We can't find the internet
Attempting to reconnect
Something went wrong!
Hang in there while we get back on track
Queda claro que vamos perdiendo la batalla. Y no me refiero a lo ocurrido en las últimas semanas. Perdemos la batalla cultural e ideológica que arrancó hace años. Los malos vieron el problema (y la solución) y llevan décadas trabajando en ello, construyendo verjas casi invisibles para que nadie se saliera del redil. Desde tribunales internacionales privados y organizaciones supranacionales al servicio del capital a programas televisivos matinales de máxima audiencia. Vieron el problema en perspectiva y empezaron la batalla antes de que el resto se diera cuenta siquiera de que se estaba librando. Y se les da bien, joder que si se les da bien.
En esta guerra, esas herramientas establecidas y bien entrelazadas en nuestro sistema son el principal instrumento para la lobotomización, construcción de discursos y demonización del contrario, de nosotras y nosotros, vaya. Y llevan unos años funcionando a pleno rendimiento. La campaña electoral madrileña ha sido una muestra perfecta del esplendor y fuerza que poseen.
Estas guerras tienen armas que conocemos bien. Un bulo repetido por Ana Rosa alcanza más oídos y ojos que cualquier equipo de fact checkers desmontando basura a jornada completa. Las portadas de los medios que encumbraron a Franco o de los que aplaudían las privatizaciones de Felipe González llenan kioscos, salas de espera de edificios públicos o peluquerías donde no llega ningún medio de izquierdas en papel. Por no hablar de lo que muchas veces denominamos “medios de izquierda”, donde la calaña más sinvergüenza del periodismo de ultraderecha tiene carta blanca para soltar burradas. No me voy a alargar mencionando más ejemplos. Tristemente, ya los conocéis.
Tienen los altavoces. De hecho, tiene un sound system que suena con estruendo y que no permite escuchar nada más. Nosotras tenemos uno de esos JBL Go pequeñitos, que suena muy bien y con calidad exquisita, sí, pero con muy poca potencia. Sobre todo cuando los amos del sound system suben al máximo su volumen porque no quieren que nadie pinche otra música en su fiesta privada. Aquí está una de las claves del problema.
Las herramientas del amo vs. las nuestras
No nos pongamos cenizos. La batalla no está perdida. Las personas malas han sabido pensar en un marco más amplio y escalar en tamaño, pero somos más las buenas que las malas. El movimiento transformador necesita escalar, crecer. Crear redes nuevas o recuperar las que quedaron mermadas cuando el sueño electoralista centró y consumió nuestra atención. Volver a pensar en grande y que sea un pensamiento compartido, horizontal, independiente de presiones y grandes poderes, con una mirada puesta en el común.
Necesitamos nuestras herramientas y las necesitamos ya. Espacios donde esa escalabilidad sea posible. Donde podamos construir ese mundo mejor. Necesitamos tener armas en esta guerra. Y puede que esto suene a lo de siempre, a lo que ya llevamos años repitiendo, pero en el nuevo escenario, donde el fascismo, el racismo y la misoginia parecen haber encontrado legitimación entre una parte de la clase trabajadora, es necesario evaluar lo que hemos hecho, lo que no hicimos y lo que nos falta por hacer.
La politización de lo cotidiano y la defensa de los derechos para cambiarlo todo también son los propósitos de El Salto
Hace tan solo unos días, Madrid recuperó uno de esos espacios necesarios para este propósito. Un lugar para crear redes, apoyo mútuo y hacer democracia desde abajo. El colectivo de La Ingobernable ha dado vida a un viejo hotel abandonado para crear una Oficina de Derechos Sociales. “Liberamos un espacio donde politizar lo cotidiano, que sirva para apoyarnos y así ser más fuertes”, dice su comunicado. No se podría explicar más con menos. “Derechos para cambiarlo todo”, reza su nuevo lema. Tampoco puede ser más acertado. La politización de lo cotidiano y la defensa de los derechos para cambiarlo todo también son los propósitos de El Salto.
El Salto, una herramienta propia
Con la intención de ser un altavoz que compita con el más grande de los sound systems nació El Salto. Esa es la aportación que queremos hacer las personas que conformamos este proyecto, que no son solo las que firman artículos, sino todas aquellas que lo hacen posible cada día. Como el colectivo editor de esta cooperativa que ronda las 100 socias, nuestros colaboradores y colaboradoras, las personas que respaldáis económicamente o las que nos mandáis mensajes bajo el enunciado de “os paso este tema para que lo publiquéis, porque este tipo de cosas solo las publica un medio independiente como El Salto”. Este medio quiere ser una herramienta que abone redes, que amplifique movimientos sociales y que forme parte de ese nuevo sistema de sonido de los de abajo que acalle la fiesta vip de los malos.
También un medio de comunicación que cree pensamiento, conciencia y formación. Un medio que no solo escriba sobre feminismo sino que ayude a que las ideas feministas sean hegemónicas. Un periodismo que, como dijo Gessamí Forner, llame nazis a los nazis. Un medio que resalte cada lucha obrera, cada huelga, que defienda lo público, que señale al poder financiero, que aporte argumentario a nuestras luchas. En definitiva, un El Salto como el de ahora, pero más grande, con mucho más volumen.
Las herramientas del amo no destruirán la casa del amo, pero El Salto es vuestra/nuestra herramienta y no dudaremos en destruir la casa del amo para construir una nueva, hacerlo juntas y en común
En los otros artículos que han escrito mis compañeras para pedir que os hagáis socias de El Salto pedíamos llegar a los 8.000 suscriptores y hemos soñado en alguna ocasión con los 10.000. Voy a soñar más fuerte y a pedir mucho más: necesitamos 20.000 suscriptores para dar un salto dentro de El Salto. Para poder decir a dos o tres de nuestras redactoras “dedícate exclusivamente a investigar”, ahondar en nuevos formatos de periodismo que lleguen a esas capas de la población que ahora nos quedan tan lejos, pagar más y mejor las colaboraciones de periodistas que tienen mucho que aportar, abrir debates, abarcar más temáticas… Calcula todo lo que ya hacemos ahora e imagina todo lo que podríamos hacer gracias a vuestro respaldo.
Relacionadas
Ama El Salto
Ama El Salto Suscríbete y luce en verano esta totebag diseñada por Celsius Pictor
Ama El Salto
Ama El Salto El Salto entra en campaña. Suscríbete y odia el fascismo con esta totebag en homenaje a la Comuna
Ama El Salto
Seguir contando derrotas con esperanza de que algún día sean victorias
Comparto lo dicho en el comentario anterior: no creo que ayuden las metáforas belicistas ni esa idea de personas buenas y malas. No creo que existan personas buenas ni malas; hay personas. Lo que hay que asumir es que (a veces) somos buenas y (a veces) somos malas. Habrá quien actúe más de un lado que otro, pero el discurso de los bandos coherentes y enfrentados es en mi opinión inútil. Por supuesto, hay posicionamientos, ideologías, grupos de interés y presión, desigualdad de poderes... y habrá que trabajar para corregir todo eso hacia la justicia social, pero eso no implica personas exclusivamente malas, o exclusivamente buenas. Lo contrario es seguir construyendo ese/esa “otro/a”. ¿Qué queremos hacer con ella? Expulsar? Eliminar? Incluso si quisiéramos hacerlo, a la hora de la verdad no podríamos identificar ese supervillano, porque no existe. Necesitamos aterrizar estos discursos en una realidad social que es más complicada y enrevesada, y educar, atraer y convencer a esas personas “generalmente malas”. Ni blanco ni negro, la realidad es un conjunto complejo de diferentes gamas de grises cambiantes, y sobre todo, una cuestión colectiva donde no hay lugar para bandos, porque somos uno único (con conflictos y contradicciones internas, claro). Si fuera tan fácil como personas buenas y malas, sencillamente no estaríamos aquí.
Quizás el problema es también situar el debate en términos de guerra, el uso de metáforas y lenguajes belicistas... La dialéctica del cambio social es probable que se despliegue mejor en otras coordenadas, con otras metáforas culturales: ecología de los movimientos, simbiosis, cooperación social, flujos de deseo y energía...
La batalla se perdió hace mucho, al menos cuando UP en Zaragoza renunció a aprovechar la lucha catalana para reventar el estado neofascista español y forzar al menos una reforma en profundidad. De eso hace cuatro años casi ya. El resto, como el Imperio Romano después de que los godos saqueran Roma, es mero epílogo.
Hace mucho que debería de haber surgido una izquierda revolucionaria o genuinamente transformadora, irreductible a los cantos de sirena del PSOE neo-falangista, alias GAL. Pero disparates como la "unidad de la izquierda" por un lado o fundamentalismos sectarios por el otro impiden que así sea.
Todo llegará, esperemos que no sea demasiado tarde.
Siento enfriar tu ardor guerrero, pero hay una cosa esencial que se llama relación de fuerzas. Desconocerla o, lo que es peor, ignorarla conscientemente, equivale a un fracaso seguro. Como se señala en el artículo, mucho es lo que queda por hacer, empezando por abandonar el discurso ciertos discursos en los que vanguardias o líderes esclarecidos guían al pueblo a un futuro venturoso, como dirían Les Luthiers. Construir comunidad, desmontar no solo el discurso sino también las prácticas dominantes con las herramientas que más odia el capital: solidaridad, apoyo mutuo, autogestión. Es el camino más largo y más duro y no nos lleva a asaltar los cielos, sino a ganar la tierra.
No. Todo ese párrafo se resume en luchar en la calle y en la vida cotidiana y no en los sillones del parlamento. En cambiar la realidad y no simplemente las leyes.
Rendirse al capital es pensar ingenuamente que podemos tener todo desde nada. Como decía el gran Ángel Pestaña: quererlo todo es no querer nada, es decir, es ser inocente o manipulador.
No se puede es vuestro nuevo lema. Felicidades por la privatización del tren. Hasta la victoria, privatizaremos.
¡¿Qué tendrá que ver el culo con las témporas?! Supongo que de la privatización del tren le podrás pedir más bien cuentas al gobierno, en el que se sientan algunos insignes miembros progresistas, porque me temo que gritando desaforadamente "Sí se puede" delante de Adif no va a bastar. Y solo te recuerdo que un ministro de este gobierno (autodeclarado comunista para más inri) tiene responsabilidades más bien laxas y muy permisivas sobre las casas de apuestas que menudean en nuestros barrios. ¿En qué quedamos: se puede o no se puede?
El tren es la privatización de ayer, hoy toca decir adiós a las pensiones públicas. Gracias izquierda tricornio.
Y este comentario tuyo se resume en una visión peliculera (ahora se diría más bien seriéfila) de la realidad y en un "revolucionarismo" de salón disculpable, supongo, por tu joven edad. Involucrarse en prácticas que transforman la realidad NO es rendirse ante el capital; pensar que la mera lucha política o parlamentaria puede erosionar la hidra capitalista SÍ.