellos, entiéndase).
¿De verdad no se pueden hacer estas estaciones donde hay asfalto en vez de cargarse unos pulmones verdes que cada vez son más necesarios?
Así que como nos hemos quedado con cara de gilipollas tras conocer todos los datos reales detrás del comunicado de la “paralización de la tala”, qué menos que decir que no nos gusta que se rían en nuestra cara. Y poner la información sobre la mesa. A ver si por lo menos llega a la gente y se les vuelve un poco en contra (¡elecciones!)
Por cierto, que si esto llega lo suficiente imagino que en vez de desinflarse la protesta vecinal igual se hincha. De hecho, donde el arboricidio va a ser animal es en el barrio Comillas, donde no cuentan con mucha zona verde, dicho sea de paso, y donde dudo que viva algún carguito del PP madrileño. Allí la estación se carga, literalmente, todo un parque. No ha sido tan mediático, pero es aún más bestia: van a a quedar en pie once árboles… de 300. Y es inminente. No tendrán calle para colocar la estación…
Y es que esta idea es la más desesperante. ¿De verdad no se pueden hacer estas estaciones donde hay asfalto en vez de cargarse unos pulmones verdes que cada vez son más necesarios? ¿De verdad? ¿Tan difícil es? Los cuentos técnicos no son muy creíbles. Si se podía antes, ahora también. No nos tomen el pelo.
Un consejo para la mente brillante a la que se le ha ocurrido la estrategia comunicativa y el comunicado de la discordia. Con este tipo de órdagos hay que tenerlo todo atado y bien atado. Si se te pone en contra, igual te cae la del pulpo y le montas un cirio a la jefa. Y a la jefa no le gusta que se le pongan las cositas en contra.
PD: Seguid a Ecologistas en Acción y a las asociaciones vecinales del Pasillo Verde-Imperial y Comillas. Anunciaron apenas una hora después de conocerse el trasplante de la tala que habrá nuevas movilizaciones. El 4 de marzo hay una convocada a las 12 horas en el Puente de Toledo. Allí nos vemos.