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Editorial
Mejores que un meme
Incendios fuera de estación, incendios que liberan la misma energía que una bomba atómica, incendios que solo mueren porque ya no queda más que quemar. Incendios que no se pueden extinguir con los medios actuales, incendios que se dan simultáneamente y cuyo tamaño medio crece.
Decisiones políticas que no provocan incendios pero que agravan sus consecuencias, que ponen en riesgo a los bomberos forestales, que apuestan por el corto plazo, por la gestión miope de un problema político que ha llegado para quedarse. Que claman por la intervención del ejército o por la compra de más aviones cuando esas medidas, bienintencionadas en el mejor de los casos, no impedirán que sigan creciendo las longitudes de las llamas, el número de fuegos.
En las ciudades, olas de calor. Calor extremo que pone en riesgo la vida de las personas que trabajan al sol. Temperaturas altas que agravan los problemas y las muertes derivadas de la contaminación. Ola de incendios urbanos en Londres. Récord de temperaturas en las principales ciudades de Europa.
No hay solución inmediata a la crisis climática, pero sí objetivos al alcance: cada décima que se limite la subida de la temperatura cuenta
En los polos, agua. El deshielo de Groenlandia amenaza con volver a subir el nivel del mar. Hasta 150 millones de personas pueden verse obligadas a migrar en los próximos 30 años si se mantiene la tendencia actual. Agua que duplicará la frecuencia de inundaciones en las zonas costeras. La temperatura del Mediterráneo se sitúa hasta cuatro grados por encima de la media habitual en estas fechas —con el máximo histórico de 29,72ºC registrado este martes—, lo que aumenta el riesgo de precipitaciones explosivas, de lluvias torrenciales.
Circula un meme que dice que este es el verano más fresco del resto de nuestras vidas. Los datos, las métricas indican que el cambio climático está en una dinámica exponencial. Pero hay formas de resistirse. Hay formas para que ese meme se transforme solo en una triste broma de cuando más impotentes nos sentíamos ante la crisis que venía.
La movilización social, la militancia en colectivos que encabecen una agenda de rebelión ante el cambio climático es el primer paso para pasar de la ansiedad a la acción
No está todo perdido: las ciudades pueden aprobar —de hecho, lo están haciendo— políticas radicales para acabar con el tráfico de coches de gasolina y diésel en los centros urbanos. La transición a las energías renovables debe ser efectiva y es importante evitar trampas como la que la Unión Europea ha propuesto con la clasificación de energías verdes de la nuclear y el gas.
No hay solución inmediata a la crisis climática, pero sí objetivos al alcance: cada décima que se limite la subida de la temperatura cuenta. La ONU, en su papel prototípico de profeta sin seguidores, advierte de que la única alternativa a la acción colectiva es el suicidio colectivo. La movilización social, la militancia en colectivos que encabecen una agenda de rebelión ante el cambio climático es el primer paso para pasar de la ansiedad a la acción. Quizá la organización y el apoyo mutuo no sean suficientes para regresar a un pasado sin incendios masivos, olas de calor o inundaciones devastadoras, pero sí lo van a ser para evitar que la conciencia de lo que la humanidad está perdiendo nos bloquee y nos haga aún más impotentes.